¿Por qué fracazan las religiones?
Ante todo deberíamos tener claro qué se considera como religión. A este concepto se le suele dar distintas definiciones, pero solo una puede ser la apropiada, la que lo define como la relación que existe, o debería existir, entre Dios y los hombres. Como Creador de todas las cosas, entre ella los seres humanos, Dios tiene un propósito definido y bueno para todos, y él debe darles a conocer cual es este propósito y los medios que han de emplearse para llevarlo a cabo, para que ellos puedan colaborar en su cumlimiento en beneficio propio. Ellos por su parte tienen el deber de escuchar y obedecer todas sus instrucciones para facilitar la realización de este propósito y hacerse merecedores de la bondad divina. A esta interrelación entre los hombres y su Creador es lo que apropiadamente se le puede definir como la religión verdadera. Las demás religiones no se les puede llamar verdaderas, pues no puede existir relación alguna entre sus adeptos y sus supuestos dioses, ya que estas deidades no son reales, sino mero producto de la imaginación humana y, por lo tanto, nunca han existido ni llegarán a existir por mucho que se lo propongan los humanos.
Lamentablemente, muchos de los que se consideran fieles adoradores del Dios verdadero no han llegado a entender lo que es la verdadera religión, esta interrelación que debe existir entre el Creador y sus criaturas creadas, para que se cumpla adecuadamente el propósito divino. La mayoría ven a Dios principalmente como un Ser poderoso que puede concederles todos sus deseos egoístas, siempre que se le alabe y se le dirijan ruegos y peticiones abundantes, y promesas de fidelidad que casi nunca se cumplen. No han llegado a entender que nuestro Creador se propone darnos algo mejor que todo eso, su deseo, como lo demuestra a través de su Palabra, La Biblia, es el de compartir con todas sus criaturas inteligentes sus propios atributos, su amor, su justicia y su sabiduría, con los cuales nosotros, o quienes se dejan guíar e instruir por sus enseñanzas, leyes y principios, podríamos adquirir los más altos valores, culturales, morales y espirituales, con los cuales podríamos consguir todas nustras aspiraciones y deseos lícitos sin luchas y sin perjudicar a nadie. Dios ha cumplido con su papel de instructor excelente, proporcionando la mejor guía, la mejor enseñanza y los mejores medios, para que los hombres aprendan a comportarse y caminar por la vida de la mejor forma que pueden y deben hacerlo para que el propósito divino se pueda realizar a la perfección para bien de todos. En las Santas Escrituras ha hecho que se registren todas sus enseñanzas, los ejemplos de fidelidad que personas leales han demostrado a lo largo de su vida, los hechos poderosos que él ha realizado por dirigir y protejer a los que le siguen y hacen su voluntad, y los sacrificios que él mismo ha tenido que hacer para salvarlos de su destrucción física o espiritual. Pero los humanos no han correspondido debidamente a tan amorosa solicitud, ni han sabido apreciar sus amorosas provisiones y sus muestras de amor profundo; los menos ha tratado de seguir muy superficialmente las instrucciones divinas, pasando por alto los puntos más importantes, y la inmensa mayoría han vuelto la espalda completamente a su Hacedor, ignorándolo o negando incluso su existencia; no puede darse mayor ingratitud.
Los mayores responsables de estas lamentables circunstancias han sido sin lugar a dudas los guías religiosos, los que se han constituído a sí mismo como pastores del rebaño de Dios. En vez de enseñar lo que realmente dice la Biblia, que ni ellos mismos se han preocupado de tratar de entenderla, la han utilizado para mantener cerrada la mente de sus feligreses, tomando de ella solamente lo que convenía a sus intereses personales, dándole la interpretación que ellos han querido darle, y ocultando en la mayoría de las ocasiones su contenido, prohibiendo hasta su lectura, y persiguiendo encarnizadamente a quienes objetaban en contra de sus dogmas o falsas doctrinas. Las consecuencias de este proceder han sido que en vez de enseñar a los hombres a vivir en paz y unidad, que es lo que enseña las enseñanzas de Cristo, les han enseñado todo lo contrario, a odiarse y enfrentarse unos contra otros en luchas fraticidas, promoviendo guerras entre ellos mismos y apoyando a los contendientes de uno y otro bando en el nombre de Dios y de Cristo. No es de extrañar que con este modo de actuar de los papas y obispos y las altas gerarquías de las iglesias supuestamente cristianas se haya llegado a dividir la religión verdadera en multitud de fracciones, o confesiones religiosas, opuestas entre sí para oprobio del nombre de Dios y el descrédito de su palabra.
