Quisiera que tanto luteranos (si es que hay alguno en el foro) como no luteranos me contesten: ¿Lutero tenía la intención de que exista UNA SOLA Iglesia visible y católica (es decir universal)? ¿todas las denominaciones –iglesias reformadas- parten de Calvino?
Les transcribo un artículo por el cual se llegan a algunas conclusiones a saber:
1 – La reforma de la Iglesia fue iniciada por Lutero, quien tenía como fín reformar la Iglesia, que ésta siga siendo UNA y no la división protestante que hay ahora con miles de sectas y denominaciones.
2 – Las diferentes sectas y denominaciones protestantes comenzaron a partir de Calvino. Digamos que, según el pastor luterano que escribe la nota, las iglesias reformadas (aún las de doctrina arminiana) parten todas del tronco Calvino, aunque quedan pocas que practiquen el calvinismo puro ( doctrina de la predestinación etc).
3 – Según el artículo, (aclaro NO LO ESTOY AFIRMANDO YO) la iglesia luterana es la iglesia VISIBLE de Cristo, mientras que la iglesia INVISIBLE está conformada por todos los creyentes lavados por la sangre de Cristo independientemente de la denominación.
A propósito de esto último, quisiera que alguien me indique algún versículo bíblico que haga referencia a ésta diferencia: IGLESIA VISIBLE- IGLESIA INVISIBLE.
No afirmo ni niego lo que dice el texto, simplemente lo transcribo y quisiera que los conocedores de la historia de la Reforma lo rebatan o lo confirmen.
Pasemos al texto:
La Reforma Luterana fue seguida por otros hombres en otros países. En Francia y luego Suiza, Juan Calvino fue su principal conductor y referente. El Calvinismo se caracteriza por su racionalismo. Negó las doctrinas bíblicas del Perdón Universal de Dios, rechazó la doctrina Escritural de la Presencia Real de Cristo en la Santa Comunión, exageró paroxísticamente la doctrina de la Elección de Gracia o predestinación, y reinstaló la idea romana del Papado en la “teocracia”, es decir, la Iglesia involucrada con las cuestiones del Estado, por medio de los Consistorios o Consejos Calvinistas, integrados por jefes religiosos y políticos. Las iglesias o comuniones calvinistas son llamadas Iglesias Reformadas. Se han dividido en innumerables denominaciones y originado varias sectas que vieron la luz desde los primeros días, consolidando sus doctrinas en el siglo XIX, ya en los Estados Unidos. Sin embargo, todos estos incontables grupos han perdido las doctrinas originales del Calvinismo, e integran ahora un movimiento con distintos matices que llamamos el Evangelicalismo, cuya expresión se observa en el fraude “ecuménico” del Consejo Mundial de Iglesias. El ecumenismo o unionismo es un movimiento en falso, porque busca “unirse en el desacuerdo”, mientras que Dios llama a unirse cuando hay perfecta identidad en doctrina y práctica. Dios no se agrada de iglesias equivocadas, solamente las tolera, y esto a causa de los verdaderos Cristianos que hay en ellas, y pese a ellas. Hay verdaderos Cristianos en iglesias falsas, en cuanto hay en ellas Palabra de Dios y Sacramentos, y Dios obra objetivamente por esta Palabra y Sacramentos (especialmente el Bautismo).
La Reforma Luterana no llegó a cumplir cabalmente con su vocación
(obviamente esta fue la voluntad de Dios; y la Reforma continúa) en aquellos tiempos por dos hechos objetivos: a) La terrible y sangrienta persecución de la “Santa Inquisición” de la iglesia romana, inspirada en el jesuita Ignacio de Loyola, que recién pudo ser detenida a comienzos del siglo XIX (aunque sigue viviendo bajo el nuevo nombre de “Congregación para la defensa de la fe”), que llevó al martirio y muerte a cientos de miles de fieles evangélicos. En España, por ejemplo, la Inquisición exterminó bárbaramente a la Iglesia Luterana, que tenía dos Congregaciones, en Sevilla y Valladolid, iniciadas por sacerdotes y algunas monjas y laicos que redescubrieron el Evangelio del Nuevo Testamento. 2) El Calvinismo y la Iglesia Reformada, que deformaron los principios fundacionales de la Reforma y la malograron”.
