¿Quien interpreta las Escrituras?

14 Mayo 2003
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La Iglesia Católica acepta oficialmente la Biblia como la Palabra inspirada de Dios, pero no como la autoridad final. La tradición, juntamente con las declaraciones de los papas y de los concilios, es considerada igualmente autoritaria. Sin embargo, hay muchos puntos en los que la tradición de la Iglesia Católica no está de acuerdo con la Biblia. Es en relación a ellos que cada uno de nosotros debe decidir a cuál seguirá.

Para decidir si debemos someternos a la autoridad de la Biblia o de la iglesia, debemos tomar en cuenta que lo que la Iglesia Católica cree que es correcto o incorrecto, cambia con el paso del tiempo.

* Oficiar la comunión en el idioma del pueblo era, en un tiempo, una herejía protestante. La misa debía decirse en latín. Luego el Papa Juan XXIII inició un período de reforma en el que la misa debía decirse en los idiomas del pueblo. Sin embargo, la Biblia no cambia; por tanto, no siempre está de acuerdo con una iglesia cambiante.

* Una anciana católica me dijo una vez: "Si el Papa desea comer carne los viernes e ir al infierno, él puede hacerlo, ¡pero yo no lo haré!" Puesto que la Biblia concuerda con la actual doctrina católica de que no es pecado comer carne los viernes, antes no podía estar de acuerdo con la enseñanza de que comer carne los viernes era pecado.

* A través de los siglos se han introducido muchos cambios en la enseñanza de la iglesia que están en serio desacuerdo con la Biblia. Podemos mencionar, por ejemplo, la aceptación de la veneración de imágenes en la iglesia. Las diferencias entre la doctrina católica y la de aquellos para quienes la Biblia es la autoridad final no se deben a que los evangélicos deseen ofender, sino a que donde hay conflicto entre las enseñanzas de la Biblia y las de la Iglesia Católica, es imposible aceptar ambas. En estos puntos cada persona debe elegir a cuál autoridad obedecerá.

La mayoría de las tradiciones que están en contradicción con la Biblia comenzaron a formarse después del año 300 d.C., en la época del emperador Constantino, y gradualmente se desarrollaron hasta llegar a ser dogmas de la iglesia. Sin embargo, algunas doctrinas antibíblicas son recientes. ...

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preparado.
Porque como el apóstol Pedro nos dice en su segunda carta, la Biblia es más confiable que lo que él había visto con sus ojos y escuchado con sus oídos, porque fue escrita por hombres inspirados por el Espíritu Santo (2 Pedro 1:16-21). Parece obvio que si la Biblia es más confiable que lo que Pedro mismo había visto y oído, es también más confiable que cualquier tradición que la contradice.

Algunos interpretan mal una parte de este pasaje y dicen que sólo la Iglesia Católica Romana puede interpretar la Biblia. Sin embargo, el pasaje habla de la dirección de Dios para quienes escribieron la Biblia, y no dice que sólo algunos pueden interpretarla. El apóstol Pablo elogió a los creyentes de Berea, porque escudriñaron las Escrituras para ver si lo que él les estaba enseñando era realmente bíblico: Estos eran mejores que los de Tesalónica y recibieron la Palabra de Dios con mucho interés. Diariamente examinaban las Escrituras para comprobar lo dicho por Pablo (Hechos 17:11). Si ellos hicieron bien en examinar las enseñanzas del apóstol Pablo comparándolas con las Escrituras que tenían, ¿cuánto más debemos aplicar el mismo examen a las tradiciones de la iglesia hoy?

El Nuevo Testamento habla mucho de la tradición, y la condena cuando es contraria a la Palabra de Dios. Jesús dijo: Ustedes incluso dispensan del mandamiento de Dios para mantener la tradición de los hombres... anulan la Palabra de Dios con la tradición que se han ido transmitiendo (Marcos 7:8, 13; vea también Mateo 15:2-6; Colosenses 2:8; 1 Tesalonicenses 2:13; Gálatas 1:14).

