Moral Judía y Moral Cristiana

Moral Judía y Moral Cristiana

  • Cristiana

    Votos: 2 100,0%
  • Budista

    Votos: 1 50,0%
  • Islamica

    Votos: 1 50,0%
  • Judia

    Votos: 1 50,0%

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2 Junio 2001
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Moral Judía y Moral Cristiana (tomado de la red Judia)


Si hay un título de gloria del cual el cristianismo se adorna con gusto, es su moral. A través de la voz de sus predicadores, bajo la pluma de sus apologistas, el cristianismo celebra las alabanzas a esta moral. Ante sus ojos está la gran novedad, traída al mundo por Jesús, la insuperable cumbre de todas las éticas. Proclamadas sin cesar, estas afirmaciones han terminado por desbordarse del marco de la Iglesia para influenciar medios que le son muy ajenos y también le son hostiles.

Tal concierto de elogios ya sería dudoso si el mismo se parara ahí. Pero las pretensiones del cristianismo conllevan a la ingratitud cuando su moral se proclama superior, denigrando al moral judía, de la cual, sin embargo, ha aprendido tanto; cuando opone Jesús a Moisés, el Nuevo Testamento al Antiguo, cuando representa al judaísmo como una doctrina de estricta justicia y al cristianismo como una religión de amor y caridad y establece entre el Talión y el Sermón de la Montaña, un contraste violento.

Muy felizmente y gracias a las investigaciones pacientes y objetivas, realizadas por los eruditos, judíos y no judíos, creyentes o racionalista, que han estudiado minuciosamente los orígenes del cristianismo, la verdad se impone en nuestro tiempo bajo una luz un poco diferente...

...Incansablemente repetidas, estas contraverdades terminan por impresionar a los mismos judíos, mal informados sobre su propia religión, y aceptan aquéllas cuyos méritos les alaban tanto. Así, no se temería de abordar en tal sujeto, aunque la ciencia imparcial haya, después de varios siglos, pronunciados conclusiones definitivas.

¿Puede la moral cristiana y más particularmente la predicada por Jesús, pretender la originalidad? Dicho de otra manera, ¿es ella nueva con referencia a la moral judía?
¿Es superior?, y si ella parece sobrepasarla, ¿sería eso una ventaja o una señal de debilidad?...

La Pretendida Originalidad de la Moral cristiana

(pág. 146)
Examinemos primero si se puede sostener la primera proposición, en cuanto a la originalidad de la moral cristiana. El afirmarlo es vendarse voluntariamente los ojos. Por poco cuidado que se ponga en estudiar la Biblia, rápidamente se quedará impresionado por la familiaridad de Jesús y sus apóstoles con el Libro santo de Israel. Constantemente, ellos invocan su testimonio, citando largos pasajes en sus propios discursos, todo impregnado del espíritu y de las expresiones bíblicas. Sin la influencia de las Escrituras hebreas, Jesús no se concebiría y el Nuevo Testamento no hubiera visto la luz. Esta evidencia, admitida sin trabajo por los historiadores y los teólogos de buena fe, es demasiado sorprendente para que se piense seriamente en dudarla. Seguramente, como lo declara el apóstol Juan: "la salvación viene de los judíos" (Juan IV, 22). Pero si se concuerda generalmente en reconocer la filiación del Nuevo Testamento con relación al Antiguo, se ignora casi completamente que el cristianismo no es solamente el beneficiario de la Biblia hebrea, sino también de la enseñanza de los Doctores de la Sinagoga, tan desconocidos. Lo verificaremos más tarde, por la sorprendente similitud que se puede establecer entre las palabras de Jesús y las de los rabinos, que fueron también sus maestros después de los Profetas.

Es entonces en las fuentes judías, bíblicas y rabínicas, que conviene normalmente rebuscar las bases de las moral predicada por Jesús. Ahora bien, ¿qué aprendemos de Mateo XII, 34-40?, que los mandamientos que Jesús tienen como los fundamentos de la moral, estos admirables preceptos que le han conferido al cristianismo la reputación de una religión de amor, el hijo de María no los ha inventado. Es de la Escritura de Israel , que él cita textualmente, de donde toma prestado: "Tú amarás al Eterno tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y toda tu fuerza" se encuentra en el Deuteronomio VI,5 y "Tú amarás a tu prójimo como a ti mismo" se lee en el Levítico XIX, 34. Esto significa que es a la Ley de Moisés, que precede en más de un milenio al Evangelio, a quien corresponde la gloria de revelar al mundo de la doctrina del amor y la fraternidad.