En mi caso personal, por la misericordia de Dios, luego de conocer distintas denominaciones, hallé la Fe Cristiana ortodoxa, es decir, pura en doctrina y práctica, en la Iglesia Evangélica Luterana, donde aparece en forma visible la Iglesia de Cristo, es decir, la Comunión de los santos (o creyentes). Ya ve un primer concepto: la Iglesia Cristiana no es una entidad u organización EXTERNA, ni se confunde con ella. Es invisible, está escondida al mundo y la carne. Dios tiene hijos aún en iglesias erróneas o heterodoxas (a pesar de esas iglesias), en cuanto han retenido la Palabra y los Sacramentos, aún cuando no la prediquen ni los usen de acuerdo a la institución de Cristo. Y estas iglesias siguen siendo iglesias sólo por los verdaderos creyentes que hay en ellas y a quienes sólo Dios conoce, y que confiesan que son salvos solamente por Gracia, a través de la fe sola.
Pero esta Iglesia Invisible aparece en iglesias locales que tienen las “Marcas” (latín: Notae) de la Iglesia: la Palabra y los Sacramentos. En tanto la Iglesia Evangélica Luterana muestre estas Marcas, puede decirse de ella que es la verdadera iglesia visible de Cristo sobre la tierra. Los Luteranos sabemos que tenemos la iglesia del Señor Jesucristo y los Apóstoles, la misma de los padres de la iglesia, de Agustín, la de los Concilios de Nicea y Calcedonia: la iglesia católica, es decir, la que se extiende por toda la tierra y que existió y existe en todo tiempo, se reencontró en la Reforma Luterana de vuelta en el hogar.
Cuando decimos católicos, decimos que la Reforma Luterana, que reencontró y colocó el Evangelio Eterno (Apocalipsis 14: 6; Apocalipsis 10; Daniel 12, 1-3), no negó que la Iglesia, aún en las tinieblas espirituales del Anticristo romano, llena de errores y herejías, perdido el Evangelio, adulterados los sacramentos, seguía estando allí. Como lo dice la Escritura, el Anticristo “se sienta en el templo de Dios” (2 Tes. 2); la iglesia sigue estando allí en tanto la Palabra sigue estando allí, y por lo tanto el Señor puede obrar fe salvadora en algunos, que serán su Iglesia escondida dentro de la iglesia falsa. “Cristo reina aún en medio de Sus enemigos”. La mejor prueba de esto es que el mismo Lutero y los Reformadores fueron hijos de Dios que surgieron de en medio del romanismo.
Somos católicos porque nuestra es la Palabra de Cristo y los Apóstoles, defendida por los Concilios de Nicea y Calcedonia, y nuestra Cristología es la de la pura iglesia de Cristo preservada por Cirilo de Alejandría y Juan de Damasco, de la cual se han apartado y han negado tanto los papistas como los Reformados. Un excelente complemento puede leerse
en el documento de Herman Sasse editado en nuestro sitio web: “El legado de Lutero a la Cristiandad”.
Una recta definición de la Iglesia Evangélica Luterana, es que ella es una en la que se predica el puro Evangelio y se administran los Sacramentos de acuerdo a la institución de Cristo, y donde, junto a sinceros creyentes, también pueden existir hipócritas y farsantes. La Iglesia, como se ha dicho, no puede verse, pero puede ser discernida por medio de las Marcas, los Medios de Gracia.
Otra vez: más allá de cierta opinión corriente, “las iglesias reformadas” no incluyen a los Luteranos, sino que se refieren a las congregaciones y cuerpos eclesiásticos de origen Calvinista. A los Calvinistas se los conoce como Reformados.
