PODEMOS CREER LO QUE NOS DICEN LOS EVANGELIOS
Con frecuencia suelo recibir comunicaciones de amigos y de personas con las que me comunico por internet que han leído algunos de los trabajos que suelo enviarles a través de los foros y revistas cristianas.
En la última que acabo de recibir, su autor me confirma su acuerdo con mis dos últimos trabajos sobre los Evangelios y sus autores y con la conversación mantenida con mi viejo amigo el Padre Rodríguez en su residencia de la ciudad española de Alicante.
Sin embargo, continúa su escrito, para él mi trabajo ha quedado un tanto inacabado ya que no he intentado disipar las posibles dudas que sobre los testimonios ofrecidos por los evangelistas les pudieran sugerir a los que se pregunten… si podemos creer todo lo que nos dicen los evangelios.
Estos comentarios que agradezco sinceramente, me ayudan bastante para intentar profundizar un poco más en los temas que publico y a buscar a quienes me puedan enriquecer mis débiles conocimientos.
Como ya he referido varias veces, siempre que viajo a la ciudad española de Albacete acudo a visitar a mi viejo amigo de la infancia, Modesto. Allí en el Monasterio donde reside me agrada charlar con los monjes, a los que siempre he tenido una admiración muy especial, porque en ellos siempre he encontrado un equilibro en el alma y unos modos tan sensatos y profundos de entender la vida, que me han ayudado a comprender la mía.
En esta ocasión, tras saludar a Modesto y aprovechando las horas de descanso de las clases que imparten los monjes, hemos hablado sobre el tema que en su carta me exponía mi comunicante, a cerca de las dudas que puedan tener algunos cristianos sobre la total veracidad de los Evangelios.
El Padre Lucas, inicia la conversación comentando que es cierto que no se puede tomar al pié de la letra los hechos relatados en los evangelios, pues cada evangelista los expresa según la fuente de información transmitida oralmente y memorizada.
Por ello no se puede encontrar en los evangelios una “fotografía” de Jesús ni una “grabación” de sus palabras. Sin que esto signifique de ninguna manera que no podamos creer con toda fidelidad el testimonio de los evangelistas.
Tengamos en cuenta, apunta Fray Juan de la Cruz, que todos aquellos que han estudiado a fondo los Evangelios, no ha podido encontrar falsedad alguna en ellos, a pesar de que han sido estudiados concienzudamente y sometidos a un sinfín de exámenes, como no se ha hecho con ningún otro libro.
Interviene mi amigo Modesto, confirmando que efectivamente es cierto que en cualquier lugar del mundo existen personas que poniendo en duda el testimonio de los que escribieron los evangelios, les es imposible aceptar, entre otros hechos, los milagros que Jesús hizo en su vida pública.
Es muy posible, relata el Padre Luis, que estas personas carentes de fe no han experimentado la intervención de Dios en su propia vida, en esos momentos difíciles que pensaban no podrían superar.
Es evidente, aclara el Padre Lucas, que aceptan los evangelios quienes admiten el testimonio de sus autores, preocupados por transmitir su fe a los demás, pero paralizados por sus defectos como hombres como nosotros, en una época en la cual el amor cristiano y la virginidad estaban considerados como vicios dentro del mundo pagano y por efecto perseguidos por la ley y condenados al martirio.
Fray Juan de la Cruz, pone fin a la tertulia haciendo hincapié en que existe un fondo básico de verdad a pesar de no coincidir o de existir algunas incógnitas entre los evangelistas, debido a que algunos de ellos no presenciaron los hechos y los escribieron muchos años después de la muerte de Jesús.
Pero en lo que si coincidieron los cuatro evangelistas fue, en relatar con elemental honradez los hechos, palabras y milagros de la vida de Jesús, para que sepamos entender que la fe en Dios es la perfección del amor.
Yo estoy convencido, añade el Padre Lucas, que si estos hechos no hubieran sucedido tampoco ellos habrían creído.
Lo importante para nosotros es pedirle a Dios que nos envíe el don de conservar una fe sencilla y humana para vivir los evangelios recordando a Jesús hecho hombre a nuestra imagen y semejanza.