¿Podía ser de otra manera, cuando recordamos que el judaísmo profesaba, como lo hemos visto en la página 97, mucho antes que Jesús, la creencia en un Dios de bondad y misericordia y hacía que sus fieles le sirvieran con amor y no por temor al castigo o en espera de una recompensa.

Muchos textos, bíblicos y rabínicos encontrarían aquí su lugar. Pero el testimonio preciosos de un teólogo cristiano, quien se ha tomado el cuidado de consultarlos, nos ahorrará largas citas, además de que hemos recordado anteriormente que el amor de Dios, el Imitatio Dei, era la gran pasión de los místicos judíos, cuya devoción ferviente no tiene nada que envidiarle a la de los místicos cristianos. Comenzando por el versículo: "Tú amarás al Eterno con todo tu corazón...", versículo incorporado con premeditada intención en los oficios israelitas cotidianos, el T.Bonsirven se expresa así: "¿No es una actitud digna que una criatura pueda tornarse a su Dios, así como el más noble y el más poderoso motivo moral?" (El Judaísmo Palestino, tomo II,pag.43) Y nuestro autor, después de haberse referido al Talmud, subrayando la superioridad de amor sobre el temor a Dios, añade: "Todas estas máximas muestran qué lugar tenía el amor a Dios en el pensamiento religioso de los judíos; la fidelidad heroica de un gran número a su religión prueba que estas teorías no permanecen muertas" (pag.47)

Quedando esto establecido, podemos estudiar el otro mandamiento de amor, el del prójimo. Ahora bien, hemos visto que a propósito de este mandamiento de amor al prójimo, que ya era conocido y practicado por los rabinos cuando vino Jesús, en testimonio mismo de los Evangelios sinópticos hemos encontrado la sorprendente declaración de Juan atribuída a Jesús: "Yo les doy un mandamiento nuevo: "Amaos los unos a los otros" (Juan XIII,34). A la luz de lo que precede, este texto que ha servido muchas veces para sostener la pretensión del cristianismo en la originalidad de su moral, suena muy extraña. A los apologistas de la fe cristiana casi no parece estorbarles. Ellos quieren admitir que el mandamiento de amor ha podido ser el enviado por Moisés, pero para ellos, la novedad del precepto residiría, no en la existencia del mandamiento conocido desde muy largo tiempo, sino en su nueva aplicación. Los judíos habían siempre limitado el amor al prójimo a los compañeros de religión solamente, al "hermano según la carne y según la fe", como asegura a la ligera Daniel Robs, principalmente (Jesús en su tiempo, pag.425). Jesús, al contrario, derribando todas las barreras raciales, nacionales y religiosas, ya no establecería distinción entre judíos y gentiles, extendiendo este amor a la humanidad entera. ¿No es ese precisamente el sentido de la famosa parábola del Buen Samaritano? (Lucas X, 25-37)

Es una afirmación atrevida el sostener que la extensión del deber de amor fraternal a todos los hombres proviene exclusivamente de Jesús. Con ello se ignora el alcance exacto del precepto bíblico que nos está claramente indicado por el texto sagrado y debido a un desconocimiento del idioma hebreo. En efecto, si la expresión "tu prójimo" se refería solamente a los israelitas, ya no se comprendería e mandamiento de amor con referencia al extranjero que aparece en Levítico XIX, 33-34: "Si un extranjero viene a vivir contigo, en tu tierra, no lo oprimirás. Como uno de ustedes, será considerado el extranjero que viene a vivir con ustedes. Tú lo amarás como a ti mismo, pues ustedes han sido extranjeros en el país de Egipto". Otro ejemplo: en Deuteronomio X, 18-19, las palabras "amar" y "extranjero" están asociadas tan estrechamente, como para combatir todo chauvinismo en Israel y colocar a la humanidad entera bajo el reino de la fraternidad....

