¿Qué es el hombre según Dios el Creador? Una definición bíblica desde Génesis.

EstebanMT

Miembro senior
26 Abril 2025
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1. El hombre es una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios


“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Génesis 1:26)

La revelación bíblica enseña que el hombre no es un ente espiritual encarnado ni una casualidad evolutiva, sino una creación deliberada de Dios con un diseño semejante al suyo. Esta semejanza no implica igualdad ontológica con Dios, sino una capacidad relacional, representativa y moral.


2. El hombre fue creado como varón y hembra


“Varón y hembra los creó” (Génesis 1:27)

Dios no creó al hombre como un individuo aislado, sino como una unidad dual que refleja una complementariedad desde el principio. La humanidad no es plena en el individuo aislado, sino en la comunidad del varón y la mujer juntos.


3. El hombre fue formado de la tierra y animado por el aliento de vida


“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7)

El hombre es descrito como carne formada del polvo (estructura material) animada por el aliento de vida (principio vital dado por Dios). No es un alma preexistente introducida en un cuerpo, sino un ser viviente surgido de la conjunción entre materia y vida prestada.


4. El alma del hombre es el resultado de esa unión


“…y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7)

El texto no dice que "recibió un alma", sino que el hombre llegó a ser un alma viviente. La palabra hebrea néfesh (alma) se usa también para animales. El alma es la vida consciente de un ser corporal vivificado por el soplo divino. No es un ente inmortal en sí mismo, sino el resultado de una vida prestada por Dios.


5. El hombre fue bendecido, nombrado y colocado como representante


“Y los bendijo… y llamó el nombre de ellos Adán” (Génesis 5:2)

El hombre fue bendecido por Dios desde el principio y colocado como representante de la creación. El nombre “Adán” no solo identifica al varón sino a la humanidad entera.


6. El hombre es carne, y en su corrupción se opone al Espíritu


“No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne…” (Génesis 6:3)

Dios identifica la humanidad caída como “carne” en sentido moral, es decir, inclinada a su naturaleza terrenal, frágil y corruptible. En este contexto, “carne” se convierte en una descripción de su alejamiento de Dios, no solo de su biología.


7. El hombre no fue creado mortal, pero tampoco inmortal: dependía de Dios para vivir


“Ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre” (Génesis 3:22)

La Escritura no dice que el hombre fuera creado mortal, sino dependiente. Su vida no era inmortal por naturaleza, ni limitada por defecto, sino sostenida por el aliento divino y condicionada al acceso al árbol de la vida. Es decir:


  • El hombre fue hecho para vivir, no para morir.
  • Su continuidad vital estaba sujeta a una relación sostenida con Dios, no a una propiedad inherente en la carne.
  • La muerte entra como acto judicial de Dios, no como característica orgánica de la carne.

Después del pecado, el hombre aún tenía la capacidad de vivir indefinidamente si accedía al árbol de la vida. Por eso, Dios tuvo que bloquear activamente ese acceso para hacer efectiva la sentencia de muerte. Por tanto, no es la carne la que mata, sino la decisión soberana del Creador ante la desobediencia.




Conclusión:


La Escritura define al hombre como una criatura terrestre, viviente, consciente, relacional y dependiente de Dios. No es un ser inmortal encarnado ni un animal evolucionado, sino un portador de imagen divina creado para vivir en comunión con su Creador. La muerte es una consecuencia del pecado, no una propiedad de la carne. La inmortalidad no era natural ni automática, sino un privilegio accesible bajo obediencia y comunión. La caída cambió ese estado y cortó el acceso a la vida, haciendo necesaria una nueva creación en Cristo.


La revelación de Génesis es clara y suficiente: el hombre fue hecho para vivir por medio de Dios, no por sí mismo. Su dignidad está en su diseño, y su destino, en su relación con el Dador de vida.
 

Originalmente creado para vivir indefinidamente

La muerte no fue parte de la creación original. Fue introducida más tarde como consecuencia directa del pecado:

"mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás" (Génesis 2:17).
Es claro que el hombre no era mortal por diseño original, sino que la muerte llegó como consecuencia de la desobediencia:

"Y dijo Jehová Dios: He aquí el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, que no alargue su mano, y tome también del árbol de la vida, y coma, y viva para siempre" (Génesis 3:22).
Este versículo indica que, sin la intervención soberana de Dios de impedir el acceso al árbol de la vida, el hombre hubiese podido continuar viviendo indefinidamente.