PRESENCIA EVANGÉLICA

Bart

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24 Enero 2001
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PRESENCIA EVANGÉLICA

César Vidal

De entre los tópicos, manidos y repetidos, surgidos en los confusos años de la Transición en medios evangélicos pocos resultaron más sugestivos que el de la "presencia evangélica". Tras décadas de semi-silenciamiento, todos parecían estar de acuerdo en la necesidad de que las iglesias evangélicas hicieran notar su presencia. La intención era buena pero - justo es reconocerlo - ni los métodos ni los resultados han estado durante este cuarto de siglo a la altura de las motivaciones.

Por un curioso proceso de copia - quizá inconsciente - de los mecanismos mantenidos por la iglesia católica durante mucho tiempo no fueron pocos los que creyeron que la ansiada presencia se conseguiría dando pasos que no eran en sí malos pero que poco o nada tenían que ver con el soplo del Espíritu. Se pensaba que si la iglesia católica tenía presencia era porque había suscrito unos acuerdos con el Estado, porque su enseñanza recibía respaldo presupuestario, porque contaba con un lugar en TV, porque sus clérigos eran recibidos por los políticos. Por lo tanto - se continuaba pensando - para que hubiera presencia evangélica había que lograr lo mismo, conseguido nuestra "presencia" estaría asegurada. El discurso parecía coherente y lógico pero era fatalmente erróneo.

En primer lugar, el punto de partida era equivocado. La iglesia católica no tenía presencia porque contara con todo aquello - acuerdos, medios, colegios. - sino que tenía todo aquello porque, previamente, contaba con una enorme presencia histórica y social.

En segundo lugar, el resultado de aquel desenfoque no podía ser bueno. Como se había puesto el carro antes que el caballo, se produjo una búsqueda afanosa - y no siempre buena ni sensata ni espiritual - de todo lo que, supuestamente, daba "presencia". Los acuerdos, la TV, las charletas con los políticos parecían el remedio. ¡Inmenso error! Aparte de su valor en sí - alguno en ciertos casos, ninguno en otro - lo cierto es que sirvió fundamentalmente para encauzar las energías hacia cuestiones secundarias y apartarlas fatalmente de lo esencial.

La presencia nunca puede ser concedida ni apoyada ni lograda desde "arriba". Es algo que sólo se obtiene arremangándose y trabajando desde abajo, sin esperar resultados ahora, confiando en que la semilla sembrada sólo germinará con nuestros hijos y quizá alimentará a nuestros nietos. Pero para laborar así se precisa fe en el Señor, esperanza en que consumará lo que iniciemos aunque no lleguemos a ver sus frutos, humildad para aceptar que nuestro trabajo es el de siervos inútiles que de nada pueden jactarse y, sobre todo, amor, un amor dirigido en primer lugar al Señor que nos redimió y luego a aquellos por los que murió en la cruz. Así, sin alharacas, sin ruidos, sin pretensiones, se va abriendo el surco, se arroja la semilla y se espera a que Dios la haga crecer. Así, la tan traida y llevada presencia será una realidad mañana. De lo contrario, jactanciosa y orgullosamente, perderemos otra generación y con nosotros España.





César Vidal Manzanares
es un conocido escritor, historiador y teólogo

© C. Vidal, I+CP, 2002, Madrid, España (www.ICP-e.org)


 
Una excelente autocrítica que debemos ser capaces de asumir. :(



Yo le añadiría, algo que ha omitido César:



Si en nuestras iglesias hemos relegado al Señor, y es Su Presencia , Su Espíritu, el que nos da poder para llevar el Evangelio..............¿por qué hablamos de "presencia evangélica" en vez de Presencia de Dios?


Si la "Shekiná" no se percibe, nadie se acercará a buscar a Dios, donde Él NO ESTÁ.
 
De la inutilidad del humano...

De la inutilidad del humano...

¡Saludos en Cristo Jesús amados hermanos!

Coincido con Maripaz, excelente el artículo de Don César. ¡Gracias Bart por compartirlo!

Aunque totalmente válido tu comentario, hermana Maripaz, osaría agregar un pegueño gigante verbo a la frase central de tu mensaje. Así ésta se leería como "nadie PODRÍA acercarse a buscar a Dios..."

¡Gracias a Dios por que ÉL no es evangélico!