TIEMPO ORDINARIO
DECIMOCUARTO DOMINGO
Es posible que Jesús durante su peregrinaje por el lago de Galilea, se acordara de Nazaret y de aquella infancia que como cualquier otro niño disfrutó rodeado de sus padres y educándose como un judío de su tiempo gracias a la Biblia y la cultura de su pueblo.
Y por ello acompañado por sus apóstoles se dirigió a su tierra, tal vez preocupado por quienes antes andaban preocupados por él. Y ejerciendo el uso del derecho que tenía todo israelita adulto, entra el sábado en la sinagoga y se pone a leer y comentar la Escritura. Los habitantes de Nazaret quedan asombrados: “¿De donde le viene a esto todo esto? Y se apresuran demasiado en buscar una respuesta y la encuentran en una dirección equivocada: “¿No es este el hijo del carpintero? Y su asombro termina en incomprensión de quien se niega a reconocer a Dios en lo conocido y cotidiano.
Me resulta triste admitir que la gente de Nazaret después de vivir años a su lado, se fijaran tan poco en él y fuesen tan ciegos para no ver los valores que tenía y descubrir que en su espíritu había una claridad otorgada por el Espíritu Santo con la debida discreción para no impedir que como humano compartiera nuestras experiencias y nuestros sufrimientos.
Quisiera creer que esta gente, cuando más tarde Jesús comenzó a ser famoso en su tierra, no les quedara cierto resentimiento al haberse equivocado acerca de él.
No obstante dice el evangelio “Jesús impuso sus manos sobre los enfermos y los sanó”. Pero no hizo ningún milagro verdadero. Nada que superara las capacidades de un buen curandero, Pues pensaría… ¿para que un milagro si no estaban dispuestos a reconocer que el Hijo de Dios estaba entre ellos?
Por otra parte los discípulos que acompañan al Maestro en esos momentos, no podrán por menos que aprender una importante lección; Los hombres prefieren no pocas veces renunciar a Dios, antes que a la imagen que se han forjado de él.
Es claro que a Jesús no le gustó la acogida hostil y grosera que le han reservado sus paisanos. En la cita del proverbio popular “un profeta solo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa”, se advierte una nota de amargura.
Sin embargo, estoy convencido, que Jesús no se bloqueó por el rechazo. Su vocación profética es más fuerte; recorría los pueblos y aldeas del contorno enseñando aunque tropezando con la estrechez, la mezquindad y los prejuicios de los que se niegan a cambiar.
Ante los hechos de que los suyos, los de su propia familia, le persiguen le excluyen y le marginan, no puede adaptarse a sus condicionamientos de entras en las medidas comunes. No Salirse de ciertos esquemas “canónicos”; Si no reproduce la “tradición” o si se aparta del orden establecido.
No obstante el Profeta aun “fuera” se mantiene sereno; no tiene miedo a la soledad y vive de la palabra silenciosa y ardiente del Padre.
Ante es punto tendré que hacerme algunas preguntas:
• ¿Cual es mi tierra y como me ocupo de entrar en ella santificándome?
• Cuándo en la iglesia hago la pregunta sobre la “utilidad del profetismo, ¿no me estaré alejando de mi vocación?
• ¿Cuál es mi tierra concreta? ¿Quiénes son mis parientes? ¿Quién es hoy el profeta de mi tiempo?
Estoy convencido, de que tengo mucho terreno por delante para fortalecer mi fe y aprender como los discípulos que acompañaban al Maestro esa importante lección; “los hombres prefieren no pocas veces renunciar a Dios, antes que a la imagen que se han forjado de Él.
.
mi mi
DECIMOCUARTO DOMINGO
Es posible que Jesús durante su peregrinaje por el lago de Galilea, se acordara de Nazaret y de aquella infancia que como cualquier otro niño disfrutó rodeado de sus padres y educándose como un judío de su tiempo gracias a la Biblia y la cultura de su pueblo.
Y por ello acompañado por sus apóstoles se dirigió a su tierra, tal vez preocupado por quienes antes andaban preocupados por él. Y ejerciendo el uso del derecho que tenía todo israelita adulto, entra el sábado en la sinagoga y se pone a leer y comentar la Escritura. Los habitantes de Nazaret quedan asombrados: “¿De donde le viene a esto todo esto? Y se apresuran demasiado en buscar una respuesta y la encuentran en una dirección equivocada: “¿No es este el hijo del carpintero? Y su asombro termina en incomprensión de quien se niega a reconocer a Dios en lo conocido y cotidiano.
Me resulta triste admitir que la gente de Nazaret después de vivir años a su lado, se fijaran tan poco en él y fuesen tan ciegos para no ver los valores que tenía y descubrir que en su espíritu había una claridad otorgada por el Espíritu Santo con la debida discreción para no impedir que como humano compartiera nuestras experiencias y nuestros sufrimientos.
Quisiera creer que esta gente, cuando más tarde Jesús comenzó a ser famoso en su tierra, no les quedara cierto resentimiento al haberse equivocado acerca de él.
No obstante dice el evangelio “Jesús impuso sus manos sobre los enfermos y los sanó”. Pero no hizo ningún milagro verdadero. Nada que superara las capacidades de un buen curandero, Pues pensaría… ¿para que un milagro si no estaban dispuestos a reconocer que el Hijo de Dios estaba entre ellos?
Por otra parte los discípulos que acompañan al Maestro en esos momentos, no podrán por menos que aprender una importante lección; Los hombres prefieren no pocas veces renunciar a Dios, antes que a la imagen que se han forjado de él.
Es claro que a Jesús no le gustó la acogida hostil y grosera que le han reservado sus paisanos. En la cita del proverbio popular “un profeta solo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa”, se advierte una nota de amargura.
Sin embargo, estoy convencido, que Jesús no se bloqueó por el rechazo. Su vocación profética es más fuerte; recorría los pueblos y aldeas del contorno enseñando aunque tropezando con la estrechez, la mezquindad y los prejuicios de los que se niegan a cambiar.
Ante los hechos de que los suyos, los de su propia familia, le persiguen le excluyen y le marginan, no puede adaptarse a sus condicionamientos de entras en las medidas comunes. No Salirse de ciertos esquemas “canónicos”; Si no reproduce la “tradición” o si se aparta del orden establecido.
No obstante el Profeta aun “fuera” se mantiene sereno; no tiene miedo a la soledad y vive de la palabra silenciosa y ardiente del Padre.
Ante es punto tendré que hacerme algunas preguntas:
• ¿Cual es mi tierra y como me ocupo de entrar en ella santificándome?
• Cuándo en la iglesia hago la pregunta sobre la “utilidad del profetismo, ¿no me estaré alejando de mi vocación?
• ¿Cuál es mi tierra concreta? ¿Quiénes son mis parientes? ¿Quién es hoy el profeta de mi tiempo?
Estoy convencido, de que tengo mucho terreno por delante para fortalecer mi fe y aprender como los discípulos que acompañaban al Maestro esa importante lección; “los hombres prefieren no pocas veces renunciar a Dios, antes que a la imagen que se han forjado de Él.
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