7 de octubre Sé un pacificador – Cuarta parte
“BIENAVENTURADOS LOS PACIFICADORES...” (Mateo 5:9)
¡Atacad el problema!, ¡no el uno al otro! No es posible arreglar el problema si estáis obsesionados en echaros la culpa. Escucha: “La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1). A la hora de resolver el conflicto, cómo dices las cosas es tan importante como lo que dices. Si lo dices en forma de ataque, la otra persona se pondrá a la defensiva. Salomón decía: “El sabio de corazón es llamado prudente, y la dulzura de labios aumenta el saber” (Proverbios 16:21). Fastidiar no funciona. ¡Nunca eres persuasivo cuando eres agresivo! No uses palabras condenatorias, denigrantes, comparativas, que etiqueten, insulten, exijan, o sean sarcásticas. Pablo escribió: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
Haz hincapié en la relación, ¡no en las diferencias! No es realista esperar que todos estén de acuerdo con todo. Cuando nos centramos en nuestra relación, a menudo el problema pierde su importancia y se hace irrelevante. A veces podemos restaurar la relación aunque no seamos capaces de resolver nuestras diferencias. Siempre tendremos desacuerdos genuinos, pero sin duda podemos estar en desacuerdo sin ser desagradables. Podemos caminar hombro a hombro sin tener que confrontarnos. Eso no quiere decir que tenemos que dejar de buscar una solución. No, tal vez necesitéis seguir discutiendo el tema – pero esta vez acordáis hacerlo en un espíritu de amor. La reconciliación significa enterrar el hacha, no necesariamente el asunto. Por lo tanto, ¿con quién necesitas ponerte en contacto? ¿Con quién necesitas restaurar la relación? ¡Toma el teléfono y empieza el proceso!
“BIENAVENTURADOS LOS PACIFICADORES...” (Mateo 5:9)
¡Atacad el problema!, ¡no el uno al otro! No es posible arreglar el problema si estáis obsesionados en echaros la culpa. Escucha: “La respuesta suave aplaca la ira, pero la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1). A la hora de resolver el conflicto, cómo dices las cosas es tan importante como lo que dices. Si lo dices en forma de ataque, la otra persona se pondrá a la defensiva. Salomón decía: “El sabio de corazón es llamado prudente, y la dulzura de labios aumenta el saber” (Proverbios 16:21). Fastidiar no funciona. ¡Nunca eres persuasivo cuando eres agresivo! No uses palabras condenatorias, denigrantes, comparativas, que etiqueten, insulten, exijan, o sean sarcásticas. Pablo escribió: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes” (Efesios 4:29).
Haz hincapié en la relación, ¡no en las diferencias! No es realista esperar que todos estén de acuerdo con todo. Cuando nos centramos en nuestra relación, a menudo el problema pierde su importancia y se hace irrelevante. A veces podemos restaurar la relación aunque no seamos capaces de resolver nuestras diferencias. Siempre tendremos desacuerdos genuinos, pero sin duda podemos estar en desacuerdo sin ser desagradables. Podemos caminar hombro a hombro sin tener que confrontarnos. Eso no quiere decir que tenemos que dejar de buscar una solución. No, tal vez necesitéis seguir discutiendo el tema – pero esta vez acordáis hacerlo en un espíritu de amor. La reconciliación significa enterrar el hacha, no necesariamente el asunto. Por lo tanto, ¿con quién necesitas ponerte en contacto? ¿Con quién necesitas restaurar la relación? ¡Toma el teléfono y empieza el proceso!