Estimado @Alissa
Te contaré una breve historia de la vida real.
Cuando tenía 7, quizás 8 años, en mi escuela primaria se acostumbraba festejar a las madres en su día. Para tal efecto se hacían bailables y se acostumbraba realizar alguna manualidad, algo hecho con nuestras propias manos para entregarlo a nuestras madres ese día.
El maestro, alguien serio, aspecto augusto, de mirada profunda y sereno pidió a sus alumnos que lleváramos una coladera, hilo de estambre, unos botones y una aguja de gancho para tejer.
Llevamos cada uno este sencillo material con el que deberíamos hacer una cara, la cara de nuestra mamá. Así que nos dio las indicaciones y fuimos entremetiendo el estambre en la coladera hasta darle forma luego pondríamos por ojos los botones y una serie de listones.
Muchos no lo saben, yo entonces tampoco lo sabía pero el hecho es que soy disléxico profundo y, a esa edad, la dislexia era especialmente importante. Una vez dicho esto, Aclaro que batallé mucho, mucho para poner cada hilo de estambre en su lugar...poco a poco mis compañeros fueron terminando su obra, reconozco que algunas eran independientemente bellas.
Veía tristemente que no atinaba avanzar mucho y cuando ya avanzaba no correspondían los agujeros con el tipo de estambre y muchas deficiencias más, que decir de ponerle ojos, listones...me fue imposible, hasta que se me agotó el tiempo.
El maestro vio mi obra y no dijo nada, vio la de otros compañeros y nos pidió a todos por igual que entregáramos nuestros trabajo, pues al otro día era el festival...lo mío era una sombra de las bellas obras de los demás. La tristeza y desilusión de ver mi propia obra era evidente, creo haber salido alguna lágrima en silencio.
Llegó el dia de las madres, y con este llegó mi madre junto con las madres de cada alumno.
Llegó también el profesor, serio, voz pausada con una gran bolsa de papel.
Fue llamando a cada madre acorde al nombre según la lista...casi llegaba mi turno, veía la sonrisa y satisfacción de mis compañeros, su obra y desde luego las sonrisas y agradecimientos de sus madres.
Mi madre atenta, esperó pacientemente su turno, alcancé a escuchar mi nombre...estaba realmente nervioso, apenado y triste.
De pronto el maestro entregó en mi nombre a mi madre, una preciosa obra terminada: Una coladera, con cabello, ojos, listones, a mi agradecida y sonriente madre. El buen maestro había terminado la tarde y la noche anterior lo que yo y otros tantos no pudimos terminar.
Ahora ya adulto leo en las Escrituras:
Así es
Es Jesucristo mismo quien me completa, me sustenta, me aconseja, me prepara para la buena batalla, me sostiene, levanta mi cabeza de tal manera que no temeré, él es mi alegría y mi verdadero Reposo, él es el autor y consumador de mi santísima fe, fe que no es. ni ha sido puesta en nadie jamás distinta a él.
Confía en él, solo en él.
Te contaré una breve historia de la vida real.
Cuando tenía 7, quizás 8 años, en mi escuela primaria se acostumbraba festejar a las madres en su día. Para tal efecto se hacían bailables y se acostumbraba realizar alguna manualidad, algo hecho con nuestras propias manos para entregarlo a nuestras madres ese día.
El maestro, alguien serio, aspecto augusto, de mirada profunda y sereno pidió a sus alumnos que lleváramos una coladera, hilo de estambre, unos botones y una aguja de gancho para tejer.
Llevamos cada uno este sencillo material con el que deberíamos hacer una cara, la cara de nuestra mamá. Así que nos dio las indicaciones y fuimos entremetiendo el estambre en la coladera hasta darle forma luego pondríamos por ojos los botones y una serie de listones.
Muchos no lo saben, yo entonces tampoco lo sabía pero el hecho es que soy disléxico profundo y, a esa edad, la dislexia era especialmente importante. Una vez dicho esto, Aclaro que batallé mucho, mucho para poner cada hilo de estambre en su lugar...poco a poco mis compañeros fueron terminando su obra, reconozco que algunas eran independientemente bellas.
Veía tristemente que no atinaba avanzar mucho y cuando ya avanzaba no correspondían los agujeros con el tipo de estambre y muchas deficiencias más, que decir de ponerle ojos, listones...me fue imposible, hasta que se me agotó el tiempo.
El maestro vio mi obra y no dijo nada, vio la de otros compañeros y nos pidió a todos por igual que entregáramos nuestros trabajo, pues al otro día era el festival...lo mío era una sombra de las bellas obras de los demás. La tristeza y desilusión de ver mi propia obra era evidente, creo haber salido alguna lágrima en silencio.
Llegó el dia de las madres, y con este llegó mi madre junto con las madres de cada alumno.
Llegó también el profesor, serio, voz pausada con una gran bolsa de papel.
Fue llamando a cada madre acorde al nombre según la lista...casi llegaba mi turno, veía la sonrisa y satisfacción de mis compañeros, su obra y desde luego las sonrisas y agradecimientos de sus madres.
Mi madre atenta, esperó pacientemente su turno, alcancé a escuchar mi nombre...estaba realmente nervioso, apenado y triste.
De pronto el maestro entregó en mi nombre a mi madre, una preciosa obra terminada: Una coladera, con cabello, ojos, listones, a mi agradecida y sonriente madre. El buen maestro había terminado la tarde y la noche anterior lo que yo y otros tantos no pudimos terminar.
Ahora ya adulto leo en las Escrituras:
"estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" Fil 1:6.
Así es
Es Jesucristo mismo quien me completa, me sustenta, me aconseja, me prepara para la buena batalla, me sostiene, levanta mi cabeza de tal manera que no temeré, él es mi alegría y mi verdadero Reposo, él es el autor y consumador de mi santísima fe, fe que no es. ni ha sido puesta en nadie jamás distinta a él.
Confía en él, solo en él.