Algunos, tratando de justificar la autoridad de la Iglesia Católica sobre la de las Escrituras, nos hacen recordar que la Biblia no contiene todo lo que enseñaron Jesús y los apóstoles. Esto es verdad y la Biblia misma lo dice. Sin embargo, este hecho no nos autoriza a aceptar las muchas doctrinas católicas que están en explícita contradicción con las enseñanzas de las Escrituras (Apocalipsis 22:18-19; Marcos 7:3-13). La Biblia contiene todo lo necesario para llevarnos a la fe en Cristo y para ayudarnos a crecer en esa fe (Juan 20:30-31; 2 Timoteo 3:16-17).

La mayoría de las diferencias entre los protestantes que creen en la Biblia y la Iglesia Católica Romana no provienen de diferentes interpretaciones de la Biblia o de Biblias diferentes, sino de una diferencia respecto a cuál es la "autoridad final". La Biblia debe interpretarse a la luz de la Biblia misma, y no ser tergiversada o puesta a un lado para honrar la declaración de los papas, de los concilios o de la tradición (2 Tesalonicenses 2:15; 3:6).

Este articulo fue extraido de www.chick.com/es/reading. Chick es un siervo de Dios y genial defensor del Evangelio
 
Re: ¿Quien interpreta las Escrituras?

Quien y con que autoridad estableció el canon del Nuevo Testamento?
 
Re: ¿Quien interpreta las Escrituras?

LA CANONIZACION DEL NUEVO TESTAMENTO<?xml:namespace prefix = o ns = "urn:schemas-microsoft-com:eek:ffice:eek:ffice" /><o:p></o:p>

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Algunos Libros No Canónicos de la Epoca del NT<o:p></o:p>

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Clemente, epístola escrita por Clemente de Roma (c. 96 D.C.) a la iglesia de Corinto, era altamente estimada. Algunos la consideraban como de autoridad canónica y era leída públicamente en la iglesia de Corinto alrededor del 170. Diversos escritores en Egipto se valieron de ella, entre ellos Clemente de Alejandría y Orígenes. Fue incluida en el Códice Alejandrino.2a Clemente también ue incluida en el Códice Alejandrino. Se la atribuyó erróneamente a Clemente de Roma, pero nunca fue muy leída.­Ninguna de las dos epístolas de Clemente recibió reconocimiento canó­nico en el mundo occidental.<o:p></o:p>

La Didache (La Enseñanza de los Doce Apóstoles) (c. 120) era con­siderada como Escritura Sagrada por algunos en Egipto, especialmente Clemente de Alejandrí¿¡ y Orígenes. Tuvo amplia circulación.<o:p></o:p>

La Epístola de Bernabé (c. 130) estaba incluida en el Códice Sinaí­tico y se consideraba autorizada en Egipto. Jerónimo (c. 400) la consi­deraba apócrifa, y gradualmente fue perdiendo todo derecho a figurar entre las Escrituras Sagradas.<o:p></o:p>

El Pastor de Hermas (c. 140) fue escrito por Hermas, que era her­mano de Pío, obispo de Roma. También fue incluido en el Códice Sinaí­tico, siendo altamente estimado por el Canon de Muratorio. Nunca ad­quirió, sin embargo, jerarquía de Escritura Sagrada.<o:p></o:p>

El Apocalipsis de Pedro (c. 145), de menor importancia que los li­bros anteriores, recibió sin embargo considerable atención en oriente, siendo también conocido en occidente. No fue aprobado por el Canon Muratorio y Eusebio lo consideró falso.<o:p></o:p>

Hechos de Pablo (c. 170) circuló ampliamente y algunos lo consi­deraron canónico; pero los eruditos más versados detectaron su carác­ter apócrifo y fue finalmente rechazado.<o:p></o:p>

Posteriormente fueron apareciendo numerosos evangelios, hechos, epístolas y apocalipsis invocando paternidad apostólica. Se trataba de falsificaciones evidentes que nunca recibieron aprobación por parte de la iglesia.<o:p></o:p>

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Factores que Impulsaron a la Determinación del Canon Neotestamentario<o:p></o:p>

