Por todo el mundo, muchos países están plagados de divisiones políticas. Según una encuesta del 2022 del centro de investigación Pew Research Center, “el 65 % de los adultos encuestados en 19 países dicen que hay desacuerdos graves o muy graves en su país entre personas que apoyan diferentes partidos políticos”.
A los gobiernos les está resultando muy difícil funcionar bien a pesar de todos los esfuerzos que muchas personas están haciendo para lograrlo. Hay quienes tienen puntos de vista tan opuestos que les cuesta mucho, o incluso les parece imposible, trabajar juntos para resolver los problemas. Todo eso confirma lo que la Biblia predijo hace mucho tiempo.“El hombre ha dominado al hombre para su propio mal” (Eclesiastés 8:9).
Sin embargo, la Biblia habla de una solución: un gobierno dirigido por alguien que puede eliminar todos los problemas que hacen sufrir a la gente.
Espera vuestros comentarios sobre: ¿qué gobierno será, y qué hará para solucionar todos los problemas?
SALUDOS
No debemos confundir el gobierno secular con el reyno de Dios.
Ni Cristo ni los Apostoles tuvieron poder politico alguno ni fueron enviados por toda la tierra a inmiscuirse en los asuntos politicos de la epoca. No hay exhortacion ninguna en la escritura para los Cristianos hagan tal cosa.
La primera verdad es que la voluntad de Dios permea y supera todos los aspectos de la vida. Es la voluntad de Dios la que tiene precedencia sobre todo y sobre todos (Mateo 6:33). Los planes y propósitos de Dios son fijos, y Su voluntad es inviolable. Lo que Él se ha propuesto, Él lo hará realidad, y ningún gobierno puede frustrar Su voluntad (Daniel 4:34-35). De hecho, es Dios quien
“pone reyes y los depone” (Daniel 2:21) porque
“el Altísimo tiene el dominio sobre los reinos de los hombres y los da a quien él quiere” (Daniel 4:17). Una comprensión clara de esta verdad nos ayudará a ver que la política es simplemente un método que Dios utiliza para cumplir Su voluntad. Aunque los hombres malvados abusan de su poder político, destinándolo para el mal, Dios lo destina para el bien,
“haciendo que todas las cosas cooperen para el bien de los que le aman, los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
En segundo lugar, debemos comprender el hecho de que nuestro gobierno no puede salvarnos. Sólo Dios puede hacerlo. En el Nuevo Testamento nunca leemos que Jesús o alguno de los apóstoles hayan dedicado tiempo o energía a enseñar a los creyentes cómo reformar el mundo pagano de sus prácticas idólatras, inmorales y corruptas a través del gobierno. Los apóstoles nunca llamaron a los creyentes a demostrar desobediencia civil para protestar contra las leyes injustas o los planes brutales del Imperio Romano. En cambio, los apóstoles ordenaron a los cristianos del primer siglo, así como a nosotros hoy, que proclamemos el evangelio y vivamos vidas que den evidencia clara del poder transformador del evangelio.
No hay duda de que nuestra responsabilidad hacia el gobierno es obedecer las leyes y ser buenos ciudadanos (Romanos 13:1-2). Dios ha establecido toda autoridad, y lo hace para nuestro beneficio,
“para alabar a los que hacen lo bueno” (1 Pedro 2:13-15). En Romanos 13:1-8, Pablo nos dice que es responsabilidad del gobierno gobernarnos con autoridad (ojalá para nuestro bien), recaudar impuestos y mantener la paz. Cuando tenemos voz y podemos elegir a nuestros líderes, debemos ejercer ese derecho votando por quienes mejor demuestran los principios cristianos.
Uno de los mayores engaños de Satanás es creer que podemos depositar nuestra esperanza de moralidad cultural y vida piadosa en los políticos y funcionarios gubernamentales. La esperanza de cambio de una nación no se encuentra en la clase dirigente de ningún país. La iglesia ha cometido un error si piensa que es tarea de los políticos defender, promover y proteger las verdades bíblicas y los valores cristianos.
El propósito único de la iglesia, dado por Dios, no radica en el activismo político. En ninguna parte de las Escrituras tenemos la directiva de gastar nuestra energía, nuestro tiempo o nuestro dinero en asuntos gubernamentales. Nuestra misión no radica en cambiar la nación a través de la reforma política, sino en cambiar corazones a través de la Palabra de Dios. Cuando los creyentes piensan que el crecimiento y la influencia de Cristo pueden de alguna manera aliarse con la política gubernamental, corrompen la misión de la iglesia. Nuestro mandato cristiano es difundir el evangelio de Cristo y predicar contra los pecados de nuestro tiempo. Solo cuando los corazones de las personas en una cultura sean cambiados por Cristo, la cultura comenzará a reflejar ese cambio.
A lo largo de los siglos, los creyentes han vivido, e incluso han florecido, bajo gobiernos paganos, represivos y antagónicos. Esto fue especialmente cierto en el caso de los creyentes del primer siglo que, bajo regímenes políticos despiadados, sostuvieron su fe bajo una inmensa presión cultural. Comprendieron que eran ellos, no sus gobiernos, quienes eran la luz del mundo y la sal de la tierra. Se adhirieron a la enseñanza de Pablo de obedecer a sus autoridades gobernantes, incluso honrarlas, respetarlas y orar por ellas (Romanos 13:1-8). Más importante aún, entendieron que, como creyentes, su esperanza residía en la protección que solo Dios brinda. Lo mismo es válido para nosotros hoy. Cuando seguimos las enseñanzas de las Escrituras, nos convertimos en la luz del mundo, tal como Dios quiso que seamos (Mateo 5:16).
Las entidades políticas no son el salvador del mundo. La salvación para toda la humanidad se manifestó en Jesucristo. Dios sabía que nuestro mundo necesitaba salvación mucho antes de que se fundara cualquier gobierno nacional. Demostró al mundo que la redención no se podía lograr mediante el poder del hombre, la fuerza económica, el poderío militar o la política. La paz mental, el contentamiento, la esperanza y el gozo, y la salvación de la humanidad, se brindan solo mediante la muerte y resurrección de Jesús.
Saludos.