(pag.152)
...Pero volvamos al Judaísmo. No es solamente la Biblia quien puede instruirnos. La Tradición judía, en la época de Jesús, no está menos impregnada de universalismo que la enseñanza de Moisés y de los Profetas. El deber de amar al prójimo y de no dañarlo, es un estribillo que atraviesa los escritos judeo-helenistas y la literatura rabínica. ¡Quién no conoce la historia de Hillel (Renan lo llamaría "el verdadero maestro de Jesús"), cuando le respondió al pagano que quería convertirse al judaísmo (si Hillel podía enseñarle todo el judaísmo durante el tiempo que él podía permanecer parado sobre un pie) "Lo que te es odioso, no se lo hagas a otro: he ahí la Ley, el resto sólo es su comentario" (Shabat, 31a)

En fin, conviene ser muy atento a los términos de la ética rabínica, que no distingue al judío del no judío: "Juzga a todo hombre con generosidad... Recibe a todo hombre con amenidad" (Avot I,6-15).

(pag. 157)
Después del doble mandamiento de amor, existe otro pasaje capital que Jesús ha pedido prestado a la Ley de Moisés: son los Diez Mandamientos (Mateo XVIX,17-19) y la importancia que Jesús le da a este resumen de la Torah es bien señalada por sus sucesores, que no han cesado de considerar el Decálogo como la base misma de la enseñanza moral (Cf. Romanos XIII, 9-10).

Así pues, los fundamentos de la moral cristiana, o mejor dicho, los de más alta calidad de su contenido, son auténticamente judíos. ¿Cómo, sin contradecir los textos más formales, hablar entonces de su originalidad en relación con el judaísmo? Pero esta impresión de estrecha afiliación entre las dos morales no cesa en los principios primordiales; la misma se extiende hasta el detalle.

Sería muy instructivo comparar muchos aspectos secundarios de las dos éticas, pero los vastos desarrollos que los mismos exigirían resultarían fastidiosos al lector. Por eso nos limitaremos a establecer un paralelo entre algunos preceptos de los Evangelios y de los Rabinos


Los Rabinos

"Si se le dice a alguien: "Quítate esa pajita del ojo’, él responde: y tú, quítate esa viga del ojo" (B.Batra,15b)


"Con la medida que el hombre se sirva, se le medirá"
Sota I, 7


"¿A quién le perdona Dios los pecados? A aquél que él mismo perdona las injurias".
Rosh-Hashaná, 17 a


"Que todos tus actos sean por amor al Cielo" Avoth II, 17.


"Allá donde están los penitentes, los justos perfectos no pueden estar"
Berajot, 34b.
El Nuevo Testamento

"Y por qué miras tú la pajita que está en el ojo de tu hermano y no te percibes de una viga en tu propio ojo?"
Mateo VII, 3-5


"Se te medirá con la medida con que tu mides".Mateo VII, 2



"Si tú perdonas a los hombres sus ofensas, tu Padre celestial te perdonará también".
Mateo VI, 14


"Haz todo por la gloria de Dios"
I Corintios X, 31



"Habrá mas gozo en el cielo por un solo pecador arrepentido que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentirse" Lucas XV, 7


El paralelo que acabamos de establecer habla por sí solo: Jesús es el hijo espiritual de la religión en el medio de la cual ha crecido. Indiscutiblemente, después de Moisés y los Profetas, los maestros de Jesús son los Rabinos cuya sabiduría los inspiró más de lo que se suponía hasta entonces
 
Amigos del Foro, haciendo honor al nombre del Foro sobre religiones. Considero conveniente traer al mismo algunas lecturas explicativas de cada una de las religiones que conocemos o hemos oido hablar o que conozcamos en profundidad.

Dentro del Cristianismo obviamente estan: La Catolica, Ortodoxa, Evangelica, Protestante y otras sectas que se autollaman cristianas.

La encuesta no pude hacerla con mas religiones por mi desconocimiento de como agregar mas "opciones"

Estoy claro que en un solo epigrafe no podrtemos desarrollar las opiniones sobre cada una de las religiones que he planteado y que estoy seguro se van a plantear.

Es una invitacion a los Foristas de otras religiones para que nos hablen de "SU" religion y sus bondades en la seguridad que habran "otros" que conoceran las "NO" bondades de cada una.

Igualmente me comprometo en plantear ante los foristas algunas religiones que no sean expuesta por sus correlegionarios o fieles.

