¿Que significa la parábola del tesoro escondido?

ricardo perales

Lo importante es la salvación de las almas.
23 Abril 2020
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Mt 13,44
Parábola del tesoro escondido “El reino de los cielos se puede comparar a un tesoro escondido en un campo. Un hombre encuentra el tesoro, y vuelve a esconderlo allí mismo; lleno de alegría, va, vende todo lo que posee y compra aquel campo.ç

desaría saber sus interpretaciones, gracias
 
El hombre es DIOS, el campo es el mundo, el tesoro eres tú y soy yo.

DIOS arriesgó a Su Unigénito por este Campo, pagó toda la deuda de pecado para apropiarse del Campo.
 
Hola Valencia
Esta parábola tiene relación intima con la parábola de la perla de gran precio, también la perla de gran precio somos nosotros?
 
Aquí una interpretación católica:

Tesoro escondido - perla preciosa: el Reino de los Cielos
Ciclo A Domingo 17 / Mt 13, 44-52 - ¿Quién de nosotros está dispuesto a arriesgar todo lo suyo para ganar ese tesoro celestial?


Por: Padre Nicolás Schwizer | Fuente: Homilías del Padre Nicolás Schwizer



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Mateo 13, 44-52
«El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, por la alegría que le da, va, vende todo lo que tiene y compra el campo aquel.» «También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra. «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. «¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí.» Y él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo.»

Reflexión
En el Evangelio de hoy, Jesús nos habla por medio de parábolas. Así quiere atraernos a su Reino de los Cielos, presente ya en la Iglesia. Por las parábolas del tesoro escondido y de la perla preciosa, Jesús nos llama la atención sobre la suerte incomparable y la ocasión única de ganar ese Reino.

Encontrar un tesoro escondido era el sueño de muchos en la antigüedad. En una época sin bancos quedaba como único recurso seguro esconder la fortuna debajo de la tierra. Y si el poseedor murió sin desenterrarlo, un golpe de fortuna podía sacar a luz este tesoro.

Tanto para el pobre como para el rico.
El hombre en nuestra parábola parece ser un pobre jornalero. Él encuentra el tesoro, trabajando en un campo ajeno. Por eso tiene que vender todo lo que posee, para poder comprar el campo. Resuelta y alegremente aprovecha la única ocasión de salir de la miseria.

Por el contrario, el hombre de la segunda parábola es un rico comerciante mayorista en perlas. En aquel tiempo las perlas eran obtenidas en el mar Rojo y valían, además del oro, como máxima preciosidad. Él las adquiere de pescadores de perlas o de pequeños negociantes. También este rico aprovecha el caso fortuito, vende su propiedad y compra esta perla de gran valor.

Ahora, ¿cuál es el mensaje de estas parábolas?
Me parece que Jesús quiere destacar, sobre todo, dos rasgos en el procedimiento de los dos hombres:

El primer rasgo: la alegría radiante de los que encuentran el tesoro o la perla. Su gozo es tan grande que toda otra cosa palidece ante el brillo de su hallazgo. Conmovidos y cautivados por su suerte, ponen en juego toda su existencia.

Es el segundo rasgo: su abandono total para ganar el tesoro o la perla. Conocen un solo fin y venden hasta todos sus bienes para conseguirlo: adquirir esa preciosidad. Están seguros de hacer el gran negocio de su vida.

Lo mismo pasa también con el Reino de los Cielos. La Buena Nueva de ese Reino conmueve los corazones, despierta una alegría desbordante, causa una entrega apasionada. Los que oyen y comprenden esta noticia, arriesgan todo lo que tienen para ganar a Dios y su Reino.

Es la oportunidad única de toda su vida. Esta suerte incomparable hay que aprovecharla a riesgo de todos los medios y todas las posibilidades. Es el verdadero y único valor que vale la pena en este mundo. Una ganancia extraordinaria y eterna espera a los que se juegan la vida por Dios y su Reino.

Además, la parábola doble quiere decirnos que Dios ofrece a cada uno de sus hijos esta ocasión única para la salvación: al pobre jornalero tanto como al rico mayorista.

También hoy en día Dios da esta oportunidad. Porque la humanidad de nuestro tiempo sigue buscando su suerte duradera, lo mismo como en el tiempo de Jesús. Me parece que también todos nosotros estamos todavía en camino, en busca de este tesoro.

