2 de septiembre ¡Juntos es mejor!
“SOBRELLEVAD LOS UNOS LAS CARGAS DE LOS OTROS, Y CUMPLID ASÍ LA LEY DE CRISTO” (Gálatas 6:2)
Stew Webber, recordando sus días en el ejército,escribió: “Corríamos vestidos de uniforme completo de batalla. Como de costumbre, la orden era: “Salid juntos, permaneced juntos, volved juntos. Si no volvéis juntos, ¡no os molestéis en volver!”.
“Un día, dos filas por delante de mí, observé a un muchacho con dificultades en la marcha. Era un chico grande, esquelético y pelirrojo, de nombre Sanderson. Sus piernas estaban en movimiento pero no seguía el paso del resto del grupo. Su cabeza comenzaba a caerse de un lado a otro; estaba a punto de desmayarse. Sin cambiar el ritmo, el soldado del comando a su derecha se acercó y tomó su rifle; a partir de entonces, uno de los soldados cargaba con dos armas. El pelirrojo grande mejoró durante un tiempo. Pero, entonces, mientras el pelotón seguía en movimiento, su mandíbula empezó a flaquear, sus ojos abiertos de par en par empezaron a perderse y sus piernas parecían pistones.
Poco después, su cabeza volvía a dar vueltas de un lado a otro. Entonces, el soldado de la izquierda se acercó, le quitó el casco a Sanderson, se lo colocó bajo su propio brazo y siguió corriendo
Todo marchaba bien. Nuestras botas hacían un ruido sordo a lo largo del camino polvoriento, creando una ‘música’ monótona y pesada: ¡Tran-tran-tran! Pero Sanderson tenía dolor, mucho dolor. Se inclinaba, a punto de colapsarse. Pero no, dos soldados detrás de él levantaron la mochila de su espalda, y cada uno tomó una tira en la mano que no tenía ocupada. Sanderson reunió las fuerzas que le quedaban, irguió los hombros y el pelotón siguió corriendo... durante todo el camino hasta la meta.
Salimos juntos, volvimos juntos. Y, gracias a ello, todos nos
hicimos más fuertes”. Juntos es mejor, ¿verdad?
Si quiere que sus amigos reciban cada día "La Palabra Para Hoy", dígales que manden un mensaje a
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“SOBRELLEVAD LOS UNOS LAS CARGAS DE LOS OTROS, Y CUMPLID ASÍ LA LEY DE CRISTO” (Gálatas 6:2)
Stew Webber, recordando sus días en el ejército,escribió: “Corríamos vestidos de uniforme completo de batalla. Como de costumbre, la orden era: “Salid juntos, permaneced juntos, volved juntos. Si no volvéis juntos, ¡no os molestéis en volver!”.
“Un día, dos filas por delante de mí, observé a un muchacho con dificultades en la marcha. Era un chico grande, esquelético y pelirrojo, de nombre Sanderson. Sus piernas estaban en movimiento pero no seguía el paso del resto del grupo. Su cabeza comenzaba a caerse de un lado a otro; estaba a punto de desmayarse. Sin cambiar el ritmo, el soldado del comando a su derecha se acercó y tomó su rifle; a partir de entonces, uno de los soldados cargaba con dos armas. El pelirrojo grande mejoró durante un tiempo. Pero, entonces, mientras el pelotón seguía en movimiento, su mandíbula empezó a flaquear, sus ojos abiertos de par en par empezaron a perderse y sus piernas parecían pistones.
Poco después, su cabeza volvía a dar vueltas de un lado a otro. Entonces, el soldado de la izquierda se acercó, le quitó el casco a Sanderson, se lo colocó bajo su propio brazo y siguió corriendo
Todo marchaba bien. Nuestras botas hacían un ruido sordo a lo largo del camino polvoriento, creando una ‘música’ monótona y pesada: ¡Tran-tran-tran! Pero Sanderson tenía dolor, mucho dolor. Se inclinaba, a punto de colapsarse. Pero no, dos soldados detrás de él levantaron la mochila de su espalda, y cada uno tomó una tira en la mano que no tenía ocupada. Sanderson reunió las fuerzas que le quedaban, irguió los hombros y el pelotón siguió corriendo... durante todo el camino hasta la meta.
Salimos juntos, volvimos juntos. Y, gracias a ello, todos nos
hicimos más fuertes”. Juntos es mejor, ¿verdad?
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