Me lo contó un sacerdote navarro, Don Silvio Laviñeta, fallecido hace
varios años:
- Mantuve gran amistad con X. desde casi nuestra infancia. El era del todo
descreído, soltero. Residía en un hotel céntrico de la capital. Con
frecuencia nos encontrábamos para charlar un rato, mientras tomábamos café.
En ocasiones le exhortaba para que reflexionara más a fondo sobre su
indiferencia religiosa y volviera a Dios y a su religión católica. El me
solía decir: - Si alguna vez me confieso, será contigo; más tarde; no hay
prisa; cuando esté "muy malico".
Pasaron muchos años. Me enteré de que se encontraba enfermo y no salía ni a
dar un paseo. Le visité en la habitación de su residencia hotelera. Le
recordé entonces su decisión de confesarse, si le llegaba la mala racha de
la enfermedad grave. Y él me contestó así:
- Antes podía arrepentirme y no quería. Y ahora que quiero, no puedo.
No dilates, amigo, la conversión hasta la hora de muerte, porque para
hacerlo hace falta ante todo que te des cuenta de esa hora. Y aunque te
percates, es preciso que en esos momentos puedas. Y en todo supuesto, ¿sabes
si Dios te va a dar entonces su gracia? Aprovecha hoy la oportunidad y
entrégate al Señor ahora. J.M.Lorenzo
Si deseas alguna aclaración o consulta sobre esta cuña puedes escribir a [email protected] Gracias.
varios años:
- Mantuve gran amistad con X. desde casi nuestra infancia. El era del todo
descreído, soltero. Residía en un hotel céntrico de la capital. Con
frecuencia nos encontrábamos para charlar un rato, mientras tomábamos café.
En ocasiones le exhortaba para que reflexionara más a fondo sobre su
indiferencia religiosa y volviera a Dios y a su religión católica. El me
solía decir: - Si alguna vez me confieso, será contigo; más tarde; no hay
prisa; cuando esté "muy malico".
Pasaron muchos años. Me enteré de que se encontraba enfermo y no salía ni a
dar un paseo. Le visité en la habitación de su residencia hotelera. Le
recordé entonces su decisión de confesarse, si le llegaba la mala racha de
la enfermedad grave. Y él me contestó así:
- Antes podía arrepentirme y no quería. Y ahora que quiero, no puedo.
No dilates, amigo, la conversión hasta la hora de muerte, porque para
hacerlo hace falta ante todo que te des cuenta de esa hora. Y aunque te
percates, es preciso que en esos momentos puedas. Y en todo supuesto, ¿sabes
si Dios te va a dar entonces su gracia? Aprovecha hoy la oportunidad y
entrégate al Señor ahora. J.M.Lorenzo
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