Medallas color cafè.
Medalla púrpura; cruz de bronce; águila dorada; alas plateadas... Cada una como memorial en escala, de hazañas heroicas, actos de riesgo, servicios prestados o marcas superadas.
Se lucen, se muestran y exponen, y en espera de preguntas, se almacenan los detalles, prestos a ser dados a conocer con énfasis, cuándo éstas surgan.
Yo estuve viendo unas medallas. Las llevaba una mujer.
Nunca fue al campo de guerra, pero, tiene medallas. Cuando las he mirado, lo he hecho de reojo. Contemplativamente, pero, sin mirarlas directamente.
Si fuera a contarlas, sé que superarían en número las de cualquier general.
No sabría relatar cada acto heroico o hazaña en específico, pero están implícitas las luchas vividas, en cada uno de sus diseños.
No son de formas elegantes, tal vez, porque son emblema exacto de lo que vivió su portadora previo a recibirlas.
Las que alcanzo a ver, así, de reojo, deben pertenecer a hechos lejanos. Y casi puedo ver la leyenda que traen.
*Medalla acrisolada: por cargo de criaturas en el vientre. De éstas, tiene varias.
*Medalla de mérito: por noches perdidas en cuido y alimentación.
Éstas están diseminadas en toda el área.
*Insignias: por uso correcto de recursos maternos, en el manejo de conflictos domésticos.
*Medallas e inignias de heroísmo: por autonegación repetitiva.
De éstas, ella sigue recibiendo.
*Marcas especiales: por miles de horas empleadas en la preparación de alimentos.
*Botones descriptivos: de hazañas en crianza de adolescentes.
*Insignia de la Orden de Ternura: por miles de besos y abrazos dados.
*Medalla de alto rango de la orden de la Interseción: por las miles de horas dadas a la oración y súplica ante Dios, a favor de sus hijos.
Sigue activa en este servicio.
Las condecoraciones que despliega son muchas y variadas. Cada una con su historia, y en la mayorìa, moralejas.
Sin embargo, nadie habla de ellas.
Cuando se comenta de actos de gallardía, no vienen a la mente las medallas que lleva esa mujer.
Los héroes guardan sus medallas, mas ella, lleva las suyas. Sus hijos, las han escondido de sus recuerdos.
No hay postor que indague por ellas.
No hay cazador de tesoros tras su rastro.
No hay militar que quiera dedicarles una tertulia amena y seria.
No hay museo que se interese en exhibirlas, aunque por algunas horas fuera.
Pero no dejan de ser medallas.
Y antes que el mundo estuviera prendiendo, sobre elegantes uniformes o sacos, estrellas doradas, han estado desfilando por la tribuna de la lucha diaria, mujeres condecoradas.
Como la que conozco.
Ella no las cuelga de un lienzo elegante; no las prende de algún pulcro uniforme.
Las lleva puestas continuamente.
Y el mundo no las ve como medallas, mucho menos, las llama condecoraciones.
Se conocen comúnmente como: Manchas de la vejez.
Las lleva mi madre estampadas en sus manos.
Yo les seguiré llamando: Medallas.
En el espacio donde se exhiben, aun queda lugar. Más condecoraciones se añadirán al lienzo de su píel, en lo que reste de su vida.
Mamá, ante el despliege de tus medallas, me quito el sombrero.
Y ante ellas, se detengan tus nietos a reflexionar sobre las luchas verdaderas, de mujeres como tú.
Dios siga premiando tu esfuerzo, mamá.
En Cristo.........Erskine.
Copyright 2007 M.Erskine
(Dedicado a Aurea Montes, y a cada mujer condecorada.)
Abril 2007
Medalla púrpura; cruz de bronce; águila dorada; alas plateadas... Cada una como memorial en escala, de hazañas heroicas, actos de riesgo, servicios prestados o marcas superadas.
Se lucen, se muestran y exponen, y en espera de preguntas, se almacenan los detalles, prestos a ser dados a conocer con énfasis, cuándo éstas surgan.
Yo estuve viendo unas medallas. Las llevaba una mujer.
Nunca fue al campo de guerra, pero, tiene medallas. Cuando las he mirado, lo he hecho de reojo. Contemplativamente, pero, sin mirarlas directamente.
Si fuera a contarlas, sé que superarían en número las de cualquier general.
No sabría relatar cada acto heroico o hazaña en específico, pero están implícitas las luchas vividas, en cada uno de sus diseños.
No son de formas elegantes, tal vez, porque son emblema exacto de lo que vivió su portadora previo a recibirlas.
Las que alcanzo a ver, así, de reojo, deben pertenecer a hechos lejanos. Y casi puedo ver la leyenda que traen.
*Medalla acrisolada: por cargo de criaturas en el vientre. De éstas, tiene varias.
*Medalla de mérito: por noches perdidas en cuido y alimentación.
Éstas están diseminadas en toda el área.
*Insignias: por uso correcto de recursos maternos, en el manejo de conflictos domésticos.
*Medallas e inignias de heroísmo: por autonegación repetitiva.
De éstas, ella sigue recibiendo.
*Marcas especiales: por miles de horas empleadas en la preparación de alimentos.
*Botones descriptivos: de hazañas en crianza de adolescentes.
*Insignia de la Orden de Ternura: por miles de besos y abrazos dados.
*Medalla de alto rango de la orden de la Interseción: por las miles de horas dadas a la oración y súplica ante Dios, a favor de sus hijos.
Sigue activa en este servicio.
Las condecoraciones que despliega son muchas y variadas. Cada una con su historia, y en la mayorìa, moralejas.
Sin embargo, nadie habla de ellas.
Cuando se comenta de actos de gallardía, no vienen a la mente las medallas que lleva esa mujer.
Los héroes guardan sus medallas, mas ella, lleva las suyas. Sus hijos, las han escondido de sus recuerdos.
No hay postor que indague por ellas.
No hay cazador de tesoros tras su rastro.
No hay militar que quiera dedicarles una tertulia amena y seria.
No hay museo que se interese en exhibirlas, aunque por algunas horas fuera.
Pero no dejan de ser medallas.
Y antes que el mundo estuviera prendiendo, sobre elegantes uniformes o sacos, estrellas doradas, han estado desfilando por la tribuna de la lucha diaria, mujeres condecoradas.
Como la que conozco.
Ella no las cuelga de un lienzo elegante; no las prende de algún pulcro uniforme.
Las lleva puestas continuamente.
Y el mundo no las ve como medallas, mucho menos, las llama condecoraciones.
Se conocen comúnmente como: Manchas de la vejez.
Las lleva mi madre estampadas en sus manos.
Yo les seguiré llamando: Medallas.
En el espacio donde se exhiben, aun queda lugar. Más condecoraciones se añadirán al lienzo de su píel, en lo que reste de su vida.
Mamá, ante el despliege de tus medallas, me quito el sombrero.
Y ante ellas, se detengan tus nietos a reflexionar sobre las luchas verdaderas, de mujeres como tú.
Dios siga premiando tu esfuerzo, mamá.
En Cristo.........Erskine.
Copyright 2007 M.Erskine
(Dedicado a Aurea Montes, y a cada mujer condecorada.)
Abril 2007