¿Por qué Dios creó a la humanidad? ¿Por amor, justicia, poder, soberanía, o para su propia gloria? Tal vez nuestro mortal y limitado entendimiento nos impide saberlo con certeza. Pero más que el por qué, ¿A qué costo? “…porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” ¿Dios estableció esta verdad por voluntad propia? ¿O es que realmente en nuestro libre albedrío, la humanidad ha decidido, en su gran mayoría, rechazar al único quien puede salvarlos?
¿Acaso es amor haber creado a la humanidad, sabiendo que tan solo unos cuantos lograrían salvarse? ¿Es justo que por el pecado de uno, todos naciéramos destituidos de la gloria de Dios, con una naturaleza corrupta e innegablemente proclive al pecado? ¿El poder es ejercer un castigo eterno, irrevocable e inimaginablemente terrible sobre las almas de sus propias criaturas? ¿La soberanía no es más que predestinar a un remanente indiscriminadamente de los demás? ¿La gloria se manifiesta en salvación y condenación de almas?
Sí, todo por el pecado, cuyo origen se dio desde la morada de Dios, ¿Permitir que tu propia creación se rebele contra ti? Claro, porque Dios “respeta” el libre albedrío (mucho mejor que poder haber sido creado perfectamente para jamás caer en pecado.)
El asunto no terminó ahí, sino que se permitió el paso de aquel dentro del huerto del Edén, sin ningún tipo de estorbo para su malévolo plan (la presencia del árbol del bien y del mal tampoco ayudó mucho.) Pero no hay problema, al fin de a cabo se respetó el libre albedrío. Ciertamente era mejor una creación donde se salvaran pocos y se perdieran muchos; a que un pueblo inmune al pecado, firme y ciegamente fiel a su Creador. De hecho, no es que pudiera haber sido de otra forma mejor. Con todo el conocimiento y el poder, así fue escrito e mejor destino para la humanidad.
Ciertamente no es correcto pensar que en algún otro panorama las cosas no podrían haber sido tan fatales. A final de cuentas, “ Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.”, y “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca… De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” No habría hecho falta tal misericordia, si desde el principio no se hubiera permitido la existencia del mal. ¿Pero quiénes somos para cuestionarle? “Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así?”
La respuesta a la pregunta inicial se vuelve clara y simple: El propósito de nuestra existencia es que ya sea en algún punto intermedio de nuestra vida, o en el peor de los casos, al final de esta, descubrir a qué tipo de vaso fuiste creado: Para destrucción, o para salvación. “¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria”.
¿Pero no es esto una barbaridad? ¿Acaso no todos tenemos acceso y alcance por igual a la oportunidad de salvación? “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Por medio de la fe se obtiene la salvación, y la fe es un don de Dios. ¿Y como se obtiene la fe? “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” ¿Todos los que oyen la palabra de Dios obtienen fe? Evidentemente no es así. ¿No será un don solamente para aquellos a quienes Él predestinó, de modo que al oír la palabra, brota la semilla de la fe (aquellos cuyos corazones fueron creados como buena tierra)? “Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.”
¡Qué blasfemia! ¿Cómo un Dios de amor y misericordia elegiría solo a unos pocos para salvación? Suena completamente ridículo, tan ridículo como decir que no importa cuánto amor y poder tenga Dios por un alma para querer salvarla; al final, dicha pecaminosa e insensata alma, de vana y corrompida voluntad, podrá más que la voluntad de Dios para sanarla. Al final, el ser humano tiene la última palabra respecto a su destino eterno, y Dios, como buen caballero, respetará nuestra “decisión”, por encima de nuestro bien.
¿Estoy equivocado? Sinceramente espero estarlo, porque estaríamos dentro del mayor juego de la existencia; un juego donde cada movimiento ya está predicho, donde millones de piezas caen a diestra y siniestra, donde las reglas del juego fueron impuestas para que ninguna pieza libre la partida, excepto si el jugador lo planeó desde el inicio.
