¿Qué lugar ocupa María, la madre de Jesús, en el Evangelio?

Raül Joaquim

Jeremías 1:4-12
1 Junio 2022
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Mi estimado, mi estimada; te va a sorprender y romper quizás todos los esquemas, pero María, la madre de Jesús, no ocupa ningún lugar relevante en el mensaje del Evangelio, ni es figura destacable en el mismo, más allá de mostrar y poner de manifiesto el cumplimiento de la profecía de Isaías, que anunciaba que el Mesías nacería de una joven virgen (cf. Is 7:14; Mt 1:22-23). No, el Evangelio no nos habla de la que fue madre, ella no es la Buena Noticia, sino que lo es el niño que nace, crece, predica, muere, resucita, asciende a los cielos, y nos es dado como Hijo por el Padre (cf. Is 9:6; Jn 3:16).

El problema es que sois los muchos quienes confundís los libros sagrados que llevan por titulo el evangelio según Mateo, Marcos, Lucas o Juan, con el Mensaje del Evangelio, con la Buena Noticia que nos es anunciada y dada conocer mediante los mismos. Sí, en estos libros vemos que se menciona a María, ello nadie lo puede negar, pero el Evangelio no anuncia a María, y mucho menos muestra que se le deba —ni pueda— dar culto alguno, de modo ninguno. No, más bien el Evangelio nos muestra todo lo contrario si le prestamos atención debida (cf. Lc 11:27-28).

María, sí, es citada; pero para confirmarnos y poner de manifiesto que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Que en Cristo Jesús se han cumplido todas las profecías anunciadas en el Antiguo Testamento. Pero no, María no es de quien nos habla el Evangelio, no. El Evangelio —ya lo deberías saber— es la Buena Noticia; la Buena Nueva, o si lo prefieres; el Mensaje Feliz. Y no, este no tiene nada que ver con María, ni ella es de modo alguno protagonista en grado ninguno. El sujeto, único sujeto, lo es Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Las escrituras dan testimonio de Jesús, de NADIE MÁS (cf. Jn 5:39-40).

El Evangelio es cien por cien Cristo-céntrico. Te lo repito: ¡cien por cien Cristo-céntrico! Y el mensaje, la Buena Noticia que da a conocer; nos presenta y coloca al Señor Jesucristo en el centro de la prédica; porque él, y solo él, es el autor y consumador de nuestra redención y fe. Cristo es nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra liberación (cf. Hch 4:12; Ro 3:22:26; 1Co 1:30-31; He 12:2; Ef 1:7) ¡EN NADIE MÁS HAY REDENCIÓN NI SALVACIÓN!

El Evangelio nos habla del cumplimiento de las profecías anunciadas en el Antiguo Testamento: de la venida del Mesías, que nacerá de una joven virgen; de todo cuánto enseñó e hizo Jesús; de porqué murió en la cruz; de su resurrección y ascensión al cielo; y que ha de volver para juzgar a vivos y muertos. E igualmente, nos muestra y pone de manifiesto el amor de Dios Padre para con el mundo, a quien tanto amó, que dio a su unigénito Hijo, para que todo aquel que en él crea, no se pierda más tenga vida eterna (cf. Jn 3:16). A la vez que anuncia la venida del consolador, del Espíritu de la verdad, el Espíritu Santo, que es quien con su llegada, el día de Pentecostés, y siendo enviado del Padre y del Hijo, inaugura el Nuevo Pacto (cf. Jn 14:26; 15:26; 16:7; Hch 1:4-8)).

Sí, es el día de Pentecostés cuando entra en vigor y se establece el Nuevo Testamento, el Nuevo Pacto. No, el Nuevo Testamento no empieza en el evangelio según Mateo, ni mucho menos; empieza en el libro de los Hechos de los apóstoles, con la venida del Espíritu Santo (cf. Hch 2:1-4). Entiende: para que un testamento pueda entrar en vigor y ser tomada la herencia, el dador y propietario de los bienes, debe de haber muerto y primeramente. Un testamento solo puede hacerse efectivo y tomar posesión del mismo sus herederos según dictamina el mismo, cuando el dador ha muerto, nunca antes (cf. He 9:16-17).