Para esto sugiero abrir un epigrafe por religion cada presentada.

Gracias

Manuel Corona
 
Una pregunta, Manuel.
¿Eso ha sido fruto de tu propio razonamiento o lo has copiado de alguien?
De ser esto último deberías razonarlo. Razonarlo a fin de estimular su aplicación a la vida cristiana.
¿Podemos esperar dicho razonamiento?
Mis saludos.
 
Originalmente enviado por: Tobi
Una pregunta, Manuel.
¿Eso ha sido fruto de tu propio razonamiento o lo has copiado de alguien?
De ser esto último deberías razonarlo. Razonarlo a fin de estimular su aplicación a la vida cristiana.
¿Podemos esperar dicho razonamiento?
Mis saludos.

Bendiciones Tobi,

Me deja un extraño sinsabor a mi tambien que cada vez leo menos de cada uno para oir y leer mas de lo que dicen otros sin siquiera haberlo metabolizado.

Creo en definitiva que a veces el silencio es mejor que mil palabras.

Cortar y pegar, hablar de lo que opinan terceros y colocar una interminable lista de "otros autores" debería en lo sucesivo hacernos reflexionar no de lo que llenamos nuestro vientre intelectual sino de lo que Jesús, la Palabra, la vida misma transformada por Cristo ha impactado cada una de las fibras mas íntimas de cada uno de nosotros.

...en fin, es un fenómeno que se ha estado presentando cada vez mas y mas; espero no sea la regla sino solo la excepción.

Un saludo.

Manuel:

Esto no es algo personal, no es que coincido en esto que ha expresado Tobi y se dió en tu epígrafe la ocasión de ventilarlo esto que ahora lees.

Me aprece muy interesante por cierto el artículo, pero ¿que esperabamos de moral a moral una jdia y la otra cristiana? Lo que un dia comprenderá tristemente tarde el autor de este artículo que has desplegado, es que Cristianismo no es sinónimo de "moral cristiana" sino una relación perfecta con Dios a travez de Su Eterno Hijo, Jesús.

Un saludo.
 
Cábala Judía

Cábala, (Kábala, Kabbalah o Qabbalah) es el nombre de la mística teosofía hebrea o tradición del judaísmo y las doctrinas concernientes a la cosmogonía y a cosas divinas. Según dice el cabalista contemporáneo Z’ev ben Shimon Halevi "En toda religión hay siempre dos aspectos, el que se ve y el oculto". La parte visible en las religiones se manifiesta en sus rituales, escrituras, servicios; lo oculto es la luz que debe iluminar esas formas. El judaísmo llama Cábala a sus enseñanzas ocultas y se dice que los autores de estas enseñanzas fueron los mismos ángeles, quienes las recibieron directamente de Dios. Para los cabalistas, los grandes portadores de esta tradición fueron Abraham, David, los profetas; así como los esenios y otros grupos místicos de la historia judía. Halevi dice que Jesús (Joshua ben Miriam), fue un transmisor de la Cábala.
 
En su cosmología, la Cábala plantea una realidad a múltiples niveles, siendo cada uno de los cuales un mundo completo en sí mismo. Estos planos de existencia o Sephiroth están compuestos de manera jerárquica y la parte superior de cada uno corresponde al aspecto inferior del que está por encima. Cada nivel encarna un estado de consciencia y la esfera más elevada es la de Metatron, el arcángel principal, instructor de los seres humanos. De acuerdo a la Cábala, el hombre normal está incompleto y limitado a los planos inferiores. Aunque puede tener atisbos de posibilidades de superación, no desea elevar su consciencia. La Cábala intenta despertar al estudiante mostrándole sus limitaciones y adiestrarle para entrar a un nivel de consciencia en el que armonice con una consciencia superior abandonando las ataduras a la materia y sus condicionamientos. Para obtener su liberación debe primero renunciar a los juegos de la vida y construir una base por medio de la cual pueda acceder a una conciencia superior.
El adiestramiento de un cabalista varia de una escuela a otra, aunque los puntos básicos son bastante constantes. Cuando el aspirante encuentra a un maestro o Maggid comienza su adiestramiento seriamente. El Maggid le orienta para que efectúe una observación honrada de sí mismo, utilizando el propio material de la vida del estudiante para enseñarlo. Uno de los sistemas más conocidos es el Árbol de la Vida, un mapa de las jerarquías y atributos de los diversos planos que interactúan en el mundo y dentro del ser humano. El árbol sirve como modelo a través del cual el estudiante observa su propia naturaleza, y como un instrumento para conducirlo a las dimensiones ocultas que guían su vida.

