Palabras de Jesús en los Cuatro Evangelios (Reina-Valera 1909)

Salmos 1

Crea en mi, oh Dios, un corazón limpio...
4 Julio 2012
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Voy a recopilar las palabras exactas de Jesús usando una versión antigua de la Reina-Valera sin derechos de autor.
Seleccionaré la mejor de las repeticiones entre los evangelios y las organizaré cronológicamente según los eventos de su vida.
Incluiré referencias bíblicas para cada cita.
A continuación se recopilan todas las palabras pronunciadas por Jesús registradas en los cuatro evangelios, tomadas de la versión Reina-Valera antigua (Revisión 1909, de dominio público).
Se presentan únicamente sus frases exactas, sin añadir comentarios narrativos.
Cuando una misma frase aparece de forma idéntica en varios evangelios, solo se incluye la versión más completa (evitando repeticiones literales).
Las citas están ordenadas de forma cronológica, siguiendo los eventos principales de la vida de Jesús, desde su niñez hasta la resurrección.
Cada cita incluye su referencia bíblica.

Que lo disfruten!!!

Niñez y juventud​

  • En el templo a los 12 años: «¿Qué hay? ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar?» — Lucas 2:49.

Inicio del ministerio público​

Bautismo de Jesús y tentación en el desierto​

  • A Juan el Bautista (antes de ser bautizado): «Deja ahora; porque así nos conviene cumplir toda justicia.» — Mateo 3:15.
  • Respondiendo al tentador (1): «Escrito está: No con solo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios.» — Mateo 4:4.
  • Respondiendo al tentador (2): «Escrito está además: No tentarás al Señor tu Dios.» — Mateo 4:7.
  • Respondiendo al tentador (3): «Vete, Satanás, que escrito está: Al Señor tu Dios adorarás y á Él solo servirás.» — Mateo 4:10.
  • Primer mensaje público en Galilea: «Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.» — Mateo 4:17.
  • Mensaje inicial en Galilea (otra versión): «El tiempo es cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed al evangelio.» — Marcos 1:15.

Llamado de los primeros discípulos​

  • A dos discípulos de Juan que le seguían: «¿Qué buscáis?» — Juan 1:38.
  • Invitación a ellos: «Venid y ved.» — Juan 1:39.
  • A Simón Pedro cuando lo conoció: «Tú eres Simón, hijo de Jonás: tú serás llamado Cephas (que quiere decir, Piedra).» — Juan 1:42.
  • Llamando a Felipe: «Sígueme.» — Juan 1:43.
  • Sobre Natanael acercándose: «He aquí un verdadero Israelita, en el cual no hay engaño.» — Juan 1:47.
  • A Natanael: «Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi.» — Juan 1:48.
  • A Natanael, ante su confesión de fe: «¿Porque te dije: “Te vi debajo de la higuera”, crees? Cosas mayores que éstas verás.» — Juan 1:50.
  • Promesa a los primeros discípulos: «De cierto, de cierto os digo: De aquí adelante veréis el cielo abierto, y los ángeles de Dios que suben y descienden sobre el Hijo del hombre.» — Juan 1:51.
(Nota: La frase breve «Sígueme.» dicha en distintos contextos a varios discípulos se incluye solo una vez para evitar repeticiones idénticas.)

Primeros milagros y enseñanzas iniciales​

  • En las bodas de Caná, a su madre María: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aun no ha venido mi hora.» — Juan 2:4.
  • Orden a los sirvientes en Caná: «Henchid estas tinajuelas de agua.» — Juan 2:7.
  • Luego les dijo: «Sacad ahora, y presentad al maestresala.» — Juan 2:8.
  • En el templo de Jerusalén (limpieza del templo): «Quitad de aquí esto, y no hagáis la casa de mi Padre casa de mercado.» — Juan 2:16.
  • Desafiado por los judíos por esa acción: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.» — Juan 2:19.
  • A Nicodemo (de noche): «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios.» — Juan 3:3.
  • Explicación a Nicodemo: «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: “Os es necesario nacer otra vez.”» — Juan 3:5–7.
  • Analogía del viento (a Nicodemo): «El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni á dónde va: así es todo aquel que es nacido del Espíritu.» — Juan 3:8.
  • Reprensión suave a Nicodemo: «¿Tú eres el maestro de Israel, y no sabes esto?» — Juan 3:10.
  • Sobre la incredulidad de los hombres: «De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; y no recibís nuestro testimonio. Si os he dicho cosas terrenas, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?» — Juan 3:11–12.
  • Revelación a Nicodemo: «Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo.» — Juan 3:13.
  • Anuncio de la cruz y la salvación: «Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del hombre sea levantado; para que todo aquel que en Él creyere, no se pierda, sino que tenga vida eterna.» — Juan 3:14–15.
  • El amor de Dios y la fe en el Hijo: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado á su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios á su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que el mundo sea salvo por Él. El que en Él cree, no es condenado; mas el que no cree, ya es condenado, porque no creyó en el nombre del unigénito Hijo de Dios.» — Juan 3:16–18.
  • Sobre la luz y la oscuridad: «Esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene á la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que obra verdad, viene á la luz, para que sus obras sean manifestadas que son hechas en Dios.» — Juan 3:19–21.
  • A la samaritana junto al pozo (inicia diálogo): «Dame de beber.» — Juan 4:7.
  • Revelación a la samaritana: «Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: “Dame de beber”, tú pedirías de Él, y Él te daría agua viva.» — Juan 4:10.
  • Sobre el “agua viva” (a la samaritana): «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá á tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed; mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna.» — Juan 4:13–14.
  • Confrontando la vida de la samaritana: «Ve, llama á tu marido, y ven acá.» — Juan 4:16.
  • Revelando su conocimiento de ella: «Bien has dicho: “No tengo marido”; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad.» — Juan 4:17–18.
  • Enseñanza sobre la adoración verdadera: «Mujer, créeme, que la hora viene, cuando ni en este monte, ni en Jerusalem adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos: porque la salud viene de los Judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.» — Juan 4:21–24.
  • Declaración mesiánica a la samaritana: «Yo soy, el que hablo contigo.» — Juan 4:26.
  • A sus discípulos, al regreso de Samaria: «Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis.» — Juan 4:32.
  • Explicando su misión: «Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra.» — Juan 4:34.
  • Urgencia evangelística: «¿No decís vosotros: “Aun hay cuatro meses hasta que llegue la siega”? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos, y mirad las regiones, porque ya están blancas para la siega.» — Juan 4:35.
  • Sobre la recompensa en la obra de Dios: «Y el que siega, recibe salario, y recoge fruto para vida eterna; para que el que siembra goce juntamente con el que siega. Porque en esto es verdadero el dicho: “Que uno es el que siembra, y otro es el que siega.”» — Juan 4:36–37.
  • Colaboración en la obra: «Yo os he enviado á segar lo que vosotros no labrasteis; otros labraron, y vosotros habéis entrado en sus labores.» — Juan 4:38.
  • A un noble cuyo hijo estaba enfermo, probando su fe: «Si no viereis señales y milagros, no creeréis.» — Juan 4:48.
  • Luego le dijo al padre del niño: «Ve, tu hijo vive.» — Juan 4:50.

Rechazo en Nazaret​

  • Lectura en la sinagoga de Nazaret (Isaías 61:1-2): «El Espíritu del Señor es sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas á los pobres; Me ha enviado para sanar á los quebrantados de corazón; Para pregonar á los cautivos libertad, y a los ciegos vista; Para poner en libertad á los quebrantados; para predicar el año agradable del Señor.» — Lucas 4:18–19.
  • Declaración tras leer la profecía: «Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos.» — Lucas 4:21.
  • Confrontando la incredulidad en Nazaret: «Sin duda me diréis este refrán: “Médico, cúrate á ti mismo; de tantas cosas que hemos oído haber sido hechas en Capernaum, haz también aquí en tu tierra.”» — Lucas 4:23.
  • «De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra.» — Lucas 4:24.
  • Ejemplos que cita a los nazarenos: «En verdad os digo, que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fué cerrado por tres años y seis meses, y hubo una grande hambre en toda la tierra; y á ninguna de ellas fué enviado Elías, sino á una mujer viuda en Sarepta de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; mas ninguno de ellos fué limpio, sino Naamán el Siro.» — Lucas 4:25–27.

