Meditaciones 15 de octubre

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5 Septiembre 2001
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UNA MESA EN EL DESIERTO
Watchman Nee

El trono de mi señor el Rey David. 1 Reyes 1:37.

Le llamaban “Rey David” con afecto, porque era todo un rey. Era un rey en el desierto cuando como pastor de las ovejas de su padre, hacía huir al león en el nombre del Señor. Más tarde, cuando Goliat amenazaba a Israel y hasta el propio Saúl temblaba (para no mencionar el terror del pueblo), David permaneció firme y sin temor. No hay lugar alguno para el temor, en el corazón de un rey. Pero sobre todo esto, cuando fugitivo de Saúl, repentinamente se encontró con su perseguidor dormido a sus pies, se opuso en forma resuelta a aplicar el golpe que le hubiera traído pronto alivio.
Esta era verdadera realeza, pues aquel que no sabe gobernar su propio espíritu, no es rey. Un verdadero rey es rey en toda circunstancia. Reina en todas partes.
 
15 de octubre “Un rebaño y un Pastor”



“TENGO...OTRAS OVEJAS QUE NO SON DE ESTE REDIL...” (Juan 10:16)



¿Te has fijado que algunas de las personas a tu alrededor que más juzgan se llaman a sí mismos cristianos? Los metodistas no confían en los congregacionistas, los bautistas miran con cautela a los pentecostales, y los católicos tienen dudas acerca de los protestantes. Pero escucha lo que dijo Jesús: “tengo... otras ovejas que no son de este redil; a esas también debo atraer y oirán Mi voz, y habrá un rebaño y un Pastor”. En el libro de la vida Dios no apunta tu denominación junto a tu nombre. ¡En el cielo no hay etiquetas!

Está claro que amas a tus hermanos, pero como en cada familia, ¿no hay veces cuando podría ser más fácil no ser de la misma familia? Pero eso nunca es una opción, porque como familia estamos unidos por sangre. Por tanto, si alguien tiene el derecho de llamar a Dios su Padre, deberías tratarle como hermano o hermana, independientemente a qué iglesia va. ¿Que por qué? Porque estáis unidos por sangre - la sangre de Jesús. Como cristianos, Dios nos dice que procuremos “...mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz” (Efesios 4:3). Observa: no nos dice que creemos la unidad, sino que la mantengamos. Jesús oró: “...para que todos sean uno... para que el mundo crea...” (Juan 17:21). La división religiosa no es idea de Dios; un cuerpo dividido es un cuerpo herido y débil.

¿Has considerado alguna vez lo que podría suceder si descartáramos nuestras etiquetas y sencillamente nos llamáramos cristianos? Quizá no necesitaríamos señales por fuera de nuestras iglesias para atraer a los perdidos, porque serían atraídos por el amor de los de dentro de ellas. Vale la pena pensar en ello, ¿no te parece?