Otro ángulo del Diezmo.
Cuando se habla del diezmo, siempre se trata del pastor intentando hacer que el creyente aporte el diezmo y del creyente quejándose de que el diezmo casi siempre es malgastado por los lideres de las iglesias. Levítico 25:23 nos dice que toda la tierra le pertenece a Dios, por lo tanto, el diezmo de Levítico 27:30 nos corresponde darlo a todos seamos creyentes o no.
Y para entenderlo mejor déjenme poner el siguiente ejemplo: El creyente que tiene alguna necesidad económica, por lo regular le pide a Dios que lo bendiga, y en muchos de los casos Dios le responde al creyente encontrando dinero tirado en la calle; el creyente cuando lo encuentra se pone feliz porque sabe que fue Dios quien le proveo ese dinero. La pregunta es: ¿de dónde salió ese dinero? Ese dinero tirado se le cayó a alguien, eso significa que Dios les quita el dinero a unos para dárselo a otros; ¿así funcionan las bendiciones de Dios? Evidentemente Dios no les quita el dinero a unos para dárselos a otros sin razón alguna, la realidad es que el diezmo es una aportación que debemos dar todos los habitantes del planeta creamos o no en Dios; si las personas no creen en Dios, pero son buenas personas, ayudan al necesitado, ayudan a sus padres y familiares, pues evidentemente Dios no les cobra ese diezmo porque la persona esta actuando sin saberlo como debe de ser. Pero existen personas que no cumplen con esa bendición de ayudar a su familia y/o a sus semejantes, por lo tanto, cuando un creyente pide la bendición de Dios, lo que Dios hace es ver qué persona más cercana debe el diezmo, para entonces Dios tomar lo que siempre le ha pertenecido y dárselo al que lo necesita.
Muchísimas personas en todo el mundo pierden dinero muy seguido, o en su defecto, pierden de sus posesiones por diversas índoles: accidentes, incendios, choques, robos, etc., y la mayoría de las personas lo atribuyen a descuidos o a la maldad del mundo, pero la realidad es que cuando nosotros no hacemos buen uso del dinero, Dios siempre cobrara el diezmo seamos creyentes o no.
Cuando se habla del diezmo, siempre se trata del pastor intentando hacer que el creyente aporte el diezmo y del creyente quejándose de que el diezmo casi siempre es malgastado por los lideres de las iglesias. Levítico 25:23 nos dice que toda la tierra le pertenece a Dios, por lo tanto, el diezmo de Levítico 27:30 nos corresponde darlo a todos seamos creyentes o no.
Y para entenderlo mejor déjenme poner el siguiente ejemplo: El creyente que tiene alguna necesidad económica, por lo regular le pide a Dios que lo bendiga, y en muchos de los casos Dios le responde al creyente encontrando dinero tirado en la calle; el creyente cuando lo encuentra se pone feliz porque sabe que fue Dios quien le proveo ese dinero. La pregunta es: ¿de dónde salió ese dinero? Ese dinero tirado se le cayó a alguien, eso significa que Dios les quita el dinero a unos para dárselo a otros; ¿así funcionan las bendiciones de Dios? Evidentemente Dios no les quita el dinero a unos para dárselos a otros sin razón alguna, la realidad es que el diezmo es una aportación que debemos dar todos los habitantes del planeta creamos o no en Dios; si las personas no creen en Dios, pero son buenas personas, ayudan al necesitado, ayudan a sus padres y familiares, pues evidentemente Dios no les cobra ese diezmo porque la persona esta actuando sin saberlo como debe de ser. Pero existen personas que no cumplen con esa bendición de ayudar a su familia y/o a sus semejantes, por lo tanto, cuando un creyente pide la bendición de Dios, lo que Dios hace es ver qué persona más cercana debe el diezmo, para entonces Dios tomar lo que siempre le ha pertenecido y dárselo al que lo necesita.
Muchísimas personas en todo el mundo pierden dinero muy seguido, o en su defecto, pierden de sus posesiones por diversas índoles: accidentes, incendios, choques, robos, etc., y la mayoría de las personas lo atribuyen a descuidos o a la maldad del mundo, pero la realidad es que cuando nosotros no hacemos buen uso del dinero, Dios siempre cobrara el diezmo seamos creyentes o no.
