Nuestro Señor Jesús es el cordero pascual. Él es la pascua. Con Jesús y su muerte la pascua deja de ser un ritual simbólico transformándose en un claro evento concreto. Es el paso desde nuestro mundo al umbral del mundo espiritual. Con su muerte y sacrificio nuestro Señor Jesús cruza al inframundo para arrebatar las llaves de la muerte al enemigo y destruir el dominio del pecado sobre la humanidad.
El sacrificio pascual se consuma con Jesús. Este sacrificio no fue para el perdón de los pecados. Eso no es así. El cordero pascual fue sacrificado, según el Señor instruyó a Moisés, para proteger a los hijos de Israel del paso del ángel por las calles de Egipto. Ese ángel fue llamado “el destructor” por el Eterno (Éxodo 12:23). La sangre derramada sobre los dinteles de las puertas marcó un límite para que ese agente del Señor pasara y no dañara a los primogénitos de la casa marcada. Igualmente, la sangre de Jesús inscribe una marca sobre los creyentes, indicando al enemigo que no puede tocar a los ungidos por el Señor. La sangre de nuestro cordero pascual nos protege.
Tomen en cuenta, que como se indico antes, este sacrificio no fue para perdonar pecados, fue para proteger. El Señor ni siquiera consideró los pecados de los judíos cuando los salvó de la muerte con la sangre del cordero. Para cuando Moisés libera al pueblo del yugo de Egipto, muchos hebreos practicaban las religiones de Egipto. Eran idólatras. Eso se prueba en el suceso del becerro de oro, que va a ocurrir poco tiempo después de haberse liberado Israel de la esclavitud en Egipto. Practicaban la idolatría. Aun así, el Señor ni siquiera tomo eso en cuenta. El quiso proteger al pueblo y liberarlo. Igualmente, cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador el no toma en cuenta nuestro pecado. Solo quiere salvarnos.
Ese es el gran misterio de la gracia del Creador para con todos nosotros.
Alabemos y adoremos a nuestro Dios y Padre por su misericordia, y adoremos a nuestro Señor y Rey Jesucristo, quien es el cordero pascual que nos cubre con su sangre para librarnos del destructor.
Feliz pascua.
Shalom.
El sacrificio pascual se consuma con Jesús. Este sacrificio no fue para el perdón de los pecados. Eso no es así. El cordero pascual fue sacrificado, según el Señor instruyó a Moisés, para proteger a los hijos de Israel del paso del ángel por las calles de Egipto. Ese ángel fue llamado “el destructor” por el Eterno (Éxodo 12:23). La sangre derramada sobre los dinteles de las puertas marcó un límite para que ese agente del Señor pasara y no dañara a los primogénitos de la casa marcada. Igualmente, la sangre de Jesús inscribe una marca sobre los creyentes, indicando al enemigo que no puede tocar a los ungidos por el Señor. La sangre de nuestro cordero pascual nos protege.
Tomen en cuenta, que como se indico antes, este sacrificio no fue para perdonar pecados, fue para proteger. El Señor ni siquiera consideró los pecados de los judíos cuando los salvó de la muerte con la sangre del cordero. Para cuando Moisés libera al pueblo del yugo de Egipto, muchos hebreos practicaban las religiones de Egipto. Eran idólatras. Eso se prueba en el suceso del becerro de oro, que va a ocurrir poco tiempo después de haberse liberado Israel de la esclavitud en Egipto. Practicaban la idolatría. Aun así, el Señor ni siquiera tomo eso en cuenta. El quiso proteger al pueblo y liberarlo. Igualmente, cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador el no toma en cuenta nuestro pecado. Solo quiere salvarnos.
Ese es el gran misterio de la gracia del Creador para con todos nosotros.
Alabemos y adoremos a nuestro Dios y Padre por su misericordia, y adoremos a nuestro Señor y Rey Jesucristo, quien es el cordero pascual que nos cubre con su sangre para librarnos del destructor.
Feliz pascua.
Shalom.