Martir de las catacumbas parte III y IV

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24 Septiembre 1999
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Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra
del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.
Ap.21:11

EL MARTIR DE LAS CATACUMBAS (Parte 3)

La Via Apia
Sepulcros en despliegue de melancolia
Guardan de los poderosos las cenizas
Que duermen en la Via Apia


Marcelo se entrego de lleno y sin perder un momento a cumplir la comision a
que se le habia destinado. El dia siguiente se dedico a la investigacion.
Como se trataba de una correria de mera indagacion, no se hizo acompañar
por soldado alguno. Partiendo del cuertel de los pretorianos, tomo la Via
Apia hacia las afueras de la ciudad.
Una suesion de tumbas se alineaban a ambos costados de esta via famosa,
cuya magnifica conservacion corria a cargo de las caudalosas familias a
quienes pertenecian. A cierta distancia del camino quedaban las casas y
las villas, tan igualmente apiñadas como en el cantro de la ciudad. Mucha
distancia quedaba aun por recorrer para llegar al campo abierto.
Finalmente llego el caminante a la enorme torre redonda, que se levanta a
unas dos millas de la puerta. Construida de enormes bloques de travertino,
habia sido ornamentada con la mas imponente belleza y sencillez al mismo
tiempo.

A esta altura Marcelo se detuvo para contemplar lo que habia recorrido.
Roma tenia la virtud de ofrecer una vista nueva y a cual mas interesante a
aquel observador que recien la conocia. Lo mas notorio aqui era la
interminable fila de tumbas. Hasta este punto de reposo inevitable habian
llegado en su marcha triunfal los grandes, los nobles y los valientes de
los tiempos pasados, cuyos epitafos, competian en hacer publicos sus
honores terrenales, en contraste con la incertidumbre de sus perspectivas
en el servicio de la riqueza habia erigido estos pomposos monumentos, y el
afecto piadosos de los siglos los habia preservado hasta el momento.
Precisamente frente a el tenia el mausoleo sublime de Cecilia Metella. Mas
alla estaban las tumbas de Catalino y los Servili. Aun mas alla se
encontro su mirada con el lugar de reposo de Escipion, cuya clasica
arquitectura clasificaba su contenido con "el polvo de sus herioicos
moradores".
A su mente acudieron las palabras de Coceron: "Cuando salis por la Puerta
Capena, y veis las tumbas de Catalino, de los Escipiones, de los Servili y
de los Egeria, y a corta distancia el lugar elegido una vez por Anibal para
lanzar su jabalina contra las murallas de Roma. Las interminables hileras
de tumbas seguian hasta que a la distancia terminaban en la monumental
piramide de Gayo Cestio, ofreciendo todo este conjunto el mas grande
escenario de magnificencia sepulcral que se podia encontrar en toda la
tierra.
Por todos los lados la tierra se hallaba cubierta de las moradas del
hombre, porque hacia largo tiempo que la ciudad imperial habia rebasado sus
limites originales, y las casas se habian desparramado a todos los lados
por el campo que la circundaba, hasta el extremo que el viajero apenas
podia distinguir en donde terminaba el campo y donde empezaba la ciudad.
Desde la distancia parecia saludar al oido el barullo de la ciudad, el
rodar de los numerosos carros, el recorrido multitudinario de tantos pies
presurosos. Delante de el se levantaban los monumentos, el blanquisimo
lustre del palacio imperial, las innumerables cupulas y columnas formando
torres elevadas, como una ciudad en el aire, por encima de toso el excelso
Monte Capitolino, en cuya cumbre se eleva el templo de Jove.
Empero, tanto mas impresionante que el esplendor del hogar de los vivos era
la solemnidad de la ciudad de los muertos.
¡Que derroche de gloria arquitectonica se desplegaba alrededor de el! Alli