Ministerio en Galilea​

El Sermón del Monte (enseñanzas en Galilea)​

Bienaventuranzas (felicidad según el reino de Dios):
  • «Bienaventurados los pobres en espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos.» — Mateo 5:3.
  • «Bienaventurados los que lloran: porque ellos recibirán consolación.» — Mateo 5:4.
  • «Bienaventurados los mansos: porque ellos recibirán la tierra por heredad.» — Mateo 5:5.
  • «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán hartos.» — Mateo 5:6.
  • «Bienaventurados los misericordiosos: porque ellos alcanzarán misericordia.» — Mateo 5:7.
  • «Bienaventurados los limpios de corazón: porque ellos verán á Dios.» — Mateo 5:8.
  • «Bienaventurados los pacificadores: porque ellos serán llamados hijos de Dios.» — Mateo 5:9.
  • «Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia: porque de ellos es el reino de los cielos.» — Mateo 5:10.
  • «Bienaventurados sois cuando os vituperaren y os persiguieren, y dijeren de vosotros todo mal por mi causa, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos; pues así persiguieron á los profetas que fueron antes de vosotros.» — Mateo 5:11–12.
Metáforas del discípulo (sal y luz):
  • «Vosotros sois la sal de la tierra; y si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No vale más para nada, sino para ser echada fuera y hollada de los hombres.» — Mateo 5:13.
  • «Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una vela y se pone debajo de un almud, mas sobre el candelero, y alumbra á todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen á vuestro Padre que está en los cielos.» — Mateo 5:14–16.
Jesús y el cumplimiento de la ley:
  • «No penséis que he venido para abrogar la ley ó los profetas: no he venido para abrogar, sino á cumplir.» — Mateo 5:17.
  • «Porque de cierto os digo, que hasta que perezca el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde perecerá de la ley, hasta que todas las cosas sean hechas.» — Mateo 5:18.
  • «Cualquiera, pues, que infringiere uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñare á los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los hiciere y enseñare, éste será llamado grande en el reino de los cielos.» — Mateo 5:19.
  • «Porque os digo, que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y Fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.» — Mateo 5:20.
Antítesis (“Oísteis… pero Yo os digo”):
  • «Oísteis que fué dicho á los antiguos: “No matarás; y cualquiera que matare, será culpable de juicio.” Mas Yo os digo, que cualquiera que se enoja contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que dice á su hermano: “Raca”, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: “Fatuo”, quedará expuesto al infierno de fuego.» — Mateo 5:21–22.
  • «Por tanto, si trajeres tu ofrenda al altar, y allí te acordares de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda.» — Mateo 5:23–24.
  • «Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino; no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo, que no saldrás de allí hasta que pagues el último cuadrante.» — Mateo 5:25–26.
  • «Oísteis que fué dicho: “No cometerás adulterio.” Mas Yo os digo, que cualquiera que mira á una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón.» — Mateo 5:27–28.
  • «Por tanto, si tu ojo derecho te fuere ocasión de caer, sácalo, y échalo de ti; que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. Y si tu mano derecha te fuere ocasión de caer, córtala, y échala de ti; que mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno.» — Mateo 5:29–30.
  • «También fué dicho: “Cualquiera que repudiare á su mujer, dele carta de divorcio.” Pero Yo os digo, que el que repudia a su mujer, fuera de causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la repudiada, comete adulterio.» — Mateo 5:31–32.
  • «Oísteis que fué dicho á los antiguos: “No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos.” Mas Yo os digo, no juréis en ninguna manera: ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de Sus pies; ni por Jerusalem, porque es la ciudad del gran Rey; ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes hacer blanco ó negro un cabello. Mas sea vuestro hablar: Sí, sí; No, no; porque lo que es más de esto, de mal procede.» — Mateo 5:33–37.
  • «Oísteis que fué dicho: “Ojo por ojo, y diente por diente.” Mas Yo os digo, que no resistáis al mal; antes, a cualquiera que te hiriere en la mejilla derecha, vuélvele también la otra; y al que quisiere ponerte a pleito y tomarte tu túnica, déjale también la capa; y á cualquiera que te cargare por una milla, ve con él dos. Al que te pida, dale; y al que quiera tomar de ti prestado, no se lo rehuses.» — Mateo 5:38–42.
  • «Oísteis que fué dicho: “Amarás á tu prójimo, y aborrecerás á tu enemigo.” Mas Yo os digo, amad á vuestros enemigos, bendecid á los que os maldicen, haced bien á los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir Su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos é injustos.» — Mateo 5:43–45.
  • «Porque si amáis á los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis á vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles?» — Mateo 5:46–47.
  • «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto.» — Mateo 5:48.
Prácticas de piedad (limosna, oración y ayuno):
  • «Guardaos de hacer vuestra justicia delante de los hombres, para ser vistos de ellos; de otra manera no tendréis recompensa de vuestro Padre que está en los cielos.» — Mateo 6:1.
  • «Cuando pues des limosna, no hagas tocar trompeta delante de ti, como hacen los hipócritas en las sinagogas y en las calles, para ser alabados de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha, para que sea tu limosna en secreto; y tu Padre que ve en secreto, Él te recompensará en público.» — Mateo 6:2–4.
  • «Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada tu puerta, ora á tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará en público.» — Mateo 6:5–6.
  • «Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. No os hagáis pues semejantes á ellos; porque vuestro Padre sabe de qué cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.» — Mateo 6:7–8.
  • «Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos á nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén.» — Mateo 6:9–13.
  • «Porque si perdonáis á los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; mas si no perdonáis á los hombres sus ofensas, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.» — Mateo 6:14–15.
  • «Cuando ayunéis, no seáis como los hipócritas, tristes; porque ellos demudan sus rostros para parecer á los hombres que ayunan; de cierto os digo, que ya tienen su recompensa. Mas tú, cuando ayunes, unge tu cabeza y lava tu rostro, para no parecer á los hombres que ayunas, sino á tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto te recompensará en público.» — Mateo 6:16–18.
Prioridades celestiales y confianza en Dios:
  • «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; mas haceos tesoros en el cielo, donde ni polilla ni orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde estuviere vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.» — Mateo 6:19–21.
  • «La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo fuere sincero, todo tu cuerpo estará lleno de luz; mas si tu ojo fuere maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la lumbre que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?» — Mateo 6:22–23.
  • «Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir á Dios y á las riquezas.» — Mateo 6:24.
  • «Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni allegan en alfolíes; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No sois vosotros mucho mejores que ellas?» — Mateo 6:25–26.
  • «¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir á su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan, ni hilan; mas os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria fué vestido así como uno de ellos.» — Mateo 6:27–29.
  • «Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más á vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: “¿Qué comeremos, o qué beberemos, o con qué nos cubriremos?” Porque los Gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas tenéis necesidad.» — Mateo 6:30–32.
  • «Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta á cada día su propio mal.» — Mateo 6:33–34.
Relaciones con los demás (no juzgar, pedir a Dios, regla de oro):
  • «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzgáis seréis juzgados, y con la medida con que medís, se os volverá a medir.» — Mateo 7:1–2.
  • «¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? ¿O cómo dirás á tu hermano: “Déjame sacar la paja de tu ojo”, y he aquí la viga en el ojo tuyo? ¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano.» — Mateo 7:3–5.
  • «No deis lo santo á los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las huellen con sus pies, y volviéndose os despedacen.» — Mateo 7:6.
  • «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.» — Mateo 7:7–8.
  • «¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pidiere pan, le dará una piedra? ¿Y si le pidiere un pescado, le dará una serpiente? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas á vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas á los que le piden?» — Mateo 7:9–11.
  • «Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.» — Mateo 7:12.
Advertencias finales del sermón:
  • «Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva á la perdición, y muchos son los que entran por ella. Mas estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva á la vida, y pocos son los que la hallan.» — Mateo 7:13–14.
  • «Guardaos de los falsos profetas, que vienen á vosotros con vestidos de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Cójense uvas de los espinos, ó higos de los abrojos? Así, todo buen árbol lleva buenos frutos; mas el árbol maleado lleva malos frutos. No puede el buen árbol llevar malos frutos, ni el árbol maleado llevar frutos buenos. Todo árbol que no lleva buen fruto es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.» — Mateo 7:15–20.
  • «No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, mas el que hiciere la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Y entonces les protestaré: Nunca os conocí; apartaos de mí, obradores de maldad.» — Mateo 7:21–23.
  • «Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé á un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y combatieron aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Y cualquiera que me oye estas palabras, y no las hace, le compararé á un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, e impetieron contra aquella casa; y cayó, y fué grande su ruina.» — Mateo 7:24–27.