El seguidor de la Cábala debe observar cuidadosamente el funcionamiento de Yesod, su mente ordinaria o ego, de manera que vea a través de sus propias debilidades y autoengaños y conozca las fuerzas inconscientes que impulsan sus pensamientos y acciones. Tratará de alcanzar un estado de claridad, el nivel de consciencia llamado Tiferet. De este estado de auto-conocimiento realzado emana lo que a veces es considerado como un ángel guardián que sirve de guía en las situaciones difíciles. Tiferet está más allá de la mente ordinaria o concreta, en este estado se transciende el ego, se entra al reino del espíritu. Es el puente entre el hombre y lo divino, el portal del Paraíso, es el alma. Cuando se está en estado de Yesod el ego es el que manda, y cuando se está en estado de Tiferet, se está en un estado superior en el que uno se mira a sí mismo. Este estado de consciencia despierta es vislumbrado sólo brevemente en la vida del hombre ordinario.
El requisito imprescindible en este proceso es el adiestramiento de la voluntad, la capacidad de mantener una atención sostenida, por ello, el cabalista recurre a la meditación.
Las instrucciones para meditar forman parte de las escrituras secretas de los cabalistas y, aparte de las reglas generales, no se hacen públicas. Cada estudiante aprende directamente de su Maggid pero puede decirse que la meditación es una rama de las plegarias normales del judío devoto. La concentración meditativa le permite al cabalista ahondar en las profundidades de un determinado tema y también detener su pensamiento para permanecer concentrado en el mismo. A esta adhesión del pensamiento o enfoque preciso se le llama kavvanah. En una clase de kavvanah, el meditador se concentra en cada palabra de la plegaria con toda su atención, hasta llegar al punto en que su mente trasciende el significado de las palabras, utilizándolas como un vehículo para ascender a un estado superior.
Según la tradición cabalista es peligroso para una persona entrar a su Paraíso interior si no se ha preparado previamente para ello a través de la auto-purificación.
Abraham Abulafia enseña en sus escritos a aproximarse al Paraíso interno sin peligro. La meditación de Abulafia combina varias letras del alfabeto hebreo en una meditación de los sagrados nombres de Dios. Este método es diferente al de la plegaria. El estudiante se entrega a él en soledad en lugar de estar en la sinagoga y bajo la orientación de un maestro. A medida que repite el nombre, dirige su atención hacia arriba desde Yesod, la mente limitada ordinaria, a Tiferet, la conciencia más allá del ego. Desvía su pensamiento del mundo, centrándolo en el nombre. Por este esfuerzo por encontrar la divinidad, el yo ascenderá de súbito más allá de Tiferet hasta un estado de éxtasis llamado Daat o conocimiento. Se disuelve así el sentimiento de separación de Dios, aunque sea por un instante, inundándole la alegría y un dulce arrobamiento. Al salir de este estado vuelve a ser consciente de la repetición interna del nombre al que ha trascendido por ese instante.
El final de la senda cabalista es devekut, estado en el que el alma del seguidor se adhiera a Dios. Cuando el cabalista se estabiliza en este nivel deja de ser un hombre ordinario para convertirse en un hombre sobrenatural, un Zaddik o santo, liberado de las cadenas del ego. Quien ha alcanzado este nivel es ecuanime, indiferente a la alabanza o al sentimiento de culpa, vive la sensación de estar a solas con Dios y puede profetizar. La voluntad de su ego está inmersa en la voluntad divina, de manera que sus actos sirven a Dios y no a un yo limitado.
 
La Moral Cristiana nace y se nutre de la fe en Jesús de Nazaret confesado como Cristo y aceptado como la norma inconidcional de la praxis cristiana. Las expresiones de ese peculiar aliento ético son múltiples y variadas : en el creyente actúa la sensibilidad ética nueva que se encauza a través del discernimiento histórico-salvífico ; las decisiones brotan de la opción fundamental de la conversión y se concretan en actitudes coherentes con la intencionalidad básica de la caridad ; el crisianismo percibe y practica en los valores direcciones particulares que se traducen en preferncias éticas a construir el reino de Dios. El resultado de estas peculiaridades es la constitución de un universo moral nuevo : el de la moral vivida de los cristianos y el de la moral formulada de la refrexión teológica.

