¿Qué significa ser santo?

ricardo perales

Lo importante es la salvación de las almas.
23 Abril 2020
2.578
738
OpiniónRecomendamos

¿Qué significa ser santo?​



Camino-a-la-santidad
Por Luis Fernando Gutiérrez
En un artículo anterior, haciendo referencia al llamado universal a la santidad que recuerda el Concilio Vaticano II se presentaron algunas visiones equivocadas acerca de lo que es la santidad. Se examinó ¿Qué no significa ser santo? Conviene profundizar ahora en qué sí significa ser santo. Para eso tenemos que ir a la Revelación.

Desde el Antiguo Testamento​

La llamada a la santidad aparece en la Sagrada Escritura ya desde el Antiguo Testamento. De manera explícita aparece en el Levítico y vinculada a la Ley de Dios y la Alianza. Así, en Levítico 19,2 dice: «Seréis santos porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo». Expresiones similares aparecen en Levítico 11,44 y 20,7. Pero ¿qué significa y qué implica el ser santos como Dios es santo? Conviene profundizar ahora en el Nuevo Testamento en dónde aparecen varios textos relacionados con este llamado a la santidad. Recordemos que la Escritura ilumina a la Escritura y que el Antiguo Testamento debe ser leído a la luz del Nuevo.

A la luz del Nuevo Testamento​

En el Nuevo Testamento aparece una citación directa y explícita de los textos ya mencionados del Levítico. Está en la Primera Carta de San Pedro donde se lee: «sed vosotros santos en toda vuestra manera de vivir porque escrito está: “sed santos porque yo soy santo”» (1Pe 1,15-16). Aparece aquí una primera luz: se trata de algo que al menos en parte se refleja en la manera de vivir. Pero todavía no queda del todo claro.

Una cierta perfección​

Si seguimos investigando nos encontramos con que, en boca de Jesús, plenitud de toda la Revelación, encontramos un paralelo de las dos citas mencionadas. En Mt 5,48 Jesús aparece exhortando: «sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto». La santidad es pues una cierta perfección, pero ¿qué tipo de perfección es aquella que tiene Dios que también nosotros estamos llamados a alcanzar? Es evidente que no se trata de la perfección metafísica propia y exclusiva de Dios. También parece evidente que no se trata de tener la misma perfección moral de Dios. Uno y otro son horizontes absolutamente inalcanzables para el ser humano, y aspirar a ellos sería presuntuoso y frustrante. ¿De qué perfección se trata entonces?
El contexto inmediato de la cita nos pone en el camino de la correcta comprensión de esta exhortación. Leamos todo el párrafo: «Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis más que otros? ¿No hacen lo mismo los gentiles? Por tanto, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,43-48).
De lo que se está hablando aquí es del amor y se invita a un horizonte mucho más exigente del que pedía la Ley Antigua. La perfección de la que se habla es pues una perfección en la vivencia del amor. Pero esto se puede precisar todavía más profundizando en los mismos evangelios.

La santidad como perfección en la misericordia​

En los mismos evangelios encontramos un paralelo directo de este texto que ayuda a comprender mejor su sentido. En efecto, en Lc 6,36 aparece la misma exhortación y en un contexto idéntico, pero con un cambio bastante significativo. Aquí Jesús aparece invitando: «Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso». Se cambia pues la palabra “perfecto” por la palabra “misericordioso” y ahora ya podemos entender de qué perfección se trata, se trata de perfección en el amor de misericordia.
Vale la pena leer todo el párrafo en el que se ubica la cita porque el contexto confirma el paralelismo, ilumina el sentido de la exhortación y comienza además a ofrecer maneras concretas de responder a ella. Jesús dice:
«Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores aman a los que los aman. Si hacéis bien a los que os hacen bien, ¿qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo. Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir de ellos la misma cantidad. Antes bien, amad a vuestros enemigos, y haced bien, y prestad no esperando nada a cambio, y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Sed misericordiosos, así como vuestro Padre es misericordioso. No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados» (Lc 6,32-37).
Ahora ya estamos en condiciones de señalar en qué consiste la santidad. La santidad es perfección en el amor de misericordia, es amar de manera concreta con el mismo amor de misericordia de Dios: sirviendo, perdonando, no condenando, etc. Queda pendiente la pregunta: ¿Cómo se puede lograr esto?
 


Cómo ser santo

En lugar de buscar la fama, la fortuna o la felicidad material, los cristianos deben buscar la santidad. La santidad proviene de Dios, por tanto, debes entender primero la santidad de Dios antes de implementarla en tu propia vida. Sin embargo, aun después de entender lo que es la perfecta santidad, procurarla en tu propia vida requerirá de auto-disciplina y dedicación.

Método1
Entiende la santidad de Dios



1

Observa la perfección absoluta de Dios.
Dios es perfecto en todas las formas posibles: perfecto en amor, perfecto en misericordia, perfecto en enojo, perfecto en justicia y así sucesivamente. Esta perfección se conecta directamente a su santidad.[1]

A Dios no se le puede tentar y no tiene pecado. Como dice Santiago 1:13: "…porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie".