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La aceptación de 1ª Clemente, la Didache, la Epístola de Bernabé y el Pastor de Hermas como canónicos o semi-canónicos, especialmente en oriente, hacia fines del tercer siglo puso de manifiesto la necesidad de definir claramente el canon. Además, el canon incompleto del hereje Marción (c. 140) había comenzado a recibir amplia adhesión. Mar­ción era un gnóstico que, basado en argumentos doctrinales, aceptaba únicamente el Evangelio de Lucas y diez de las epístolas de Pablo, luego de mutiladas seriamente. Al propio tiempo la aparición de otros libros apócrifos y pseudoepigráficos atribuidos a autores inspirados, hacía im­perativa una clara determinación del canon. Algo más tarde el edicto del emperador Diocleciano (303), por el que se ordenaba la incinera­ción de todos los libros sagrados, hizo necesario que se definiera cuida­dosamente el canon.<o:p></o:p>

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Criterios para Determinar la Canonicidad del NT<o:p></o:p>

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El primer criterio a tener en cuenta fue el del carácter apostólico. De­bía determinarse si el autor era o no un apóstol auténtico. En caso con­trario, debía establecerse si tuvo alguna asociación estrecha con algún apóstol, como era el caso de los escritores del Evangelio de Marcos, el de Lucas, el del libro de los Hechos y el de la Epístola a los Hebreos.<o:p></o:p>

El segundo criterio atendía al contenido. Debía determinarse si el contenido y el tratamiento del mismo respondían a los elevados prin­cipios y al nivel espiritual que se exigían como evidencia de que se tra­taba de la Sagrada Escritura. Siguiendo este criterio se eliminaron los libros falsos.<o:p></o:p>

El tercer criterio tenía en cuenta la universalidad. Debía establecerse si el libro tenía aceptación en toda la iglesia y si respondía a un interés universal.<o:p></o:p>

El cuarto criterio era la inspiración divina. Se procuraba determinar si el libro ofrecía pruebas evidentes de haber sido dado por inspira­ción de Dios (2 Ti. 3.16), Y si el Espíritu Santo concedía a hombres piadosos la convicción de que así era. Esta era la prueba final. De no haber mediado la intervención providencial el canon del NT jamás se hubiera podido determinar acertadamente.<o:p></o:p>

Libros Aceptados como Canónicos en Epoca Temprana<o:p></o:p>

A dichos libros Orígenes (245) los llamó homologoumena (libros "confirmados" o "aceptados"). Se trataba de los escritos del NT univer­salmente reconocidos como Sagrada Escritura inspirada. Orígenes in­cluyó los cuatro Evangelios, las epístolas de Pablo, la Pedro, 1 a Juan, Hechos y el Apocalipsis. Si bien no incluyó el libro de Hebreos entre los homologoumena lo mencionó como paulino y canónico. Más aún, los únicos libros que no citó como parte de la Escritura fueron Judas y 2a y 3a Juan.<o:p></o:p>

Eusebio de Cesarea (c. 300-325), el historiador de la iglesia, inclu­yó entre los homologoumena a los cuatro Evangelios, Hechos, las epís­tolas paulinas, 1 a Juan, la Pedro y el Apocalipsis. Parece haber omitido inadvertidamente a Hebreos.<o:p></o:p>

Libros Neotestamentarios que Fueron Cuestionados Inicialmente<o:p></o:p>

Orígenes llamó a los libros cuestionados los antilegomena ("discuti­dos" o "cuestionados"). Entre dichos libros colocó a Hebreos (véase arriba", 2a Pedro, 2a y 3a Juan, Santiago, Judas, y los siguientes apócri­fos: la Epístola de Bemabé, el Pastor de Hermas, la Didache, y el Evan­gelio de los Hebreos.<o:p></o:p>

Eusebio de Cesarea dividió los antilegomena en (1) aquellos que es­taban simplemente cuestionados-Santiago, Judas, 2a Pedro, 2a y 3" Juan; (2) aquellos que ya se consideraban realmente falsos o no inspi­rados-Hechos de Pablo, el Pastor de Hermas, el Apocalipsis de Pe­dro, la Epístola de Bernabé, y la Didache.<o:p></o:p>

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Razones para Dudar de Ciertos Libros del Nuevo Testamento<o:p></o:p>

