UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee
Dijo Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo. Génesis 21:6.
Dios había demostrado un completo dominio de lo imposible, y la risa de Sara fue la risa de un asombro marcado por la gratitud. Con anterioridad, había sido Abram el que rió (17: 17). Pero su risa fue la de incredulidad, no hacia Dios sino más bien hacia sí mismo. No había falta de respeto sino sólo un sentido de la total imposibilidad de lo propuesto. ¿Dónde estaba su fe de años anteriores? Había sido fe verdadera pero quizás mezclada con un cierto “realismo” práctico, algún toque de confianza en sí mismo. Era una especie de fe en Dios, más fe en Abraham. Ahorá finalmente llegó a saber que la “colaboración” de Abraham había tocado a su fin. Sólo quedaba Dios en quien confiar, y precisamente aquí su fe adquirió un nuevo carácter, pues las condiciones favorables no suelen ayudar a la fe sino más bien a estorbarla. Parece ser que cuando las circunstancias son fáciles, la fe se hace más difícil, y cuando las condiciones son más difíciles la fe viene con más facilidad. Cuando las perspectivas son totalmente imposibles, entonces se manifiesta la fe de la desesperación, que sólo tiene a Dios para apoyarse, y que conduce finalmente a aquella risa de asombro.
Watchman Nee
Dijo Sara: Dios me ha hecho reír, y cualquiera que lo oyere, se reirá conmigo. Génesis 21:6.
Dios había demostrado un completo dominio de lo imposible, y la risa de Sara fue la risa de un asombro marcado por la gratitud. Con anterioridad, había sido Abram el que rió (17: 17). Pero su risa fue la de incredulidad, no hacia Dios sino más bien hacia sí mismo. No había falta de respeto sino sólo un sentido de la total imposibilidad de lo propuesto. ¿Dónde estaba su fe de años anteriores? Había sido fe verdadera pero quizás mezclada con un cierto “realismo” práctico, algún toque de confianza en sí mismo. Era una especie de fe en Dios, más fe en Abraham. Ahorá finalmente llegó a saber que la “colaboración” de Abraham había tocado a su fin. Sólo quedaba Dios en quien confiar, y precisamente aquí su fe adquirió un nuevo carácter, pues las condiciones favorables no suelen ayudar a la fe sino más bien a estorbarla. Parece ser que cuando las circunstancias son fáciles, la fe se hace más difícil, y cuando las condiciones son más difíciles la fe viene con más facilidad. Cuando las perspectivas son totalmente imposibles, entonces se manifiesta la fe de la desesperación, que sólo tiene a Dios para apoyarse, y que conduce finalmente a aquella risa de asombro.