Casi todos los conflictos entre hombres inician con esta declaración: "Es mi derecho". Desde guerras entre naciones hasta pleitos entre vecinos parten de pensar de esta manera. Personalmente, he iniciado muchas peleas al creer que estaba defendiendo mis derechos. Son pleitos innecesarios, muchas veces con las personas que más quiero. Pero, ¿derecho a qué? La humanidad ha inventado infinidad de derechos. Hoy día se vive un gran conflicto a partir de una nación que dice tener derecho a asociarse con las naciones que desee, y otra que dice tener derecho a defender sus fronteras de potenciales amenazas. ¿Quién tiene razón? ¿Importa, en proporción al tremendo impacto humano que ha tenido esa horrible guerra?
Muchos de los derechos que hemos inventado se ponen de moda un tiempo, luego se olvidan. Otros son puramente culturales. Por ejemplo, existen sociedades donde los hombres creen tener un derecho de posesión sobre la mujer. Las sociedades esclavistas creen que ciertos hombres tienen derechos sobre otros. En las sociedades democráticas se cree que las mayorías tienen derechos sobre las minorías. Se dice esta famosa frase: "Tu derecho termina donde empieza el mío", pero la verdad es que siempre es el poderoso quien hace prevalecer su "derecho".
Hoy día se ha puesto de moda el "derecho al libre desarrollo de la personalidad" y grupos amparados en este derecho han cometido cantidad de barbarie. No hace falta extendernos aquí. ¿Tiene sentido todo esto? Pues, para el mundo sí. ¿Pero para nosotros, es decir, los que nos decimos cristianos? Pues para nosotros no debería, dado que nuestro maestro es el Señor Jesús, quien se desprendió de todo derecho que le había sido conferido por el Padre, y se hizo hombre. Dejó su morada, el cielo, y vino a morar con nosotros, los hombres, pero en condición de un hombre humilde. De profesión carpintero en una provincia pequeña del imperio romano. Migrante y refugiado desde pequeño, nunca tuvo una almohada donde reposar la cabeza, a pesar de ser el señor de todo. Renunció a sus derechos como dueño de todo. Nunca defendió sus derechos ni los de nadie más. Simplemente vivió una vida libre, sabiendo que no importan nuestros "derechos" ante aquel a quien debemos rendir cuentas. Él es quien otorga todo derecho. Solo por Él tenemos derecho.
Me voy a contradecir: tenemos derecho a ser libres, siempre y cuando andemos en la verdad. Pero si andas en la mentira, no importa que ejerzas todos tus derechos, al final no llegarás a ninguna parte. Solo en Cristo es que los derechos tienen sentido. De él provienen el derecho a la vida, y sin vida todo otro derecho carece de significado; pregúntale a los muertos.
Así que no digas más: "ES MI DERECHO". Rompe esa atadura, sufre el agravio, pon la otra mejilla. Simplemente vive.
Toda esta palabrería mía y la Biblia lo dice mejor:
"Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.
Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía."
Salmo 37.
Muchos de los derechos que hemos inventado se ponen de moda un tiempo, luego se olvidan. Otros son puramente culturales. Por ejemplo, existen sociedades donde los hombres creen tener un derecho de posesión sobre la mujer. Las sociedades esclavistas creen que ciertos hombres tienen derechos sobre otros. En las sociedades democráticas se cree que las mayorías tienen derechos sobre las minorías. Se dice esta famosa frase: "Tu derecho termina donde empieza el mío", pero la verdad es que siempre es el poderoso quien hace prevalecer su "derecho".
Hoy día se ha puesto de moda el "derecho al libre desarrollo de la personalidad" y grupos amparados en este derecho han cometido cantidad de barbarie. No hace falta extendernos aquí. ¿Tiene sentido todo esto? Pues, para el mundo sí. ¿Pero para nosotros, es decir, los que nos decimos cristianos? Pues para nosotros no debería, dado que nuestro maestro es el Señor Jesús, quien se desprendió de todo derecho que le había sido conferido por el Padre, y se hizo hombre. Dejó su morada, el cielo, y vino a morar con nosotros, los hombres, pero en condición de un hombre humilde. De profesión carpintero en una provincia pequeña del imperio romano. Migrante y refugiado desde pequeño, nunca tuvo una almohada donde reposar la cabeza, a pesar de ser el señor de todo. Renunció a sus derechos como dueño de todo. Nunca defendió sus derechos ni los de nadie más. Simplemente vivió una vida libre, sabiendo que no importan nuestros "derechos" ante aquel a quien debemos rendir cuentas. Él es quien otorga todo derecho. Solo por Él tenemos derecho.
Me voy a contradecir: tenemos derecho a ser libres, siempre y cuando andemos en la verdad. Pero si andas en la mentira, no importa que ejerzas todos tus derechos, al final no llegarás a ninguna parte. Solo en Cristo es que los derechos tienen sentido. De él provienen el derecho a la vida, y sin vida todo otro derecho carece de significado; pregúntale a los muertos.
Así que no digas más: "ES MI DERECHO". Rompe esa atadura, sufre el agravio, pon la otra mejilla. Simplemente vive.
Toda esta palabrería mía y la Biblia lo dice mejor:
"Encomienda a Jehová tu camino,
Y confía en él; y él hará.
Exhibirá tu justicia como la luz,
Y tu derecho como el mediodía."
Salmo 37.