Mi pasaporte

30 Marzo 2000
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Mi pasaporte.

Estoy relajado, estoy feliz.
Estoy de vacaciones: todo es perfecto.
Todo es hermoso: el campo, la ciudad, las flores, y ese mar que me humedece el olfato con su aroma a sal, a yodo, a algas secas olvidadas en la orilla. Y ese aire que siente pereza de moverse de un sitio a otro y que en un suspiro revolotea para ir a parar un metro más allá. Y mi huella en la arena. Y ese sol que como una mano caliente me aplasta contra el suelo y seca el sudor que refresca mi frente. Y esa gaviota que revolotea indolente mientras, sin rumbo aparente, traza figuritas en el cielo.

Sí, estoy de vacaciones: todo es perfecto.

No entiendo el idioma de estas gentes que raudas van de aquí para allá siempre en busca de algo pendiente. Siempre tan atareadas. Parece que todos han perdido algo y no saben el qué. Unos suben la empinada calle. Otros bajan. Nunca se ponen de acuerdo. Nunca suben todos o bajan todos. Siempre hay unos que suben primero, para luego bajar el sendero. Mientras se cruzan ni si quiera se saludan. Yo creo que es porque no se ven de lo preocupados que están. Debe ser muy importante lo que han perdido, porque estoy seguro de que han perdido algo, ¿qué será?

Pero yo, ¡qué feliz soy!
Sí, estoy de vacaciones: todo es perfecto.

Vivo la vida como un turista. No tengo hogar permanente. No hago acopio de nada, porque nada me es imprescindible. Lo que voy necesitando la naturaleza me lo va dando.

Hoy el calor es sofocante. Compro un helado y me siento a la sombra de un árbol a observar a los niños. El aroma a eucalipto me llena el olfato. ¡Qué felices! Juegan con la única preocupación de jugar lo más gozosos que puedan, y cuando juegan no existe nada más para ellos. No tienen recovecos en sus mentes, todavía no los han fabricado. ¡Si se mantuvieran así! ¡Si aceptaran siempre las cosas como les vienen!

Sí, estoy de vacaciones: todo es perfecto.

Las gentes murmuran que hace mucho calor, que no se puede trabajar, que si patatín que si patatán. Ayer llovió y tampoco les gustó. Nada está bien, nada hay bien hecho, todo hay que hacerlo de nuevo. Y si no sale bien, rehacerlo. Unos opinan que es corto, otros que es largo. Unos que es ancho y otros que estrecho. Unos lo hacen de una forma y luego otros lo derriban para hacerlo de otra. No me extraña que ante tanto trabajo pendiente estén agobiados, tristes y cabizbajos. No me extraña que anden siempre en movimiento. Unos suben bajando y otros bajan subiendo. ¡Qué extraño! Creo que están quietos.

Sí, estoy de vacaciones: todo es perfecto.

El caso es que yo también era así. Yo lo recuerdo.
Sí, yo también era así. Yo también era como ellos.
Entonces poso mi mano derecha en el bolsillo trasero del pantalón, donde asoma mi pasaporte. Un suspiro de alivio surge de mis labios, y una gran alegría cruza mi pecho. Miro hacia arriba y el azul me parece más intenso. Miro hacia el frente y me parece que el horizonte une en vez de separar cielo y mar.

Sí, yo también era así. Yo también era como ellos.

Siempre tan atareado, siempre con algo por hacer. Era un turista en tierra extraña y no lo había sabido comprender. Al principio todo iba bien, hasta que percibí que había perdido algo. Sí, yo también lo había perdido. Como todos, como ese, como aquel.
Yo también había perdido mi pasaporte y no podía regresar sin él.

Sí, estoy de vacaciones: todo es perfecto.