Hermanos y hermanas:
Son raras las veces que intervengo en este foro, hasta el punto de que para hallar mi última participación habría que rebuscar bastantes meses atrás. Sin embargo sigo las participaciones que tan prolijamente se producen en el mismo con cierta asiduidad.
Si hoy me atrevo a escribir es porque he observado que en estos últimos tiempos han vuelto a encresparse los ánimos hasta un punto que, en mi opinión, rebasa ampliamente las normas de amorosa convivencia que el Señor nos enseña en su Santa Palabra, y por ello quisiera colaborar con esta aportación a restablecer en algún grado, si ello fuera posible, el espíritu que animó a que este foro fuese creado.
Los evangélicos españoles de la generación pasada (y supongo que esta experiencia puede hacerse extensiva a los demás países americanos de lengua hispana) tuvieron que pasar grandes fatigas y sufrimientos por la persecución de que eran objeto por la Iglesia Católica hegemónica en aquel entonces. Tras muchos avatares consiguieron que se respetasen sus criterios divergentes de la postura ‘oficial’. Sólo pedían poder decir públicamente aquello que creían.
Este foro es claro ejemplo de ese anhelo de libertad de expresión a la que todos tenemos derecho, siendo nuestra responsabilidad mantenerla, defenderla y enseñarla, con aquellos que discrepan con nuestros criterios interpretativos. Sería absolutamente injusto coartar la libertad de expresión a nuestros ‘discrepantes’ después de haber militado tanto en el bando ‘discrepante’ clamando por libertad de expresión para nosotros.
Ahora bien, es imprescindible que esa libertad de expresión haya de producirse en un clima de respeto y tolerancia hacia las demás opiniones. Aquí lo único admisible es la argumentación; jamás las descalificaciones y menos aún las personales.
Sin embargo, parece que en el foro esto no queda del todo claro a algunos participantes y así se pueden observar encendidas soflamas personales que, so pretexto de guardar la pureza de la fe y la sana doctrina, se lanzan contra todo aquel que se atreve a interpretar la bendita Palabra de Dios de manera diferente a la sustentada por el ‘soflamista’ (triste reminiscencia de tiempos pretéritos testigos de tanta sangre derramada en el nombre de Dios).
¿Qué decir cuando se trata de uno que cree ser profeta y brazo acusador, e incluso ejecutor de la ‘justicia y la ira divinas’? He ahí un Torquemada en potencia que, si las circunstancias lo permitieran, sería capaz de repetir trágicas escenas históricas.
En el fondo de nuestra alma todos llevamos un inquisidor, más o menos explícito, proclive a enviar a las llamas eternas del infierno a todo aquel que no se ajusta a nuestra particular interpretación bíblica.
Me pregunto ¿hasta qué punto necesita el Señor de nuestra defensa llevando al exterminio (físico, psicológico o moral) al contrario? Cuando Pedro quiso evitar su apresamiento a punta de espada, el Señor le conminó ‘Pedro, mete la espada en su funda, pues el que a hierro mata, a hierro muere’. El Señor es muy suficiente para defenderse saliendo siempre airoso de todo lance vindicando la gloria de su nombre y su eterna majestad (así ha sido a lo largo de toda la historia humana). ¿Qué sabemos nosotros de sus planes con respecto a una persona determinada, por muy aborrecible y disparatada que nos parezca su postura? Ved el ejemplo de Pablo. ¿Acaso nos ha sido dada la divina capacidad de discernir si es trigo o cizaña y el permiso para separar al uno de la otra? No queramos suplantar la labor cuya ejecución está destinada a los ángeles; y aún estos la habrán de llevar a cabo tras el juicio. Nuestra defensa apologética habrá de ser siempre paciente, razonada, expectante y ejercida con mansedumbre.
He incluido el calificativo ‘expectante’ porque también hemos de esperar ser iluminados en algún punto por las palabras y razonamientos de nuestro contrario en la fe.
Contendamos, pues, con las ideas, con las creencias, jamás con las personas. Todas ellas recipiendarias en potencia de la gracia divina. Seamos despiadados sólo con nuestro propio pecado. Fuera de este ámbito íntimo lo que debe reinar es la piedad correctora hacia las debilidades y errores de los demás (‘cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia’
. Y en todo caso, si algún grado de coacción se ha de ejercer, habrá de ser solamente con aquella persona que quiera causar algún mal a un tercero, y esto por amor hacia el inocente y sin ánimo de perjudicar al causante del mal, sino de procurar su restauración.
Un foro en Internet tiene muchas limitaciones humanas. Este es un asunto que aún está en estudio por tratarse de un fenómeno muy nuevo. La más importante que en mi corto entender observo está en que la persona con quien te comunicas es un ‘ente virtual’. No ves su rostro. Aun su nombre puede ser un seudónimo.