Milagros y enseñanzas en Galilea (varios eventos)​

  • A un leproso que le rogó sanidad: «Quiero; sé limpio.» — Lucas 5:13.
  • Instruyendo al leproso sanado: «Mira, no lo digas á nadie; mas ve, muéstrate al sacerdote, y ofrece por tu limpieza, como mandó Moisés, para testimonio á ellos.» — Lucas 5:14.
  • Al centurión de Capernaum que pidió por su criado: «Yo iré y le sanaré.» — Mateo 8:7.
  • Admirando la fe del centurión: «De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe.» — Mateo 8:10.
  • Anuncio profético al elogiar esa fe: «Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham, é Isaac y Jacob en el reino de los cielos; mas los hijos del reino serán echados á las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.» — Mateo 8:11–12.
  • Al centurión, declarando la curación a distancia: «Ve, y como creíste, te sea hecho.» — Mateo 8:13.
  • Calmando la tempestad (a sus discípulos asustados): «¿Por qué teméis, hombres de poca fe?» — Mateo 8:26.
  • Ordenando al viento y al mar: «Calla, enmudece.» — Marcos 4:39.
  • Al demonio en el gadareno poseído: «Sal de este hombre, espíritu inmundo.» — Marcos 5:8.
  • Preguntando al endemoniado: «¿Cómo te llamas?» — Marcos 5:9.
  • Permitiendo a los demonios entrar en los cerdos: «Id.» — Mateo 8:32.
  • Al hombre liberado que quería seguirle: «Vete á tu casa á los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas el Señor ha hecho contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.» — Marcos 5:19.
  • A la mujer que tocó Su manto para sanarse: «Ten ánimo, hija; tu fe te ha salvado.» — Mateo 9:22.
  • Al llegar a la casa de Jairo (ante los que lloraban a la niña muerta): «No lloréis; no está muerta, sino que duerme.» — Lucas 8:52.
  • A la niña de Jairo al resucitarla: «Talitha cumi» (que significa: Muchacha, a ti te digo, levántate). — Marcos 5:41.
  • Multiplicación de panes (mandato a sus discípulos): «Dadles vosotros de comer.» — Mateo 14:16.
  • Caminando sobre el mar (para animarlos): «Tened ánimo; yo soy, no temáis.» — Mateo 14:27.
  • Llamando a Pedro a caminar sobre el agua: «Ven.» — Mateo 14:29.
  • A Pedro, cuando dudó en el agua: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» — Mateo 14:31.
  • Discurso del Pan de Vida (después de alimentar a los 5000): «Yo soy el pan de vida; el que á mí viene, nunca tendrá hambre, y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.» — Juan 6:35.
  • «Todo lo que el Padre me da, vendrá á mí; y al que á mí viene, no le echo fuera.» — Juan 6:37.
  • «Ésta es la voluntad del que me envió: Que todo aquel que ve al Hijo y cree en Él, tenga vida eterna; y Yo le resucitaré en el día postrero.» — Juan 6:40.
  • «Ninguno puede venir á mí, si el Padre que me envió no le trajere; y Yo le resucitaré en el día postrero.» — Juan 6:44.
  • «Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de Él come, no muera.» — Juan 6:48–50.
  • «Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que Yo daré es mi carne, la cual Yo daré por la vida del mundo.» — Juan 6:51.
  • «De cierto, de cierto os digo: Si no comiereis la carne del Hijo del hombre, y bebiereis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y Yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y Yo en él.» — Juan 6:53–56.
  • «El espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha; las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida.» — Juan 6:63.
  • «Pero hay algunos de vosotros que no creen.» — Juan 6:64.
  • (A los Doce, ante las deserciones): «¿Queréis vosotros iros también?» — Juan 6:67.
  • (Tras la confesión de Pedro de que Jesús tiene palabras de vida eterna): «¿No os he escogido Yo á vosotros doce, y uno de vosotros es diablo?» — Juan 6:70.
  • Al elogiar la fe de una mujer cananea: «¡Oh mujer, grande es tu fe! Hágase contigo como quieres.» — Mateo 15:28. (Nota: Jesús dijo esta frase tras la insistencia fiel de la mujer sirofenicia, cuyos ruegos respondió antes diciendo que Él había sido enviado a las ovejas de Israel y comparando el pan de los hijos con las migajas de los perrillos, cf. Mateo 15:24–26.)
  • Sobre tradiciones y pureza (a los fariseos): «Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, cuando dijo: “Este pueblo de labios me honra; mas su corazón lejos está de mí. Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas, mandamientos de hombres.”» — Mateo 15:7–9.
  • Enseñando sobre lo que contamina al hombre: «Oíd, y entended: No lo que entra en la boca contamina al hombre; mas lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.» — Mateo 15:10–11.
  • Explicación a sus discípulos: «Lo que del hombre sale, eso contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, la avaricia, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la blasfemia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.» — Marcos 7:20–23.
  • Confesión de Pedro y promesa (en Cesarea de Filipo): «Y vosotros, ¿quién decís que soy Yo?» — Mateo 16:15. (Pedro respondió: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.”)
  • Respondiendo a Pedro: «Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, mas mi Padre que está en los cielos.» — Mateo 16:17.
  • «Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que ligares en la tierra, será ligado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra, será desatado en los cielos.» — Mateo 16:18–19.
  • Primer anuncio claro de su muerte y resurrección (a sus discípulos): «Es necesario que el Hijo del hombre padezca muchas cosas, y sea desechado de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y sea muerto, y resucite al tercer día.» — Lucas 9:22.
  • Reprensión a Pedro (quien intentó disuadirlo de sufrir): «¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres estorbo, porque no entiendes lo que es de Dios, sino lo que es de los hombres.» — Mateo 16:23.
  • Condiciones del discipulado (a la multitud y discípulos): «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese á sí mismo, y tome su cruz, y sígame.» — Mateo 16:24.
  • «Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.» — Mateo 16:25.
  • «Porque, ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?» — Mateo 16:26.
  • «Porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus ángeles; y entonces pagará á cada uno conforme á sus obras.» — Mateo 16:27.
  • En la transfiguración (solo a Pedro, Jacobo y Juan): «Levantaos, y no temáis.» — Mateo 17:7.
  • Al bajar del monte, ordenando silencio temporal: «No digáis á nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de los muertos.» — Mateo 17:9.
  • Sobre la venida de Elías (Juan el Bautista): «A la verdad, Elías viene primero, y restituirá todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron en él todo lo que quisieron; así también el Hijo del hombre padecerá de ellos.» — Mateo 17:11–12.
  • A los discípulos incapaces de sanar al niño epiléptico: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de sufrir? Traédmelo acá.» — Mateo 17:17.
  • Después de liberar al niño del demonio, explicándoles el motivo de su fracaso: «Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis á este monte: “Pásate de aquí allá”, y se pasará; y nada os será imposible.» — Mateo 17:20. (Nota: Algunos manuscritos añaden: «Pero este género no sale sino con oración y ayuno» en Mateo 17:21.)
  • Segundo anuncio de su muerte (en Galilea): «El Hijo del hombre será entregado en manos de hombres; y le matarán, mas al tercer día resucitará.» — Mateo 17:22–23.
  • Acerca del impuesto del templo (a Pedro): «¿Qué te parece, Simón? ¿Los reyes de la tierra, de quién cobran los tributos ó el censo? ¿de sus hijos, ó de los extraños?» — Mateo 17:25. (Pedro respondió: “De los extraños.”)
  • Jesús le dijo: «Luego los hijos están francos (exentos). Mas para no escandalizarlos, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que viniere, tómalo; y abierta su boca, hallarás un estatero: tómalo, y dáselo por Mí y por ti.» — Mateo 17:26–27.

Camino hacia Jerusalén (enseñanzas y parábolas)​

Humildad, perdón y discipulado​

  • Sobre la humildad de un niño (a los discípulos): «De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Así que, cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el reino de los cielos.» — Mateo 18:3–4.
  • «Y el que recibiere á un niño como este en Mi nombre, á Mí me recibe.» — Mateo 18:5.
  • Advertencia de tropiezo: «Y al que escandalizare a alguno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino, y que fuese anegado en lo profundo del mar.» — Mateo 18:6.
  • Parábola de la oveja perdida: «¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve, y va por los montes a buscar la que se había descarriado? Y si aconteciere que la halla, de cierto os digo que se regocija más por aquella, que por las noventa y nueve que no se descarriaron. Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos, que se pierda uno de estos pequeñitos.» — Mateo 18:12–14.
  • Cómo corregir a un hermano que peca: «Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve y redargúyelo entre ti y él solo; si te oyere, has ganado á tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo á uno ó dos, para que en boca de dos ó tres testigos conste toda palabra. Y si no los oyere á ellos, dilo á la iglesia; y si no oyere á la iglesia, tenle por gentil y publicano.» — Mateo 18:15–17.
  • Promesa de autoridad e importancia de la unidad en oración: «De cierto os digo que todo lo que ligareis en la tierra, será ligado en el cielo; y todo lo que desatareis en la tierra, será desatado en el cielo. Además os digo, que si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos ó tres congregados en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.» — Mateo 18:18–20.
  • Sobre el perdón ilimitado (a Pedro que preguntó cuántas veces perdonar): «No te digo hasta siete, mas aun hasta setenta veces siete.» — Mateo 18:22.
  • Parábola del siervo malvado (que no perdonó): «Por lo cual, el reino de los cielos es semejante á un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos... (Jesús relata cómo un siervo que debía muchísimo fue perdonado por su señor, pero luego él no perdonó una pequeña deuda a su compañero, por lo que el señor, al enterarse, revocó el perdón y lo castigó). ... ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve misericordia de ti?» — Mateo 18:23–33.
  • Conclusión sobre el perdón: «Y enojado su señor, le entregó á los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía. Así también Mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonareis de corazón cada uno a su hermano sus ofensas.» — Mateo 18:34–35.
  • A Marta, afanada con los quehaceres mientras María escuchaba: «Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero una sola cosa es necesaria; y María escogió la buena parte, la cual no le será quitada.» — Lucas 10:41–42.
  • Parábola del buen samaritano (en respuesta a “¿Quién es mi prójimo?”): «Un hombre descendía de Jerusalem a Jericó, y cayó en manos de ladrones... (Jesús narra cómo un sacerdote y un levita pasaron de largo ante el hombre herido, pero un samaritano se detuvo a ayudarlo con compasión.) ... ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?» (El intérprete de la ley respondió: “El que tuvo misericordia de él.”) «Ve, y haz tú lo mismo.» — Lucas 10:30–37.
  • Sobre la insistencia en la oración (parábola del amigo persistente): «¿Quién de vosotros que tenga un amigo, irá á él á medianoche y le dirá: “Amigo, préstame tres panes, pues un amigo mío ha venido de viaje, y no tengo qué ponerle delante”; y aquél respondiendo desde dentro dijere: “No me seas molesto; la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos”? Os digo que, aunque no se levante á dárselos por ser su amigo, ciertamente por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.» — Lucas 11:5–8. (Jesús enseña así la importancia de orar con persistencia.)
  • Invitación tierna a los cargados: «Venid á mí todos los que estáis trabajados y cargados, que Yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.» — Mateo 11:28–30.
  • Reproche a las ciudades impenitentes (Galilea): «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido. Por tanto, os digo, a Tiro y á Sidón será más tolerable el castigo en el día del juicio, que a vosotras. Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta hoy. Mas os digo, que el día del juicio será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.» — Mateo 11:21–24.
  • Respuesta a los mensajeros de Juan el Bautista: «Id, y haced saber á Juan las cosas que oís y veis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y á los pobres es anunciado el evangelio. Y bienaventurado es el que no fuere escandalizado en Mí.» — Mateo 11:4–6 (cf. Lucas 7:22–23).
  • Elogio de Juan el Bautista ante la multitud: «¿Qué salisteis á ver al desierto? ¿una caña que es agitada del viento? Mas ¿qué salisteis á ver? ¿un hombre cubierto de vestidos delicados? He aquí, los que traen vestidos delicados, en las casas de los reyes están. ¿Pues qué salisteis a ver? ¿un profeta? También os digo, y más que profeta. Porque éste es de quien está escrito: “He aquí, Yo envío mi mensajero delante de Tu faz, Que apareje Tu camino delante de Ti.” De cierto os digo, que no se levantó entre los que nacen de mujeres otro mayor que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.» — Mateo 11:7–11.
  • (Sobre la respuesta violenta al reino de Dios): «Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Porque todos los profetas y la ley hasta Juan profetizaron. Y si queréis recibirlo, él es aquel Elías que había de venir. El que tiene oídos para oir, oiga.» — Mateo 11:12–15.
  • ¿A qué comparar esta generación? «Mas, ¿á quién compararé esta generación? Es semejante á los muchachos que se sientan en las plazas, y dan voces á sus compañeros, y dicen: “Os tocamos flauta, y no bailasteis; os endechamos, y no lamentasteis.” Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: “Demonio tiene.” Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: “He aquí un hombre comilón, y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.” Mas la sabiduría es justificada por sus hijos.» — Mateo 11:16–19.
  • Sobre el significado del discipulado (duras exigencias): «El que ama á padre o madre más que a Mí, no es digno de Mí; el que ama á hijo o hija más que a Mí, no es digno de Mí.» — Mateo 10:37.
  • «Y el que no toma su cruz y sigue en pos de Mí, no es digno de Mí.» — Mateo 10:38.
  • «El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de Mí, la hallará.» — Mateo 10:39.