se elevaban orgullosos los monumentos de las grandes familias de Roma. El
heroismo, el genio, el valor, el orgullo, la riqueza, todo aquello que el
hombre estima o admira, animaban aqui las elocuentes piedras y despertaban
la emocion. Aqui estaban las formas visibles de las mas altas influencias
de la antigua religion pagana. Empero sus efectos sobre el alma nunca
correspondieron con el esplendor de sus formas exteriores o la pompa de sus
ritos. Los epitafos de los muertos no evidenciaban ni un apice de fe, sino
amor a la vida y sus triunfos; nada de seguridad de una vida inmortal, sino
un triste deseo egoista de los placeres de este mundo.
Tales eran los pensamientos de Marcelo, mientras meditaba sobre el
escenario que tenia delante de si, repitiendose insistentemente el
recuerdo de las palabras de Ciceron: "¿Os atrevies a pensar que los que
alli sepultos reposan son infelices?"
Siguio pensando ahora, "Estos cristianos, en cuya busqueda me encuentro,
parecen haber aprendido mas de lo que yo puedo descubrir en nuestra
filosofia. Ellos parecen no solamente haber consuistado el temor a la
muerte, sino que han aprendido a morir gozosos. ¿Que poder secreto tienen
ellos que llega a inspirar aun a los mas jovenes y a los mas debiles de
ellos? ¿Cual es el significado oculto de sus cantos? Mi religion puede
solamente tener esperanza que tal vez no sere infeliz; empero, la de ellos
les lleva a morir con cantos de triunfo, de regocijo".
Pero ¿que iba a hecer para poder continuar su busqueda de los cristianos?
Multitud de personas pasaban junto a el, pero el no podia descubrir uno
solo capaz de ayudarle. Edificios de variados tamaños, murallas, tumbas y
templos le rodeaban por todas partes, pero el no veia lugar alguno que
pudiera conducirle a las catacumbas. Se hallaba completamente perdido y
sin saber que hacer.
Entro por una calle caminando lentamente, tratando de hacer un escrutinio
cuidadoso de cada persona a quien encontraba, y examinando minuciosamente
cada edificio. Con todo, no obtuvo el menor resultado, salvo el haber
descubierto que la apariencia exterior de cuanto le rodeaba no mostraba
señales que se relacionasen con moradas subterraneas. El dia paso, y
empezo a hacerse tarde; pero Marcelo recordo que le habian dicho que habia
muchas entradas a las catacumbas, y fue asi que continuo su busqueda,
esperando hallar un derrotero antes de la caida del dia.
Al fin fue compensada su busqueda. Habia caminado en todas direcciones, a
veces recorriendo sus propias pisadas y volviendo de nuevo al mismo punto
de partida para reorientarse. Las sombras crepusculares se acercaban y el
sol se aproximaba a su ocaso. En esas circunstancias su ojo avisor fue
atraido hacia un hombre que en direccion opuesta caminaba seguido de un
pequeñuelo. La vestimenta del hombre era de burda confeccion y ademas
manchada de arena, barro y arcilla. Su aspecto enjuto y palido rostro
evidenciaban que era alguien que habia estado largo tiempo en prisiones, y
asi toda su apariencia exterior atrajo la atenta mirada del joven soldado.
Se acerco a aquel hombre, y no sin antes ponerla la mano sobre el hombro,
le dijo:

- Tu eres cavador. Ven conmigo

Al levantar el hombre la mirada, se dio con un rostro severo. Y la
presencia del vestido del oficial le atemorizo. Al instante desaparecio,
y antes que Marcelo pudiera dar el primer paso en su persecucion, habia
tomado un encaminamiento lateral y se habia perdido de vista.
Pero Marcelo cogio al muchacho

- Ven conmigo - le dijo.
El pobre niño no pudo hacer mas que mirarlo, pero con tal agonia y miedo
que Marcelo fue conmivodo.
- Tenga misericordia de mi, le pido por mi madre. Si Ud. me detiene, ella
morira.

El niño se echo asi a sus pies, balbuciendo solamente aquello en forma
entrecortada.