• ¿Quién de nosotros puede decir que ya encontró en Dios la suerte para siempre?
• ¿Quién de nosotros realiza su vida con esa alegría desbordante que caracteriza a los que hallaron la felicidad en Dios?
• ¿Y quién de nosotros está dispuesto a arriesgar todo lo suyo para ganar ese tesoro celestial?​
 
Otra interpretación venida esta vez de evangélicos:

La parábola del tesoro escondido en el campo​

El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo, que al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello, va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo.​

El "tesoro" es Israel, el "campo" es el mundo, y el "hombre", es el Hijo del Hombre, quien se entregó a sí mismo para redimir a la nación de Israel. Por lo tanto, aquí no se habla de un pecador comprando el evangelio, porque éste no se encuentra escondido en el campo. Sin embargo, Israel está en la actualidad como oculto en el mundo. Alguien podría alegar que en este momento es una nación. Lo es, pero en un estado de conflicto. No podrá disfrutar de su tierra hasta que la reciba del Señor Jesucristo. Tampoco podrá disfrutar de la paz, así como ningún otro país, porque solo el Príncipe de Paz puede lograrla.​

Como ya he dicho, Israel está como oculto por todo el mundo. La mayor parte del pueblo judío está esparcida por todos los países de la tierra. Pero Dios no ha terminado de tratar con Israel como nación. En su carta a los Romanos, el apóstol Pablo escribió:​

"Digo entonces: ¿Acaso ha desechado Dios a su pueblo? ¡De ningún modo! Porque yo también soy israelita, descendiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. Dios no ha desechado a su pueblo, al cual conoció con anterioridad. ¿O no sabéis lo que dice la Escritura en el pasaje sobre Elías, cómo suplica a Dios contra Israel?"​

Pablo creía que Dios aun no había concluido su propósito con Israel. Y el profeta Zacarías, uno de los últimos escritores del Antiguo Testamento, escribió que llegaría un nuevo día para Israel, diciendo:​

Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén, el Espíritu de gracia y de súplica, y me mirarán a mí, a quien han traspasado. Y se lamentarán por El, como quien se lamenta por un hijo único, y llorarán por El, como se llora por un primogénito.​

El profeta Jeremías escribió, en muchos pasajes, sobre la reunión del pueblo de Israel y de que Dios les traería a su propia tierra. Ese momento es todavía futuro. Cuando Dios los vuelva a reunir, lo hará a través de milagros tan grandes, que incluso olvidarán su milagrosa liberación de Egipto, que fue celebrada por más tiempo que cualquier otra festividad religiosa. Como decía antes, Dios no ha terminado con Israel, lo cual es evidente en esta parábola. Israel es el tesoro escondido en el campo y Cristo es Aquel que "va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo". De hecho, El se entregó a Sí mismo para redimir a la nación. Nuestro Señor les compró con Su sangre, así como El compró tu salvación y la mía. El profeta Zacarías escribió sobre la limpieza que tendrá lugar en el momento del retorno de Cristo a la tierra, en su capítulo 13:1​

"Aquel día habrá una fuente abierta para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para lavar el pecado y la impureza"​

Continuemos leyendo, en los versículos 45 y 46,​

La parábola de la perla de gran valor​

"El reino de los cielos también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró."​

La interpretación popular de esta parábola dice que el pecador es el mercader, y que la perla de gran valor es Cristo. Según esta interpretación, el pecador vende todo lo que tiene para poder comprar a Cristo.​

Yo no puedo aceptar tal interpretación y la he desechado, porque no creo que merezca una consideración especial. En primer lugar, ¿Quién está buscando perlas de gran valor? ¿Están los pecadores buscando la salvación? Mi Biblia no lo dice, ni tampoco ha sido ésa mi experiencia en el ministerio. Los pecadores no están buscando la salvación. Y el mercader no puede ser el pecador porque éste no tiene nada con qué pagarla. No está buscando a Cristo y si lo estuviese haciendo, ¿cómo podría comprarle? Aquí el mercader vendió todo lo que tenía. ¿Y cómo podría un pecador vender todo lo que posee si, como dice el apóstol Pablo en Efesios 2.1, está muerto en sus delitos y pecados? Además, las Escrituras son muy claras en cuanto a que Cristo y la salvación no están en venta. Porque la salvación es un regalo. Como dice el Evangelio según Juan, en 3:16,​

"Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en El, no se pierda, más tenga vida eterna."​

Dios amó de tal manera que dio. Y la carta a los Romanos 6:23 dice que "la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro".​

