Meditaciones 19 de octubre

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5 Septiembre 2001
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UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee

Si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor. Romanos 14: 15.

Al enseñar a otros con el ejemplo, al igual que con palabras y argumentos, es posible llegar a ser demasiado osados. Aquí tenemos un hermano cuya conciencia no le permite comer carne. ¿Qué es lo que hago? Me siento delante de él y como tanta carne como pueda, en la vana creencia de que al hacerlo le estoy mostrando lo que es la libertad cristiana. No disiento con él pero pongo la carne delante suyo para demostrarle la naturaleza de la libertad cristiana. ¿Le estoy ayudando o le estoy “destruyendo”? Toma nota cómo continúa el versículo. No dice: “No hagas que con tu argumento” sino: “no hagas que por la comida tuya”. De manera que si mi hermano y yo discrepamos en un punto, debo tratar de mantener esa diferencia en un segundo plano y no arrojarla donde el puede tomar rápida conciencia de ella. Dios me manda evitar todo lo que pueda herirle. ¿Por qué? Porque este es el hermano “por quien Cristo murió”.
 
19 de octubre Toma el ejemplo de María



“...LA MADRE DE JESÚS LE DIJO: NO TIENEN VINO” (Juan 2:3b)



En tiempos bíblicos, ofrecer vino a los invitados de una boda era una señal de respeto, así que quedarse sin vino hubiera sido socialmente desastroso. Pero nota como María manejó la situación; en lugar de tratar de echar culpas, decidió que era mejor resolver el problema. John Dewey dijo: “Un problema bien planteado es un problema medio resuelto”, así que antes de actuar, María habló con Jesús. ¡Una decisión perspicaz! Jesús dijo a los criados que llenaran las tinajas con agua y que dieran un poco al encargado del banquete. Cuando éste lo probó, la Biblia dice que “...probó el agua hecha vino...” (Juan 2:9). Pero date cuenta que eso ocurrió después de obedecer a Jesús, no antes.

En una reunión particularmente tensa de líderes de iglesia, cuando uno de los miembros de la junta sugirió que se orara por los problemas, otro respondió: “¿Tan grave es?”.

Básicamente, hay dos razones por las que hacemos de la oración nuestro último recurso en vez del primero: (1) Nos gusta pensar que somos lo bastante maduros para resolver nuestros propios problemas; (2) Nos sentimos insignificantes y pensamos: Es lógico que María le pidiera a Jesús; es su madre, pero Él tiene problemas más grandes que el mío para resolver. No, ¡a Jesús le importan tus problemas! Él se agrada en ti (Ver Salmo 18:19b). Se goza contigo como el gozo del esposo con la esposa (Ver Isaías 62:5b). Nunca eres demasiado grande ni demasiado pequeño para pedir ayuda a tu Padre. Simplemente, toma el ejemplo de María: (a) Identifica el problema; (b) Llévaselo a Jesús; (c) Haz lo que Él te diga - ¡y te encantarán los resultados!





¡¿Qué te parece si aconsejas a tus amigos mandar un e-mail a

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para que ellos también "disfruten" de estas "vitaminas" diarias?!