El cristianismo no es esencialmente una moral. No pertenece ni siquiera al tipo de religiones que, como el budismo, funcionan a modo de "sabidurías morales". El cristianismo es fundamentalmente un ámbito de sentido trascendente (fe) y de celebración religiosa (simbólica sacramental).

Sin embargo, al cristianismo le corresponde como un elemento imprescindible el realizar una praxis histórica en coherencia con la fe y la celebración cultural. De otro modo sería una realidad alienada y alienante.

Si la fe y la celebración religiosa exigen el compromiso transformativo intramundano, la moral vivida del cristianismo no es otra cosa que la mediación práxica de esa fe y esa celebración.

2. El Valor Moral : Concreción de la Moralidad

Los valores morales comprenden las virtudes como la prudencia, justicia, fortaleza y templanza, dependen exclusivamente del libre albedrío. Cada sujeto va forjando sus propias virtudes y es responsable de su conducta moral. Estas virtudes nunca se heredan, sino que se adquieren a base de esfuerzo y constancia. Los valores morales están colocados en un nivel más íntimo dentro de la personalidad humana ; son superiores a los otros tipos de valores (económicos, noéticos, sociales y religiosos) porque se obtienen a base de mérito, por el funcionamiento del hombre en cuanto a hombre. Los valores morales perfeccionan al hombre de tal modo que lo hacen más humano.

El valor moral, al igual que los otros tipos de valores, también se expresa por una relación. O mejor dicho, es una cualidad contenida en el hombre y en su conducta, y que se relaciona adecuadamente con otro objeto, que desde el punto de vista cristiano es Dios, el cual se toma como punto de referencia.

Como se dijo anteriormente, los valores morales dependen exclusivamente del libre albedrío, los que se conoce también como libertad, esto quiere decir que la libertad es una condición necesaria para que se dé el valor moral por lo tanto no habría Moralidad si no hubiera libertad. No todos los actos libres tienen un valor moral positivo, o sea que la libertad no basta para darle valor moral positivo a un acto. También hay actos libres con valor moral negativo. Es por esto, que la libertad queda como una condición necesaria, pero no suficiente para otorgar valor moral a la conducta humana.

El valor moral tiene dos aspectos :

El Aspecto Material : tiene que ver con el hombre y su conducta, una persona actúa bien cuando actúa conforme a las exigencias de su misma naturaleza humana. Un acto es bueno cuan está de acuerdo con la naturaleza de quien lo ejecuta, o sea, cuando guarda relaciones de adecuación con las exigencias de la naturaleza humana. Este es el punto de referencia para valorar la conducta humana. Esa base para valorar al hombre es su misma naturaleza, racional y libre. Cuando actúa libre y racionalmente, de acuerdo con su naturaleza, es cuando actúa con valor moral. La naturaleza racional del hombre es el fundamento de moralidad, o sea, la base para juzgar la moralidad de un acto.


Con todo esto podemos definir que el valor moral, en su aspecto material o contenido, es la adecuación entre un acto y las exigencias de la naturaleza racional y libre del que lo ejecuta.

A partir de esta definición, se pueden hacer infinidad de aplicaciones concretas según la moral cristiana, por ejemplo en los Diez Mandamientos. Matar no es bueno, porque no está de acuerdo con las exigencias más íntimas de la naturaleza humana que tiende siempre a la vida. Robar no es bueno, porque está en desacuerdo con la naturaleza humana, que pide la propiedad para poder subsistir. La mentira es mala, porque está en desacuerdo con la palabra, cuya naturaleza es expresar el pensamiento. En cambio, educar es bueno, porque es lo que exige la naturaleza del niño. Trabajar es bueno, porque está de acuerdo con las exigencias de la vida humana. Respetar a los padres es bueno, porque es lo que pide la naturaleza de las relaciones interpersonales.