Enseñanzas sobre la riqueza, la oración y la salvación​

  • Parábola del rico insensato: «La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí... (Jesús cuenta que el rico planeaba derribar sus graneros para guardar toda su cosecha y vivir descansadamente muchos años). Pero Dios le dijo: “Necio, esta noche vuelven a pedir tu alma; y lo que has prevenido, ¿de quién será?” Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.» — Lucas 12:16–21.
  • Llamado al arrepentimiento a raíz de tragedias: «¿Pensáis que esos Galileos, porque padecieron tales cosas, eran más pecadores que todos los Galileos? No, os digo; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.» — Lucas 13:2–3.
  • «¿O aquellos dieciocho sobre los cuales cayó la torre en Siloé, y los mató, pensáis que eran más deudores que todos los hombres que habitan en Jerusalem? No, os digo; antes si no os arrepentís, todos pereceréis asimismo.» — Lucas 13:4–5.
  • Parábola de la higuera estéril: «Tenía uno una higuera plantada en su viña, y vino á buscar fruto en ella, y no halló. Y dijo al viñero: “He aquí, tres años ha que vengo á buscar fruto en esta higuera, y no lo hallo; córtala; ¿para qué inutiliza también la tierra?” Él entonces respondiendo, le dijo: “Señor, déjala todavía este año, hasta que yo la cave y la estercole. Y si hiciere fruto, bien; y si no, la cortarás después.”» — Lucas 13:6–9.
  • Sanando a la mujer encorvada en sábado: «Mujer, eres libre de tu enfermedad.» — Lucas 13:12.
  • Respondiendo a la crítica del principal de la sinagoga: «Hipócrita, ¿cada uno de vosotros no desata en sábado su buey ó su asno del pesebre, y lo lleva á beber? ¿Y a ésta, que es hija de Abraham, a quien Satanás había ligado he aquí dieciocho años, no se le debía desatar de esta ligadura en día de sábado?» — Lucas 13:15–16.
  • Humildad y honra (enseñanza al notar cómo escogían los primeros asientos): «Cuando fueres convidado por alguno a bodas, no te sientes en el primer lugar, no sea que otro más honrado que tú esté convidado por él... Mas cuando fueres convidado, ve y siéntate en el postrer lugar... porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla, será enaltecido.» — Lucas 14:8–11.
  • Parábola de la gran cena (invitación rechazada): «Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos... (Jesús narra que los invitados comenzaron a excusarse: uno por su campo, otro por sus bueyes, otro por casamiento.) ... Dijo el señor al siervo: “Sal pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos.” ... Y dijo el siervo: “Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar.” Y dijo el señor al siervo: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos á entrar, para que se llene mi casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.”» — Lucas 14:16–24.
  • El alto costo de ser discípulo: «Si alguno viene á Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser Mi discípulo.» — Lucas 14:26.
  • «Y el que no trae su cruz, y viene en pos de Mí, no puede ser Mi discípulo.» — Lucas 14:27.
  • (Jesús ilustra con el ejemplo de calcular antes de edificar una torre y de un rey que evalúa si puede enfrentar a otro con menor ejército.)
  • «Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia á todas las cosas que posee, no puede ser Mi discípulo.» — Lucas 14:33.
  • Parábola de la oveja perdida (otra vez en contexto diferente): «¿Qué hombre de vosotros, teniendo cien ovejas, si perdiere una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto, y va tras la que se perdió, hasta que la halle? Y cuando la halla, la pone sobre sus hombros gozoso; y llegando á casa, reúne a sus amigos y vecinos, diciéndoles: “Gozaos conmigo, porque he hallado mi oveja que se había perdido.” Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento.» — Lucas 15:4–7.
  • Parábola de la moneda perdida: «¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende el candelero, y barre la casa, y busca con diligencia hasta hallarla? Y cuando la hubiere hallado, junta sus amigas y vecinas, diciendo: “Gozaos conmigo, porque he hallado la dracma que había perdido.” Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.» — Lucas 15:8–10.
  • Parábola del hijo pródigo: «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo á su padre: “Padre, dame la parte de la hacienda que me corresponde.” Y les repartió la hacienda... (Jesús relata cómo el hijo menor malgastó todo en tierra lejana, terminó cuidando cerdos y deseando comer algarrobas; entonces recapacitó y decidió volver arrepentido a su padre como jornalero. El padre lo vio de lejos, corrió y lo abrazó con compasión, ordenó vestirlo con la mejor ropa, anillo y sandalias, y hacer fiesta porque su hijo había regresado.) ... Porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. (Entretanto, el hijo mayor se enojó por la fiesta dada al pródigo; su padre salió a rogarle que entrara.) ... Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.» — Lucas 15:11–32.
  • Parábola del mayordomo infiel (astuto): «Había un hombre rico, que tenía un mayordomo; y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes... (Jesús cuenta que el mayordomo, al ser despedido, astutamente perdonó parte de las deudas de los deudores de su señor para ganarse su favor. El señor elogió la sagacidad del mayordomo —no su injusticia—.) ... Y alabó el señor al mayordomo malo por haber hecho sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en su generación que los hijos de luz. Y Yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas injustas, para que cuando éstas falten, os reciban en las moradas eternas.» — Lucas 16:1–9.
  • Fidelidad en lo poco: «El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto.» — Lucas 16:10.
  • «Si en las malas riquezas no fuisteis fieles, ¿quién os confiará lo verdadero? Y si en lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?» — Lucas 16:11–12.
  • «Ningún siervo puede servir á dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se allegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir á Dios y á las riquezas.» — Lucas 16:13. (Repetido en esencia de Mateo 6:24.)
  • Sobre la ley y el reino (ante fariseos burladores): «Vosotros sois los que os justificáis á vosotros mismos delante de los hombres; mas Dios conoce vuestros corazones; porque lo que los hombres tienen por sublime, delante de Dios es abominación. La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él.» — Lucas 16:15–16.
  • Sobre el divorcio (resumen): «Cualquiera que repudia á su mujer y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada del marido, adultera.» — Lucas 16:18. (Ya enseñado en Mateo 5:32.)
  • Parábola del rico y Lázaro: «Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez. Y había también un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas... (Jesús describe cómo el mendigo murió y fue llevado al “seno de Abraham”, mientras el rico murió y fue al Hades en tormentos. El rico clamó por alivio y luego porque Lázaro fuera enviado a advertir a sus hermanos, pero se le respondió que tienen a Moisés y los profetas.) ... Abraham le dijo: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro males; mas ahora éste es consolado aquí, y tú atormentado. Y además de todo esto, una grande sima está constituida entre nosotros y vosotros, que los que quisieren pasar de aquí á vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá.” ... Si no oyen á Moisés y á los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos.» — Lucas 16:19–31.
  • Instrucciones sobre perdonar repetidamente: «Mirad por vosotros mismos: Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale. Y si siete veces al día pecare contra ti, y siete veces al día volviere á ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónale.» — Lucas 17:3–4.
  • Sobre la fe como un grano de mostaza (a los apóstoles que pidieron más fe): «Si tuviereis fe como un grano de mostaza, diríais á este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería.» — Lucas 17:6.
  • Parábola del siervo inútil (humildad en el servicio): «¿Quién de vosotros, teniendo un siervo que ara ó apacienta ganado, al volver él del campo, luego le dice: “Pasa, siéntate á la mesa”? ... ¿Da gracias al siervo porque hizo lo que le había sido mandado? Pienso que no. Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer hicimos.”» — Lucas 17:7–10.
  • A los diez leprosos (antes de sanarlos): «Id, mostraos á los sacerdotes.» — Lucas 17:14.
  • Al único leproso samaritano que volvió a dar gracias: «¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están? ¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?» — Lucas 17:17–18.
  • «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.» — Lucas 17:19.
  • Sobre el reino de Dios en medio de ellos (a los fariseos): «El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: “Helo aquí, ó helo allí”; porque he aquí que el reino de Dios está entre vosotros.» — Lucas 17:20–21.
  • Parábola de la viuda persistente (importunidad en la oración): «Había en una ciudad un juez, que ni temía á Dios, ni respetaba á hombre. Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: “Hazme justicia de mi adversario.” ... Y el juez injusto dijo: “Aunque ni temo a Dios, ni respeto a hombre, sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia...” ¿Y Dios no hará justicia á Sus escogidos, que claman á Él día y noche, aunque sea longánime acerca de ellos? Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?» — Lucas 18:2–8.
  • Parábola del fariseo y el publicano (sobre la humildad): «Dos hombres subieron al templo á orar: el uno fariseo, y el otro publicano... (Jesús describe la oración orgullosa del fariseo y la humilde del publicano que se golpeaba el pecho diciendo: “Dios, sé propicio a mí, pecador.”) ... Os digo que éste (el publicano) descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.» — Lucas 18:10–14.
  • Bendiciendo a los niños: «Dejad á los niños venir á Mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.» — Lucas 18:16.
  • «De cierto os digo, el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.» — Lucas 18:17.
  • Al joven rico (primero corrigiendo su concepto de bondad): «¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino sólo Dios.» — Lucas 18:19.
  • (Jesús le recuerda los mandamientos; el joven afirma haberlos guardado.)
  • Confrontando al joven rico: «Aún te falta una cosa: vende todo lo que tienes, y repártelo á los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme.» — Lucas 18:22.
  • (El joven se entristeció por su riqueza.)
  • Jesús, mirándole, dijo a Sus discípulos: «¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! Porque es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.» — Lucas 18:24–25.
  • (Ellos se asombraron: “¿Quién, pues, podrá ser salvo?”)
  • Jesús, respondiendo: «Lo que es imposible para con los hombres, posible es para Dios.» — Lucas 18:27.
  • Recompensa por dejar todo por Él: «De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, padres, hermanos, mujer, ó hijos por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.» — Lucas 18:29–30.
  • Sanando al ciego Bartimeo cerca de Jericó: «¿Qué quieres que te haga?» (El ciego respondió: “Señor, que reciba la vista.”)Lucas 18:41.
  • Concediéndole la vista: «Recíbela, tu fe te ha salvado.» — Lucas 18:42.
  • A Zaqueo, subido en un árbol para verlo: «Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.» — Lucas 19:5.
  • (Después de que Zaqueo lo recibió con gozo y prometió restituir a los que defraudó.)
  • Declarando la salvación en casa de Zaqueo: «Hoy ha venido la salvación á esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del hombre vino á buscar y á salvar lo que se había perdido.» — Lucas 19:9–10.
  • Parábola de las minas (mientras estaban oyendo estas cosas): (Jesús contó de un hombre noble que fue a recibir un reino y volver, dando a sus siervos una mina cada uno; algunos negociaron y duplicaron, otro la escondió. Al volver, el señor recompensó a los fieles y castigó al negligente.) «Buen siervo, pues por cuanto en lo poco has sido fiel, tendrás potestad sobre diez ciudades... Al que tiene, se le dará; mas al que no tiene, aun lo que tiene se le quitará.» — Lucas 19:17–26. (Nota: Jesús relató esta parábola justo antes de entrar en Jerusalén; es similar a la parábola de los talentos en Mateo 25:14–30, la cual se incluye más adelante.)

