Mensaje 24 para nuevos creyentes

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5 Septiembre 2001
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Mensaje 24
Vida interior
Desarrollo, crecimiento y madurez
Lectura bíblica
Ro. 6:13 ...Presentaos vosotros mismos a Dios...
Lv. 1:9 Y el sacerdote hará arder todo [el sacrificio] sobre el altar; holocausto es, ofrenda encendida de olor grato para Jehová.
El resultado de la consagración
Debemos considerar este asunto … a la luz de las ofrendas del Antiguo Testamento. Cuando un buey era sacrificado y ofrecido en el altar, inmediatamente era separado de todo aquello con lo cual estuvo antes vinculado. Los lazos que lo unían a su amo, a sus compañeros y a su corral, eran cortados e incluso, una vez consumido por el fuego, él mismo perdía su forma y estatura originales. Lo mejor de él llegaba a convertirse en olor grato para Dios, y sólo quedaba un montón de cenizas. El resultado final de que el buey fuese ofrecido a Dios era que éste era despojado de todo y aniquilado completamente. Puesto que nuestra consagración es también una ofrenda a Dios, el resultado debe ser el mismo. Se debe renunciar a todo para que sea quemado por Dios hasta convertirse en cenizas, al grado en que absolutamente todo ha sido aniquilado.
Algunos hermanos y hermanas todavía abrigan la esperanza de que, una vez que se consagren, habrán de llegar a ser personas notables. Esto demuestra que no han renunciado a su futuro… El futuro al cual nos referimos no solamente es el futuro que tenemos en el mundo, sino también nuestro futuro en el mundo cristiano. Todos sabemos que es natural que el mundo nos atraiga y nos ofrezca la posibilidad de un futuro, pero incluso el llamado mundo cristiano tiene cierta atracción y ofrece la esperanza de un futuro… Sin embargo, en una persona consagrada, todas estas expectativas han fenecido. Una persona verdaderamente consagrada ha renunciado a su futuro, no sólo a su futuro en el mundo, sino también a su llamado “futuro espiritual”. El ya no abriga ninguna esperanza para sí mismo, toda su esperanza está en Dios. Su vida está, de manera pura y sencilla, en las manos de Dios; esta persona es lo que Dios quiere que él sea y hace lo que Dios quiere que él haga. Esta persona no sabe cuál vaya a ser el resultado de su entrega, y tampoco le importa. Lo único que sabe es que él es un sacrificio que pertenece completamente a Dios, y esto es lo único importante para él. Así, el altar es, para siempre, el lugar donde él está y el resultado es, para siempre, un montón de cenizas. El ha renunciado completamente a su futuro.
Este acto de renunciar a nuestro futuro no lo hacemos a regañadientes después de que por alguna razón las esperanzas que teníamos para el futuro fueron demolidas; es una entrega voluntaria, anterior a cualquier evento semejante… Si nuestra consagración no está bien fundada, tarde o temprano surgirán problemas en nuestro servicio y en nuestra condición espiritual.
Hermanos y hermanas, la frescura de esta consagración producida al renunciar a cualquier futuro prometedor, debe ser resguardada en lo íntimo de nuestro ser. Nunca deje que su consagración envejezca. Si ella envejece, es como si usted nunca se hubiese consagrado. Debemos ser siempre como las cenizas en el altar, siempre ser enteramente para la satisfacción de Dios, y por siempre carecer de futuro alguno.
Conclusión
Debemos darnos cuenta de que no es posible alcanzar el clímax de cualquier experiencia de vida de una sola vez. Debemos perseverar en ello continuamente de tal manera que esta experiencia, gradualmente, se haga más frecuente e intensa y llegue a su plenitud, o sea alcance el nivel de madurez.
Cuando nos consagramos por primera vez, nuestra experiencia es similar al de un embrión en el vientre de una mujer, en el sentido de que no se distinguen las orejas, los ojos, la boca ni la nariz. A medida que crecemos en la vida divina, los cinco aspectos ya mencionados, los cuales se relacionan con la experiencia de consagración, poco a poco se irán formando en nosotros. Entonces, ciertamente sentiremos que Dios nos compró y que todos nuestros derechos están en Sus manos. Seremos prisioneros de Su amor, porque Su amor penetró nuestros corazones. De hecho, así llegamos a convertirnos en un verdadero sacrificio puesto sobre el altar para el disfrute y la satisfacción de Dios. Dios habrá culminado Su obra en nosotros, y entonces seremos capaces de laborar para El. Nuestro futuro, entonces, será un puñado de cenizas. No nos quedará ningún modo de rehuir la voluntad de Dios y sólo Dios será nuestro futuro y nuestro camino. En esta etapa, la experiencia de nuestra consagración sin duda habrá alcanzado su madurez. Que todos nosotros, por la gracia del Señor, prosigamos y, juntos, sigamos adelante.
Witness Lee. Living Stream Ministry
Henry