MI REFLEXION ANTE EL EVANGELIO QUINTO DOMINGO DE CUARESMA

11 Diciembre 2007
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En este Evangelio a Jesús lo encontramos en el templo enseñando. Ha vuelto del monte de la oración y los fariseos y los escribas lo convierten en juez de un caso típico en la ley. Jesús trata el caso con dos preguntas y un profundo silencio. Demuestra tanto respeto a la pecadora que se nieva a condenarla como hacen los humanos, rompiendo los moldes establecidos por el puritanismo de la época y dejando libre a la mujer concediéndole la vida.
Es posible que para Él, la falta no fuera tan grave porque Dios tiene otros métodos que los hombres, para llevar al pecador al arrepentimiento y para que se purifique de culpas cometidas por pura ignorancia, ya que Jesús inicia un tiempo de gracia y de perdón toda vez que vino a salvar a los pecadores.
Jesús inclinándose escribía con el dedo sobre la tierra, porque no es fácil escribir en un corazón de piedra. Quizá poco importa el contenido de la escritura porque Jesús trata nuestros pecados, nuestros juicios, nuestros “fracasos morales” con el silencio, un silencio profundo, prolongado… un silencio que transforma el órgano endurecido: el corazón.
El, ha logrado enseñarnos a tener misericordia y perdonar invitándonos a mirar a nuestro interior y aceptar su sentencia: “Tampoco yo te condeno”.
Con Jesús se nos abren nuevos horizontes y nuevos caminos porque Él es el Camino de donde brota toda su misericordia y su Gracia.
Por todo ello, yo tendría que preguntarme a raíz de este Evangelio, donde estoy colocado:

¿Entre los que juzgan y condenan con facilidad o perdonando como lo hace Jesús transmitiendo amor y misericordia?
¿Qué concepto tengo yo del perdón? ¿Simple sentimiento piadoso? ¿Una liberación que me crea espíritu de santidad…?
¿Cómo pido y otorgo el perdón? ¿En secreto, en silencio, en público…? ¿Con palabras, con gesos, con hechos…?

Creo saber dirigirme bien por el camino del perdón y de pronto me encuentro en medio de un desierto.