No todos los líderes religiosos han obrado con malos motivos, algunos han sido sinceros en sus fe cristiana, y creían que estaban haciendo la voluntad de Dios, pero es evidente que todos, o casi todos, han actuado con falta de conocimiento del propósito divino y de sus normas justas para llevarlo a cabo. Actualmente, muchas de estas instituciones cristianas se afanan por actuar en conformidad con las verdaderas enseñanzas de Cristo, unas más y otras menos, pero aún así les queda mucho por aprender del verdadero significado del mensaje divino, pues siguen confiando en que Dios eliminará todos los problemas y males de la humanidad por medios milagrosos, o usando su poder sobrenatural para destruir a todos los malvados, o que se oponen su propósito de salvación para los justos. En Isaías 48:17,18 Dios da a conocer, de una manera muy simple, cual es este propósito, al decirle a su pueblo: “Yo soy Jehová tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a tí mismo. Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar; ¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos¡ Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar”. Es por medio de sus enseñanzas justas y sabias que Dios quiere erradicar los males de la humanidad, que ellos mismos han producido por su desobediencia, y no por medios destructivos, porque entonces tendría que destruirnos a todos, mientras que si aceptamos todo cuanto él nos enseña, aprenderemos a no seguir cometiendo errores, que siempre hay que pagar, pero si aprendemos a hacer bien todo cuanto hagamos obtendremos el mayor beneficio de todas nuestras actividades, y esa será nuestra mejor recompensa de forma merecida. Es por eso por lo que fracasan todas las religiones, sean cristianas o no cristianas, porque ninguna sigue estrictamente los caminos justos y sabios que su Creador ha marcado para el bien de ellas, y de toda persona que quiera ser merecedora de la misericordia divina. ¿Se darán cuenta, o nos daremos, de esta verdad algún dia?
Ante todo deberíamos tener claro qué se considera como religión. A este concepto se le suele dar distintas definiciones, pero solo una puede ser la apropiada, la que lo define como la relación que existe, o debería existir, entre Dios y los hombres. Como Creador de todas las cosas, entre ella los seres humanos, Dios tiene un propósito definido y bueno para todos, y él debe darles a conocer cual es este propósito y los medios que han de emplearse para llevarlo a cabo, para que ellos puedan colaborar en su cumlimiento en beneficio propio. Ellos por su parte tienen el deber de escuchar y obedecer todas sus instrucciones para facilitar la realización de este propósito y hacerse merecedores de la bondad divina. A esta interrelación entre los hombres y su Creador es lo que apropiadamente se le puede definir como la religión verdadera. Las demás religiones no se les puede llamar verdaderas, pues no puede existir relación alguna entre sus adeptos y sus supuestos dioses, ya que estas deidades no son reales, sino mero producto de la imaginación humana y, por lo tanto, nunca han existido ni llegarán a existir por mucho que se lo propongan los humanos.