¿Acaso es amor haber creado a la humanidad, sabiendo que tan solo unos cuantos lograrían salvarse? ¿Es justo que por el pecado de uno, todos naciéramos destituidos de la gloria de Dios, con una naturaleza corrupta e innegablemente proclive al pecado? ¿El poder es ejercer un castigo eterno, irrevocable e inimaginablemente terrible sobre las almas de sus propias criaturas? ¿La soberanía no es más que predestinar a un remanente indiscriminadamente de los demás? ¿La gloria se manifiesta en salvación y condenación de almas?
Sí, todo por el pecado, cuyo origen se dio desde la morada de Dios, ¿Permitir que tu propia creación se rebele contra ti? Claro, porque Dios “respeta” el libre albedrío (mucho mejor que poder haber sido creado perfectamente para jamás caer en pecado.)
El asunto no terminó ahí, sino que se permitió el paso de aquel dentro del huerto del Edén, sin ningún tipo de estorbo para su malévolo plan (la presencia del árbol del bien y del mal tampoco ayudó mucho.) Pero no hay problema, al fin de a cabo se respetó el libre albedrío. Ciertamente era mejor una creación donde se salvaran pocos y se perdieran muchos; a que un pueblo inmune al pecado, firme y ciegamente fiel a su Creador. De hecho, no es que pudiera haber sido de otra forma mejor. Con todo el conocimiento y el poder, así fue escrito e mejor destino para la humanidad.
Ciertamente no es correcto pensar que en algún otro panorama las cosas no podrían haber sido tan fatales. A final de cuentas, “ Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos.”, y “Tendré misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca… De manera que de quien quiere, tiene misericordia, y al que quiere endurecer, endurece.” No habría hecho falta tal misericordia, si desde el principio no se hubiera permitido la existencia del mal. ¿Pero quiénes somos para cuestionarle? “Pero me dirás: ¿Por qué, pues, inculpa? porque ¿quién ha resistido a su voluntad? Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: Por qué me has hecho así?”
La respuesta a la pregunta inicial se vuelve clara y simple: El propósito de nuestra existencia es que ya sea en algún punto intermedio de nuestra vida, o en el peor de los casos, al final de esta, descubrir a qué tipo de vaso fuiste creado: Para destrucción, o para salvación. “¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar su ira y hacer notorio su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción, y para hacer notorias las riquezas de su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que él preparó de antemano para gloria”.
¿Pero no es esto una barbaridad? ¿Acaso no todos tenemos acceso y alcance por igual a la oportunidad de salvación? “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. Por medio de la fe se obtiene la salvación, y la fe es un don de Dios. ¿Y como se obtiene la fe? “Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” ¿Todos los que oyen la palabra de Dios obtienen fe? Evidentemente no es así. ¿No será un don solamente para aquellos a quienes Él predestinó, de modo que al oír la palabra, brota la semilla de la fe (aquellos cuyos corazones fueron creados como buena tierra)? “Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.”
¡Qué blasfemia! ¿Cómo un Dios de amor y misericordia elegiría solo a unos pocos para salvación? Suena completamente ridículo, tan ridículo como decir que no importa cuánto amor y poder tenga Dios por un alma para querer salvarla; al final, dicha pecaminosa e insensata alma, de vana y corrompida voluntad, podrá más que la voluntad de Dios para sanarla. Al final, el ser humano tiene la última palabra respecto a su destino eterno, y Dios, como buen caballero, respetará nuestra “decisión”, por encima de nuestro bien.
¿Estoy equivocado? Sinceramente espero estarlo, porque estaríamos dentro del mayor juego de la existencia; un juego donde cada movimiento ya está predicho, donde millones de piezas caen a diestra y siniestra, donde las reglas del juego fueron impuestas para que ninguna pieza libre la partida, excepto si el jugador lo planeó desde el inicio.