- No te voy a hacer ningun daño; ven conmigo - y asi lo condujo hacia un
espacio abierto apartado del lugar por donde tanta gente estaba
circundando. - Ahora que estamos solos - le dijo deteniendose y mirandolo
-, dime la verdad ¿Quien eres tu?
- Me llamo Polio - dijo el niño.
- ¿Donde vives?
- En Roma.
- ¿Que estas haciendo aqui?
- Sali a hacer un mandado.
- ¿Quien era ese hombre?
- Un cavador.
- ¿Que estabas haciendo tu con el ?
- El me estaba llevando un bulto.
- ¿Que contenia el bulto?
- Proviciones.
- ¿A quien se lo llevabas?
- A una persona menesterosa por alla
- ¿Donde vive esa persona?
- Aca cercan no mas
- Ahora muchacho, dime la verdad, ¿Sabes tu algo sobre las catacumbas?
- He oido hablar de ellas - dijo el niño tranquilamente.
- ¿Nunca estuviste dentro de ellas?
- Si, he estado en algunas de ellas.
- ¿Conoces a alguien que vive alli?
- Si, algunas personas. Los cavadores viven alli.
- ¿Tu te ibas a las catacumbas con el?
- ¿Que voy a ir a hacer alli a esta hora? - dijo el niño inocentemente.
- Eso precisamente es lo que quiero saber. ¿Te ibas para alla?
- ¿Como me voy a atrever a ir alla, cuando es prohibido por la ley?
Marcelo dijo abruptamente, - Ya es de noche. Vamos al servicio de la noche
en aquel templo.
El menor vacilo, y luego dijo - Estoy de prisa.
- Pero en este momento tu eres mi prisionero. Yo nunca dejo de ir a adorar
a mis dioses. Tu tienes que venir conmigo y ayudarme en mis servicios
devocionales.
A lo que el niño contesto firmemente, - Yo no puedo,
- ¿Por que no puedes?
- Pues soy cristiano.
- Yo lo sabia. y tu tienes amigos en las catacumbas, y tu te vas para alla
ahora. Ellos son la gente menesterosa a quienes les estas llevando esas
proviciones, y el mandado que dices es en beneficio de ellos.

El niño inclino la cabeza y guardo silencio.

- Quiero que tu me lleves ahora mismo a la entrada a las catacumbas.
- Oh, veo que usted es un oficial generoso, ¡tenga misericordia de mi!
No me pida tal cosa, porque no puedo hacerlo. Jamas voy a traicionar
a mis amigos.
- Tu no vas a traicionarlos. No quiere decir nada que me muestres una
entrada entre las muchas que conducen alla abajo. ¿Crees que los guardias
no las conocen a cada una?

El muchacho reflexiono por un momento, y finalmente manifesto su
asentamiento.
Marcelo lo toma de la mano y se entrego para que lo condujese. El niño
volteo hacia la derecha de la Via Apia, y depues de recorrer una corta
distancia llego a una casa inhabitada. Entro en ella y bajo al sotano.
Alli habia una puerta que aparentemente daba a un sencillo deposito. El
niño señalo ese lugar y se detuvo.

- Yo deseo bajar alla - dijo Marcelo firmemente
- ¿Seguro que usted no se atreveria a bajar alli solo?
- Dicen que los cristianos no cometen delitos. ¿De que habria yo de temer?
Sigamos.
- Yo no tengo antorchas.
- Pero yo tengo una. Yo vine preparado. Vamos.
- Yo no puedo seguir mas.
- ¿Te niegas?
El muchacho replico: - Debo negarme. Mis amigos y mis parientes se hallan
alla abajo. Antes que conducirle a Ud. alla donde estan ellos yo moriria
cien veces.
- Tu eres muy osado. Pero no sabes lo que es la muerte.
- ¿Que yo no le? ¿Que cristiano hay que tema a la muerte? Yo he visto a
muchos de mis amigos morir en agonia, y aun he ayudado a sepultarlos. Yo
no le conducire a Ud. alla. lleveme a la prision
El niño dio media vuelta.
- Pero si yo te llevo ¿que pensaran tus amigos?
¿Tienes madre?
El niño inclino la cabeza y se echo a llorara amargamente. La mencion de
aquel nombre querido le habia vencido.
- Ya veo que tienes madre y que la amas. Llevame abajo y la volveras a
ver.
- Yo jamas les traicionare, ya le he dicho. Antes morire. Haga conmigo lo
que quiera Ud.
- Si yo tuviera malas intenciones, ¿crees tu que bajaria sin hacerme
acompañar por soldados? - dijo Marcelo.
- Pero ¿que puede querer un soldado, o un pretoriano, con los perseguidos
cristianos, sino destruirlos?
- Muchacho, yo no tengo malas intenciones. Si tu me guias abajo te juro
que no hare nada contra tus amigos. Cuando yo este abajo, yo sere un
prisionero, y ellos pueden hacer conmigo lo que quieran.
- ¿Me jura Ud. que no los traicionara?
- Yo juro por la vida del Cesar, y por los dioses inmortales, - dijo
Marcelo solemnemente.
- Vamos, entonces - dijo el niño - . No necesitamos antorchas. Sigame
cuidadosamente.

