Sucedió en el marco de una cafetería saboreando un café en compañía de mi amigo Ricardo.
Comentábamos que junto al nuevo año litúrgico que había comenzado recientemente, llegaba la Navidad. Un tiempo que vivíamos con la impresión de que el mundo actual se paralizaba, para mostrarnos ese otro mundo nuevo lleno de felicidad, paz y estupendos deseos de amor para todos, incluso a veces para aquellos que en el resto del año no gozaban de nuestra estima personal.
La pregunta de Ricardo saltó de repente en nuestra conversación: ¿qué significa para ti la venida del adviento?
Si he de ser sincero al principio me quedé un tanto sorprendido. Sin embargo intenté satisfacer la pregunta de Ricardo.
Yo, le contesté, lo definiría como la esperanza de una mujer embarazada que espera el nacimiento de su hijo que se encuentra físicamente en su cuerpo y que para ella sería como un sol radiante que vendría a este mundo precedido por una bellísima aurora.
Lo contemplaría como una luz grande y hermosa en la cual se reflejara los sueños, anuncios y promesas que se personalizarán en la figura de un Mesías pacífico y salvador.
Para mí, el Adviento nos traerá a todos los hijos de este mundo paz, justicia, libertad, salvación y amor y nos enseñará a ser tolerantes con los que no piensan como nosotros, compasivos con los ancianos y comprensivo con los jóvenes teniendo en cuenta que todos aquellos nos vean podrán dudar de nuestras palabras, pero con seguridad siempre creerán en nuestras acciones.
Un adviento como el que buscaba aquel amigo soñador que decía: “mientras el mundo cuenta dinero, yo gasto el tiempo contando estrellas. Yo deseo hacer un hombre de cada animal humano, y sin embargo el mundo práctico está convirtiendo en animal cada hombre, por lo que yo prefiero ser un soñador lejos de ser un hombre práctico”.
En definitiva el Adviento, entiendo yo, es el momento en que debemos despojarnos de comodidades y apegos para caminar hacia quienes esperan nuestra ayuda y nuestro consuelo.
Por supuesto, con una alta dosis de misericordia que prevalezca sobre cualquier otra razón. Con ojos y oídos nuevos para ver mejor a quienes nos necesitan y escuchar sus voces desde muy dentro de nuestros corazones con una total entrega de amor hacia ese hermano que nos tiende su mano.
Y así de este modo, según mi modesta opinión pienso que el Adviento nos deja claro que la vida pasada ya no existe y que la nueva, está en nuestras manos.
Ignoro si mis pequeños argumentos llegaron a satisfacer la pregunta de mi amigo.
En cualquier caso a la salida de la cafetería nos fundimos en un abrazo.
Comentábamos que junto al nuevo año litúrgico que había comenzado recientemente, llegaba la Navidad. Un tiempo que vivíamos con la impresión de que el mundo actual se paralizaba, para mostrarnos ese otro mundo nuevo lleno de felicidad, paz y estupendos deseos de amor para todos, incluso a veces para aquellos que en el resto del año no gozaban de nuestra estima personal.
La pregunta de Ricardo saltó de repente en nuestra conversación: ¿qué significa para ti la venida del adviento?
Si he de ser sincero al principio me quedé un tanto sorprendido. Sin embargo intenté satisfacer la pregunta de Ricardo.
Yo, le contesté, lo definiría como la esperanza de una mujer embarazada que espera el nacimiento de su hijo que se encuentra físicamente en su cuerpo y que para ella sería como un sol radiante que vendría a este mundo precedido por una bellísima aurora.
Lo contemplaría como una luz grande y hermosa en la cual se reflejara los sueños, anuncios y promesas que se personalizarán en la figura de un Mesías pacífico y salvador.
Para mí, el Adviento nos traerá a todos los hijos de este mundo paz, justicia, libertad, salvación y amor y nos enseñará a ser tolerantes con los que no piensan como nosotros, compasivos con los ancianos y comprensivo con los jóvenes teniendo en cuenta que todos aquellos nos vean podrán dudar de nuestras palabras, pero con seguridad siempre creerán en nuestras acciones.
Un adviento como el que buscaba aquel amigo soñador que decía: “mientras el mundo cuenta dinero, yo gasto el tiempo contando estrellas. Yo deseo hacer un hombre de cada animal humano, y sin embargo el mundo práctico está convirtiendo en animal cada hombre, por lo que yo prefiero ser un soñador lejos de ser un hombre práctico”.
En definitiva el Adviento, entiendo yo, es el momento en que debemos despojarnos de comodidades y apegos para caminar hacia quienes esperan nuestra ayuda y nuestro consuelo.
Por supuesto, con una alta dosis de misericordia que prevalezca sobre cualquier otra razón. Con ojos y oídos nuevos para ver mejor a quienes nos necesitan y escuchar sus voces desde muy dentro de nuestros corazones con una total entrega de amor hacia ese hermano que nos tiende su mano.
Y así de este modo, según mi modesta opinión pienso que el Adviento nos deja claro que la vida pasada ya no existe y que la nueva, está en nuestras manos.
Ignoro si mis pequeños argumentos llegaron a satisfacer la pregunta de mi amigo.
En cualquier caso a la salida de la cafetería nos fundimos en un abrazo.