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Los siete libros que inicialmente fueron cuestionados son Santiago, 2a Pedro, Hebreos, 2a Juan, 3a Juan, Judas y el Apocalipsis. La vacilación de algunos dirigentes de la iglesia primitiva se explica por la peculiar evidencia interna de los mencionados libros. (1) Santiago y Judas se titulan simplemente "siervos" de Cristo, y no apóstoles, mientras que el autor de 2a y 3a Juan se refiere a sí mismo como "presbítero" o "an­ciano", y no como apóstol. En el Apocalipsis Juan se titula a sí mismo "siervo" y "hermano". (2) El autor de Hebreos se mantiene en el ano­nimato y el contenido difiere en vocabulario y estilo de las epístolas reconocidamente paulinas. La segunda epístola de Pedro, si bien no es anónima, se diferencia de la Pedro en la misma forma. (3) Por otra parte, Santiago estaba dirigida a los primitivos conversos judíos y no a la gran iglesia gentil y universal. (4) Judas estaba cuestionado, ade­más, porque se decía que citaba al libro apócrifo de Enoc (1.9; 5.4; cf. Judas 14-15). Gradualmente, sin embargo, todos estos libros controver­tidos si bien genuinos, fueron universalmente aceptados por la iglesia. En occidente esto ocurrió hacia el año 400 D.C. y en oriente hacia el 500 D.C.<o:p></o:p>

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Reconocimiento del Canon en Occidente<o:p></o:p>

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En testimonio de Clemente de Roma (c. 96 D.C.). En la muy venera­da carta (conocida como 1ªClemente) a la iglesia en Corinto mientras era obispo de Roma, da muestras de que conocía el libro de Mateo, el de Romanos, el de 1 a Corintios, y se refiere repetidas veces al de He­breos.<o:p></o:p>

El testimonio de Marción (c. 140). Como hereje gnóstico aceptaba únicamente el Evangelio de Lucas y diez de las epístolas de Pablo. Pero su testimonio, si bien equivocado, es ilustrativo y constituye un impor­tante hito en el proceso de colección y aprobación del canon actual del NT.<o:p></o:p>

El testimonio de Hermas (c. ISO). Como supuesto autor del venerado libro del Pastor de Hermas ofrece autenticación del Evangelio de Mateo, de Efesios, y aparentemente también de Hebreos y Santiago, y especial­mente del Apocalipsis.<o:p></o:p>

El testimonio de Ireneo (c. 140-203). Al haber estado en contacto con Policarpo de Esmirna en su juventud y por haber sido luego obispo de Lyons en la Galia, ofrece testimonio sobre los cuatro Evangelios, Hechos, 1 a Pedro, 1 a Juan, todas las cartas paulinas con excepción de Filemón, y el Apocalipsis.<o:p></o:p>

El testimonio del Canon Muratorio (c. 172). El fragmento fue des­cubierto por el italiano Muratori en la biblioteca de Ambrosio en Milán en 1740. La primera parte, que está mutilada, contenía aparentemente los libros de Mateo y Marcos. Confirma todos los libros del NT con ex­cepción de 1 a Pedro, 2a Pedro, Santiago y Hebreos.<o:p></o:p>

El testimonio de la antigua versión latina anterior al 170. Da fe de todos los libros excepto Santiago y 2a Pedro; Hebreos fue agregado an­tes de la época de Tertuliano.<o:p></o:p>

El testimonio de Tertuliano (c. 150-222). Este voluminoso escritor latino de Cartago da testimonio de cuatro Evangelios, 13 epístolas pauli­nas, Hechos, 1 a Pedro, 1 a Juan, Judas y el Apocalipsis. Sin embargo, rechazó el libro de Hebreos; sostenía que había sido escrito por Bernabé.<o:p></o:p>

El testimonio de Cipriano (c. 200-258). Como obispo de Cartago aceptó la posición de Tertuliano con respecto a Hebreos, y no citó, por otra parte, a Filemón, Santiago, 2a y 3a Juan, ni a Judas.<o:p></o:p>

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Reconocimiento Posterior del Canon en Occidente<o:p></o:p>

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El testimonio de Jerónimo (c. 340-420). El gran traductor de la Vul­gata latina y renombrado erudito atestiguó todos los libros canónicos de nuestro NT. Aceptó a Hebreos sosteniendo que fue escrito por Pablo, y explicó la forma en que Santiago y 2a Pedro fueron reconocidos. Su opinión tiene un valor superlativo.<o:p></o:p>

