Jesús critica públicamente a los escribas, clase dirigente de su pueblo, porque abusan de su posición. Llevan una doble vida y se les reconoce en sus ansias de honra, codicia y presuntuosidad en sus vestiduras y por querer siempre ser saludados los primeros, antes que los demás.
Exigen los puestos llamativos en las celebraciones y sin embargo su corrupción interna les lleva a malversar los bienes de los indefensos y débiles que confían en ellos y de otra parte hacen públicamente alarde de prolongadas oraciones aparentando devoción.
En contraste entre el egoísmo y la autoalabanza, Jesús responde con la generosidad de la pobre viuda, doblemente pobre en una sociedad profundamente machista, que nos ofrece la imagen de los explotados y pobres pero que confían plenamente en Dios, que considera que la pequeña ofrenda de esta viuda que le es necesaria para vivir, tiene mayor valor ante El que las cuantiosas donaciones admiradas con gran aplauso y ofrecidas por ricos que no lo necesitan para seguir viviendo.
Qué ejemplo de generosidad me ofrece la pobre viuda del evangelio, así como la gente humilde que a diario me encuentro en mi camino que son capaces de sacrificar algunas horas o algunos días de su trabajo pagado, en beneficio de otra persona que está necesitada de apoyo.
Está claro, Jesús me está enseñando a ver e interpretar las historias ocultas y escondidas; las vidas pequeñas donde se cuecen los gestos y actitudes que nos salvan.
Jesús me está advirtiendo del engaño de lo espectacular, de lo deslumbrante y de lo llamativo para descubrir en la vida escondida de los hermanos más insignificantes la fe en lo sencillo y lo humilde que me conduce a Dios, como esta “pobre viuda” del evangelio.
Para ello tendré que hacerme alguna pregunta y reflexionar muy a fondo:
¿Me ejercito en el culto a Dios a través de lo humilde y de lo sencillo?
¿Educo mi sensibilidad y mi gusto por lo último, lo pequeño o lo escondido?
¿Practicaré la generosidad con los demás, tal como la “pobre viuda”?
Exigen los puestos llamativos en las celebraciones y sin embargo su corrupción interna les lleva a malversar los bienes de los indefensos y débiles que confían en ellos y de otra parte hacen públicamente alarde de prolongadas oraciones aparentando devoción.
En contraste entre el egoísmo y la autoalabanza, Jesús responde con la generosidad de la pobre viuda, doblemente pobre en una sociedad profundamente machista, que nos ofrece la imagen de los explotados y pobres pero que confían plenamente en Dios, que considera que la pequeña ofrenda de esta viuda que le es necesaria para vivir, tiene mayor valor ante El que las cuantiosas donaciones admiradas con gran aplauso y ofrecidas por ricos que no lo necesitan para seguir viviendo.
Qué ejemplo de generosidad me ofrece la pobre viuda del evangelio, así como la gente humilde que a diario me encuentro en mi camino que son capaces de sacrificar algunas horas o algunos días de su trabajo pagado, en beneficio de otra persona que está necesitada de apoyo.
Está claro, Jesús me está enseñando a ver e interpretar las historias ocultas y escondidas; las vidas pequeñas donde se cuecen los gestos y actitudes que nos salvan.
Jesús me está advirtiendo del engaño de lo espectacular, de lo deslumbrante y de lo llamativo para descubrir en la vida escondida de los hermanos más insignificantes la fe en lo sencillo y lo humilde que me conduce a Dios, como esta “pobre viuda” del evangelio.
Para ello tendré que hacerme alguna pregunta y reflexionar muy a fondo:
¿Me ejercito en el culto a Dios a través de lo humilde y de lo sencillo?
¿Educo mi sensibilidad y mi gusto por lo último, lo pequeño o lo escondido?
¿Practicaré la generosidad con los demás, tal como la “pobre viuda”?