Semana final en Jerusalén​

Entrada triunfal, purificación del templo y enseñanzas en el templo​

  • Entrada triunfal (cuando los fariseos le piden que silencie a la multitud): «Os digo que si éstos callaran, las piedras clamarían.» — Lucas 19:40.
  • Lamento sobre Jerusalén (al acercarse y verla): «¡Oh si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que es para tu paz! Mas ahora está encubierto de tus ojos. Porque vendrán días sobre ti, en que tus enemigos te cercarán con vallado... y te derribarán... por cuanto no conociste el tiempo de tu visitación.» — Lucas 19:42–44.
  • (Otro lamento, dicha días después en el templo): «¡Jerusalén, Jerusalén, que matas á los profetas, y apedreas á los que te son enviados! ¿Cuántas veces quise juntar á tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de sus alas, y no quisiste? He aquí vuestra casa os es dejada desierta. Porque os digo, que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.» — Mateo 23:37–39.
  • Segunda purificación del templo (expulsando a los comerciantes): «Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros cueva de ladrones la habéis hecho.» — Mateo 21:13 (cf. Lucas 19:46).
  • Maldición de la higuera estéril (simbolismo de juicio): «Nunca jamás coma nadie fruto de ti.» — Marcos 11:14.
  • (Al día siguiente, viendo la higuera seca y ante la maravilla de los discípulos, Jesús les dijo:) «Tened fe en Dios. Porque de cierto os digo, que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.» — Marcos 11:22–23.
  • «Por tanto, os digo que todo lo que orando pidiereis, creed que lo recibiréis, y os vendrá.» — Marcos 11:24.
  • «Y cuando estuviereis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone á vosotros vuestras ofensas.» — Marcos 11:25.
  • Cuestión de autoridad (pregunta a los principales sacerdotes): «Yo también os preguntaré una cosa; la cual si me dijereis, también yo os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan,¿de dónde era? ¿del cielo, ó de los hombres?» — Mateo 21:24–25. (Ellos no quisieron responder sinceramente, por lo que Jesús replicó:)
  • «Tampoco Yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.» — Mateo 21:27.
  • Parábola de los dos hijos (obediencia verdadera): «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero, le dijo: “Hijo, ve hoy á trabajar en mi viña.” Y respondiendo él, dijo: “No quiero”; mas después, arrepentido, fue. Y llegando al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: “Voy, señor”; y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre?» (Ellos dijeron: “El primero.”) «De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios. Porque vino á vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; y los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.» — Mateo 21:28–32.
  • Parábola de los labradores malvados: «Había un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la arrendó á unos labradores, y se fué lejos. Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos á los labradores, para que recibiesen sus frutos. Mas los labradores, tomando á los siervos, a uno golpearon, a otro mataron, y a otro apedrearon. Envió de nuevo otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera. Finalmente les envió su hijo, diciendo: “Tendrán respeto a mi hijo.” Mas los labradores, cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: “Este es el heredero; venid, matémosle, y poseamos su heredad.” Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron. Cuando venga, pues, el señor de la viña, ¿qué hará á aquellos labradores?» (Ellos respondieron: “A los malos destruirá miserablemente, y arrendará su viña a otros labradores que le paguen los frutos a su tiempo.”)
  • Aplicación de Jesús (cita de Salmo 118:22–23): «¿Nunca leísteis en las Escrituras: “La piedra que desecharon los edificadores, Ha venido a ser cabeza del ángulo. Por el Señor es hecho esto, Y es cosa maravillosa en nuestros ojos”? Por tanto os digo, que el reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado á gente que haga los frutos de él. Y el que cayere sobre esta piedra, será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.» — Mateo 21:33–44.
  • Parábola de la fiesta de bodas del hijo del rey: «El reino de los cielos es semejante á un rey que hizo fiestas de bodas á su hijo; y envió sus siervos a llamar los convidados a las bodas; mas no quisieron venir... (Jesús relata cómo los invitados despreciaron la invitación e incluso mataron a los mensajeros; el rey entonces destruyó a esos homicidas y abrió la invitación a cualquiera en los caminos. La sala se llenó, pero el rey encontró a uno sin el atuendo apropiado.) ... Y le dijo: “Amigo, ¿cómo entraste aquí, no teniendo vestido de boda?” Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo á los que servían: “Atadle de pies y de manos, y tomadle, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.” Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.» — Mateo 22:2–14.
  • Sobre el tributo al César (respondiendo malicia de fariseos y herodianos): «¿Por qué me tentáis, hipócritas? Mostradme la moneda del tributo.» — Mateo 22:18–19. (Le mostraron un denario.)
  • «¿De quién es esta imagen, y la inscripción?» (Contestaron: “De César.”)
  • «Dad, pues, á César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.» — Mateo 22:20–21.
  • Pregunta sobre la resurrección (caso de la mujer con siete maridos): «Erráis ignorando las Escrituras y el poder de Dios. Porque en la resurrección ni se casan ni se dan en casamiento, sino son como los ángeles de Dios en el cielo.» — Mateo 22:29–30.
  • «Y de la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os es dicho por Dios, que dice: “Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob”? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.» — Mateo 22:31–32.
  • El gran mandamiento de la ley (a un intérprete): «“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.” Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: “Amarás á tu prójimo como á ti mismo.” De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas.» — Mateo 22:37–40.
  • Pregunta de Jesús sobre el Cristo, hijo y Señor de David: «¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo?» (Ellos dijeron: “De David.”)
  • «Pues ¿cómo David en Espíritu le llama Señor, diciendo: “Dijo el Señor á mi Señor: Siéntate á mi diestra, Hasta que ponga á tus enemigos por estrado de tus pies”? Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?» — Mateo 22:42–45. (No pudieron responderle nada.)