El testimonio de Agustín (354-430). Su opinión, a diferencia de la de Jerónimo, no tuvo igual lucidez. Si bien aceptó la totalidad de los siete libros que habían sido cuestionados, propuso diferentes grados de autoridad para las Escrituras, y fue el principal responsable de que en la Iglesia Católica Romana se aceptase un canon ampliado del AT, que incluía a los apócrifos.<o:p></o:p>

Acción de los concilios eclesiásticos. La determinación del canon del NT no fue obra de ningún concilio. El valor como obra inspirada y la autoridad intrínseca de cada libro individual constituyeron los factores decisivos. Este hecho constituye una prueba fehaciente del carácter ge­nuino y auténtico de los libros que nos han llegado en el canon. Recién al final del siglo cuarto hubo un pronunciamiento conciliar sobre la cuestión.<o:p></o:p>

El tercer concilio de Cartago (397) produjo la primera decisión sobre el canon. Uno de los cánones de dicho cuerpo estipula que únicamente los libros "canónicos" debían leerse en las iglesias. A continuación enu­meraba exactamente los 27 libros actuales. Hebreos fue aceptado ba­sándose en el criterio de tratarse de un libro paulino. El concilio de Hipona (419) reprodujo nuevamente la lista del tercer concilio de Car­tago. La selección del canon fue, por lo tanto, un proceso espontáneo que se fue desarrollando en la iglesia hasta que cada libro hubo dado mues­tras de su valor intrínsico.<o:p></o:p>

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Reconocimiento del Canon en Oriente<o:p></o:p>

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Ignacio, obispo de Antioquía (c. 116); Policarpo, obispo de Esmirna (c. 69-155), y Papías, obispo de Hierápolis (c. 80-c. 155), confirman los libros de Mateo, Juan, las epístolas paulinas, 1" Pedro, 1" Juan y po­siblemente Hechos.<o:p></o:p>

La Didache (c. 120) presenta a Mateo y conoce a Lucas, como así<o:p></o:p>

también a la mayoría de los libros de nuestro NT.<o:p></o:p>

Melito, obispo de Sardis (c. 170), tiene citas de todos los libros del NT con excepción de Santiago, Judas, 2" y 3" Juan.<o:p></o:p>

Teófilo de Antioquía (c. 115-c. 188) aceptaba la mayoría de los li­bros del NT y los tenía en igual estima que a los del canon del AT. Con todo, su sucesor, Luciano (martirizado en 312) excluyó de su "Canon Antioquino" el Apocalipsis, 2& Pedro, 2& y 3& Juan y Judas al hacer su re­visión del texto del AT y NT.<o:p></o:p>

Basilio el Grande de Capadocia (c. 329-379) y Gregorio Nacianceno (c. 330-390) aceptaron todos los libros del canon actual, exceptuando el Apocalipsis, si bien lo citaron como procedente de Juan.<o:p></o:p>

Juan Crisóstomo (347-407) aceptó todo a excepción de 2" Pedro, 2" y 3" Juan y el Apocalipsis.<o:p></o:p>

Teodoro de Mopsuestia (c. 350-428) rechazó las epístolas universales o católicas y el Apocalipsis. Por lo tanto la opinión de esta parte de la iglesia se vio fuertemente influenciada por el canon de Constantinopla, que rechazó la 2" y 3" Pedro, Judas y el Apocalipsis, y que se formó en base al "Canon Antioquino" de Luciano.<o:p></o:p>

La Peshito (411-435) siguió también el canon de Constantinopla. Re­cién cuando Filógeno (c. 508) hizo revisar la Peshito siriaca a fin de agregar los libros rechazados que la nociva influencia del canon de Cons­tantinopla fue eliminada.<o:p></o:p>

Reconocimiento del Canon en Egipto y Palestina<o:p></o:p>

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Justino Mártir (c. 100-165) aportó su importante testimonio sobre el Apocalipsis, considerado por él obra del apóstol Juan. Conocía también el libro de Hebreos y probablemente se refirió al Evangelio de Marcos con el título de "Memorias de Pedro."<o:p></o:p>

Clemente de,Alejandría (c. 1 55-c. 215) era hombre de amplias lec­turas y aceptaba lados los libros de nuestro NT, incluyendo a Judas, Hebreos, las epístblas universales y el Apocalipsis.<o:p></o:p>

