Porqué hay jóvenes musulmanes dispuestos a morir matando

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24 Julio 2002
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Porqué hay jóvenes musulmanes dispuestos a morir matando

18 de agosto, 2003
Actualizado: 5:38 PM hora de Nueva York (2138 GMT)

Por MARIANNE BRAY


(CNN) -- Cuando el acusado de colocar los explosivos que mataron a más de 200 personas en Bali fue sentenciado este mes a la pena capital por una corte de Indonesia, Amrozi lanzó su puño al aire, sonrió y mostró dos pulgares levantados a los espectadores en el tribunal, muchos de ellos sobrevivientes de las explosiones o parientes de las víctimas.

"Estoy esperando la muerte de un mártir", dijo Amrozi durante su juicio en Denpasar, tras los atentados de octubre del año pasado frente al Club Sari, en la localidad turística de Kuta, en Bali.

El mecánico de 40 años, originario de un poblado en el este de Java, estaba feliz porque tenía la oportunidad de formar parte de un creciente grupo de musulmanes en Gaza, en la Ribera Occidental, Iraq y Afganistán dispuestos a morir como héroes en nombre del slam.

Y, aunque existen numerosas razones para que estos jóvenes musulmanes sacrifiquen sus vidas -motivos que incluyen el honor y el dinero que reciben sus familias tras sus muertes-, lo que realmente cautiva la imaginación de estas personas es la presunta inmortalidad de los mártires.

A finales de la década de 1990, el periodista paquistaní Nasra Hassan entrevistó a aproximadamente 250 atacantes suicidas potenciales, a sus familias así como a sus instructores, dentro de campamentos de extremistas palestinos.

En un relato asombroso, miembros del grupo extremista palestino Hamas describieron cómo potenciales atacantes suicidas llegan a creer que el paraíso se encuentra directamente "al otro lado del detonador".

A los candidatos a la autoinmolación se les explica que la primera gota de sangre que derrama el mártir limpia sus pecados. Ellos pueden seleccionar 70 de sus allegados y seres más queridos para que entren al cielo; y tendrán a su disposición 72 "houris", las hermosas vírgenes del paraíso, explicó Hassan en la revista The New Yorker.

De hecho, muchas de las declaraciones escritas por atacantes suicidas antes de su muerte hablan de una muerte indolora que ofrece el camino más corto a ese paraíso.

La lucha interior
Sin embargo, la ley islámica prohíbe el suicidio y el asesinato de inocentes, y muchos organismos, como el Consejo de Altos Clérigos de Arabia Saudita, han señalado que los actos terroristas no tienen "bases religiosas".

Un pilar sagrado del Islam es la yihad o guerra santa. La parte más importante de la yihad es la pugna en el alma contra el demonio en nuestro interior, según los expertos, mientras que el aspecto menor de la yihad es la lucha contra aquellos que tratan de subyugar musulmanes.

En 1998, el extremista de origen saudita Osama bin Laden adoptó la lucha menor y declaró la yihad contra Estados Unidos, al señalar que los musulmanes estaban siendo atacados.

Las tropas estadounidenses ocupaban suelo sagrado saudita, apoyaban a Israel, y el Islam tenía que ser defendido, dijo.

Los ataques suicidas fueron vistos como el arsenal más mortífero de esta "guerra santa", un arma que no sólo penetraría "el territorio enemigo" y lo aniquilaría, pero que además crearía miedo, terror y repulsión.

Líderes fundamentalistas islámicos justificaron dichos actos al indicar que aquellos que se ataban bombas en sus vientres o estrellaban aviones contra edificios no cometían suicidios, sino que habían sido elegidos por Alá para perpetrar "explosiones sagradas" y convertirse en mártires o "shahids".

En un intento por conseguir un mayor número de alzados en armas, líderes islámicos tan extremistas como carismáticos empezaron a incrementar sus gestiones proselitistas acudiendo con frecuencia a escuelas religiosas o "madrasas" en Pakistán y las "pesantrens" en Indonesia.

En estas "fábricas del yihad", niños pobres y susceptibles aprenden el Corán y son mantenidos ampliamente ignorantes del mundo exterior, con ningún acceso a otra cosa que no sea esa interpretación del Islam, informó Jeffrey Goldberg en el diario New York Times, tras permanecer un tiempo en una "madraza" en Pakistán.

Los estudiantes acaban viendo el mundo dividido en dos áreas: la pacífica comunidad mundial de musulmanes ("la morada de la paz") y el resto ("la morada de la guerra"), señaló Goldberg.

Estados Unidos es percibido como un país espiritualmente corrupto que se muestra hostil hacia el Islam, especialmente después de que Washington declaró la guerra contra el terrorismo tras los ataques del 11 de septiembre del 2001.

Persecución
Aunque no todos fueron reclutados de esta manera -muchos mártires potenciales en el sudeste de Asia eran personas capacitadas y con empleos- un sector de musulmanes llegan a unirse en su creencia de que fueron perseguidos en tiempos de guerra, y que la mejor manera de cambiar este curso fue la muerte.

Tras el arresto de 31 miembros de Jemaah Islamiyah (JI), una agrupación extremista de Singapur, el gobierno publicó un documento en el que detallaba cómo estos grupos cultivaban estos modos de pensar.

Líderes de JI, un grupo vinculado con la red al Qaeda que busca crear un estado pan-islámico que se extienda por el sudeste de Asia, observan a los estudiantes cautivados en reuniones colectivas. Posteriormente, estos adoctrinan a aquellos considerados adecuados en grupos clandestinos durante un período de 18 meses.

Durante este período, se les enseña el "habla JI". Aquellos que creen en la "verdad" de la doctrina de JI se acercan a Alá. Aprenden la "verdad" de JI sobre la yihad: que los inocentes, tanto los que son musulmanes como los que no, pueden ser inmolados.

Estos prometieron martirio si mueren en la causa de la guerra santa. Y cualquiera que abandone el grupo será llamado infiel.

Estas enseñanzas no sólo fomentan un sentido de superioridad sobre los extraños y una mentalidad de grupo fuerte que hace difícil claudicar, dijo el informe del gobierno de Singapur, sino que los psicólogos que entrevistaron a los detenidos señalaron que muchos miembros de JI se dirigen a sus líderes para encontrar un camino al cielo "sin aspavientos".

Querían ser convencidos de que encontraron el "verdadero Islam" y liberarse de la búsqueda interminable. Especialmente porque pensaban que no podían desviarse del buen camino, tal como los líderes del JI citaban de los textos sagrados. No se descubrió que ninguno de ellos tuviera tendencias suicidas.

Las investigaciones revelaron que los alistamientos llegaban a ser tan comprometidos con la causa que se convertían en perfectas máquinas jihad, en la búsqueda de la oportunidad de sacrificar sus vidas y vindicar el sufrimiento de los musulmanes en la máxima devoción de una "defensa" apologética de la guerra santa.