En las relaciones personales el lenguaje escrito tiene muchas limitaciones con respecto al oral. No es sencillo plasmar en texto los pensamientos y las emociones. No todo el mundo sabe hacerlo adecuadamente. Sin embargo, al hablar cara a cara con una persona, además de las palabras, se pueden observar la expresión de sus ojos, los gestos de sus manos, la actitud de todo su cuerpo, la entonación de sus palabras, etc. Todo ello proporciona información entre los interlocutores; información que en un foro está vedada, y esto suele ser causa y motivo de malos entendidos, de interpretaciones equívocas, dando como resultado una impresión engañosa, distorsionada de la persona de nuestro interlocutor. Es importante tener todo esto en cuenta a la hora de comunicarnos por este medio tan novedoso.
¡Qué útil y edificante poder leer lo escrito por todos aquellos cristianos cuyas opiniones están bien equilibradas en su contenido, elegantes en la forma y ponderadas en su expresión! (Gracias a Dios que de estos hay buenos ejemplos aquí).
No obstante sucede que el ambiente religioso a veces ejerce un fuerte poder de atracción en algunas personas con problemas en su equilibrio psíquico y emocional, encontrando en este ambiente un caldo de cultivo apropiado para dar salida y expresión a sus angustias, frustraciones y neurosis de una manera insana, muchas veces disfrazadas de fervor religioso, exagerada piedad o celo consumidor.
Sepamos discernir inteligentemente a estas personas y no les demos ‘carnaza’ que alimente su desvarío. Lo mejor es un ‘vacío alimenticio’, jamás exento de piedad, que frene su ánimo arrebatado. Oremos por ellos y quien tenga una sabia palabra de ánimo, o alguna otra forma de ayudarle, hágalo, pero evitemos seguirle en su peligroso juego que pueda, inflamada su locura hasta el extremo, encaminarle hacia procederes más graves, incluso a tratar de atentar contra otro forista.
Hermanos y hermanas, a paz nos llamó el Señor. Hagamos de este foro el lugar que debe ser. Un lugar de discusión (no un ring de boxeo) en donde enfrentemos noblemente nuestros distintos puntos de vista, con el objetivo de que de ese enfrentamiento surja un afianzamiento y perfeccionamiento de nuestra fe y de la de aquellos que nos leen sin participar, produciendo luz que ilumine nuestro entendimiento y un mayor acercamiento y admiración hacia Aquel que nos rescató de las tinieblas a su reino de luz admirable y eterna.
Que Dios nos bendiga a todos.
Son raras las veces que intervengo en este foro, hasta el punto de que para hallar mi última participación habría que rebuscar bastantes meses atrás. Sin embargo sigo las participaciones que tan prolijamente se producen en el mismo con cierta asiduidad.
Si hoy me atrevo a escribir es porque he observado que en estos últimos tiempos han vuelto a encresparse los ánimos hasta un punto que, en mi opinión, rebasa ampliamente las normas de amorosa convivencia que el Señor nos enseña en su Santa Palabra, y por ello quisiera colaborar con esta aportación a restablecer en algún grado, si ello fuera posible, el espíritu que animó a que este foro fuese creado.
Los evangélicos españoles de la generación pasada (y supongo que esta experiencia puede hacerse extensiva a los demás países americanos de lengua hispana) tuvieron que pasar grandes fatigas y sufrimientos por la persecución de que eran objeto por la Iglesia Católica hegemónica en aquel entonces. Tras muchos avatares consiguieron que se respetasen sus criterios divergentes de la postura ‘oficial’. Sólo pedían poder decir públicamente aquello que creían.
Este foro es claro ejemplo de ese anhelo de libertad de expresión a la que todos tenemos derecho, siendo nuestra responsabilidad mantenerla, defenderla y enseñarla, con aquellos que discrepan con nuestros criterios interpretativos. Sería absolutamente injusto coartar la libertad de expresión a nuestros ‘discrepantes’ después de haber militado tanto en el bando ‘discrepante’ clamando por libertad de expresión para nosotros.
Ahora bien, es imprescindible que esa libertad de expresión haya de producirse en un clima de respeto y tolerancia hacia las demás opiniones. Aquí lo único admisible es la argumentación; jamás las descalificaciones y menos aún las personales.
Sin embargo, parece que en el foro esto no queda del todo claro a algunos participantes y así se pueden observar encendidas soflamas personales que, so pretexto de guardar la pureza de la fe y la sana doctrina, se lanzan contra todo aquel que se atreve a interpretar la bendita Palabra de Dios de manera diferente a la sustentada por el ‘soflamista’ (triste reminiscencia de tiempos pretéritos testigos de tanta sangre derramada en el nombre de Dios).