En Orígenes de Alejandría (c. 185-c. 253) hay indicaciones de que aceptaba los libros cuestionados (Hebreos, 2" Pedro, 2" y 3" Juan, San­tiago, Judas). Sostuvo que el Apocalipsis estaba entre los libros acepta­dos (homologoumena).<o:p></o:p>

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Desarrollo Posterior del Canon en Egipto y Palestina<o:p></o:p>

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Los papiros Chester Beatty pertenecientes al 1110 siglo, editados por Sir Frederic Kenyon en 1933-37, aportan autenticación a los cuatro Evangelios, los Hechos, las epístolas paulinas y Hebreos (que sigue a Romanos), y el Apocalipsis (únicamente se conserva, sin embargo la sección correspondiente a 9.10-17.2).<o:p></o:p>

Dionisio de AlejandrÍa (c. 200-265) confirma a Hebreos como epísto­la paulina, al tiempo que afirma que Santiago, 2a y 3' Juan y el Apoca­lipsis constituyen Escritura inspirada.<o:p></o:p>

Atanasio de Alejandría (298-373) aplicó el término de "canónicos" al total de 27 libros que componen nuestro NT canónico.<o:p></o:p>

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Síntesis sobre la Formación del Canon del Nuevo Testamento<o:p></o:p>

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El canon del NT se formó espontáneamente, y no por acción de con­cilios eclesiásticos. La inspiración y la autoridad intrínsica de cada libro individual constituyeron los factores determinantes para su eventual aceptación y canonización. Hacia el 200 D.C. el NT contenía esencial­mente los mismos libros que tenemos hoy. A dichos libros se les asigna­ba entonces el mismo grado de autoridad y el mismo carácter definiti­vo que les asignan los cristianos en el día de hoy.<o:p></o:p>

En el tercer siglo se debatió la cuestión de los antilegomena. En orien­te se le hizo oposición al Apocalipsis. Hebreos revestía carácter discu­tible en occidente. Hacia fines del 1110 siglo prácticamente todos los li­bros extracanónicos habían sido ya eliminados de las listas autorizadas.<o:p></o:p>

Durante el IV siglo el debate sobre cuestiones de la posición canó­nica de ciertos libros cesó casi totalmente en occidente, debido a la in­fluencia de Jerónimo y Agustín y a las claras distinciones relativas al ca­non que hizo Atanasio en Egipto. El tercer concilio de Cartago (397) selló la decisión alcanzada, y desde aquel momento no ha habido oposi­ción apreciable hacia ninguno de los libros del NT.<o:p></o:p>

En oriente, no obstante, la discusión continuó por cierto tiempo. Pero el ejemplo de occidente, de Atanasio en Alejandría, y la influencia de los padres de Capadocia, anularon toda la oposición que todavía per­duraba. Al agregarse 2" y 3' Juan, 2" Pedro, Judas y el Apocalipsis a la Peshito (la Biblia siriaca) , la cuestión del canon quedó resuelta en el este también. De este modo quedó resuelta la canonicidad del NT, en sus aspectos fundamentales, alrededor del año 400 D.C. en occidente, y del 500 D.C. en oriente.<o:p></o:p>

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Historia del Canon hasta el Presente<o:p></o:p>

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Salvo algunas diferencias insignificantes, el veredicto de los cuatro pri­meros siglos sobre el canon del NT ha sido aceptado por la iglesia hasta el día de hoy. En la época de la Reforma los reformadores recalcaron la autoridad de una Biblia infalible en contraposición a la supuesta auto­ridad de una iglesia infalible.<o:p></o:p>

En cambio, en relación con el canon del AT, en el concilio de Trento de 1546, por el Decree Sacrosancta la iglesia romana declaró canónicos a 11 de los 14 libros apócrifos. Ellos son Tobías, Judit, la Sabiduría de Salomón, Eclesiástico, Baruc, la y 2a Macabeos, el Cántico de los Tres Jóvenes, Susana, y Bel y el Dragón. Aceptaron también algunos agrega­dos al libro de Ester.<o:p></o:p>

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Cómo nos vino la Biblia “Manual bíblico de Unger”, Editorial Portavoz.<o:p></o:p>

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Re: ¿Quien interpreta las Escrituras?

hola.