La correcta interpretación de la parábola revela a Cristo como el mercader. El dejó su hogar celestial y vino a esta tierra para encontrar una perla de gran valor. Aquí halló a pecadores perdidos, y murió por ellos derramando su sangre. El vendió todo lo que tenía para comprarnos y redimirnos para Dios. El apóstol Pablo lo expresó así, en su segunda carta a los Corintios 8:9,​

"Porque conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre, para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos."​

Miremos por un momento a la perla, que representa a la iglesia. No es una piedra, como el diamante. Se forma por medio de un organismo vivo. Un grano de arena u otro material extraño se introduce en la concha de una pequeña criatura marina. La hiere y le causa un daño. La respuesta del organismo es producir una secreción que cubre la materia extraña. El fluido aumenta hasta que se forma una perla --no un rubí ni un diamante, sino una maravillosa perla blanca. Una perla no es como otras piedras preciosas. No puede ser tallada para realzar su belleza. Permanece intacta, tal como fue formada. Si se tallase, quedaría estropeada.​

La perla nunca fue considerada valiosa por los Israelitas, aunque sí por las demás naciones. Cuando Cristo utilizó la figura de la "perla de gran valor", me imagino que los discípulos se preguntaron por qué. Los orientales atribuían a la perla el significado simbólico de la inocencia y la pureza, considerándola apropiada solo para reyes y potentados.​

Con estos datos en la mente, consideremos otra vez la parábola. Cristo vino a esta tierra como el mercader. Vio al ser humano en su pecado, tomó su pecado y lo llevó sobre Su propio cuerpo. Nuestro pecado fue como una intrusión colocada sobre El --como aquella materia extraña. El fue hecho pecado por nosotros. Alguien lo expresó así: yo me introduje en el corazón de Cristo por la herida de una lanza. El libro de Isaías 53; 5 afirma que El fue "herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades".​

Observemos la respuesta de Cristo al pecador. El coloca Su propia justicia alrededor nuestro. Nos cubre con su propia túnica blanca de justicia. Como dice el apóstol Pablo en su carta a los Efesios 2:10, "somos hechura suya, creados en Cristo Jesús". Cristo nos ve, no como somos en la actualidad sino como seremos algún día, presentados a Él como "una iglesia en toda su gloria, sin que tenga mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa e inmaculada", en palabras de esa misma carta, 5:27. Cristo vendió todo lo que tenía para ganar a la iglesia. Como dice el apóstol Juan en su primera carta 3:2,​

"Amados, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que habremos de ser. Pero sabemos que cuando El se manifieste, seremos semejantes a El porque le veremos como El es."​

Cuando llegamos al último libro de la Biblia, el Apocalipsis, encontramos una descripción de la Nueva Jerusalén, futura morada de la iglesia. Tomemos nota del símbolo en la parte exterior de la ciudad --¡sus puertas están hechas de perlas! Esto no es una casualidad; ha sido proyectado de esa manera en el diseño de Cristo. El es el mercader que, "al encontrar una perla de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró".​

 
El hombre es DIOS, el campo es el mundo, el tesoro eres tú y soy yo.

DIOS arriesgó a Su Unigénito por este Campo, pagó toda la deuda de pecado para apropiarse del Campo.
Hola Valencia:

Aunque yo no conocía esa interpretación, sino la que nos comparte el compañero Perales, la que nos pones tú es muy bella también.

Por lo demás, los baha'i y también los musulmanes se refieren a Dios mismo como el "Tesoro Escondido".
Bahá'u'lláh con frecuencia se refiere a Dios como "El Más Oculto de los Ocultos y el Más Manifiesto de los Manifestos".

La cosa es que el reino de Dios es muchas veces invisible para los demás. No está en los aparadores, en las redes sociales, en la publicidad, en los podium de los ganadores, en las grandes conferencias, en las pasarelas de la moda.
Está hablándonos suavemente por le Espíritu.

A la vez, Dios se manifiesta en todas partes, en todo momento, y es super VISIBLE para el que lo quiere encontrar.
 
Hola Valencia
Esta parábola tiene relación intima con la parábola de la perla de gran precio, también la perla de gran precio somos nosotros?
Similar mas bien a la parábola en que el pastor deja a las 99 ovejas por rescatar a una perdida.

Si no fuéramos valiosos para DIOS no hubiera "vendido" a su único hijo a la muerte.
 
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