Lamentablemente, la Reforma fue malograda por el Calvinismo (y diezmada por la “Santa” Inquisición), con su racionalismo, su negación del alcance universal de la Satisfacción Vicaria de Cristo, su rechazo de la Presencia Real de Cristo en el Sacramento del Altar. Tal como lo advirtió el Dr. Lutero, los errores de los Reformados darían como resultado nuevas e interminables divisiones entre ellos. Hoy por hoy, el calvinismo “clásico” ha prácticamente desaparecido, pero su rama arminiana (por Jacobo Arminio, un teólogo holandés que rechazó las doctrinas básicas de Calvino y que pese a haber sido condenado por el Sínodo de Dort terminó triunfando: sus enseñanzas se difundieron desde el siglo XIX por el ministerio Metodista de los Wesley) sobrevive en distintas denominaciones contemporáneas. El fruto de todo esto se conoce en teología contemporánea como Evangelicalismo, y abarca a las distintas denominaciones “evangélicas”, que lentamente pierden su anterior identidad a manos de los fanáticos carismáticos y neo-pentecostales -un movimiento con raíces católico romanas-, y doctrinas socialistas y seculares.
Lamentablemente, la Iglesia Luterana también pasa por una grave crisis. Como el Antiguo Israel cuando el ministerio de Cristo, nuestro pueblo y su dirigencia se hallan en la apostasía. Una grave crisis de identidad, la dimisión de nuestras Confesiones Luteranas (que incluyen los antiguos Credos Apostólico, Niceno y Atanasiano, la Confesión de Augsburgo, etc.), y, principalmente, la gravísima renuncia al artículo central y principal de la Iglesia de Cristo, la justificación por la fe sola (perdido el cual, dice Lutero, la Iglesia no sólo no queda en pie sino que se derrumba y quedan solamente ruinas), diagnostican que los sínodos y cuerpos mayores que llevan el nombre “Luterano” están corruptos en mayor o menor medida. Con pena vemos como estos “Luteranos” marchan junto a otros y Roma por un camino que llamamos unionismo, disfrazado por la palabra “ecumenismo”, que es una falsedad, porque Dios no quiere una unidad meramente externa, un “acuerdo en el desacuerdo”, sino que la Palabra habla de unidad cuando existe total acuerdo en doctrina y práctica.
Finalmente, gloso que, asimismo, según la Sagrada Escritura, la Iglesia, en el sentido “visible” es toda Congregación de los santos, que llama a un Pastor u Obispo o Presbítero (son sinónimos) para ejercer en nombre de esta iglesia, a quien Cristo ha dado las Llaves del Reino de los Cielos, para ejercer en nombre de todos estas Llaves (las que Cristo, el dueño del Ministerio de la Palabra, ha dado a la Iglesia), el perdón de pecados, la Palabra, y los Sacramentos. Estas Congregaciones pueden (o no) unirse con otras de la misma fe y práctica y formar Sínodos, Federaciones, “Diócesis” o distritos; pero estos cuerpos federativos son coordinadores y consultivos, y no autoritativos en el sentido de coerción. La Iglesia Local es soberana, por medio de la Asamblea de los creyentes que en ella se congrega, presidida espiritualmente por el Pastor u Obispo, que actuará siempre en, con y desde la Palabra de Dios; la Palabra de Dios, Dios mismo en Su Palabra, es el único Señor de esta casa y Él la gobierna con esta Palabra y por medio de ella, de modo que todos los habitantes de esa casa saben que están bien gobernados y que todo lo que hacen es lo que Dios desea que hagan.
Enrique Ivaldi
Trinidad 2002
X
Les transcribo un artículo por el cual se llegan a algunas conclusiones a saber:
1 – La reforma de la Iglesia fue iniciada por Lutero, quien tenía como fín reformar la Iglesia, que ésta siga siendo UNA y no la división protestante que hay ahora con miles de sectas y denominaciones.
2 – Las diferentes sectas y denominaciones protestantes comenzaron a partir de Calvino. Digamos que, según el pastor luterano que escribe la nota, las iglesias reformadas (aún las de doctrina arminiana) parten todas del tronco Calvino, aunque quedan pocas que practiquen el calvinismo puro ( doctrina de la predestinación etc).
3 – Según el artículo, (aclaro NO LO ESTOY AFIRMANDO YO) la iglesia luterana es la iglesia VISIBLE de Cristo, mientras que la iglesia INVISIBLE está conformada por todos los creyentes lavados por la sangre de Cristo independientemente de la denominación.
A propósito de esto último, quisiera que alguien me indique algún versículo bíblico que haga referencia a ésta diferencia: IGLESIA VISIBLE- IGLESIA INVISIBLE.
