Amigos:
Pablo, en efecto, dice que prohibe a la mujer predicar. Ni siquiera podía hablar en la iglesia, sino preguntar a su esposo en la casa. Pero, ¿debemos por esta sentencia paulina seguir esa costumbre? No podemos olvidar que en la cultura griega, el acto de hablar en público se reservaba exclusivamente a hombres y las mujeres que lo hacían eran las considerads de baja estima. Pablo quería proteger a las mujeres e instó al liderato de la iglesia aseguir las normas establecidas por la sociedad.
A pesar de sa orden de Pablo, Hechos de los apóstoles menciona a las hijas de Felipe que eran profetisas. No podeos olvidar a Hulda que era profetisa y a Débora, que fue juez de Israel. La Bilia menciona por nombres a pocas mujeres líderes, pero estas eran muy buenas.
En la cultura de hoy, las mujeres llevan una posición elevada. Ya han habido mujeres primeras ministras de sus países. En Puerto Rico, mi país, ya ha quebrado las barreras de género y tenemos una mujer gobernadora.
Yo creo que las mujewres preparadas pueden ser predicadoras, maestras de religión y evangelistas. Lo que sentaría un precedente es ordenar mujeres y ya algunas iglesias lo han hecho. Yo, particularmente, no creo que se deben ordenar mujeres, pero hay otras cosas bien importantes, como las que he mencionado, en las cuales las mujeres pueden trabajar en la viña del Señor.
Si se trata de predicar un sermón, hay mujeres que son excelentes en esto; si es de administrar, las mujeres han demostrado que sí pueden y muchas son mejores que algunos hombres. Pero el trabajo de pastor es mucho más que eso.
Si la mujer es esposa y madre, ese debe ser su mayor responsabilidad. Nada que entorpezca esa labor debe permitirse. ¿Qué quiere esto decir? ¿Que sólo podrían ordenarse las mujeres solteronas? No, por favor. Póngase la mujer en el lugar exaltado que Dios le ha conferido de ser MADRE.
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Luis G. Cajiga