El Evangelio nos habla de la obra de Jesús, y del amor de Dios Padre. Nos muestra que Jesús vino no a llevarnos hacia nadie que no sea Dios, sino que nos muestra que, para llegar al Padre, solo es posible por medio del Hijo (cf. Jn 14:6). No, no hay otro camino, ni modo de lograrlo. E igualmente nos enseña que nadie puede ir a Jesús por medio de nadie, porque es Jesús quien ha venido a buscar a los suyos, quien les llama a la puerta y les pide que le dejen entrar (cf. Ap 3:20); que nadie puede venir a él, si no le es dado del Padre (cf. Jn 6:44). Sin olvidar que nadie conoce al Hijo, sino el Padre, y nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquellos a quienes el Hijo quiera dar a conocer (cf. Mt 11:27).

Es por ello que, después de los cuatro libros que nos dan a conocer el Evangelio, María, la madre de Jesús, nos es mostrada por última vez en el libro de los Hechos en tercer lugar, orando con los hermanos de Jesús, junto con los apóstoles y las mujeres (cf. Hch 1:13-14), y dejando de ser menciona por siempre por su nombre en todos los libros y cartas pastorales que siguen hasta el final de la Biblia. Y no, la mujer vestida de sol que nos cita el libro de Apocalipsis (cf. Ap 12:1-2), no es María, la madre de Jesús. Solo quienes no han leído con debida atención ni entienden la revelación del libro de Apocalipsis pueden incurrir en el error de creer que la mujer citada en el capítulo 12, lo sea María, la madre de Jesús. El libro de Apocalipsis nos habla de la revelación que Dios hizo a Jesucristo, para que él mostrara a sus siervos lo que pronto ha de suceder. Jesucristo lo dio a conocer enviando su ángel a su siervo Juan (cf. Ap 1:1-2). Y revelación, mi estimado, mi estimada; es algo que está por venir, que aún no ha tenido lugar, que va a suceder pronto. Es descubrir o manifestar lo ignorado o secreto. No, el libro de Apocalipsis no habla de un pasado, sino de un futuro. Algo nuevo, no sabido, y que está por venir. Por lo tanto, cuando leemos que la mujer estaba en cinta, y gritaba por los dolores de parto, está claro que no se refiere a María, porque ella ya dio a luz al Mesías, hecho que ya forma parte del pasado, no del futuro.

El culto a María surge siglos después, ya habiendo marchado con el Señor todos los apóstoles. Su culto es tardío, y del cual no hay constancia del mismo ni en la tradición apostólica, ni en la historia de la iglesia de los primeros siglos. El culto a María es otro evangelio, con un mensaje totalmente distinto que nada tiene que ver con el Evangelio genuino y original (cf. 1Co 4:6; Ga 1:8-9; 2Jn 1:9).

Un servidor, y si por él fuese, no te hablaría de todo ello si en verdad no te amase y desease con todo su corazón, alma y mente, tu salvación. Hablar de ello crea muchos enemigos y cierra a su vez muchas puertas y duros corazones. Pero no hemos sido llamados para agradar a los hombres, sino a Dios (cf. Ga 1:10). Es, ni más ni menos, porque tu salvación es la que está en juego. En Jesús no hay posibilidad de errar en el blanco. Todo cuánto necesites de Dios Padre, si es conforme a su voluntad, y lo pides en el nombre del Hijo, te lo concederá (cf. Jn 14:13-14; 15:16; 16:23-26). Pero si llegado el día del juicio, María, resulta ser que no era objeto de culto, y por ello, has incurrido en idolatría… Alto es el precio que tendrás que pagar, pues la idolatría es uno de los pecados que más severamente Dios condena. Ten en cuenta que, la misma Iglesia Católico Romana, advierte que el culto de Hiperdulía que se le brinda a María, está al límite de la adoración. Es decir, que como no se disponga de la debida información i formación, incurrir en el pecado de idolatría está a la vuelta de la esquina. A menos se descuide el que lo practique, incurrirá en este grave pecado. No, los idólatras no tendrán parte en el reino de Dios (cf. 1Co 6:9; Ap 21:8; 22:15). ¡Escrito está! Es para reflexionarlo en profundidad, y tanto, pues es tu vida eterna la que está en juego.