Lo que Dios hace y desea no siempre tiene sentido desde la perspectiva humana, pero ser un creyente significa confiar en que las acciones, los mandamientos y los deseos de Dios son perfectos, aunque no puedas comprenderlos.




2

Piensa en la santidad como parte del carácter de Dios.
Dios es santo, pero en otro sentido, Dios es la definición de santidad. No hay nada ni nadie más santo que Dios y la santidad en sí misma se encarna enteramente en Dios.

Dios se diferencia de cualquier otro y su santidad es la raíz de esa "otredad".

La humanidad nunca podrá ser perfectamente santa como es Dios, pero los seres humanos deben buscar emular la santidad de Dios, ya que se crearon a semejanza de Dios.




3

Reflexiona en los mandamientos de Dios para la santidad.
Buscar la santidad en tu propia vida es un mandato de Dios, el cual debes obedecer como creyente. La tarea puede parecer abrumadora, pero debes descansar en la certeza de que Dios nunca te pedirá o demandará que hagas algo que no puedas hacer. Por tanto, la santidad está a tu alcance.

En Levítico 11:44, Dios declara: "Porque yo soy Jehová vuestro Dios; vosotros por tanto os santificaréis, y seréis santos, porque yo soy santo".

Luego, en 1 de Pedro 1:16, Dios reitera: "Sed santos, porque yo soy santo".

Al entender cómo Dios se mueve en tu vida, puedes capacitarte a ti mismo para confiar en Dios y nunca renunciar a la esperanza del cielo. Esta clase de esperanza te proporciona una especie de ancla. Esa ancla puede mantenerte aferrado a la vedad de Dios en tu búsqueda de santidad.

Método2
Busca la santidad en tu vida



1

Pertenece a Dios y anhela la santidad.
La verdadera santidad solo vendrá cuando entregues tu vida completamente a Dios. Al hacerlo, reconocerás cuánta necesidad de santidad tuviste en el pasado y cuánta hambre y sed de santidad tienes en el presente.

Para pertenecer a Dios, debes "nacer de nuevo". En otras palabras, necesitas aceptar a Cristo y dejar que el Espíritu Santo obre en tu vida.

Antes de que puedas "anhelar" la santidad, necesitas entender por qué es importante para ti hacer lo que Dios quiere. Dios no demanda cosas de ti simplemente para probarte. En lugar de eso, Dios quiere lo que es mejor para tu bienestar eterno y te da los mandamientos basándose en esa premisa.

Aunque la humanidad anhela naturalmente la santidad, el mundo ofrece tantas distracciones que el apetito de santidad muchas veces se echa a perder. Sin embargo, las distracciones del mundo nunca te ofrecerán el sustento espiritual que tu alma necesita.




2

Prepara tu mente y tu corazón.
Aunque es posible lograr la santidad, hacerlo muchas veces no es fácil. Necesitas dedicar tu mente y tu corazón a la práctica si tienes alguna esperanza de lograrlo.

En 1 de Pedro 1:13, se instruye al creyente a "ceñir los lomos de su entendimiento". Esto quiere decir, de una manera más literal, "prepara tu mente para la acción".

Preparar tu mente para la acción significa hacer un esfuerzo claro y determinado de abandonar el pecado y seguir a Dios en santidad.

Habrá mucha influencia exterior que tratará de desviarte del buen camino. Si no fijas tu mente en un objetivo claro y definido, eres más propenso a salirte del camino que necesitas recorrer para alcanzarlo.




3

Evita el moralismo.
[2] Muchas personas tienes una idea equivocada de santidad y piensan que se puede alcanzar siguiendo simplemente una serie estricta de reglas. Las reglas y los rituales tienen su lugar, pero cuando empiezas a cuidar más de aparentar ser santo en lugar de serlo, te encuentras en el terreno del moralismo.

Por ejemplo, si oras en público para que te vean otras personas, tu actitud con respecto a la oración no es tan saludable como debería ser. Puedes orar en público si la situación lo amerita, pero cuando lo hagas, tus oraciones deben ser para comunicarte con Dios.

No hay nada que sea inherentemente malo en verse como una persona espiritual o religiosa, pero esta apariencia debe ser natural. Debes abandonar el deseo de aparentar ser santo delante de otras personas. Si las personas siguen teniendo esa opinión de ti luego, entonces no hay nada malo con ello, pero no hay garantía de que los que estén alrededor de ti percibirán tu deseo de santidad.




4

Apártate.
Como se ha señalado, la ley de Dios tiene un papel que jugar con respecto a la santidad. Dios manda a sus creyentes a apartarse del pecado del mundo. Esto no significa que debas aislarte del mundo secular, sino que debes seguir la ley de Dios aunque el secularismo te critique por hacerlo.[3]

En Levítico 20:26, Dios dice: "Habéis, pues, de serme santos, porque yo Jehová soy santo, y os he apartado de los pueblos para que seáis míos".

En esencia, "apartado" de los pueblos quiere decir apartarte de la mundanalidad de otras personas. Necesitas apartarte de las influencias que no provengan de Dios.

