Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Efeso 1, 11-14
Hermanos:
En Cristo hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano -según el previo designio del que realiza todas
las cosas conforme a su voluntad- a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria. En
él, ustedes, los que escucharon la Palabra de la verdad, la Buena Noticia de la salvación, y creyeron en ella, también
han sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido.
Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que Dios adquirió para sí, para
alabanza de su gloria.
Palabra de Dios.
SALMO Sal 32, 1-2. 4-5. 12-13 (R.: 12b)
R. ¡Feliz el pueblo que el Señor se eligió como herencia!
Aclamen, justos, al Señor;
es propio de los buenos alabarlo.
Alaben al Señor con la cítara,
toquen en su honor el arpa de diez cuerdas. R.
Porque la palabra del Señor es recta
y él obra siempre con lealtad;
él ama la justicia y el derecho,
y la tierra está llena de su amor. R.
¡Feliz la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se eligió como herencia!
El Señor observa desde el cielo
y contempla a todos los hombres. R.
X Lectura del santo Evangelio según san Lucas 12, 1-7
Se reunieron miles de personas, hasta el punto de atropellarse unos a otros. Jesús comenzó a decir, dirigiéndose
primero a sus discípulos: «Cuídense de la levadura de los fariseos, que es la hipocresía. No hay nada oculto que no
deba ser revelado, ni nada secreto que no deba ser conocido. Por eso, todo lo que ustedes han dicho en la oscuridad,
será escuchado en pleno día; y lo que han hablado al oído, en las habitaciones más ocultas, será proclamado desde lo
alto de las casas.
A ustedes, mis amigos, les digo: No teman a los que matan el cuerpo y después no pueden hacer nada más. Yo les
indicaré a quién deben temer: teman a aquel que, después de matar, tiene el poder de arrojar a la Gehena. Sí, les
repito, teman a ese.
¿No se venden acaso cinco pájaros por dos monedas? Sin embargo, Dios no olvida a ninguno de ellos. Ustedes tienen
contados todos sus cabellos: no teman, porque valen más que muchos pájaros.»
Palabra del Señor.
Reflexión
En este pasaje del Evangelio, el Señor vuelve a predicar sobre esa virtud humana que es la sinceridad. Y el Señor nos previene de todo lo que
va contra la sinceridad del hombre, como lo es la hipocresía y la falsedad.
Jesús nos pide que en nuestra vida apreciemos la verdad y la manifestemos sin disimulos y sin doblez. El Señor valoró tanto esta virtud que se
proclamó a sí mismo: Yo soy la Verdad, mientras que el demonio es mentiroso y es padre de la mentira. En otra ocasión el Señor pide al
Padre que seamos santificados en la verdad.
La actitud de los discípulos de Jesús debe ser de transparencia y sinceridad de vida. Como la del Maestro. Muchas veces hemos olvidado los
cristianos esa transparencia de corazón, y adoptamos formas de vivir y actuar parecidas a las de los fariseos.
Simular virtud, apariencias de una virtud que no existe, ha sido el fallo de muchos cristianos en la historia. Por eso el fariseísmo revive
constantemente entre nosotros. Y con el, el respeto cobarde ante los hombres, el miedo al qué dirán, el querer acomodarse a las
circunstancias.
Los santos siguieron a la letra los consejos del Señor y, como ellos, ha habido y hay, una multitud de cristianos,
religiosos, sacerdotes y seglares, que no han tenido miedo al mundo. Son ellos los que han puesto su confianza en Dios y
saben que Cristo ha vencido al mundo.
En estos tiempos está de moda hablar de ser sinceros, de ser auténticos,... de ser uno mismo... o palabras parecidas. Sin embargo, con
frecuencia la gente tiende a ocultarse en el anonimato y a disfrazar la intención verdadera de los actos que realiza.
Es una condición del cristiano ser sinceros. Y necesitamos ser sinceros, antes que nada, ante Dios. Además, tenemos que ser sinceros con
nosotros mismos y después, con los demás.
A los demás, e incluso a nosotros mismos, podemos momentáneamente llegar a engañarnos. En cambio, a Dios, no lograremos engañarlo ni
siquiera por un instante.
A todos, alguna vez, nos da miedo aceptar la verdad, porque puede ser exigente y comprometida. Y entonces cedemos a la tentación de
emplear el disimulo, el pequeño engaño o la verdad a medias. Otras veces, le cambiamos el nombre a las cosas para que no resulte tan
evidente decir la verdad tal cual es. Esta no es una manera cristiana de comportarse.
La sinceridad debe ser para los católicos una virtud de primer orden, y necesitamos vivirla hasta las últimas consecuencias.
La necesidad con nosotros mismos nos lleva a reconocer nuestras faltas sin buscar falsas justificaciones. Nos hace rechazar la tentación de
“fabricarnos” la verdad, de pretender que “sea verdad aquello que nos conviene”. La subjetividad muchas veces nos impide ser sinceros con
nosotros mismos. Y esta es una actitud progresiva en la que, con el tiempo nos lleva a distorsionar nuestra realidad y termina deformando
nuestra conciencia.
Es que a veces nos cuesta bastante ser sinceros con nuestra propia conciencia, convencernos de que estamos obrando mal, con poca rectitud
y quizá con muchas intenciones torcidas. Y sin llegar a obrar con intenciones falsas, muchas veces nuestro obrar no coincide con lo que
pensamos o con lo que sentimos.
Vamos a pedir hoy al Señor que nos ayude a reconocer la verdad y a ser sinceros en nuestra vida, descubriendo nuestras faltas y nuestros
errores, para poder corregirlos. Y vamos a pedirle también que nos enseñe a vivir una auténtica vida de cristianos convencidos de que en
todo momento estamos ante la mirada de Dios y que Él cuida de nosotros.
Piedra angular y fundamento es Cristo
del templo espiritual que al Padre alaba,
en comunión de amor con el Espíritu
viviente, en lo más íntimo del alma.
Piedras vivas son todos los cristianos,ciudad, reino de Dios edificándose,
entre sonoros cánticos de júbilo,
al Rey del universo, templo santo.
El cosmos de alegría se estremece
en latido vital de nueva savia,
al pregustar el gozo y la alegría
de un cielo y una tierra renovados.
Cantad, hijos de Dios, adelantados
del Cristo total, humanidad salvada,
en la que Dios en todos será todo,
comunión viva en plenitud colmada.
Demos gracias al Padre, que nos llama
a ser sus hijos en el Hijo amado,
abramos nuestro espíritu al Espíritu,
adoremos a Dios que a todos nos salva. Amén.
Himno de la Liturgia de las Horas