Y el menor penetro por la estrechisima abertura.


EL MARTIR DE LAS CATACUMBAS (Parte 4)

Las catacumbas

Nada de luz, sino solo tinieblas
Que descubrian cusdros de angustia,
Regiones de dolor, fuenstas sombras

Siguieron en la densa oscuridad, hasta que al fin el pasaje se torno mas
ancho y llegaron a unas gradas que conducian hacia abajo. Marcelo, cogido
del vestido del niño, lo siguio.
Era ciertamente una situacion que provocaba alarma. Pues estaba entregando
en manos de aquellos hombres, a quienes precisamente la clase a que el
pertenecia los habia privado del aire libre, hundiendolos en aquellas
tetricas moradas. Para ellos el no podia ser reconocido de otro modo sino
como perseguidor. pero la impresion que en el habia dejado la gentileza y
humildad de ellos era tal que el no tenia el menos temor de sufrir daño
alguno. Estaba sencillamente en manos de este niño que bien podia
conducirlo a la muerte en las densas tinieblas de este impenetrable
laberinto, pero ni siquiera pensaba en ello. Era el deseo ferviente de
conocer mas de estos cristianos, lograr su secreto, lo que le guiaba a
seguir adelante; y conforme habia jurado, asi habia resuleto que esta
visita no seria utilizada para traicionarlos o herirlos.
Despues de descender por algun tiempo, se hallaban caminando por terreno a
nivel. De pronto voltearon y entraron a una pequenia camara abovedada, que
se hallaba alumbrada por la debil fosforescencia de un hogar. El niño
habia caminado con paso firme sin la menor vacilacion, como quien esta
perfectamente familiarizado con la ruta. Al llegar a aquella camara,
encendio la antorcha que estaba en el suelo, y reemprendio su marcha.
Hay siempre un algo inexplicable en el aire de un campo santo que no es
posible comparar con el de ningun otro lugar. Prescendiendo del hecho de la
reclusion, la humedad, el mortal olor a tierra, hay una cierta influencia
sutil que envuelve tales ambitos con tanta intensidad que los hace tanto
mas aterradores. Alli campea el halito de los muertos, que posa tanto en el
alma como en el cuerpo. He alli la atmosfera de las catacumbas. El frio y
la humedad atacaban al visitante, cual aire estremecedores del reino de la
muerte. Los vivos experimentaban el poder misterioso de la muerte.
Polio caminaba adelante, seguido por Marcelo. La antorcha iluminaba apenas
las densas tinieblas. Los destellos de luz del dia, ni aun el mas debil
rayo, jamas podrian penetrar aqui para aliviar la deprimente densidad de
estas tinieblas. La oscuridad era tal que se podia sentir. La luz de la
antorcha dio su lumbre solo unos pocos pasos, pero no tardo en extinguirse
en tantas tinieblas.
La senda seguia tortuosamente haciendo giros incontables. Repentinamente
Polio se detuvo y señalo hacia abajo. Mirando por entre la lobreguez,
Marcelo vio una abertura en la senda que conducia aun mas abajo de donde ya
estaban. Era un foso sin fondo visible.
-¿A donde conduce?
- Abajo
-¿Hay mas pasillos abajo?
- Oh si. Hay tantos como aca; y aun debajo de la siguiente seccion hay
otros. Yo solo he estado en tres pisos diferentes de estas sendas, pero
algunos viejos cavadores dicen que hay algunos lugares en que se puede
bajar a una enorme profundidad.
El pasillo serpenteaba de tal modo que toda idea de ubicacion se perdia por
completo. Marcelo ya no podia precisar si se hallaba a unos cuantos pasos
de la entrada o a muchos estadios. Sus perplejos pesamientos no tardaron en
tornarse hacia otras cosas. Al pasarle la primera impresion de las densas
tinieblas, se dedico a mirar mas cuidadosamente a lo que se le presentaba a
la vista, cada vez mas maravillado del extranio recinto. A lo largo de la
murallas habia planchas semejantes a lapidas que parecian cubrir las largas
y estrechas excavaciones. Estos nichos celulares se alineaban a ambos lados
tan estrechamente que apenas quedaba espacio entre uno y otro. Las
inscripciones que se vei en las planchas evidenciaban que eran tumbas de
