EL PRIMER MANDAMIENTO
Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos.
No tendrás dioses ajenos delante de mí.
Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de siervos.
No tendrás dioses ajenos delante de mí.
Éxodo 20: 2-3.
Hervy Aracena Gómez
Pastor Villa México
Pastor Villa México

Solemos centrar nuestra atención en la parte que habla de amarle con el corazón, mente y fuerzas, pero no consideramos la declaración de la unicidad y dicha omisión, trae consigo el fracaso de la primera parte. En Marcos 12: 28-34 un escriba pregunta al Señor respecto al primer mandamiento. Jesús destaca en los versos 29-30 lo mismo que Deuteronomio: Oye Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. Amarás pues al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de toda tu mente, y de todas tus fuerzas; este es el principal mandamiento. Es un todo, no pueden separarse el verso 29 del 30. El conflicto comienza al preguntarnos: ¿Cómo entendemos y obedecemos el mandato: Oye Israel, el señor uno es? La segunda parte del mandamiento no representa problema en entenderse, pero la primera parte conlleva un propósito que parece ser oculto. Debemos indagar la intención del Espíritu al revelar esta palabra. Quizás la raíz de muchos fracasos es aceptar lo escrito sin considerar el propósito de la inspiración, Romanos 8: 27 nos habla de el intento del Espíritu. ¿Cuál era la idea de Dios al inspiró estas palabras? ¿Qué esperaba lograr en el hombre al darle este conocimiento? ¿Qué espera Dios que hagamos al darnos esta revelación?. Si duda alguna, una relación más íntima que dignifica al creyente al tratar con un Dios que conoce, pero ¿será eso todo?.
Al recibir la revelación, el hombre es honrado y elevado a una posición que nunca alcanzará por otro medio, pero así también se le demanda una administración responsable de la cual, tendrá que dar cuenta, Lucas 12: 48 dice: ...porque a cualquiera que fue dado mucho, mucho será vuelto a demandar de él; y al que encomendaron mucho, más le será pedido. De manera que la revelación tiene un propósito que alcanzar a través del hombre, el cual sólo es un instrumento. Entonces, ¿Qué espera Dios lograr a través nuestro con la revelación expresada en: Oye Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es? Es evidente que dicho intento involucra necesariamente al pueblo de Dios. Cuando Dios fue manifestado en carne, según 1 Timoteo 3: 16, todo fue orientado en una misma dirección: Ángeles, gentiles, el mundo y, como es obvio, Israel, fueron enfocados hacia el Cristo. El cielo y la tierra fue unido en un solo cuerpo y la reconciliación vino a través de ese único e inmaculado ser llamado el Cristo. Aquí debemos separar la simple teología intelectual y la espiritual que procede de la profecía viviente. La primera entiende todos los textos acerca de la doctrina del Dios único que se hizo carne, pero la segunda discierne por el Espíritu el intento y propósitos divinos. En este punto se produce una gran paradoja: Existen quienes, sin conocer la doctrina y su fundamento escritural, entienden la intención divina a causa de la humildad del corazón. Y existen aquellos que manejando todos los textos que aclaran esta revelación, no perciben el propósito divino debido a su arrogancia y pretensión ególatra. De cualquier manera, Dios siempre será glorificado.