Las siete “¡Ay!” contra los escribas y fariseos (Mateo 23)​

  • «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; que ni entráis vosotros, ni á los que están entrando dejáis entrar.» — Mateo 23:13.
  • «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto hacéis largas oraciones; por esto llevaréis mayor condenación.» — Mateo 23:14.
  • «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito; y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.» — Mateo 23:15.
  • «¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: “Quien jurare por el templo, no es nada; mas quien jurare por el oro del templo, es deudor.” ¡Insensatos y ciegos! Porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? Y: “El que jurare por el altar, no es nada; mas el que jurare por la ofrenda que está sobre él, deudor es.” ¡Necios y ciegos! Porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda? Pues el que jurare por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él; y el que jurare por el templo, jura por él, y por Aquél que lo habita; y el que jurare por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquél que está sentado sobre él.» — Mateo 23:16–22.
  • «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta, y el eneldo, y el comino, y dejasteis lo que es más importante de la ley: la justicia, la misericordia, y la fe; esto era necesario hacer, y no dejar lo otro. ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, mas tragáis el camello!» — Mateo 23:23–24.
  • «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, mas por dentro están llenos de robo y de injusticia. ¡Fariseo ciego! limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.» — Mateo 23:25–26.
  • «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque sois semejantes á sepulcros blanqueados, que por fuera, á la verdad, se muestran hermosos, mas de dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros por fuera, á la verdad, os mostráis justos á los hombres, mas por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.» — Mateo 23:27–28.
  • «¡Ay de vosotros, escribas y Fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: “Si fuéramos en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas.” Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron á los profetas. ¡Vosotros también llenad la medida de vuestros padres! ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?» — Mateo 23:29–33.
(Tras pronunciar estos “ayes”, Jesús lamentó sobre Jerusalén, ya citado arriba en Mateo 23:37–39.)

Discurso profético (Monte de los Olivos)​

  • Profecía sobre la destrucción del Templo: «¿Veis todo esto? De cierto os digo, No quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea destruida.» — Mateo 24:2.
  • Inicio de las señales del fin: «Mirad que nadie os engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: “Yo soy el Cristo”; y á muchos engañarán. Y oiréis de guerras, y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es menester que todo esto acontezca; mas aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestilencias, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todas estas cosas, principio de dolores.» — Mateo 24:4–8.
  • «Entonces os entregarán para ser afligidos, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las gentes por causa de mi nombre. Muchos entonces tropezarán, y se entregarán unos á otros, y unos á otros se aborrecerán. Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán á muchos. Y por haberse multiplicado la maldad, la caridad de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, por testimonio á todos los gentiles; y entonces vendrá el fin.» — Mateo 24:9–14.
  • La gran tribulación y la abominación desoladora: «Por tanto, cuando viereis en el lugar santo la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea, huyan á los montes. Y el que sobre el terrado, no descienda para tomar algo de su casa; y el que en el campo, no vuelva atrás á tomar su capa. Mas ay de las preñadas, y de las que crían en aquellos días! Orad, pues, que vuestra huída no sea en invierno ni en sábado; porque habrá entonces grande aflicción, cual no fué desde el principio del mundo hasta ahora, ni será. Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.» — Mateo 24:15–22.
  • Advertencia sobre falsos cristos y señales engañosas: «Entonces si alguno os dijere: “He aquí está el Cristo, ó allí”, no lo creáis. Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y darán señales grandes y prodigios, de tal manera que engañarán, si es posible, aun á los escogidos. Ya os lo he dicho antes. Así que, si os dijeren: “He aquí está en el desierto”, no salgáis; “He aquí en los aposentos”, no lo creáis. Porque como el relámpago que sale del oriente, y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del hombre.» — Mateo 24:23–27.
  • Señales cósmicas y segunda venida: «Y luego después de la aflicción de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces aparecerá la señal del Hijo del hombre en el cielo; y entonces lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria. Y enviará Sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán sus escogidos de los cuatro vientos, desde un cabo del cielo hasta el otro.» — Mateo 24:29–31.
  • Parábola de la higuera (estar atentos a las señales): «De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros, cuando viereis todas estas cosas, sabed que está cercano, á las puertas. De cierto os digo, que no pasará esta generación, que todas estas cosas no acontezcan. El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.» — Mateo 24:32–35.
  • Nadie sabe el día ni la hora: «Mas del día y hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino Mi Padre solo.» — Mateo 24:36.
  • «Mas como los días de Noé, así será la venida del Hijo del hombre. Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca, y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos, así será también la venida del Hijo del hombre.» — Mateo 24:37–39.
  • «Entonces estarán dos en el campo: el uno será tomado, y el otro será dejado; dos mujeres moliendo á un molinillo: la una será tomada, y la otra será dejada. Velad pues, porque no sabéis á qué hora ha de venir vuestro Señor.» — Mateo 24:40–42.
  • «Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese á qué hora el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa. Por tanto, estad también vosotros apercibidos; porque el Hijo del hombre ha de venir á la hora que no pensáis.» — Mateo 24:43–44.
  • Parábola del siervo fiel e infiel: «¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su familia, para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá. Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: “Mi señor tarda en venir”; y comenzare á golpear á sus consiervos, y aun á comer y á beber con los borrachos, vendrá el señor de aquel siervo en día que éste no espera, y á la hora que no sabe, y le cortará por medio, y pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes.» — Mateo 24:45–51.
  • Parábola de las diez vírgenes (preparación vigilante): «Entonces el reino de los cielos será semejante á diez vírgenes, que tomando sus lámparas, salieron á recibir al esposo. Cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas... (Jesús describe cómo las insensatas, sin aceite, se quedaron fuera cuando llegó el esposo, mientras las prudentes que estaban preparadas entraron con él a las bodas.) ... Más tarde vinieron también las otras vírgenes, diciendo: “¡Señor, Señor, ábrenos!” Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo, que no os conozco. Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del hombre ha de venir.» — Mateo 25:1–13.
  • Parábola de los talentos (fidelidad en lo encomendado): «Porque el reino de los cielos es como un hombre que partiendo lejos, llamó á sus siervos, y entrególes sus bienes. A uno dio cinco talentos, y á otro dos, y á otro uno, a cada uno conforme á su capacidad; y luego se partió lejos... (Jesús relata que los siervos que recibieron cinco y dos talentos negociaron y duplicaron la inversión de su señor, mientras el que recibió uno lo escondió sin producir nada. A su regreso, el señor elogió y recompensó a los siervos fieles y reprendió al siervo negligente.) ... “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.” ... “Siervo malo y negligente” ... “Al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.”» — Mateo 25:14–30. (Citas textuales: vers. 21, 26, 30.)
  • Juicio de las naciones (parábola del Pastor separando ovejas de cabritos): «Cuando el Hijo del hombre venga en Su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará sobre el trono de Su gloria, y serán reunidas delante de Él todas las naciones; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. Y pondrá las ovejas á Su derecha, y los cabritos á la izquierda. Entonces el Rey dirá á los de Su derecha: “Venid, benditos de Mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fuí forastero, y me recogisteis; desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis á Mí.” ... Y respondiendo el Rey, les dirá: “De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis á uno de estos mis hermanos más pequeños, á Mí lo hicisteis.”» — Mateo 25:31–36, 40.
  • «Entonces dirá también á los de la izquierda: “Apartaos de Mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.” ... Entonces les responderá, diciendo: “De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis á uno de estos más pequeños, tampoco á Mí lo hicisteis.” E irán éstos al castigo eterno, y los justos á la vida eterna.» — Mateo 25:41–45, 46.

La Última Cena y Getsemaní​

Última Cena (celebración de Pascua con sus discípulos)​

  • Al iniciar la cena de Pascua con los apóstoles: «En gran manera he deseado comer con vosotros esta Pascua antes que padezca; porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios.» — Lucas 22:15–16.
  • Al anunciar que uno le va a traicionar: «De cierto os digo, que uno de vosotros me ha de entregar.» — Mateo 26:21.
  • (Ante la pregunta “¿Soy yo, Señor?”) «El que mete la mano conmigo en el plato, ése me ha de entregar. A la verdad el Hijo del hombre va, como está escrito de Él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del hombre es entregado! bueno le fuera a ese hombre no haber nacido.» — Mateo 26:23–24.
  • (Judas preguntó: “¿Soy yo, Maestro?”) «Tú lo has dicho.» — Mateo 26:25.
  • Institución de la Cena del Señor: «Tomad, comed; esto es Mi cuerpo.» — Mateo 26:26.
  • «Bebed de ella todos; porque esto es Mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados.» — Mateo 26:27–28.
  • «Esto haced en memoria de Mí.» — Lucas 22:19. (Mandato al partir el pan y beber la copa.)
  • Instruyendo en el servicio humilde (tras lavarles los pies): «¿Sabéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro, y Señor; y decís bien; porque lo soy. Pues si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos á los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como Yo os he hecho, vosotros también hagáis.» — Juan 13:12–15.
  • «De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis.» — Juan 13:16–17.
  • Nuevo mandamiento (tras la salida de Judas): «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos á otros; que como Yo os he amado, así también os améis unos á otros. En esto conocerán todos que sois Mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.» — Juan 13:34–35.
  • Predicción de la negación de Pedro: «¿Tu vida pondrás por Mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que Me hayas negado tres veces.» — Juan 13:38.

