Portones rechinantes. (Reflexión)

2 Mayo 2005
143
0
www.varonpoeta.com
Sucedió en mi barrio; en mi casa; en mi puerta. Criado en un caserío, con ocho hermanos mas y muchos vecinos, estuve algo acostumbrado a los diferentes personajes de barrio que por el frente de mi casa pasaban. Uno de ellos me llamó la atención.
Lo conocía por Chú. Nunca supe en realidad su nombre. Era un borracho del pueblo. Por una razón que hasta hoy no se, éste comenzó a visitar nuestro hogar; tal vez dos tardes por semanas. No entraba a casa, se quedaba en el balcón y allí mi madre le daba algún plato de comida; casi siempre lo acostumbrado por nosotros los puertorriqueños: arroz y habichuelas. Este hombre se sentaba en la escalera, y yo y mis hermanos lo rodeábamos, pues el hacía trucos, ¨magia¨, pensábamos nosotros. Nos divertia y era respetuoso. Nos asombraba con sus trucos. Luego mi mamá llegaba con el esperado plato, y lo dejábamos comer tranquilo, allí mismo en la escalera. Comía y se iba agradecido. Así ocurrió por muchas semanas. El gesto de mi madre me parecia loable, y en realidad, lo era. Pero un dia, recuerdo que mientras jugaba en el balcón de mi casa, divisé a Chú, que dando tumbos en la distancia se acercaba para su plato tan esperado. Quiero aclarar, que no venia siempre. Lo mas, tres veces por semana. Lo ví y le dije contento a mi mamá--¡Mami, allá viene Chú! ¡Allá viene Chú! Mi mamá de inmediato llamó a que me metiera en la casa, y cerrando las puertas nos dió estas órdenes:-¨Quiero que estén callados todos. Cuando Chú llame a la entrada, hagan todos silencio, ¿entendido?¨-
No podia creerlo. Pero esperé a ver si esto era una broma. Me quedé cerca de una de las ventanas que daba a la calle. Todas fueron cerradas por mi madre. Hubo un momento de silencio. Todos estábamos en la sala. Como una multitud que espera en silencio la llegada del festejado para gritarle...¡Sorpresa!
Silencio... se oyó el viejo portón rechinar; era Chú, abriéndolo. Risitas de algunos en la casa comenzaron a oirse. Parecía divertido aquello, hasta que comenzé a oir la voz de Chú llamar. Sonaba familiar. Miraba a mi madre, pero esta vez no respondia. Volvia a llamar el pobre hombre. Nadie hablaba. Su voz, la de este hombre, comenzó a sonar suplicante, lastimera. Para mi, aquello ya no parecia divertido. Contaba yo con 9 años de edad, aproximadamente. Mientras oia a Chú llamar con súplica, con hambre, y mientras miraba a mi familia en silencio dentro de aquella sala, que de repente se tornaba fria, comprendí cuan malos éramos: Mamá, mi hermano mayor, mis hermanas... yo.
Había atribuido hasta entonces la maldad, tan solo a los asesinos, o ladrones de dinero o de niños, o a los que fumaban; pero comprendí que habian otras maldades de las que no me habían hablado. El dejó de llamar. El portón volvió a rechinar. Y nunca mas vi a Chu. A la media hora, las ventanas volvian a estar abiertas de par en par, la puerta tambien, y volvíamos nosotros a jugar en el patio. Aparentemente todo se quedó en el olvido. Yo hasta hoy, lo sigo recordando.




He vuelto a escuchar portones rechinar... Otros, en turno, han tomado el lugar ocupado por Chu... y aunque es grotesca la escena, de almas exponiedo su egoísmo dentro de la sala, donde calladamente se ignora el clamor del desamparo, siguen siendo favoritos, los asientos tras la ventana cerrada, que los sencillos escalones al pie de los portones.




Erskine.