No afirmo ni niego lo que dice el texto, simplemente lo transcribo y quisiera que los conocedores de la historia de la Reforma lo rebatan o lo confirmen.
Pasemos al texto:
La Reforma Luterana fue seguida por otros hombres en otros países. En Francia y luego Suiza, Juan Calvino fue su principal conductor y referente. El Calvinismo se caracteriza por su racionalismo. Negó las doctrinas bíblicas del Perdón Universal de Dios, rechazó la doctrina Escritural de la Presencia Real de Cristo en la Santa Comunión, exageró paroxísticamente la doctrina de la Elección de Gracia o predestinación, y reinstaló la idea romana del Papado en la “teocracia”, es decir, la Iglesia involucrada con las cuestiones del Estado, por medio de los Consistorios o Consejos Calvinistas, integrados por jefes religiosos y políticos. Las iglesias o comuniones calvinistas son llamadas Iglesias Reformadas. Se han dividido en innumerables denominaciones y originado varias sectas que vieron la luz desde los primeros días, consolidando sus doctrinas en el siglo XIX, ya en los Estados Unidos. Sin embargo, todos estos incontables grupos han perdido las doctrinas originales del Calvinismo, e integran ahora un movimiento con distintos matices que llamamos el Evangelicalismo, cuya expresión se observa en el fraude “ecuménico” del Consejo Mundial de Iglesias. El ecumenismo o unionismo es un movimiento en falso, porque busca “unirse en el desacuerdo”, mientras que Dios llama a unirse cuando hay perfecta identidad en doctrina y práctica. Dios no se agrada de iglesias equivocadas, solamente las tolera, y esto a causa de los verdaderos Cristianos que hay en ellas, y pese a ellas. Hay verdaderos Cristianos en iglesias falsas, en cuanto hay en ellas Palabra de Dios y Sacramentos, y Dios obra objetivamente por esta Palabra y Sacramentos (especialmente el Bautismo).
La Reforma Luterana no llegó a cumplir cabalmente con su vocación
(obviamente esta fue la voluntad de Dios; y la Reforma continúa) en aquellos tiempos por dos hechos objetivos: a) La terrible y sangrienta persecución de la “Santa Inquisición” de la iglesia romana, inspirada en el jesuita Ignacio de Loyola, que recién pudo ser detenida a comienzos del siglo XIX (aunque sigue viviendo bajo el nuevo nombre de “Congregación para la defensa de la fe”), que llevó al martirio y muerte a cientos de miles de fieles evangélicos. En España, por ejemplo, la Inquisición exterminó bárbaramente a la Iglesia Luterana, que tenía dos Congregaciones, en Sevilla y Valladolid, iniciadas por sacerdotes y algunas monjas y laicos que redescubrieron el Evangelio del Nuevo Testamento. 2) El Calvinismo y la Iglesia Reformada, que deformaron los principios fundacionales de la Reforma y la malograron”.
En mi caso personal, por la misericordia de Dios, luego de conocer distintas denominaciones, hallé la Fe Cristiana ortodoxa, es decir, pura en doctrina y práctica, en la Iglesia Evangélica Luterana, donde aparece en forma visible la Iglesia de Cristo, es decir, la Comunión de los santos (o creyentes). Ya ve un primer concepto: la Iglesia Cristiana no es una entidad u organización EXTERNA, ni se confunde con ella. Es invisible, está escondida al mundo y la carne. Dios tiene hijos aún en iglesias erróneas o heterodoxas (a pesar de esas iglesias), en cuanto han retenido la Palabra y los Sacramentos, aún cuando no la prediquen ni los usen de acuerdo a la institución de Cristo. Y estas iglesias siguen siendo iglesias sólo por los verdaderos creyentes que hay en ellas y a quienes sólo Dios conoce, y que confiesan que son salvos solamente por Gracia, a través de la fe sola.
