MI RELEXION ANTE EL EVANGELIO DEL DOMINGO DE PASCUA

11 Diciembre 2007
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No me cabe duda que aquel radiante domingo de Pascua, con la imagen de Cristo Resucitado saliendo del sepulcro, iluminaría con el resplandor de su gloria, ese día que convirtiéndose en vida triunfante nos abría el camino al amor y a la esperanza.
En aquella mañana en la que tuvo lugar la primera aparición de Jesús a María Magdalena que junto a otras mujeres, modelo de fidelidad, habían seguido al Maestro hasta la Cruz, hasta la tumba y hasta la espera… lloraba junto al sepulcro. ¿Mujer por que lloras? ¿A quien buscas? le pregunta aquel joven que vestía una túnica blanca, sin darse cuenta que tiene ante ella al mismo que buscaba. La vista y los sentidos no sirven ya para reconocer el rostro, ni el aspecto ni la voz de Jesús en su nuevo estado de cuerpo resucitado.
Sin embargo son las primeras en recibir la buena nueva de la resurrección: “Ha resucitado; no está aquí”. La piedra retirada del sepulcro no sólo da acceso al sepulcro vacío, sino también a la fe en la resurrección de una revelación divina que explica el porque de la tumba vacía.
Ellas, han vencido al miedo, que los varones no fueron capaces, caminando hacia el sepulcro al amanecer para entrar, mirar y comentar que “no está aquí” (Mc. 16,6).
Ellas, siguiendo los consejos que les dictó el joven de la túnica blanca: “Ahora id a Galilea y decir a sus discípulos que allí verán al Resucitado, tal como él les dijo” (Mc. 16,7), se pusieron en camino.
Ellas con su fe inquebrantable se alzaron por encima de su miedo y del abatimiento, para darme su testimonio y decirme que el final no está en el sepulcro… está en la relación, en el diálogo de amor, en el diálogo que genera la vida.
Por Todo ello, para mí en la revelación sobre la resurrección de Jesús se divisa el porvenir eterno que se inaugura para todos los que creemos y en ello experimentamos nuestra propias salvación.
Y como siempre, al final he de preguntarme: ¿Es signo para mí de que Cristo no ha resucitado?

Si no vivo con más paz, alegría y fuerza espiritual.
Si a veces flaqueo en esa fe que no siempre consigue aliviar mis problemas.
Si me falta más paciencia y seguridad para vivir entregando más amor a los demás.

Volveré a escuchar la frase de Jesús a María Magdalena (Jn.21, 17) “…anda, vete y dile a mis hermanos que voy a mi Padre, que es vuestro Padre; a mí Dios, que es vuestro Dios”.