CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
Ante mis ojos encuentro uno de los evangelios (Jn. 3, 14-21) que habla de Jesús como el Enviado, de quien le ha enviado y de la fe en ambos: “Tanto amó Dios al mundo, que mandó a su Hijo no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve con él por un juicio que se realiza en la aceptación o rechazo”. Un juicio, según el evangelio, consistente en que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Esta luz es el objeto de nuestra fe en la persona de Jesucristo libre y amorosamente entregado y no las consecuencias de ese amor modélico que le llevaron a la muerte.
Estoy convencido que quien salva es la luz del amor de Cristo, no el dolor, el sufrimiento y la pasión. Estas realidades son la consecuencia de la entrega y del amor en la vida, por ello quien ilumina, realiza y salva es el mismo amor vivido en cada momento.
Por ello, acercarse a la luz y realizar la verdad del amor, es el camino de la Redención personal y participativa de la obra redentora de Cristo.
No se, pero me parece a mí que en este momento tendría que preguntarme:
¿Con que aptitudes asumo el sufrimiento y el dolor de mi existencia?
¿Dejo que la luz del amor brille en los momentos de dolor y dificultad?
¿Trato mi sufrimiento con amor y con ese mismo amor trato de acercarme a otros que también sufren?
¿Pienso que la fuerza salvadora brota; de la muerte en Cruz, del amor repartido o de la libertad amorosa?
Me convendría recordar la hermosa frase de San Francisco “El amor no es amado”
Ante mis ojos encuentro uno de los evangelios (Jn. 3, 14-21) que habla de Jesús como el Enviado, de quien le ha enviado y de la fe en ambos: “Tanto amó Dios al mundo, que mandó a su Hijo no para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve con él por un juicio que se realiza en la aceptación o rechazo”. Un juicio, según el evangelio, consistente en que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas.
Esta luz es el objeto de nuestra fe en la persona de Jesucristo libre y amorosamente entregado y no las consecuencias de ese amor modélico que le llevaron a la muerte.
Estoy convencido que quien salva es la luz del amor de Cristo, no el dolor, el sufrimiento y la pasión. Estas realidades son la consecuencia de la entrega y del amor en la vida, por ello quien ilumina, realiza y salva es el mismo amor vivido en cada momento.
Por ello, acercarse a la luz y realizar la verdad del amor, es el camino de la Redención personal y participativa de la obra redentora de Cristo.
No se, pero me parece a mí que en este momento tendría que preguntarme:
¿Con que aptitudes asumo el sufrimiento y el dolor de mi existencia?
¿Dejo que la luz del amor brille en los momentos de dolor y dificultad?
¿Trato mi sufrimiento con amor y con ese mismo amor trato de acercarme a otros que también sufren?
¿Pienso que la fuerza salvadora brota; de la muerte en Cruz, del amor repartido o de la libertad amorosa?
Me convendría recordar la hermosa frase de San Francisco “El amor no es amado”