Discurso de despedida (Juan 14–16, en el aposento alto)​

  • «No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí. En la casa de Mi Padre muchas moradas hay; de otra manera os lo hubiera dicho; voy, pues, á preparar lugar para vosotros. Y si me fuere, y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré á Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis. Y sabéis á dónde Yo voy, y sabéis el camino.» — Juan 14:1–4.
  • (Tomás dijo: “No sabemos adónde vas.”)
  • «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí.» — Juan 14:6.
  • (Felipe pidió: “Muéstranos el Padre.”)
  • «¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? El que me ha visto á Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: “Muéstranos el Padre”? ¿No crees que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo de Mí mismo, sino que el Padre que mora en Mí, Él hace las obras. Creedme que Yo soy en el Padre, y el Padre en Mí; de otra manera, creedme por las mismas obras.» — Juan 14:9–11.
  • «De cierto, de cierto os digo: El que en Mí cree, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque Yo voy al Padre. Y todo lo que pidiereis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pidiereis en Mi nombre, Yo lo haré.» — Juan 14:12–14.
  • «Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; mas vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.» — Juan 14:15–17.
  • «No os dejaré huérfanos; vendré á vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque Yo vivo, y vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros.» — Juan 14:18–20.
  • «El que tiene Mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado de Mi Padre, y Yo le amaré, y Me manifestaré á él.» — Juan 14:21.
  • (Judas Tadeo pregunta por qué se manifestará a ellos y no al mundo.)
  • «El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre le amará, y vendremos á él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.» — Juan 14:23–24.
  • «Os he dicho estas cosas estando con vosotros. Mas el Consolador, el Espíritu Santo, al cual el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.» — Juan 14:25–26.
  • «La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.» — Juan 14:27.
  • «Habéis oído que Yo os he dicho: “Voy, y vengo á vosotros.” Si me amaseis, os habríais regocijado, porque he dicho que voy al Padre; porque el Padre mayor es que Yo. Y ahora os lo he dicho antes que suceda, para que cuando sucediere, creáis.» — Juan 14:28–29.
  • «No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, mas no tiene nada en Mí. Empero, para que conozca el mundo que amo al Padre, y como el Padre me dio mandamiento, así hago. Levantaos, vamos de aquí.» — Juan 14:30–31.
  • La vid y los pámpanos (alegoría de la unión con Cristo): «Yo soy la vid verdadera, y Mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en Mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí, y Yo en él, éste lleva mucho fruto; porque sin Mí nada podéis hacer. El que en Mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Si permaneciereis en Mí, y Mis palabras permanecieren en vosotros, pedid todo lo que quisiereis, y os será hecho. En esto es glorificado Mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así Mis discípulos.» — Juan 15:1–8.
  • «Como el Padre me amó, también Yo os he amado; permaneced en Mi amor. Si guardareis Mis mandamientos, permaneceréis en Mi amor; como también Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre, y permanezco en Su amor. Estas cosas os he hablado, para que Mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.» — Juan 15:9–11.
  • «Este es Mi mandamiento: Que os améis unos á otros, como Yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que éste, que ponga alguno su vida por sus amigos. Vosotros sois Mis amigos, si hacéis las cosas que Yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; mas os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de Mi Padre, os las he hecho saber.» — Juan 15:12–15.
  • «No me elegisteis vosotros á Mí, mas Yo os elegí á vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en Mi nombre, Él os lo dé. Esto os mando: Que os améis unos á otros.» — Juan 15:16–17.
  • «Si el mundo os aborrece, sabed que á Mí me aborreció antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; mas porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece. Acordaos de la palabra que Yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado Mi palabra, también guardarán la vuestra. Mas todo esto os harán por causa de Mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado.» — Juan 15:18–21.
  • «Si Yo no hubiera venido, ni les hubiera hablado, no tendrían pecado; mas ahora no tienen excusa por su pecado. El que me aborrece a Mí, también a Mi Padre aborrece. Si Yo no hubiera hecho entre ellos obras que ningún otro ha hecho, no tendrían pecado; pero ahora han visto y me han aborrecido a Mí y a Mi Padre.» — Juan 15:22–24.
  • «Mas cuando viniere el Consolador, que Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros daréis testimonio también, porque estáis conmigo desde el principio.» — Juan 15:26–27.
  • «Estas cosas os he hablado, para que no tengáis tropiezo. Os echarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios. Y esto os harán, porque no conocen al Padre ni a Mí. Mas os he dicho estas cosas, para que cuando venga la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho.» — Juan 16:1–4.
  • «Ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: “¿A dónde vas?” Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Empero Yo os digo la verdad: Os conviene que Yo me vaya; porque si Yo no me fuere, el Consolador no vendrá a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré.» — Juan 16:5–7.
  • «Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia, y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en Mí; y de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es juzgado.» — Juan 16:8–11.
  • «Aún tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar. Pero cuando viniere aquel Espíritu de verdad, Él os guiará á toda la verdad; porque no hablará de Sí mismo, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que han de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo Mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre, mío es; por eso dije que tomará de lo Mío, y os lo hará saber.» — Juan 16:12–15.
  • «Un poquito, y no me veréis; y de nuevo un poquito, y me veréis; porque Yo voy al Padre.» — Juan 16:16.
  • (Los discípulos se preguntaban qué significaba “un poquito”.)
  • «De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; mas aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando pare, tiene dolor, porque es venida su hora; mas después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros, ahora tenéis tristeza; mas otra vez os veré, y se gozará vuestro corazón, y vuestra alegría nadie os la quitará.» — Juan 16:20–22.
  • «Y en aquel día no me preguntaréis nada. De cierto, de cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en Mi nombre, os lo dará. Hasta ahora nada habéis pedido en Mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.» — Juan 16:23–24.
  • «Estas cosas os he hablado en alegorías; la hora viene cuando ya no os hablaré por alegorías, sino que claramente os anunciaré del Padre. Aquel día pediréis en Mi nombre; y no os digo que Yo rogaré al Padre por vosotros, pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me amasteis, y habéis creído que Yo salí de Dios. Salí del Padre, y he venido al mundo; otra vez dejo el mundo, y voy al Padre.» — Juan 16:25–28.
  • (Los discípulos dijeron entenderle claramente ahora. Jesús respondió:)
  • «¿Ahora creéis? He aquí, la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Estas cosas os he hablado, para que en Mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, Yo he vencido al mundo.» — Juan 16:31–33.

Oración sumo-sacerdotal de Jesús (Juan 17)​

  • «Padre, la hora ha llegado; glorifica á Tu Hijo, para que también Tu Hijo Te glorifique á Ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna á todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que Te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado.» — Juan 17:1–3.
  • «Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese. Ahora pues, Padre, glorifícame Tú al lado Tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese.» — Juan 17:4–5.
  • «He manifestado Tu nombre á los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado Tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me diste, son de Ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de Ti, y han creído que Tú me enviaste.» — Juan 17:6–8.
  • «Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo Mío es Tuyo, y lo Tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y Yo voy a Ti. Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en Tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.» — Juan 17:9–11.
  • «Cuando estaba con ellos en el mundo, Yo los guardaba en Tu nombre; á los que me diste, Yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliese. Mas ahora vengo á Ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan Mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado Tu palabra; y el mundo los aborreció, porque no son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco Yo soy del mundo. Santifícalos en Tu verdad; Tu palabra es verdad.» — Juan 17:12–17.
  • «Como Tú me enviaste al mundo, también Yo los envié al mundo. Y por ellos Yo me santifico a Mí mismo, para que también ellos sean santificados en verdad. Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en Mí por la palabra de ellos; para que todos sean uno; como Tú, oh Padre, en Mí, y Yo en Ti, que también ellos sean uno en Nosotros; para que el mundo crea que Tú me enviaste.» — Juan 17:18–21.
  • «Y Yo, la gloria que me diste, les he dado; para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfectos en unidad; y para que el mundo conozca que Tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a Mí me has amado.» — Juan 17:22–23.
  • «Padre, aquéllos que me has dado, quiero que donde Yo estoy, también ellos estén conmigo; para que vean Mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la constitución del mundo.» — Juan 17:24.
  • «Padre justo, el mundo no Te ha conocido, mas Yo Te he conocido, y éstos han conocido que Tú me enviaste. Y les he manifestado Tu nombre, y lo manifestaré aún; para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y Yo en ellos.» — Juan 17:25–26.

Getsemaní: agonía y arresto​

  • Al llegar al huerto (Getsemaní): «Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.» — Mateo 26:36.
  • A Pedro, Santiago y Juan (llevándolos aparte): «Mi alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.» — Mateo 26:38.
  • Primera oración en Getsemaní: «Padre mío, si es posible, pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú.» — Mateo 26:39.
  • Volviendo y hallando a sus discípulos dormidos (a Pedro): «¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu á la verdad está presto, mas la carne enferma.» — Mateo 26:40–41.
  • Segunda oración (Getsemaní): «Padre mío, si no puede este vaso pasar de Mí sin que Yo lo beba, hágase Tu voluntad.» — Mateo 26:42.
  • Tercera vez repitió la misma oración... (sin nuevas palabras registradas).
  • Luego, regresando a sus discípulos dormidos: «Dormid ya, y descansad; he aquí, ha llegado la hora, y el Hijo del hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.» — Mateo 26:45–46.
  • Al llegar Judas con la turba armada: «¿A quién buscáis?» — Juan 18:4. (Ellos respondieron: “A Jesús nazareno.”)
  • «Yo soy.» — Juan 18:5. (Al oír esto, retrocedieron y cayeron a tierra. Jesús volvió a preguntar: “¿A quién buscáis?” Ellos: “A Jesús nazareno.”)
  • «Os he dicho que Yo soy; pues si á Mí buscáis, dejad ir a éstos.» — Juan 18:8. (Así protegió a sus discípulos.)
  • Saludando a Judas que lo traicionaba con un beso: «Amigo, ¿a qué vienes?» — Mateo 26:50.
  • «¿Con un beso entregas al Hijo del hombre?» — Lucas 22:48.
  • Cuando Pedro hirió con su espada al siervo del sumo sacerdote: «Basta ya; dejad.» (Entonces tocó la oreja del siervo y lo sanó.)Lucas 22:51.
  • «Vuelve tu espada á su lugar; porque todos los que tomaren espada, á espada perecerán. ¿Acaso piensas que no puedo ahora orar á Mi Padre, y que Él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Cómo, pues, se cumplirían las Escrituras, que así conviene que sea hecho?» — Mateo 26:52–54.
  • A la turba que lo arrestaba: «¿Como á ladrón habéis salido con espadas y con palos á prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto acontece, para que se cumplan las Escrituras de los profetas.» — Mateo 26:55–56.

