¡Oh escena!
De haber estado allí, conociéndome cómo me conozco, hubiera disfrutado el panorama local y doméstico de aquel lugar, y su trasfondo nocturno. Camino hacia aquella improvisada posada, hubiese recreado mi vista con el titilar de las estrellas. Algún grupo de viajeros se verían a la distancia acogiéndose al calor de una benévola fogata. El olor a ramas quemadas hubiese estimulado mi olfato, y éste a mi mente, para recrear alguna escena pasada de mi niñez, donde recordara tardes de tortas de harina puestas a la brasa. El relincho de algún caballo amarrado a una vieja casona, vuelve a ubicar mis pensamientos en donde me encontrara: camino a una posada. El aire esa noche es frío, pero tolerante; el camino tiene hondonadas, pero, caminarlo se siente agradable. La silueta de una palma parece haberse coronado esa noche de una mitra de luz lunar. Otro aroma; esta vez proveniente de una casa que queda a la orilla del camino; pudiera ser tortas con miel, o, crema de leche con ramitas de canela.
Los pastores comentan sobre la inusual visita, y se preguntan si habrían oído bien. Yo simplemente los sigo, mientras trato de imprimir en mi mente, con cada casa que veo, cada aroma que huelo, cada matojo que alcanzo a sentir sobre mis pies, apenas cubiertos por unas rústicas sandalias, y cada sonido, el material necesario para construir los escenarios en donde me ensimismo con la inspiración de Dios. Una estela de luz encendió el cielo nocturno de repente. Millares de diamantes se exponen sobre el telón oscuro. Esa noche las nubes también han ido a dormir. Apenas alguna niebla se asoma tímidamente, como negándose a ser notada entre tanta belleza iluminada.
Hemos llegado a una posada. Los pastores hablan con quien les respondió a la puerta. Alcanzo a ver desde afuera, el movimiento en aquel lugar. Se escucha clara y fuertemente, la risa masculina de los que allí comen. Un perro, al lado de un enorme barril de madera, mordisquea lo que parecen ser los restos de un pescado. Un niño llora en lo alto de una de las habitaciones de aquel lugar. La voz de quien me supongo será la madre, ha comenzado a entonar en lengua aramea, melodías. El llanto del niño, cesa. Los pastores ahora se dirijen a un costado, donde un enorme portón de madera al abrirse, nos concede el paso a un patio pelado, y en el fondo, un amplio establo parece de repente acaparar la atención de todos. Hacia allá señala uno de ellos, y hacia allá nos dirigimos. Parece no verse nada, justo a la entrada, pero de un lado se refleja luz proveniente de un rincón de aquel lugar. El olor a estiércol de vaca es perceptible. Deben haber varias palomas acurrucadas entre los espacios de madera en el techo...se escuchan sus peculiares arrullos. El ambiente dentro de aquel lugar es acojedor, aunque no se puede negar, por su diseño, que es para animales. A pocos pies de distancia, hay un pequeño fuego encendido... y allí está. Una pareja, sentada entre unos cajones de madera y paja, levantan su mirada hacia nosotros, e intercambiando saludos con los pastores, ofrecen un gesto de bienvenida. Nos acercamos, y allí, allí tiene esta mujer pegada a su pecho un tierno bebito. Un silencio reverente acapara aquel establo. Pareciera que hasta las palomas han dejado de arrullar.