El Aspecto Formal : Este es lo más importante del valor moral, su formalidad o estructura esencial. Si se quiere una respuesta absolutamente definitivamente respecto a la esencia del valor moral, hay que recurrir a una norma absoluta que nos sirva como patrón o medida completamente universal, necesaria e inmutable, para decidir acerca del valor moral. Y justamente los seres humanos poseemos esa norma absoluta, que es la recta razón. Los que esté de acuerdo con la recta razón, es bueno ; pero además, es absolutamente bueno. Los actos buenos acordes con la naturaleza humana, al estar de acuerdo con la recta razón, adquieren un valor definitivo, absoluto, universal. Esta es la esencia o estructura íntima del valor moral.
Estos dos aspectos (material y formal) antes explicados se pueden sintetizar en una sola expresión, la trascendentalidad de la persona humana, que se entiende como : la realización de una capacidad típica en el hombre, la de trascenderse, la de apuntar a un horizonte fuera de sí mismo, en éste caso, llegar a Dios.

Una persona con auténtico valor moral actúa siempre en función de un ideal valioso. Su conducta no está centrada en sí mismo, en su propia felicidad, sino que busca siempre un horizonte mas amplio, más humano. Generalmente se trata de personas que dedican su vida a un bien propio de la humanidad.

La persona con valor moral es todo lo contrario del sujeto mezquino, egocéntrico, interesado exclusivamente en su propio bienestar y comodidad. El valor moral lanza al hombre fuera de si mismo, en un amor noble, desinteresado y de benevolencia hacia la comunidad, la familia, la Patricia y lo más importante hacia Dios.

3. La Norma como expresión de la Moralidad y del Valor moral

Ya se ha dijo anteriormente que el hombre debe ajustar su conducta a las exigencias de su propia naturaleza. Esos actos así considerados tienen un valor natural y ontológico, ese el contenido o materialidad del valor moral. Pero además, esos mismos actos, en cuanto participan o están de acuerdo con la recta razón, quedan entroncados o iluminados por un nuevo y definitivo valor, el valor absoluto de la recta razón, que es, la forma o estructura del valor moral.

En éste momento es cuando estamos en posesión de una Norma de Moralidad absolutamente válida, independiente del tiempo y del espacio. La norma de moralidad no está en ningún bien o fin terreno, sino que procede del mismo hombre. Pero aun así, esta norma no es definitiva, sino que está subordinada a un Valor Moral Absoluto, al cual tiende a priori el espíritu humano por su razón y voluntad.

Debemos ahora preguntarnos cuál será el camino a través del cual ese sujeto moral (el hombre) podrá dirigirse a ese bien que conoce mediante su actuación moral. En otras palabras: ¿A qué debe conformar sus actos para alcanzar su fin? «Cuál ha de ser la norma de moralidad que los guíe y oriente moralmente?

Llamamos Norma de Moralidad a la regla o medida mediante la cual el sujeto pueda reconocer sus actos como buenos o malos, según que se conformen o no con ella.

La Norma de Moralidad es doble: objetiva y subjetiva.

La Norma Objetiva de Moralidad es la ley moral, es decir, la ordenación preceptiva que rige sobre la actuación del hombre en relación con sus distintos fines dentro del orden general de la creación.

La Norma Subjetiva de Moralidad es la conciencia moral del hombre, luz del alma, donde está como impresa la ley moral, y mediante la cual se aplica ésta a los distintos casos o circunstancias de la vida moral.

En lenguaje vulgar llamamos conciencia a la conciencia moral por la cual nos damos cuenta de la bondad o malicia de nuestros actos o intenciones. En el lenguaje común usamos un término más amplio - consciencia - para significar el puro «darse cuenta» o poseer conocimiento reflexivo de uno mismo y de su actividad psíquica. Así, cuando decimos de alguien que «está inconsciente» o de nosotros que «somos conscientes de lo que sucede». En estas expresiones nos referimos a la conciencia psicológica en general, y en la primera, a la conciencia moral, que es aquella parte de la conciencia psicológica que se refiere al obrar, -emite juicios prácticos acerca de la bondad o malicia de los actos humanos.

La conciencia moral puede ser antecedente o consecuente, según que juzgue los actos futuros anticipadamente o los pasados retrospectivamente.

Si la ley, como expresión de la voluntad divina, es la norma objetiva de moralidad, la conciencia o acto del entendimiento que nos informa interiormente de la bondad o malicia de nuestras acciones libres es la norma subjetiva que ha de regular nuestra conducta.