Y no, no te confundas. Con lo expuesto ni estoy desmereciendo a María, ni mostrando falta alguna de amor para con ella, ni tratando de descalificarla o desacreditarla de forma alguna. Mi amada María, la madre de Jesús, sí, tiene mucho que mostrarnos, pero no más de lo que nos muestran los apóstoles y cualesquiera sean quienes oyen la palabra de Dios, y la guardan (cf. Lc 11:27-28). Te lo dice ella, María misma, que no un servidor: “Haced todo cuánto él os diga” (cf. Jn 2:5).

Y nada más, mi amada, mi amado. Te he dado suficiente base bíblica para llevar a cabo tu particular estudio bíblico, tal cual es mandato. No, de modo alguno quiero que creas en lo que un servidor te diga, sino en aquello que por medio de la palabra de Dios, el Espíritu Santo te vaya mostrando. Ya tienes la base y fundamento para empezar a llevarlo a cabo. Mi deber, hoy, ya ha terminado.

La gracia y paz de nuestro Señor Jesucristo, el amor del Padre, y la comunión del Espíritu Santo, sea contigo. Te amo, en Cristo Jesús, y Dios es testigo, te amo. Te bendigo.

En Cristo Jesús, Raül Gil - Lectio Divina
 
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María, sí, es citada; pero para confirmarnos y poner de manifiesto que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios. Que en Cristo Jesús se han cumplido todas las profecías anunciadas en el Antiguo Testamento. Pero no, María no es de quien nos habla el Evangelio, no. El Evangelio —ya lo deberías saber— es la Buena Noticia; la Buena Nueva, o si lo prefieres; el Mensaje Feliz. Y no, este no tiene nada que ver con María, ni ella es de modo alguno protagonista en grado ninguno. El sujeto, único sujeto, lo es Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios. Las escrituras dan testimonio de Jesús, de NADIE MÁS (cf. Jn 5:39-40)...
El Evangelio es cien por cien Cristo-céntrico. Te lo repito: ¡cien por cien Cristo-céntrico! Y el mensaje, la Buena Noticia que da a conocer; nos presenta y coloca al Señor Jesucristo en el centro de la prédica; porque él, y solo él, es el autor y consumador de nuestra redención y fe. Cristo es nuestra sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación y nuestra liberación (cf. Hch 4:12; Ro 3:22:26; 1Co 1:30-31; He 12:2; Ef 1:7) ¡EN NADIE MÁS HAY REDENCIÓN NI SALVACIÓN!

Muy buen resumen, Raül. Concuerdo contigo. Tu artículo es balanceado, relevante, y además respetuoso ante María.

Ahora bien, así como inicias tu artículo diciendo: "Te va a sorprender y a romper todos los esquemas" así me gustaría señalarte algo que puede sorprenderte y romperte los esquemas: El Evangelio, en realidad, no es 100% Cristo-céntrico. El Evangelio es Teocéntrico.

El Evangelio se trata de cómo llegar al Padre. Cristo es el Camino y la Puerta que busca llevarnos a Él. Cristo no es el origen ni el destino. Cristo es el medio. El Evangelio es acerca del arrepentimiento y de la ciudadanía del Reino del Padre. Ese es el Evangelio que predicó Jesús.

En el centro está Dios, el Padre del Señor Jesucristo. No lo olvidemos. Pero eso, reconozco, es tema para otro extenso epígrafe.

Un abrazo.
 
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¿Ningun lugar relevante? ¿Crees que el Mesías pudiera haber nacido en Salome (idumea), Nefertiti, Cleopatra... o cualquiera otra?
No.
Debía ser la mujer de un hijo de David.
 


El Evangelio se trata de cómo llegar al Padre. Cristo es el Camino y la Puerta que busca llevarnos a Él. Cristo no es el origen ni el destino. Cristo es el medio. El Evangelio es acerca del arrepentimiento y de la ciudadanía del Reino del Padre. Ese es el Evangelio que predicó Jesús.

No, no trata de cómo llegar al Padre, sino de cómo volver o tener una relación debida con Dios. No, no es la puerta que busca llevarnos a Dios, sino que es quien ha venido a abrir la puerta que nos lleva al conocimiento de Dios como Padre. Sí, Cristo sí es el origen (Alfa) y el destino (Omega). No, Cristo no es el medio, sino el mediador. Sí, el evangelio trata el arrepentimiento y la ciudadanía del reino de Dios. No, no es el evangelio que predicó Jesús. Parecido sí, pero no el mismo. Bendiciones.