Lamentablemente, muchos de los que se consideran fieles adoradores del Dios verdadero no han llegado a entender lo que es la verdadera religión, esta interrelación que debe existir entre el Creador y sus criaturas creadas, para que se cumpla adecuadamente el propósito divino. La mayoría ven a Dios principalmente como un Ser poderoso que puede concederles todos sus deseos egoístas, siempre que se le alabe y se le dirijan ruegos y peticiones abundantes, y promesas de fidelidad que casi nunca se cumplen. No han llegado a entender que nuestro Creador se propone darnos algo mejor que todo eso, su deseo, como lo demuestra a través de su Palabra, La Biblia, es el de compartir con todas sus criaturas inteligentes sus propios atributos, su amor, su justicia y su sabiduría, con los cuales nosotros, o quienes se dejan guíar e instruir por sus enseñanzas, leyes y principios, podríamos adquirir los más altos valores, culturales, morales y espirituales, con los cuales podríamos consguir todas nustras aspiraciones y deseos lícitos sin luchas y sin perjudicar a nadie. Dios ha cumplido con su papel de instructor excelente, proporcionando la mejor guía, la mejor enseñanza y los mejores medios, para que los hombres aprendan a comportarse y caminar por la vida de la mejor forma que pueden y deben hacerlo para que el propósito divino se pueda realizar a la perfección para bien de todos. En las Santas Escrituras ha hecho que se registren todas sus enseñanzas, los ejemplos de fidelidad que personas leales han demostrado a lo largo de su vida, los hechos poderosos que él ha realizado por dirigir y protejer a los que le siguen y hacen su voluntad, y los sacrificios que él mismo ha tenido que hacer para salvarlos de su destrucción física o espiritual. Pero los humanos no han correspondido debidamente a tan amorosa solicitud, ni han sabido apreciar sus amorosas provisiones y sus muestras de amor profundo; los menos ha tratado de seguir muy superficialmente las instrucciones divinas, pasando por alto los puntos más importantes, y la inmensa mayoría han vuelto la espalda completamente a su Hacedor, ignorándolo o negando incluso su existencia; no puede darse mayor ingratitud.
Los mayores responsables de estas lamentables circunstancias han sido sin lugar a dudas los guías religiosos, los que se han constituído a sí mismo como pastores del rebaño de Dios. En vez de enseñar lo que realmente dice la Biblia, que ni ellos mismos se han preocupado de tratar de entenderla, la han utilizado para mantener cerrada la mente de sus feligreses, tomando de ella solamente lo que convenía a sus intereses personales, dándole la interpretación que ellos han querido darle, y ocultando en la mayoría de las ocasiones su contenido, prohibiendo hasta su lectura, y persiguiendo encarnizadamente a quienes objetaban en contra de sus dogmas o falsas doctrinas. Las consecuencias de este proceder han sido que en vez de enseñar a los hombres a vivir en paz y unidad, que es lo que enseña las enseñanzas de Cristo, les han enseñado todo lo contrario, a odiarse y enfrentarse unos contra otros en luchas fraticidas, promoviendo guerras entre ellos mismos y apoyando a los contendientes de uno y otro bando en el nombre de Dios y de Cristo. No es de extrañar que con este modo de actuar de los papas y obispos y las altas gerarquías de las iglesias supuestamente cristianas se haya llegado a dividir la religión verdadera en multitud de fracciones, o confesiones religiosas, opuestas entre sí para oprobio del nombre de Dios y el descrédito de su palabra.
No todos los líderes religiosos han obrado con malos motivos, algunos han sido sinceros en sus fe cristiana, y creían que estaban haciendo la voluntad de Dios, pero es evidente que todos, o casi todos, han actuado con falta de conocimiento del propósito divino y de sus normas justas para llevarlo a cabo. Actualmente, muchas de estas instituciones cristianas se afanan por actuar en conformidad con las verdaderas enseñanzas de Cristo, unas más y otras menos, pero aún así les queda mucho por aprender del verdadero significado del mensaje divino, pues siguen confiando en que Dios eliminará todos los problemas y males de la humanidad por medios milagrosos, o usando su poder sobrenatural para destruir a todos los malvados, o que se oponen su propósito de salvación para los justos. En Isaías 48:17,18 Dios da a conocer, de una manera muy simple, cual es este propósito, al decirle a su pueblo: “Yo soy Jehová tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a tí mismo. Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar; ¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos¡ Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar”. Es por medio de sus enseñanzas justas y sabias que Dios quiere erradicar los males de la humanidad, que ellos mismos han producido por su desobediencia, y no por medios destructivos, porque entonces tendría que destruirnos a todos, mientras que si aceptamos todo cuanto él nos enseña, aprenderemos a no seguir cometiendo errores, que siempre hay que pagar, pero si aprendemos a hacer bien todo cuanto hagamos obtendremos el mayor beneficio de todas nuestras actividades, y esa será nuestra mejor recompensa de forma merecida. Es por eso por lo que fracasan todas las religiones, sean cristianas o no cristianas, porque ninguna sigue estrictamente los caminos justos y sabios que su Creador ha marcado para el bien de ellas, y de toda persona que quiera ser merecedora de la misericordia divina. ¿Se darán cuenta, o nos daremos, de esta verdad algún dia?