Dado que la conciencia moral es un darse cuenta de los actos que realizamos en su relación con las máximas y principios morales, tendrá los tres momentos del desarrollo temporal: presente, pasado y futuro.

Las Normas Morales dirigen nuestra conducta, tienen un origen externo, cuando vienen de la sociedad, e interno en el momento en que las aceptamos

4. La Ley Positiva : Determinación de la Norma y del Valor Moral

La palabra ley, en sentido general, significa lo que impone un modo fijo y determinado de obrar, a alguno, a varios, o a todos los individuos de una especie. Esta ley dependen de una necesidad natural o de la voluntad de los hombres. Con esto se tiene que una ley se puede clasificar como :

Ley Eterna (de toda la naturaleza) : se le llama así al orden general que reside el Universo y que el entendimiento conoce objetivamente. Para la filosofía clásica se trata de la misma razón o entendimiento divino. En tanto que estatuye reglas universales para el gobierno del mundo. Su efecto es la norma o medida que preside el Cosmos (noción que se opone a Caos), a la cual obedecen de forma diversa todos los seres animados e inanimados, desde los astros en sus movimientos hasta el hombre. La ley eterna implica el acto de la voluntad divina por el cual se crea el mundo conforme a esta ley.
Ley Natural o Ley Moral (en nosotros mismos) : se le llama así a la articipación de la ley eterna en la criatura racional (participatio legis aeternae in rationali creatura, según Santo Tomás). La ley natural, como parte de la eterna, es también divina; es decir, procedente de Dios como legislador. Como toda ley, ha sido promulgada o dada a conocer a aquellos seres (conscientes y libres) a quienes va dirigida. La ley natural, sin embargo, no se halla escrita o transmitida verbalmente en formulaciones concretas. Su misma amplitud y generalidad haría imposible esta formulación. Se encuentra, en cambio impresa en la conciencia de todos los hombres, por modo tal que aun el hombre más rudo o ignorante sabe espontáneamente por su conciencia de la bondad o malicia de los actos que realiza. La formulación más completa y perfecta de los conceptos básicos de la ley moral natural es el Decálogo, dado por el mismo Dios a Moisés.
Ley positiva (en las relaciones humanas) : es la que se promulga en un código, en el caso del cristianismo, el Decálogo dictado en el Sinaí a Moises, y otros
Para que la ley positiva obligue en conciencia debe reunir tres condiciones: ha de ser honesta, es decir, que no repugne a una ley más alta, natural o positiva; justa, es decir, que tienda al bien común, que es su verdadero fin, y posible, esto es, que pueda cumplirse física y moralmente.

La Ley debe ser al mismo tiempo honrada, justa, posible, según la naturaleza, según la costumbre local, conveniente en lugar y tiempo, necesaria, útil, así como manifiesta, no sólo que no contenga oscuridad en beneficio de alguien ni para su provecho particular, sino que está escrita para la utilidad común de los ciudadanos.

La ley positiva puede ser eclesiástica o civil, según que rija una sociedad humana de fines sobrenaturales (como es la Iglesia) o una sociedad de fines naturales (sociedad civil).

Es la Ley Positiva Eclesiástica o Divina la que se tratará en esta sección. Se llama Ley Divina a la que se refiere únicamente al bien supremo, es decir, al conocimiento verdadero y al amor a Dios. Lo que hace que a esta ley se le llame divina es la naturaleza misma del bien supremo, que en éste caso es Dios. Dios constituye la felicidad suprema del hombre y su beatitud, fin último y término de todas las acciones humanas, por consiguiente, el único que observa la ley divina es el que ama a Dios, no por temor ni por esperanza, sino por conocer a Dios o por saber que el conocimiento y el amor de Dios son el bien supremo, el fin último al que deben dirigirse nuestros actos.

Considerando la naturaleza de la ley divina tenemos que :

Es Universal, o sea, que es común a todos los hombres.
No necesita apoyarse en la fe de las narraciones históricas, cualesquiera que sean además estas narraciones


Trabajo enviado por:
Francisco Armando Dueñas Rodríguez
[email protected]
Edad: 23 años
Universidad La Salle
Cancún, Quintana Roo México