¿Cuál es la esencia de Deuteronomio 6: 4? Lo primero es que el intento divino se cumplirá a través del Cuerpo de Cristo. Ya dijimos que en la encarnación, el cielo y la tierra fueron orientados hacia un mismo fin en el cuerpo del Cristo. Malaquías 2: 10 y 15 declaran: ¿No tenemos todos un mismo padre? ¿No nos ha criado un mismo Dios? ¿Por qué menospreciaremos cada uno á su hermano, quebrantando el pacto de nuestros padres?... Pues qué ¿no hizo él uno solo aunque tenía la abundancia del espíritu? ¿Y POR QUÉ UNO? Para que procurara una simiente de Dios. Guardaos pues en vuestros espíritus,... Si todo procede de Uno, y ha de volver a ese Uno, la esencia de la unicidad divina y su revelación al hombre conlleva ese intento de reconciliación. En Cristo es reconciliado el cielo y la tierra. Es importante entenderlo porque hoy el Cuerpo de Cristo es la Iglesia, y en ella el proceso de unificar todas las cosas en Uno continúa, sólo si entiende la intención que va tras del Oye Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es. La Iglesia no es llamada a enjuiciar al pecador o al creyente caído, sino a reconciliarlo con Dios. Se entiende, por cierto, que existe una disciplina espiritual básica y la autoridad del ministerio para corregir los males, pero esa autoridad debe administrarse dentro de los límites de la misión fundamental que es reconciliar al cielo y la tierra en un solo cuerpo. ¿Qué tanta trascendencia tiene esta perspectiva? Consideremos la oración en el Getsemaní en Juan 17: 11, 21-23:
1. Verso 11: Así como el Padre y el Hijo son uno en esencia, naturaleza e identidad, los creyentes deben ser uno en un cuerpo, que es la Iglesia. Esto no es posible, si cada uno no se une al Señor. No hay judío, ni griego; no hay siervo, ni libre: no hay varón, ni hembra: porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Gálatas 3: 28. Si no existe esa unidad personal con Dios primero, y luego con el hermano por el Espíritu, es imposible que halla crecimiento, pues Colosenses 2: 19 declara que desde la Cabeza, todo el cuerpo es alimentado y conjunto por las ligaduras y conjunturas, crece en aumento de Dios. Malaquías 2: 10 advierte que si menosprecias a tu hermano perviertes el pacto.
2. Versos 21, 23: Las palabras de Jesús son categóricas: Jamás el mundo llegará a conocer y entender la unicidad de Dios mientras no la vea reflejada en la Iglesia. Recordemos una es la teología intelectual y otra cosa muy diferente, la teología espiritual que resplandece generando vida. Entender la unicidad de Dios es llegar a ser consumadamente una cosa mediante la cual se reconcilia el cielo y la tierra. La actitud y conducta del creyente es entonces gobernada por este principio: Sed sin ofensa a Judíos, y a gentiles, y á la Iglesia de Dios. Como también yo en todas las cosas complazco á todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. 1 Corintios 10: 32-33.
3. Verso 22: Es categórico, en esa unidad, y sólo en ella, la iglesia disfrutará la gloria divina. En el Cristo vimos su gloria, Juan 1: 14, porque Dios tenía complacencia de estar en él, Mateo 3: 17. Así también, la Iglesia como Cuerpo de Cristo rebosará de su gloria mientras esté unida al Señor y cada miembro entre sí.
CONCLUSIONES :
1. No basta comprender la teología escritural respecto a la verdad del único Dios, sino que para alcanzar el propósito y bendición divina es menester comprender el espíritu que acompaña a dicha verdad. La máxima expresión de ella es reflejada en la cruz donde, por amor a sus enemigos, el Cristo pagó el precio de la reconciliación de ellos.
2. Es imposible que el mundo pueda entender el llamado divino si no ve en la Iglesia la gloria que refleja esa única, gloriosa y sublime revelación del único Dios, de quién procede todo y a quien retornará todo, a su debido tiempo.
3. La Iglesia, bajo la unción del Espíritu Santo, está llamada a realizar todos los esfuerzos posibles para reconciliar en un cuerpo todas las cosas.
4. La carencia de esos esfuerzos, comenzando por algo tan simple como el menoscabar, juzgar apresuradamente y comprometer el nombre de otra persona, sólo refleja que la verdad es sólo comprendida en cuanto a la letra, pero no en espíritu. En consecuencia, quienes proceden de esa forma, no han madurado en Cristo, aún son niños y carnales.
5. Somos llamados hoy a examinar cuán profundo entendemos la revelación que hemos recibido y cuán responsablemente la hemos administrado. Lamentaciones 3: 40-41 exhorta: Escudriñemos nuestros caminos, y busquemos, y volvámonos a Jehová. Levantemos nuestros corazones con las manos a Dios en los cielos.
Espero que les guste