Mexicali, Baja California, diciembre de 2001. Mi novia y yo decidimos ir a cenar a un restaurante ubicado en conocido centro comercial de la ciudad. Cuando llegamos al estacionamiento del restaurante a bordo de mi vehículo mi novia manifestó que prefería permanecer conmigo en el vehículo porque necesitaba que hablásemos sobre algunos temas importantes, así que permanecimos en el interior del vehículo, platicando, abrazados, y obsequiándonos besos y caricias leves. En eso estábamos cuando, frente a nosotros, aproximadamente a unos cinco metros de distancia, se estacionó otro vehículo en cuyo interior venía una pareja, hombre y mujer. Aunque ya anochecía, gracias a los faroles encendidos del estacionamiento podíamos ver claramente. No le di importancia a la llegada del otro vehículo, sino hasta pasados aproximadamente entre cinco y diez minutos, cuando volteé hacia el frente y la pareja mencionada estaba anonadada, impávida, observándonos a mi novia y a mí, quienes estábamos platicando, abrazados normalmente. No estábamos siendo groseros en nuestra conducta de pareja; estábamos, como ya lo mencioné, platicando, abrazados, y nos besábamos de manera normal y esporádica durante la conversación sin llegar a ser vulgares. En tal virtud, la otra pareja que nos observaba inmutable no podría haber dicho que manteníamos en ese momento relaciones orgásmicas o pornográficas, ni mucho menos, en el interior del vehículo, debido a lo cual no tenían motivos para observarnos de esa forma. Cuando noté que aquella pareja no nos quitaba la vista de encima, decidí observarlos abierta y directamente, tal como ellos nos observaban a nosotros. Al instante, la mujer se percató de que yo los había descubierto espiándonos, y, de manera nerviosa, incluso violenta, volteó intempestivamente hacia el chofer y lo aprisionó del cuello con un abrazo tan brusco que el chofer del otro vehículo trató de esquivar alejándose de la mujer, replegándose contra la ventanilla del carro, dejando claro que el abrazo lo había sorprendido y asustado; pero, la mujer algo dijo y el acompañante accedió a regresarle el abrazo y le dio un beso de trompa. Acto seguido, ambos dos se bajaron del vehículo y se dirigieron hacia el restaurante. En mi vehículo, mi novia y yo continuamos platicando por unos minutos más y nos retiramos del centro comercial.
Situaciones similares a la anterior experimenté con diferentes señoritas amigas mías en Sonoita Sonora; Reynosa y Matamoros Tamaulipas; y Tijuana Baja California; respectivamente. Si embargo, la experiencia que viví en Mexicali en ese estacionamiento fue tan obvia que los espías se evidenciaron sin dar lugar a dudas.
Denuncias diversas he realizado en otras ocasiones contra los sujetos Horacio Fourzan Esperón, José Medrano Llamas, y José de Jesús Medrano Llamas. Esta vez, denuncio como responsable único de haber iniciado esta cacería de brujas en mi agravio, desde 1988 cuando él fungía como subdirector de la Heroica Escuela Naval Militar y, en años recientes, como comisario jefe de la Policía Federal, al facineroso Alberto del Barrio Guillé, quien a lo largo de todos estos años me ha provocado tanto o más daño como los otros criminales mencionados inicialmente, y todo, por cuestiones personales que él tiene contra mí. No había decidido mencionar a Alberto del Barrio Guillé porque me interesaba enfrentarlo personalmente, esto, si hubiesen atrapado a los primeros criminales que denuncié, pero tal parece que eso nunca va a ocurrir y el final de ésta trágica historia será el mismo final del proceso kafkiano, final que veo próximo a ocurrir. No obstante lo anterior, mantengo esperanza en la Justicia, porque la esperanza muere al último.
Sobre mis dichos, tengo nombres, direcciones y teléfonos de personas que están directa o indirectamente involucradas en los actos delictuosos cometidos en mi agravio, delitos que van desde suministro de sustancias químicas o farmacéuticas a mi cuerpo con la perversa intención de cometer contra mi persona actos abominables, como violentas agresiones físicas y sicológicas, hasta propaganda negra para afectarme laboralmente, según lo he denunciado en éste blog y ante algunas autoridades que nada han hecho para liberarme.
Lo que más me indigna pero aceptaría de buena gana si se diese la suerte, es que los criminales, en caso de que fuesen procesados conforme a derecho en tribunales civiles, únicamente alcanzarían, de comprobarse mis dichos, penas menores que podrían cubrirse mediante el pago de hilarantes fianzas. Pero ni eso me otorgan las autoridades.
¿Paranoia o realidad?
Nota relacionada: Estado de impunidad http://votoindependiente.blogspot.com/2010/02/estado-de-impunidad.html
Situaciones similares a la anterior experimenté con diferentes señoritas amigas mías en Sonoita Sonora; Reynosa y Matamoros Tamaulipas; y Tijuana Baja California; respectivamente. Si embargo, la experiencia que viví en Mexicali en ese estacionamiento fue tan obvia que los espías se evidenciaron sin dar lugar a dudas.
Denuncias diversas he realizado en otras ocasiones contra los sujetos Horacio Fourzan Esperón, José Medrano Llamas, y José de Jesús Medrano Llamas. Esta vez, denuncio como responsable único de haber iniciado esta cacería de brujas en mi agravio, desde 1988 cuando él fungía como subdirector de la Heroica Escuela Naval Militar y, en años recientes, como comisario jefe de la Policía Federal, al facineroso Alberto del Barrio Guillé, quien a lo largo de todos estos años me ha provocado tanto o más daño como los otros criminales mencionados inicialmente, y todo, por cuestiones personales que él tiene contra mí. No había decidido mencionar a Alberto del Barrio Guillé porque me interesaba enfrentarlo personalmente, esto, si hubiesen atrapado a los primeros criminales que denuncié, pero tal parece que eso nunca va a ocurrir y el final de ésta trágica historia será el mismo final del proceso kafkiano, final que veo próximo a ocurrir. No obstante lo anterior, mantengo esperanza en la Justicia, porque la esperanza muere al último.
Sobre mis dichos, tengo nombres, direcciones y teléfonos de personas que están directa o indirectamente involucradas en los actos delictuosos cometidos en mi agravio, delitos que van desde suministro de sustancias químicas o farmacéuticas a mi cuerpo con la perversa intención de cometer contra mi persona actos abominables, como violentas agresiones físicas y sicológicas, hasta propaganda negra para afectarme laboralmente, según lo he denunciado en éste blog y ante algunas autoridades que nada han hecho para liberarme.
Lo que más me indigna pero aceptaría de buena gana si se diese la suerte, es que los criminales, en caso de que fuesen procesados conforme a derecho en tribunales civiles, únicamente alcanzarían, de comprobarse mis dichos, penas menores que podrían cubrirse mediante el pago de hilarantes fianzas. Pero ni eso me otorgan las autoridades.
¿Paranoia o realidad?
Nota relacionada: Estado de impunidad http://votoindependiente.blogspot.com/2010/02/estado-de-impunidad.html