QUIERO SER SOLIDARIO
No sé por qué, pero este mundo no termina de gustarme. Ya no es sólo que haya tanta injusticia, lo que me molesta es ver tanta indiferencia.
Cada uno vamos a lo nuestro defendiendo nuestros intereses aunque existan excepciones y yo desearía ser una de ellas.
Quiero ser solidario y acercarme al que sufre, al que tiene problemas. Quiero saber mirar a mi alrededor y darme cuenta de lo que necesita la gente que me rodea. Y no me refiero solo al que tiene hambre, sed o no tiene para vestirse, sino que me gustaría ser realista y ayudar además de a mi familia y amigos a todos aquellos que no conozca e incluso… a los que no me caigan bien.
Tengo que entender que en pleno siglo XXI entre otras muchas desgracias existe hambre física en el mundo.
Los gritos, no de miles sino de millones de hombres, mujeres y niños hambrientos que buscan en las basuras algo para comer, sigue sonando hoy con la misma fuerza y dramatismo que en tiempos de Jesús.
Y lo triste, es darse cuenta de que en la mesa del mundo los alimentos mejores y abundantes cubren los platos de los llamados cristianos, mientras toleramos impertérritos una de las situaciones más vergonzosas de nuestro tiempo… el hambre.
Pero lo peor de todo, es el convencimiento que alivia mi conciencia cuando escucho que existen organizaciones cristianas dedicadas a paliar el hambre de una sociedad que vive en una pobreza absoluta, cuando lo importante sería, despojarme de comodidades y apegos para caminar hacia quienes esperan mi ayuda con la seguridad de que los gritos de quienes pasan hambre suben hasta Dios aunque a veces no llegue a los oídos de los hombres.
El gran humanista y también cristiano como fue el célebre Dr. Marañón, decía que los tres enemigos del alma que se citaban en el catecismo “mundo, demonio y carne” habría que transformarlos en otros tres del tiempo presente, “el hambre, la enfermedad y el desamor o la indiferencia”.
Así las cosas yo me pregunto ¿sabré entender que la solidaridad ha de prevalecer sobre cualquier otra razón?
Lo tendré que pensar despacio… muy despacio.
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No sé por qué, pero este mundo no termina de gustarme. Ya no es sólo que haya tanta injusticia, lo que me molesta es ver tanta indiferencia.
Cada uno vamos a lo nuestro defendiendo nuestros intereses aunque existan excepciones y yo desearía ser una de ellas.
Quiero ser solidario y acercarme al que sufre, al que tiene problemas. Quiero saber mirar a mi alrededor y darme cuenta de lo que necesita la gente que me rodea. Y no me refiero solo al que tiene hambre, sed o no tiene para vestirse, sino que me gustaría ser realista y ayudar además de a mi familia y amigos a todos aquellos que no conozca e incluso… a los que no me caigan bien.
Tengo que entender que en pleno siglo XXI entre otras muchas desgracias existe hambre física en el mundo.
Los gritos, no de miles sino de millones de hombres, mujeres y niños hambrientos que buscan en las basuras algo para comer, sigue sonando hoy con la misma fuerza y dramatismo que en tiempos de Jesús.
Y lo triste, es darse cuenta de que en la mesa del mundo los alimentos mejores y abundantes cubren los platos de los llamados cristianos, mientras toleramos impertérritos una de las situaciones más vergonzosas de nuestro tiempo… el hambre.
Pero lo peor de todo, es el convencimiento que alivia mi conciencia cuando escucho que existen organizaciones cristianas dedicadas a paliar el hambre de una sociedad que vive en una pobreza absoluta, cuando lo importante sería, despojarme de comodidades y apegos para caminar hacia quienes esperan mi ayuda con la seguridad de que los gritos de quienes pasan hambre suben hasta Dios aunque a veces no llegue a los oídos de los hombres.
El gran humanista y también cristiano como fue el célebre Dr. Marañón, decía que los tres enemigos del alma que se citaban en el catecismo “mundo, demonio y carne” habría que transformarlos en otros tres del tiempo presente, “el hambre, la enfermedad y el desamor o la indiferencia”.
Así las cosas yo me pregunto ¿sabré entender que la solidaridad ha de prevalecer sobre cualquier otra razón?
Lo tendré que pensar despacio… muy despacio.
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