Todos miramos al bebito. Contemplo el rostro del hombre que al lado de su esposa, delinea con cariño el pequeño rostro de aquella criatura. La madre, sólo parece tener ojos para su niño. Él se alimenta. Una vez el niño se ha mostrado complacido, es puesto cuidadosamente por aquél hombre, sobre una cuna improvisada. Los pastores inclinan en adoración sus cuerpos en dirección al bebé, mientras uno de ellos les dice a la sorprendida pareja, sobre un mensaje dado por ángeles esa misma noche. Comenta en voz baja, pero, su entusiasmo es vívido. Varios de ellos parecen sollozar... Todos se levantan, luego de unos instantes que debieron ser muy similares a los que vivió Moisés frente a la zarza, y despidiéndonos, volvemos todos a mirar al niñito que ahora duerme, para luego salir de aquel establo. De yo haber estado allí, conociéndome como me conozco, y conociendo lo que hoy conozco, durante el camino de regreso, iría trazando líneas verticales con mi mirada. Cada vez que recordara la escena vista, hacia el firmamento miraría, y cada vez que recordara que soy polvo, hacia el suelo mis ojos tornaría. Y al entrar por el recinto de mi morada, cualquiera que hubiera visto mi rostro al salir, y volviera a verlo a mi llegada, me preguntaría: ¨¿Qué has visto?¨ Pudiera decirle de los balidos de ovejas en la meseta; de el chasquido de la madera en el fuego del establo; Pudiera describirle el atuendo de varios viajeros que transitaban el polvoriento camino, o de las pléyades y su séquito de luminarias... Pudiera hablarle del aire impregnado de canela, o los silbidos pastoriles, acompañados de algun aullido canino en la distancia... Pero, una escena, una sóla... con la elocuencia de un mensaje dado por un profeta que ha estado a solas con Dios; con la eficacia de el martillar de las palabras de un pastor abnegado y el atino de una zaeta, salida de los brazos de un hábil arquero, dirijida hasta el alma, me ocupó el ser entero, y con él, cualquier escena previa. ¨ ¿Qué has visto entonces? ¿Qué has visto que tu rostro parece estar impregnado de asombro y de entendimiento? ¿Qué miraste que quedaste convencido?¨
En esta noche este siervo ha contemplado:
Al Eterno Creador del Universo;
al que concede el hálito y dá el verso;
al que seres celestiales han cantado;
al que en Gloria ha estado siempre inmerso...
al del vestido terso...
siendo amamantado.
Erskine. (Escrito Diciembre 24 del 2005.)
A los Administradores, Moderadores y Foristas, les deseo lo mejor en el Señor.
Sea este año, uno, caminado en las obras que Dios preparó de antemano en Cristo.
Cariñosamente en Cristo........Erskine.
Felicidades.
De haber estado allí, conociéndome cómo me conozco, hubiera disfrutado el panorama local y doméstico de aquel lugar, y su trasfondo nocturno. Camino hacia aquella improvisada posada, hubiese recreado mi vista con el titilar de las estrellas. Algún grupo de viajeros se verían a la distancia acogiéndose al calor de una benévola fogata. El olor a ramas quemadas hubiese estimulado mi olfato, y éste a mi mente, para recrear alguna escena pasada de mi niñez, donde recordara tardes de tortas de harina puestas a la brasa. El relincho de algún caballo amarrado a una vieja casona, vuelve a ubicar mis pensamientos en donde me encontrara: camino a una posada. El aire esa noche es frío, pero tolerante; el camino tiene hondonadas, pero, caminarlo se siente agradable. La silueta de una palma parece haberse coronado esa noche de una mitra de luz lunar. Otro aroma; esta vez proveniente de una casa que queda a la orilla del camino; pudiera ser tortas con miel, o, crema de leche con ramitas de canela.
Los pastores comentan sobre la inusual visita, y se preguntan si habrían oído bien. Yo simplemente los sigo, mientras trato de imprimir en mi mente, con cada casa que veo, cada aroma que huelo, cada matojo que alcanzo a sentir sobre mis pies, apenas cubiertos por unas rústicas sandalias, y cada sonido, el material necesario para construir los escenarios en donde me ensimismo con la inspiración de Dios. Una estela de luz encendió el cielo nocturno de repente. Millares de diamantes se exponen sobre el telón oscuro. Esa noche las nubes también han ido a dormir. Apenas alguna niebla se asoma tímidamente, como negándose a ser notada entre tanta belleza iluminada.