cristianos. No tuvo tiempo de detenerse a leer, pero habia notado la
repeticion de la misma expresion, tal como:
HONORIA - ELLA DUERME EN PAZ
FAUSTA - EN PAZ
En casi todas las planchas el vio la misma dulce y benigna palabra "paz",
pensaba Marcelo. Que gente mas maravillosa son estos cristianos que aun en
medio de escenarios como este abrigan su sublime desden a la muerte.
Sus ojos se habituaban cada vez mejor a las tinieblas conforme avanzaba.
Ahora el pasillo empezaba a estrecharse; el techo se inclinaba y los lados
se acercaban; ellos tenian que agacharse y caminar mas despacio. Las
murallas eran toscas y rudamente cortadas, conforme las dejaban los
trabajadores cuando extraian de aqui su ultima carga de arena para los
edificios del exterior. La humedad subterranea y las acrecencias de
honguillos se hallaban regadas por todas partes, agravando todo su color
tetrico, saturando el aire de pesada humedad, mientras que el humo de las
antorchas hacia la atmosfera tanto mas depresiva.
Pasaron centenares de pasillos y decenas de lugares en que se encontraban
numerosas sendas, que se separaban en diferentes direcciones. Estas
innumerables sendas demostraban a Marcelo hasta que punto se hallaba fuera
de toda esperanza, cortado del mundo del exterior. Este niño lo tenia en
sus manos.
- ¿Suelen perderse algunas personas aca?
- Con gran frecuencia.
- ¿Que pasa con ellos?
- Algunas veces vagan hasta que encuentran a algun amigo; mientras otras
veces nunca mas de oye nada de ellos. Pero en la actualidad la mayoria de
nosotros conocemos el lugar tan bien, que si nos perdemos, no tardamos en
llegar de nuevo, a tientas, a alguna senda conocida.
Una cosa en particular impresiono mayormente al joven oficial, y era la
inmensa preponderancia de las tumbas pequeñas. Polio le explico que esas
pertenecian a niños. Ellos le desperto sentimientos y emociones que no
habia experimentado antes.
Niños, pensaba el. ¿que hacen ellos? ¿los jovenes, los puros, los
inocentes? ¿por que no fueron sepultados arriba, en donde los rayos
bienhechores del sol los abrigarian y las flores adornarian las tumbas?
¿Acaso ellos hollaron senderos tan tenebrosos como estos en sus cortos dias
de vida? ¿Acaso ellos hubieron de compartir su suerte con aquellos que
recurrieron a estos tetricos escondites en su huida de la
persecucion.¿Acaso el aire deletereo de esta interminable tristeza de estas
pavorosas moradas aminoro sus preciosas vidas infantiles, y quito de la
vida sus inamculados espiritus de su tiempo de madurez?
Marcelo, como en un suspiro, pregunto, -largo tiempo hace que nos
encontramos en esta marcha, ¿estamos ya para llegar?
El niño le contesto, -Muy pronto llegaremos.
Sean cuales hayan sido las ideas que Marcelo abrigaba antes de llegar aca
en cuanto a la caza de estos fugitivos, ahora se habia convencido que todo
intento de hacerlo era absolutamente envano. Todo un ejercito de soldados
podia penetrar aqui y jamas llegar ni siquiera a ver un solo cristiano. Y
cuanto mas se alejara, tanto mas desesperanzada seri la jornada. Ellos
podrian diseminarse por estos inumerables pasillos y vagar por alli hasta
encontrar la muerte.
Pero ahora un sonido apenas perceptible, como de gran distancia, atrajo su
atencion. Dulce y de una dulzura indescriptible, bajisimo y musical, venis
procedente de los largos pasillos, llegando a encantarle como si fuera una
voz de las regiones celestiales. Continuaron su lenta marcha, hasta que una
luz brillo delante de ellos, hiriendo las densas tinieblas con sus rayos.
Los sonidos aumentaban, elevandose de pronto en un coro de magnificencia
imponderable, para luego disminuir y menguar hasta tornarse en tirnos
lamentos de penitentes suplicas.
Dentro de unos cuantos minutos llegaron a un punto en que tuvieron que
voltear en su marcha, desembocando ante un escenario que bruscamente
aparecio delante de sus ojos.
- Alto- exclamo Polio, al mismo tiempo que detenia a su compañero y
apagaba la luz de la antorcha que les habia guiado hasta aqui. Marcelo
