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martes 31 de diciembre de 2002
¡Mientras vivas... resplandece!
J. M. ALIMBAU
En unas excavaciones, realizadas no hace mucho, en una isla de Grecia, se encontró una lámpara de aceite, muy antigua, hecha de arcilla, en la que figuraba la inscripción: «¿Mientras vivas... resplandece!». Sí, resplandece en bondad, en caridad. Muestra la luz que posees y las virtudes conquistadas, palmo a palmo. Brilla por tu paz, por tu conformidad con la voluntad de Dios, por tu alegría. Irradia luz para que las oscuridades y puntos negros desaparezcan; esparce luz para ahuyentar temores y angustias existenciales. Luce por doquier el Esplendor de la Verdad, Nuestro Señor Jesucristo. Destella cordialidad, consuelo, amabilidad, buenas maneras... Jesús nos insta (Mt 14-16): «Vosotros sois la luz del mundo... No se enciende una lámpara para ponerla debajo de una vasija. Al contrario, se la pone en lo alto para que alumbre a todos los que están en casa. Del mismo modo, procurad que vuestra luz brille delante de la gente, para que, viendo el bien que hacéis, alaben todos a vuestro Padre que está en los cielos». L. Eliot encarece: «¿Si puedes ser una estrella en el cielo, sé una estrella en el cielo! ¿Si no puedes ser una estrella en el cielo, sé una hoguera en la montaña! ¿Si no puedes ser una hoguera en la montaña, sé una lámpara en tu casa! Sí, «mientras vivas... resplandece».