Hemos llegado a una posada. Los pastores hablan con quien les respondió a la puerta. Alcanzo a ver desde afuera, el movimiento en aquel lugar. Se escucha clara y fuertemente, la risa masculina de los que allí comen. Un perro, al lado de un enorme barril de madera, mordisquea lo que parecen ser los restos de un pescado. Un niño llora en lo alto de una de las habitaciones de aquel lugar. La voz de quien me supongo será la madre, ha comenzado a entonar en lengua aramea, melodías. El llanto del niño, cesa. Los pastores ahora se dirijen a un costado, donde un enorme portón de madera al abrirse, nos concede el paso a un patio pelado, y en el fondo, un amplio establo parece de repente acaparar la atención de todos. Hacia allá señala uno de ellos, y hacia allá nos dirigimos. Parece no verse nada, justo a la entrada, pero de un lado se refleja luz proveniente de un rincón de aquel lugar. El olor a estiércol de vaca es perceptible. Deben haber varias palomas acurrucadas entre los espacios de madera en el techo...se escuchan sus peculiares arrullos. El ambiente dentro de aquel lugar es acojedor, aunque no se puede negar, por su diseño, que es para animales. A pocos pies de distancia, hay un pequeño fuego encendido... y allí está. Una pareja, sentada entre unos cajones de madera y paja, levantan su mirada hacia nosotros, e intercambiando saludos con los pastores, ofrecen un gesto de bienvenida. Nos acercamos, y allí, allí tiene esta mujer pegada a su pecho un tierno bebito. Un silencio reverente acapara aquel establo. Pareciera que hasta las palomas han dejado de arrullar.
Todos miramos al bebito. Contemplo el rostro del hombre que al lado de su esposa, delinea con cariño el pequeño rostro de aquella criatura. La madre, sólo parece tener ojos para su niño. Él se alimenta. Una vez el niño se ha mostrado complacido, es puesto cuidadosamente por aquél hombre, sobre una cuna improvisada. Los pastores inclinan en adoración sus cuerpos en dirección al bebé, mientras uno de ellos les dice a la sorprendida pareja, sobre un mensaje dado por ángeles esa misma noche. Comenta en voz baja, pero, su entusiasmo es vívido. Varios de ellos parecen sollozar... Todos se levantan, luego de unos instantes que debieron ser muy similares a los que vivió Moisés frente a la zarza, y despidiéndonos, volvemos todos a mirar al niñito que ahora duerme, para luego salir de aquel establo. De yo haber estado allí, conociéndome como me conozco, y conociendo lo que hoy conozco, durante el camino de regreso, iría trazando líneas verticales con mi mirada. Cada vez que recordara la escena vista, hacia el firmamento miraría, y cada vez que recordara que soy polvo, hacia el suelo mis ojos tornaría. Y al entrar por el recinto de mi morada, cualquiera que hubiera visto mi rostro al salir, y volviera a verlo a mi llegada, me preguntaría: ¨¿Qué has visto?¨ Pudiera decirle de los balidos de ovejas en la meseta; de el chasquido de la madera en el fuego del establo; Pudiera describirle el atuendo de varios viajeros que transitaban el polvoriento camino, o de las pléyades y su séquito de luminarias... Pudiera hablarle del aire impregnado de canela, o los silbidos pastoriles, acompañados de algun aullido canino en la distancia... Pero, una escena, una sóla... con la elocuencia de un mensaje dado por un profeta que ha estado a solas con Dios; con la eficacia de el martillar de las palabras de un pastor abnegado y el atino de una zaeta, salida de los brazos de un hábil arquero, dirijida hasta el alma, me ocupó el ser entero, y con él, cualquier escena previa. ¨ ¿Qué has visto entonces? ¿Qué has visto que tu rostro parece estar impregnado de asombro y de entendimiento? ¿Qué miraste que quedaste convencido?¨
En esta noche este siervo ha contemplado:
Al Eterno Creador del Universo;
al que concede el hálito y dá el verso;
al que seres celestiales han cantado;
al que en Gloria ha estado siempre inmerso...
al del vestido terso...
siendo amamantado.
Erskine. (Escrito Diciembre 24 del 2005.)
A los Administradores, Moderadores y Foristas, les deseo lo mejor en el Señor.
Sea este año, uno, caminado en las obras que Dios preparó de antemano en Cristo.
Cariñosamente en Cristo........Erskine.
Felicidades.