Entiende que no debes enclaustrarte en un monasterio o en un convento para apartarte de la mundanalidad. Existes en el mundo y si Dios no te quisiera aquí, no te habría colocado aquí.




5

Practica el autocontrol.
Nunca escaparás de la tentación aunque empieces a poner en práctica la santidad en tu vida. Sin embargo, cuando enfrentes la tentación tendrás que controlar el deseo perjudicial de ceder para mantener cierto nivel de santidad.

La tentación no siempre viene de forma tangible. Es relativamente fácil para muchas personas resistir la tentación de robar algo de una tienda o de herir físicamente a alguien que las molesta. Sin embargo, es mucho más difícil resistir la raíz de las tentaciones de codicia y de odio.

Para practicar verdaderamente el autocontrol, necesitas hacer más que detener los pecados obvios. Tendrás que protegerte a ti mismo de las debilidades de tu carácter que pueden distraerte de Dios. Estas debilidades incluyen cosas como el orgullo, la envidia, la codicia, el odio, la pereza, la glotonería y la lujuria.[4]




6

No toleres el pecado.
[5] Eso significa principalmente ser intolerante con el pecado en tu vida. Sin embargo, ser intolerante con el pecado también significa rechazarlo en el mundo que te rodea. Sin importar cuánto ames a alguien, cuando esa persona peca, no debes excusar el pecado o aceptarlo.

Las palabras como "intolerancia" y "juicio" se usan inescrupulosamente como críticas, pero los conceptos en sí mismos no son malos. Después de todo, pocos afirmarían que es algo malo ser intolerante con el odio o juzgar la seguridad o peligrosidad de algo. El error yace no en la intolerancia en sí misma, sino en cómo se practica.

Sé intolerante con el pecado, pero no uses esa intolerancia como justificación para odiar a otros. Dios es todo lo bueno y el amor es bueno sobre todas las cosas.

Al mismo tiempo, no debes permitir que el amor y la compasión que sientes por otros te ciegue para pecar. No puedes juzgar o controlar el corazón de otros, pero no debes aceptar el pecado de alguien más como algo "correcto", pues hacerlo daña la pureza de tu propio corazón.




7

Muere a ti mismo, pero ama lo que eres.
Morir a ti mismo significa hacer a un lado cualquier deseo que no sea de Dios. Dicho esto, Dios te creó para ser quien eres, así que no debes despreciar tu existencia.[6] En todo caso, necesitas amarte a ti mismo del mismo modo que Dios te ama antes que puedas acercarte al nivel de la santidad de Dios.

Dios te creó tal como eres, lo que significa que eres precioso tal y como eres. Tu belleza incluye todas tus luchas, tus debilidades y tus errores del pasado.

Aunque seas precioso tal como eres, también necesitas reconocer tus luchas y tus debilidades por lo que son. Buscar la santidad significa comprometerte a la práctica de abandonar los vicios pasados por amor a Dios.




8

Considera los catalizadores de trabajo en tu rutina diaria.
Algunas prácticas espirituales pueden servir como catalizadores para ayudar a impulsarte a una existencia más santa y más rica. No siempre necesitas practicar estos catalizadores para ser santo, pero ellos pueden guiarte a la santidad si los usas.

Por ejemplo, para alcanzar la santidad en donde veas comida, puedes tratar de ayunar por un día o incluso por medio día.

En algunos casos, la santidad en cierta área de tu vida no puede alcanzarse sin poner en práctica el catalizador, aunque el catalizador en sí mismo no representa la santidad. Por ejemplo, debes amar y someterte a tu cónyuge para tener un matrimonio santo y debes amar a tus enemigos para tener relaciones santas en general.[7]




9

Ora por santidad.
Ser santo es una tarea difícil y no puede lograrse en la ausencia de Dios. Orar es un recurso poderoso (de hecho, es una de las herramientas más poderosas disponibles para el creyente); por tanto, orar por santidad regularmente puede ayudarte a ser santo y a permanecer en santidad.

Tus oraciones por santidad no tienen que ser largas, extravagantes o elocuentes. Algo simple estará muy bien si oras de corazón.

Por ejemplo, tu oración puede ser tan sencilla como "Dios, permíteme anhelar la santidad más de lo que anhelo la mundanalidad y hazme santo en cada aspecto de mi carácter y en todas mis acciones".
 
Ser un santo en todo el sentido de la palabra... en este siglo es una tarea no fácil. Es decir, no es imposible pero muuuuy difícil. Baste que aunque sea 1 por ciento de imperfección pues... ya no se es santo. Quizás en el minuto que luego de nacer de nuevo es un santo pero no llega a ser perfecto, por lo que tiene un largo camino para llegar a esa meta. Y muchos aunque nacidos de nuevo no son perfectos. Sin embargo, se debe recalcar una sustancial diferencia entre todo nacido de nuevo y el mundo natural al margen de la perfección o no. Que todo nacido de nuevo esta en el mundo (natural) pero no pero no pertenece al mundo. Entonces, la palabra 'santo' mas bien se lo tomaría como 'ciudadanía'.

Todo nacido de nuevo es un ciudadano en/de Cristo.