Introducción a la Biblia

Cómo se escribió la Biblia

En la condescendencia de su bondad, Dios, para revelarse a los hombres, les habla en palabras humanas: "La Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres" (DV 13).

Dios es el autor de la Sagrada Escritura. "Las verdades reveladas por Dios, que están contenidas y se manifiestan en la Sagrada Escritura, se consignaron por inspiración del Espíritu Santo." Él ha inspirado a los autores humanos de los libros sagrados.

La Tradición apostólica hizo discernir a la Iglesia qué escritos constituyen la lista de los Libros Santos. Esta lista integral es llamada "Canon de las Escrituras". Canon viene de la palabra griega "kanon" que significa "medida, regla".

El Canon comprende para el Antiguo Testamento 46 escritos, y 27 para el Nuevo. Estos son: Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio, Josué, Jueces, Ruth, los dos libros de Samuel, los dos libros de los Reyes, los dos libros de las Crónicas, Esdras y Nehemías, Tobías, Judit, Ester, los dos libros de los Macabeos, Job, los Salmos, los Proverbios, el Eclesiastés, el Cantar de los Cantares, la Sabiduría, el Eclesiástico, Isaías, Jeremías, las Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías, para el Antiguo Testamento.
Para el Nuevo Testamento, los Evangelios de Mateo, de Marcos, de Lucas y de Juan, los Hechos de los Apóstoles, las Epístolas de Pablo a los Romanos, la primera y segunda a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Filipenses, a los Colosenses, la primera y segunda a los Tesalonicenses, la primera y segunda a Timoteo, a Tito, a Filemón, la Epístola a los Hebreos, la Epístola de Santiago, la primera y segunda de Pedro, las tres Epístolas de Juan, la Epístola de Judas y el Apocalipsis.

ANTIGUO TESTAMENTO.

Los judíos consideraban que existían dos cánones de los Libros Santos: el Canon Breve (palestinense) y el Canon Largo (alejandrino).

El Antiguo Testamento en hebreo (Canon Breve) está formado por 39 libros y se divide en tres partes: " La Ley", "Los Profetas" y "Los Escritos".

El Antiguo Testamento en griego (Canon Largo) está formado por 46 libros. La versión griega de la Biblia, conocida como de los Setenta, cuenta con 7 libros más: Tobías, Judith, Baruc, Eclesiástico, I y II de Macabeos y Sabiduría.

Además, algunas secciones griegas de Ester y Daniel. Estos libros son conocidos frecuentemente, aunque la expresión no sea necesariamente la más adecuada, como "deutero-canónicos".

Los judíos en Alejandría tenían un concepto más amplio de la inspiración bíblica. Estaban convencidos de que Dios no dejaba de comunicarse con su pueblo aún fuera de la Tierra Santa, y de que lo hacía iluminando a sus hijos en las nuevas circunstancias en que se encontraban.

Los Apóstoles, al llevar el Evangelio al Imperio Grecorromano, utilizaron el Canon Alejandrino. Así, la Iglesia primitiva recibió este canon que consta de 46 libros.

En el siglo III comenzaron las dudas sobre la inclusión de los así llamados "deuterocanónicos". La causa fueron las discusiones con los judíos, en las cuales los cristianos sólo utilizaban los libros proto-canónicos. Algunos Padres de la Iglesia hacen notar estas dudas en sus escritos —por ejemplo Atanasio (373), Cirilo de Jerusalén (386), Gregorio Nacianceno (389)—, mientras otros mantuvieron como inspirados también los deuterocanónicos —por ejemplo Basilio ( 379), Agustín (430), León Magno (461)—.

A partir del año 393 diferentes concilios, primero regionales y luego ecuménicos, fueron precisando la lista de los Libros "canónicos" para la Iglesia. Estos fueron:
* Concilio de Hipona (393)
* Concilio de Cartago (397 y 419)
* Concilio Florentino (1441)
* Concilio de Trento (1546)

En este último, solemnemente reunido el 8 de abril de 1546, se definió dogmáticamente el canon de los Libros Sagrados.

Los protestantes sólo admiten como libros sagrados los 39 libros del canon hebreo. El primero que negó la canonicidad de los siete deuterocanónicos fue Carlostadio (1520), seguido de Lutero (1534) y luego Calvino (1540).