Juicio, crucifixión y resurrección​

Juicio religioso ante el Sanedrín​

  • Ante el sumo sacerdote y el consejo (acusado falsamente, permaneció callado hasta la pregunta directa): «¿Eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios?» (interrogó el sumo sacerdote).
  • «Tú lo has dicho. Y aun os digo, que desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado á la diestra del Poder, y viniendo en las nubes del cielo.» — Mateo 26:64.
  • Ante Pilato, gobernador romano:
    • (Pilato le preguntó: “¿Eres Tú el Rey de los judíos?”)
      «Tú lo dices.» — Mateo 27:11.
    • (Jesús guardó silencio ante muchas acusaciones; Pilato volvió a interrogarlo.)
      «Mi reino no es de este mundo; si de este mundo fuera Mi reino, mis servidores pelearían para que Yo no fuera entregado á los Judíos; ahora, pues, Mi reino no es de aquí.» — Juan 18:36.
      (Pilato respondió: “¿Luego, eres Tú rey?”)
      «Tú dices que Yo soy rey. Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo: para dar testimonio á la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye Mi voz.» — Juan 18:37.
    • (Más tarde, Pilato le dice que tiene poder para crucificarlo o soltarlo.)
      «Ninguna potestad tendrías contra Mí, si no te fuese dada de arriba; por tanto, el que á ti me ha entregado, mayor pecado tiene.» — Juan 19:11.
    • (Pilato presenta a Jesús flagelado: “¡He aquí el hombre!” Los jefes judíos insisten en la crucifixión.)
      (Jesús no respondió nada más a Pilato en el relato evangélico.)

Crucifixión: las Siete Palabras en la cruz​

  • Mientras lo crucificaban, Jesús decía: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.» — Lucas 23:34.
  • Al malhechor arrepentido crucificado junto a Él: «De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.» — Lucas 23:43.
  • A su madre María, y al discípulo Juan, desde la cruz: «Mujer, he ahí tu hijo.» (Y al discípulo:) «He ahí tu madre.» — Juan 19:26–27.
  • Clamor en la oscuridad (citando el Salmo 22:1): «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?» (“Eli, Eli, ¿lama sabactani?” en arameo)Mateo 27:46.
  • Expresando su agonía física: «Tengo sed.» — Juan 19:28.
  • Grito de victoria al cumplir la redención: «Consumado es.» — Juan 19:30.
  • Palabras finales de entrega confiada: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.» — Lucas 23:46.
(Enseguida Jesús expiró.)

Resurrección y apariciones​

  • Al ángel/mensajero de la resurrección (palabras implícitas en el mensaje dado a las mujeres): (“No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.”) (Jesús mismo había predicho su resurrección al tercer día repetidas veces, ver Mateo 16:21; 17:23; 20:19.)
  • A María Magdalena, llorando junto al sepulcro vacío (sin reconocerle al principio): «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» — Juan 20:15.
  • (Ella, creyendo que era el hortelano, le preguntó por el cuerpo. Jesús entonces la llamó por su nombre:)
  • «¡María!» — Juan 20:16. (Ella le reconoció y exclamó “¡Rabboni!”)
  • «No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve á mis hermanos, y diles: “Subo á mi Padre, y á vuestro Padre, á mi Dios, y á vuestro Dios.”» — Juan 20:17.
  • A las otras mujeres que abrazaron sus pies al verle resucitado: «No temáis; id, dad las nuevas á mis hermanos, para que vayan á Galilea, y allí me verán.» — Mateo 28:10.
  • A los discípulos (donde estaban reunidos, la noche del domingo de resurrección): «Paz á vosotros.» — Juan 20:19.
  • «¿Por qué estáis turbados, y suben tales pensamientos á vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que Yo mismo soy: palpádme y ved, que el espíritu ni tiene carne ni huesos, como veis que Yo tengo.» (Mostrándoles sus llagas.)Lucas 24:38–39.
  • (Como ellos aún no acababan de creer de gozo, Jesús pidió de comer y comió pescado delante de ellos — Lucas 24:41–43.)
  • Jesús entonces les dijo de nuevo: «Paz á vosotros: como me envió el Padre, así también Yo os envío.» — Juan 20:21.
  • «Recibid el Espíritu Santo.» — Juan 20:22.
  • «A los que remitiereis los pecados, les son remitidos; y á quienes se los retuviereis, les son retenidos.» — Juan 20:23.
  • (Los discípulos se alegraron mucho. Tomás, quien no estaba presente, dudó de su testimonio.)
  • Ocho días después, Jesús aparece de nuevo a los discípulos (Tomás presente): «Paz á vosotros.» — Juan 20:26.
  • Luego dijo á Tomás: «Mete tu dedo aquí, y mira mis manos; y extiende acá tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» — Juan 20:27.
  • (Tomás confesó: “¡Señor mío, y Dios mío!”)
  • «Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.» — Juan 20:29.
  • A dos discípulos camino a Emaús (sin reconocerle aún, les explica las Escrituras): «¡Oh insensatos, y tardos de corazón para creer todo lo que los profetas han dicho! ¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en Su gloria?» — Lucas 24:25–26. (Luego, comenzando por Moisés y los profetas, les interpretó lo referente a Él — Lucas 24:27.)
  • Más tarde, en la cena con ellos (al revelarse y desaparecer, y luego re-aparecer a todos en Jerusalén): «Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros, que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de Mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los Salmos.» — Lucas 24:44.
  • Entonces les abrió el entendimiento para que comprendiesen las Escrituras, y dijo: «Así está escrito, y así fué necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en Su nombre el arrepentimiento y la remisión de pecados en todas las naciones, comenzando de Jerusalem. Y vosotros sois testigos de estas cosas.» — Lucas 24:46–48.
  • «He aquí, Yo enviaré la promesa de Mi Padre sobre vosotros; quedáos vosotros en la ciudad de Jerusalem, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.» — Lucas 24:49.
  • A los discípulos junto al mar de Galilea (aparición a siete discípulos pescando): «Hijitos, ¿tenéis algo de comer?» (Ellos respondieron: “No.”)Juan 21:5.
  • «Echad la red á la derecha del barco, y hallaréis.» (Lo hicieron y pescaron gran cantidad.)Juan 21:6.
  • (Reconociéndole, Pedro se lanzó al agua; los demás llegaron con la barca. En la orilla Jesús tenía brasas con pescado y pan.)
  • «Traed de los peces que acabáis de sacar.» — Juan 21:10.
  • «Venid, comed.» — Juan 21:12. (Ninguno osaba preguntarle quién era, sabiendo que era el Señor.)
  • Después de comer, Jesús restaura a Pedro: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos?» (Pedro le dijo: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo.”)
  • «Apacienta Mis corderos.» — Juan 21:15.
  • Volvió a decirle: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» (Pedro respondió: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo.”)
  • «Pastorea Mis ovejas.» — Juan 21:16.
  • Le dijo la tercera vez: «Simón, hijo de Jonás, ¿me amas?» (Pedro se entristeció de que le preguntara por tercera vez, y contestó: “Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que te amo.”)
  • «Apacienta Mis ovejas.» — Juan 21:17.
  • «De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras.» — Juan 21:18. (Esto dijo indicando la muerte con que Pedro glorificaría a Dios.)
  • Y añadido a Pedro: «Sígueme.» — Juan 21:19.
  • (Pedro, volviéndose, vio a Juan y preguntó “¿Y éste, qué?”)
  • «Si quiero que él quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú.» — Juan 21:22.

La Gran Comisión y la Ascensión​

  • Gran Comisión (a los once discípulos en Galilea): «Toda potestad Me es dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos á todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.» — Mateo 28:18–20.
  • (Otra formulación de la comisión, en palabras finales según Marcos:) «Id por todo el mundo; predicad el evangelio á toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.» — Marcos 16:15–16.
  • (También prometió que señales seguirían a los que creen — Mc 16:17–18.)
  • Ascensión (palabras finales en el Monte de los Olivos, cerca de Betania): «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalem, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» — Hechos 1:8.
  • (Luego los sacó hacia Betania, alzó sus manos y los bendijo, y fue llevado al cielo — Lucas 24:50–51.)
  • (Mensaje angélico tras la ascensión, reafirmando Sus palabras:) «Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo.» — Hechos 1:11. (Confirmando Su promesa de volver.)

Referencias bíblicas:
Todas las citas provienen de los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan en la Reina-Valera 1909, organizadas cronológicamente según los eventos de la vida de Jesús.
Cada cita va acompañada de su referencia (capítulo y versículo) para facilitar su ubicación en las Escrituras.
Esta recopilación muestra de forma íntegra las palabras de Jesús, destacando Sus enseñanzas, mandamientos, promesas y declaraciones a lo largo de Su ministerio terrenal, Su muerte y Su resurrección.

¡A Él sea la gloria!