obedecio, y miro con profunda avidez el espectaculo que se le ofrecia a la
vista. Estaban en una camara abovedada como de unos cinco metros de alto y
diez en cuadro. Y en tan reducido espacio se albergaban como cien personas,
hombres, mujeres y niños. A un lado habia una mesa, tras la cual estaba de
pie un anciano venerable, el cual parecia ser el dirigente de ellos. El
lugar se hallaba iluminado con el reflejo de algunas antorchas que
arrojaban su mortecina luz rojiza sobre la asamblea toda. A los presentes
se les veia cargados de inquietud demacrados, observandose en sus rostros
la misma caracteristica palidez que habia visto en el cavador. Pero la
expresion que ahora se vei en ellos no era en lo absoluto de tristeza, ni
de miseria ni de desesperacion. Mas bien una atractiva esperanza iluminaba
sus ojos, y en sus rostros se dibujaba un gozo victorioso y triunfal. El
alma de este observador fue conmovida hasta lo mas intimo, porque no era
sino la confirmacion anhelada inconcientemente de todo cuanto habia
admirado en los cristianos: su heroismo, su esperanza, su paz, que se
fundaban necesariamente en algo, escondido, oculto, lejano para el. Y
mientras permanecia estatico y silencioso, escucho el canto entonado con el
alma por esta congregacion:
Grandes y aravillosas son tus obras,
Señor Dios todopoderoso.
Justos y verdaderos son tus caminos,
Tu, oh Rey de los santos.
¿Quien no te temera, oh Dios, y ha de glorificar Tu sagrado Nombre?
Porque Tu solo eres santo.
Porque todas las naciones han de venir y adorar delante de Ti,
Porque tus juicios se han manifestado.
A esto siguio una pausa. El dirigente leyo algo de un rollo que hasta el
momento era desconocido para Marcelo. Era la aseveracion mas sublime de la
inortalidad del alma, y de la vida despues de la muerte. La congregacion
toda parecia pendiente del majestuoso poder de estas palabras, que parecian
transmitir halitos de vida. Finalmente el lector llego a prorruumpir en una
exclamacion de gozo, que arranco clamores de gratitud y la mas entusiasmada
esperanza de parte de toda la congregacion. Las palabras penetraron al
corazon del observador recien llegado, aunque el todavia no comprendia la
plenitud de su significado: ¿Donde esta, oh muerte, tu aguijon? ¿donde, oh
sepulcro, tu victoria? ya que el aguijon de la muerte es el pecado, y la
potencia del pecado, la ley. Mas a Dios gracias, que nos da la victoria por
el Señor nuestro Jesucristo.
Estas palabras parecieron descubrir un nuevo mundo ante su mente, con
novisimos pensamientos. El pecado, la muerte, Cristo, con toda aquella
infinita secuela de ideas relacionadas, aparecian debilmente perceptibles
para su alma, que, mas que despertar, parecia resucitar. Ahora mayormente
ardia en el un anhelo vivo por llegar a conocer el secreto de los
cristianos, anhelo que hasta saciar no pararia.
El que dirigia levanto la cabeza reverente, extendio los brazos hablo
fervientemente con Dios. Se dirigio al Dios invisible como viendolo,
expresaba su confesion e indignidad, y expresaba las gracias por el
limpiamiento de los pecados, merced a la sangre expiatoria de Jesucristo.
Pedia que el Espiritu Santo desde lo alto descendiera a obrar dentro de ellos
para que los santificara. Luego enumero sus agonias, y pidio que fueran
librados, pidiendo la gracia de la fe en la vida, la victoria en la muerte,
y la abundante entrada en los cielos en el nombre del Redentor, Jesus.
Despues de esto siguio otro canto que fue cantado como en anterior:
He aqui el tabernaculo de Dios con los hombres,
Y El morara con ellos,
Y ellos seran su pueblo,
Y el mismo Dios sera con ellos
Y sera su Dios.
Y Dios enjugara toda lagrima de sus ojos,
Y no habra mas muerte, ni tristeza,
Ni gemidos,
Ni tampoco habra mas dolor,
Porque las cosas viejas pasaron, Amen.
Bendicion, gloria y sabiduria,
Y hacimiento de gracias, y honor, y potencia,
y magnificencia,
Sea a nuestro Dios
Por los siglos de los siglos, Amen.

