Para hacerme saber.
Titilan continuamente. De niño, pensaba en ellas, como faroles. Ese lugar, de donde colgaban, me parecía lleno de calma y seguridad; tan anhelado en los instantes en que mi mundo infantil, se veía de repente invadido por la inseguridad manifiesta de los adultos. Trazé esas estrellas muchas veces; las bordeaba con mis ojos de 7 años; suspiré mirándolas muchas veces a mis 9; A los 10 y 11, desde el techo de nuestra morada prestada, acostado sobre un cartón, me ensimismaba con los viajes imaginarios que daba hacia ellas. Aprendí que eran enormes. Astros lejanos, ardiendo continuamente, y de proporciones y distancias inimaginables. Supe, leyendo el documento sagrado (La palabra de Dios), que estaban también puestas para ayudarnos a percibir el paso del tiempo, y nuestra ubicación en términos de latitudes y longitudes. Curiosamente, mientras más supe de ellas, y maduraba, menos las contemplaba. Hablé de pasarles por el lado algún día, en la eterna gira de la iglesia, cuando retorne Cristo. Suspiré.........por el eterno hogar celestial.
Pero hizo falta, la aun fresca mirada de unos pequeños, para volver yo a mirar
con la emoción del viajero, y la aventura del niño que anhela volver a casa, esos cuerpos celestes, creados por el Dios nuestro.
Y hoy, vuelvo a levantar el mentón, en dirección a los cielos.
Porque es en esa dirección, donde podré al fin poner mis pies, en un balde espiritual de aguas eternamente frescas.
Cierto es que allí están para contar la gloria de Dios. Cierto es que con esos astros inclusive, Dios escribió en el oscuro telón del espacio, acerca de la redención nuestra, por medio de su Hijo, Jesucristo.
Cierto es que le proveen al hombre, durante la noche, un sentido de distancia que nos ayuda a no sentirnos encerrados en nuestro planeta.
Cierto es que sirven como mapas de nuestras rutas terrenas. Cierto es que embellecen la noche magistralmente.
Pero, algo más comprendí, esas estrellas, que hoy contemplo, desde el lejano suelo de la tierra, y que parecen las luces encendidas de un confortable hogar; esas diminutas ventanas iluminadas están allí.....................para dejarme saber.............
Esas ventanillas celestiales, abiertas cada noche por mi Padre Celestial, están allí para dejarme saber..............................
Para dejarme saber............que hay alguien en casa.
Tuyo en Cristo..................Erskine.
Titilan continuamente. De niño, pensaba en ellas, como faroles. Ese lugar, de donde colgaban, me parecía lleno de calma y seguridad; tan anhelado en los instantes en que mi mundo infantil, se veía de repente invadido por la inseguridad manifiesta de los adultos. Trazé esas estrellas muchas veces; las bordeaba con mis ojos de 7 años; suspiré mirándolas muchas veces a mis 9; A los 10 y 11, desde el techo de nuestra morada prestada, acostado sobre un cartón, me ensimismaba con los viajes imaginarios que daba hacia ellas. Aprendí que eran enormes. Astros lejanos, ardiendo continuamente, y de proporciones y distancias inimaginables. Supe, leyendo el documento sagrado (La palabra de Dios), que estaban también puestas para ayudarnos a percibir el paso del tiempo, y nuestra ubicación en términos de latitudes y longitudes. Curiosamente, mientras más supe de ellas, y maduraba, menos las contemplaba. Hablé de pasarles por el lado algún día, en la eterna gira de la iglesia, cuando retorne Cristo. Suspiré.........por el eterno hogar celestial.
Pero hizo falta, la aun fresca mirada de unos pequeños, para volver yo a mirar
con la emoción del viajero, y la aventura del niño que anhela volver a casa, esos cuerpos celestes, creados por el Dios nuestro.
Y hoy, vuelvo a levantar el mentón, en dirección a los cielos.
Porque es en esa dirección, donde podré al fin poner mis pies, en un balde espiritual de aguas eternamente frescas.
Cierto es que allí están para contar la gloria de Dios. Cierto es que con esos astros inclusive, Dios escribió en el oscuro telón del espacio, acerca de la redención nuestra, por medio de su Hijo, Jesucristo.
Cierto es que le proveen al hombre, durante la noche, un sentido de distancia que nos ayuda a no sentirnos encerrados en nuestro planeta.
Cierto es que sirven como mapas de nuestras rutas terrenas. Cierto es que embellecen la noche magistralmente.
Pero, algo más comprendí, esas estrellas, que hoy contemplo, desde el lejano suelo de la tierra, y que parecen las luces encendidas de un confortable hogar; esas diminutas ventanas iluminadas están allí.....................para dejarme saber.............
Esas ventanillas celestiales, abiertas cada noche por mi Padre Celestial, están allí para dejarme saber..............................
Para dejarme saber............que hay alguien en casa.
Tuyo en Cristo..................Erskine.