Meditaciones 5. de diciembre

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5 Septiembre 2001
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UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee

Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces. Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Juan 21:6 ss.

Lo extraño fue que ninguno reconoció a Jesús cuando El estaba en la playa; ni siquiera Pedro y Juan que le habían conocido íntimamente, y tampoco Tomás, que hacía poco lo había identificado por sus heridas. El Señor resucitado no había de ser reconocido por ojos humanos, ni por manos de carne. Aun cuando les habló de cosas con las que estaban familiarizados, no lo reconocieron. Cuando la red se llenó, Juan repentinamente lo reconoció.
Más tarde, ya en la playa, Jesús les dijo: “Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres?, sabiendo que era el Señor”. Aquí tenemos una paradoja. Normalmente, cuando alguien hace una pregunta, significa que tiene falta de conocimiento y si no nos atrevemos a preguntar, es porque tenemos temor de exponer nuestra falta de conocimiento. Pero aquí tenemos al temor junto con el conocimiento. En el hombre exterior, tenían temor; en el hombre interior, tenían conocimiento. Con frecuencia, no podemos explicar algo, sin embargo existe una seguridad interior divinamente impartida. Esto es vida cristiana.