Y despues de esto la congregacion empezo a dispersarse. Polio avanzo hacia
adelante conduciendo a Marcelo. pero ante la presencia de su figura marcial
y su relumbrante armadura todos retrocedieron e intentaron huir por los
diferentes senderos. Pero Marcelos clamo en alta voz:
- No temais, cristianos; yo me rindo ante vosotros, estoy en vuestro poder.
Ante ello, todos ellos volvieron, y luego lo miraron con ansiosa
curiosidad, El anciano que habia dirigido la reunion avanzo hacia el y le
dirigio una mirada firme y escudriñadora.
- ¿Quien eres tu, y por que nos persigues aun hasta este ultimo escondite
de reposo que se nos deja en la tierra?
Tened a bien no sospechar el minimo mal de parte mia. Yo vengo solo, sin
escolta ni ayuda. Estoy a merced de vosotros.
- Pero por ventura, ¿que puede desear de nosotros un soldado, y tanto peor,
un pretoriano? ¿Esta acaso perseguido? ¿Eres acaso un criminal?¿Esta tu
vida en peligro?
- De ninguna manera. Yo soy oficial de alta graduacion y autoridad, y es el
caso que toda mi vida he andado ansiosamente buscando la verdad. Y he oido
mucho respecto a vosotros los cristianos; empero en esta epoca de
persecucion es dificl hallar uno solo de vosotros en Roma. Y es por eso que
he venido hasta aqui en vuestra busqueda.
Ante esto, el anciano pidio a la asamblea que se retirase, a fin de que el
pudiera conversar con el recien llegado. Los otros en el acto lo hicieron
asi, y se alejaron por diferentes encaminamientos, sintiendose mas
tranquilos. Una mujer palida se adelanto hacia Polio y lo tomo en sus
brazos.
- Cuanto te tardaste hijo mio.
- Madre querida, me encontre con este oficial y me tuve que detener.
- Gracias sean a nuestro Dios Señor que estas bien. Pero ¿quien es el ?
A lo que el muchacho contesto diciendo confiadamente, -Yo creo que el es un
hombre honrado, ya ves como confia en nosotros.
El dirigente intervino diciendo, - Cecilia, no te vayas, esperate un
momentito. - La mujer se quedo, habiendo hecho lo mismo unas pocas personas
mas.
Yo me pongo a tus ordenes, soy Honorio -dijo el anciano, dirigiendose a
Marcelo-. Soy un humilde anciano en la iglesia de Jesucristo. Yo creo que
tu eres sincero y de buena fe. Dime pues ahora, que es lo que quieres de
nosotros.
- Por mi parte, me pongo a sus ordenes. Me llamo Marcelo, y soy capitan de
la guardia pretoriana.
-Ay de mi- exclamo Honorio, juntando las manos al mismo tiempo que caia
sentado sobre su asiento. Los otros miraron a Marcelo apesadumbrados, y la
mujer Cecilia, clamo agonizante de dolor.
- Oh Polio querido, como nos has traicionado.!!

:)