Con frecuencia suelo recibir comunicaciones de amigos y de personas con las que me comunico por internet que han leído algunos de los trabajos que suelo enviarles a través de los foros y revistas cristianas.
En la última que acabo de recibir, su autor me confirma su acuerdo con mis dos últimos trabajos sobre los Evangelios y sus autores y con la conversación mantenida con mi viejo amigo el Padre Rodríguez en su residencia de la ciudad española de Alicante.
Sin embargo, continúa su escrito, para él mi trabajo ha quedado un tanto inacabado ya que no he intentado disipar las posibles dudas que sobre los testimonios ofrecidos por los evangelistas les pudieran sugerir a los que se pregunten… si podemos creer todo lo que nos dicen los evangelios.
Estos comentarios que agradezco sinceramente, me ayudan bastante para intentar profundizar un poco más en los temas que publico y a buscar a quienes me puedan enriquecer mis débiles conocimientos.
Como ya he referido varias veces, siempre que viajo a la ciudad española de Albacete acudo a visitar a mi viejo amigo de la infancia, Modesto. Allí en el Monasterio donde reside me agrada charlar con los monjes, a los que siempre he tenido una admiración muy especial, porque en ellos siempre he encontrado un equilibro en el alma y unos modos tan sensatos y profundos de entender la vida, que me han ayudado a comprender la mía.
En esta ocasión, tras saludar a Modesto y aprovechando las horas de descanso de las clases que imparten los monjes, hemos hablado sobre el tema que en su carta me exponía mi comunicante, a cerca de las dudas que puedan tener algunos cristianos sobre la total veracidad de los Evangelios.
El Padre Lucas, inicia la conversación comentando que es cierto que no se puede tomar al pié de la letra los hechos relatados en los evangelios, pues cada evangelista los expresa según la fuente de información transmitida oralmente y memorizada.
Por ello no se puede encontrar en los evangelios una “fotografía” de Jesús ni una “grabación” de sus palabras. Sin que esto signifique de ninguna manera que no podamos creer con toda fidelidad el testimonio de los evangelistas.
Tengamos en cuenta, apunta Fray Juan de la Cruz, que todos aquellos que han estudiado a fondo los Evangelios, no ha podido encontrar falsedad alguna en ellos, a pesar de que han sido estudiados concienzudamente y sometidos a un sinfín de exámenes, como no se ha hecho con ningún otro libro.
Interviene mi amigo Modesto, confirmando que efectivamente es cierto que en cualquier lugar del mundo existen personas que poniendo en duda el testimonio de los que escribieron los evangelios, les es imposible aceptar, entre otros hechos, los milagros que Jesús hizo en su vida pública.
Es muy posible, relata el Padre Luis, que estas personas carentes de fe no han experimentado la intervención de Dios en su propia vida, en esos momentos difíciles que pensaban no podrían superar.
Es evidente, aclara el Padre Lucas, que aceptan los evangelios quienes admiten el testimonio de sus autores, preocupados por transmitir su fe a los demás, pero paralizados por sus defectos como hombres como nosotros, en una época en la cual el amor cristiano y la virginidad estaban considerados como vicios dentro del mundo pagano y por efecto perseguidos por la ley y condenados al martirio.
Fray Juan de la Cruz, pone fin a la tertulia haciendo hincapié en que existe un fondo básico de verdad a pesar de no coincidir o de existir algunas incógnitas entre los evangelistas, debido a que algunos de ellos no presenciaron los hechos y los escribieron muchos años después de la muerte de Jesús.
Pero en lo que si coincidieron los cuatro evangelistas fue, en relatar con elemental honradez los hechos, palabras y milagros de la vida de Jesús, para que sepamos entender que la fe en Dios es la perfección del amor.
Yo estoy convencido, añade el Padre Lucas, que si estos hechos no hubieran sucedido tampoco ellos habrían creído.
Lo importante para nosotros es pedirle a Dios que nos envíe el don de conservar una fe sencilla y humana para vivir los evangelios recordando a Jesús hecho hombre a nuestra imagen y semejanza.