NUEVO TESTAMENTO

El Nuevo Testamento está formado por 27 libros, y se divide en cuatro partes: "Evangelios", "Hechos de los Apóstoles", "Epístolas" y "Apocalipsis".

En los orígenes de la Iglesia, la regla de fe se encontraba en la enseñanza oral de los Apóstoles y de los primeros evangelizadores.

Pasado el tiempo, se sintió la urgencia de consignar por escrito las enseñanzas de Jesús y los rasgos sobresalientes de su vida. Este fue el origen de los Evangelios.

Por otra parte, los Apóstoles alimentaban espiritualmente a sus fieles mediante cartas, según los problemas que iban surgiendo. Este fue el origen de las Epístolas.

Además circulaban entre los cristianos del siglo primero dos obras más de personajes importantes: "Los Hechos de los Apóstoles" escrita por Lucas, y el "Apocalipsis", salido de la escuela de San Juan.

A fines del siglo I y principios del II, el número de libros de la colección variaba de una Iglesia a otra.

A mediados del siglo II, las corrientes heréticas de Marción (que afirmaba que únicamente el Evangelio de Lucas y las 10 Epístolas de Pablo tenían origen divino), y de Montano (que pretendía introducir como libros santos sus propios escritos), urgieron la determinación del Canon del Nuevo Testamento.

Hacia fines del siglo II, la colección del Nuevo Testamento era casi la misma en las Iglesias de Oriente y Occidente.

En los tiempos de Agustín, los Concilios de Hipona (393) y de Cartago (397 y 419) reconocieron el Canon de 27 libros, así como el Concilio de Trullo (Constantinopla, 692) y el Concilio Florentino (1441).

Al llegar el protestantismo, éste quiso renovar antiguas dudas y excluyó algunos libros. Lutero rechazaba Hebreos, Santiago, Judas y Apocalipsis. Carlostadio y Calvino aceptaron los 27. Los protestantes liberales no suelen hablar de "libros inspirados", sino de "literatura cristiana primitiva".

En el Concilio de Trento (1546), se presentó oficial y dogmáticamente la lista íntegra del Nuevo Testamento.

El criterio objetivo y último para la aceptación del Canon del Nuevo Testamento será siempre la revelación hecha por el Espíritu Santo y transmitida fielmente por ella.

En cuanto a criterios secundarios que se tuvieron en cuenta, fueron los siguientes:
1.- Su origen apostólico (o de la generación apostólica).
2.- Su ortodoxia en la doctrina.
3.- Su uso litúrgico antiguo y generalizado.

http://www.aciprensa.com/Biblia/biblia.htm

Jesus es el camino, la verdad, y la vida eterna.
 
Re: ¿Quien interpreta las Escrituras?

El primero que negó la canonicidad de los siete deuterocanónicos fue Carlostadio (1520),


Falso, el primero fue Jerónimo, y así lo reconoce la Enciclopedia católica



San Jerónimo echó su considerable peso hacia el lado desfavorable a los libros discutidos...
Explícitamente afirma que Sabiduría, Eclesiástico, Tobías y Judit no pertenecen al canon. Añade que esos libros se leen en los templos para la edificación de los fieles pero no para confirmar la doctrina revelada. Si se analizan cuidadosamente las expresiones de Jerónimo, en sus cartas y prefacios, acerca de los deutero, podemos ver los siguientes resultados: primero, duda seriamente de su inspiración divina; segundo, el hecho de que ocasionalmente los cite y que haya traducido algunos de ellos como concesión a la tradición eclesiástica, es un testimonio involuntario de su parte al elevado reconocimiento que gozaban en la Iglesia en general, y a la fuerza de la tradición práctica que prescribía su uso en el culto público. Obviamente, el rango inferior al que autoridades como Orígens, Atanasio y Jerónimo los relegaban se debían a una concepción muy rígida de canonicidad, que exigía que un libro, para ser elevado a esa dignidad suprema, debería ser reconocido por todos, tener la sanción de la antigüedad judía y ser apto no sólo para edificar sino para “confirmar la doctrina de la Iglesia”, para utilizar una frase de Jerónimo…”



ENCICLOPEDIA CATÓLICA


http://www.enciclopediacatolica.com/c/canonantiguo.htm