¿Qué decir cuando se trata de uno que cree ser profeta y brazo acusador, e incluso ejecutor de la ‘justicia y la ira divinas’? He ahí un Torquemada en potencia que, si las circunstancias lo permitieran, sería capaz de repetir trágicas escenas históricas.
En el fondo de nuestra alma todos llevamos un inquisidor, más o menos explícito, proclive a enviar a las llamas eternas del infierno a todo aquel que no se ajusta a nuestra particular interpretación bíblica.
Me pregunto ¿hasta qué punto necesita el Señor de nuestra defensa llevando al exterminio (físico, psicológico o moral) al contrario? Cuando Pedro quiso evitar su apresamiento a punta de espada, el Señor le conminó ‘Pedro, mete la espada en su funda, pues el que a hierro mata, a hierro muere’. El Señor es muy suficiente para defenderse saliendo siempre airoso de todo lance vindicando la gloria de su nombre y su eterna majestad (así ha sido a lo largo de toda la historia humana). ¿Qué sabemos nosotros de sus planes con respecto a una persona determinada, por muy aborrecible y disparatada que nos parezca su postura? Ved el ejemplo de Pablo. ¿Acaso nos ha sido dada la divina capacidad de discernir si es trigo o cizaña y el permiso para separar al uno de la otra? No queramos suplantar la labor cuya ejecución está destinada a los ángeles; y aún estos la habrán de llevar a cabo tras el juicio. Nuestra defensa apologética habrá de ser siempre paciente, razonada, expectante y ejercida con mansedumbre.
He incluido el calificativo ‘expectante’ porque también hemos de esperar ser iluminados en algún punto por las palabras y razonamientos de nuestro contrario en la fe.
Contendamos, pues, con las ideas, con las creencias, jamás con las personas. Todas ellas recipiendarias en potencia de la gracia divina. Seamos despiadados sólo con nuestro propio pecado. Fuera de este ámbito íntimo lo que debe reinar es la piedad correctora hacia las debilidades y errores de los demás (‘cuando abundó el pecado, sobreabundó la gracia’
Un foro en Internet tiene muchas limitaciones humanas. Este es un asunto que aún está en estudio por tratarse de un fenómeno muy nuevo. La más importante que en mi corto entender observo está en que la persona con quien te comunicas es un ‘ente virtual’. No ves su rostro. Aun su nombre puede ser un seudónimo.
En las relaciones personales el lenguaje escrito tiene muchas limitaciones con respecto al oral. No es sencillo plasmar en texto los pensamientos y las emociones. No todo el mundo sabe hacerlo adecuadamente. Sin embargo, al hablar cara a cara con una persona, además de las palabras, se pueden observar la expresión de sus ojos, los gestos de sus manos, la actitud de todo su cuerpo, la entonación de sus palabras, etc. Todo ello proporciona información entre los interlocutores; información que en un foro está vedada, y esto suele ser causa y motivo de malos entendidos, de interpretaciones equívocas, dando como resultado una impresión engañosa, distorsionada de la persona de nuestro interlocutor. Es importante tener todo esto en cuenta a la hora de comunicarnos por este medio tan novedoso.
¡Qué útil y edificante poder leer lo escrito por todos aquellos cristianos cuyas opiniones están bien equilibradas en su contenido, elegantes en la forma y ponderadas en su expresión! (Gracias a Dios que de estos hay buenos ejemplos aquí).
No obstante sucede que el ambiente religioso a veces ejerce un fuerte poder de atracción en algunas personas con problemas en su equilibrio psíquico y emocional, encontrando en este ambiente un caldo de cultivo apropiado para dar salida y expresión a sus angustias, frustraciones y neurosis de una manera insana, muchas veces disfrazadas de fervor religioso, exagerada piedad o celo consumidor.
Sepamos discernir inteligentemente a estas personas y no les demos ‘carnaza’ que alimente su desvarío. Lo mejor es un ‘vacío alimenticio’, jamás exento de piedad, que frene su ánimo arrebatado. Oremos por ellos y quien tenga una sabia palabra de ánimo, o alguna otra forma de ayudarle, hágalo, pero evitemos seguirle en su peligroso juego que pueda, inflamada su locura hasta el extremo, encaminarle hacia procederes más graves, incluso a tratar de atentar contra otro forista.
Hermanos y hermanas, a paz nos llamó el Señor. Hagamos de este foro el lugar que debe ser. Un lugar de discusión (no un ring de boxeo) en donde enfrentemos noblemente nuestros distintos puntos de vista, con el objetivo de que de ese enfrentamiento surja un afianzamiento y perfeccionamiento de nuestra fe y de la de aquellos que nos leen sin participar, produciendo luz que ilumine nuestro entendimiento y un mayor acercamiento y admiración hacia Aquel que nos rescató de las tinieblas a su reino de luz admirable y eterna.
Que Dios nos bendiga a todos.