Pero esta Iglesia Invisible aparece en iglesias locales que tienen las “Marcas” (latín: Notae) de la Iglesia: la Palabra y los Sacramentos. En tanto la Iglesia Evangélica Luterana muestre estas Marcas, puede decirse de ella que es la verdadera iglesia visible de Cristo sobre la tierra. Los Luteranos sabemos que tenemos la iglesia del Señor Jesucristo y los Apóstoles, la misma de los padres de la iglesia, de Agustín, la de los Concilios de Nicea y Calcedonia: la iglesia católica, es decir, la que se extiende por toda la tierra y que existió y existe en todo tiempo, se reencontró en la Reforma Luterana de vuelta en el hogar.
Cuando decimos católicos, decimos que la Reforma Luterana, que reencontró y colocó el Evangelio Eterno (Apocalipsis 14: 6; Apocalipsis 10; Daniel 12, 1-3), no negó que la Iglesia, aún en las tinieblas espirituales del Anticristo romano, llena de errores y herejías, perdido el Evangelio, adulterados los sacramentos, seguía estando allí. Como lo dice la Escritura, el Anticristo “se sienta en el templo de Dios” (2 Tes. 2); la iglesia sigue estando allí en tanto la Palabra sigue estando allí, y por lo tanto el Señor puede obrar fe salvadora en algunos, que serán su Iglesia escondida dentro de la iglesia falsa. “Cristo reina aún en medio de Sus enemigos”. La mejor prueba de esto es que el mismo Lutero y los Reformadores fueron hijos de Dios que surgieron de en medio del romanismo.
Somos católicos porque nuestra es la Palabra de Cristo y los Apóstoles, defendida por los Concilios de Nicea y Calcedonia, y nuestra Cristología es la de la pura iglesia de Cristo preservada por Cirilo de Alejandría y Juan de Damasco, de la cual se han apartado y han negado tanto los papistas como los Reformados. Un excelente complemento puede leerse
en el documento de Herman Sasse editado en nuestro sitio web: “El legado de Lutero a la Cristiandad”.
Una recta definición de la Iglesia Evangélica Luterana, es que ella es una en la que se predica el puro Evangelio y se administran los Sacramentos de acuerdo a la institución de Cristo, y donde, junto a sinceros creyentes, también pueden existir hipócritas y farsantes. La Iglesia, como se ha dicho, no puede verse, pero puede ser discernida por medio de las Marcas, los Medios de Gracia.
Otra vez: más allá de cierta opinión corriente, “las iglesias reformadas” no incluyen a los Luteranos, sino que se refieren a las congregaciones y cuerpos eclesiásticos de origen Calvinista. A los Calvinistas se los conoce como Reformados.
Lamentablemente, la Reforma fue malograda por el Calvinismo (y diezmada por la “Santa” Inquisición), con su racionalismo, su negación del alcance universal de la Satisfacción Vicaria de Cristo, su rechazo de la Presencia Real de Cristo en el Sacramento del Altar. Tal como lo advirtió el Dr. Lutero, los errores de los Reformados darían como resultado nuevas e interminables divisiones entre ellos. Hoy por hoy, el calvinismo “clásico” ha prácticamente desaparecido, pero su rama arminiana (por Jacobo Arminio, un teólogo holandés que rechazó las doctrinas básicas de Calvino y que pese a haber sido condenado por el Sínodo de Dort terminó triunfando: sus enseñanzas se difundieron desde el siglo XIX por el ministerio Metodista de los Wesley) sobrevive en distintas denominaciones contemporáneas. El fruto de todo esto se conoce en teología contemporánea como Evangelicalismo, y abarca a las distintas denominaciones “evangélicas”, que lentamente pierden su anterior identidad a manos de los fanáticos carismáticos y neo-pentecostales -un movimiento con raíces católico romanas-, y doctrinas socialistas y seculares.
Lamentablemente, la Iglesia Luterana también pasa por una grave crisis. Como el Antiguo Israel cuando el ministerio de Cristo, nuestro pueblo y su dirigencia se hallan en la apostasía. Una grave crisis de identidad, la dimisión de nuestras Confesiones Luteranas (que incluyen los antiguos Credos Apostólico, Niceno y Atanasiano, la Confesión de Augsburgo, etc.), y, principalmente, la gravísima renuncia al artículo central y principal de la Iglesia de Cristo, la justificación por la fe sola (perdido el cual, dice Lutero, la Iglesia no sólo no queda en pie sino que se derrumba y quedan solamente ruinas), diagnostican que los sínodos y cuerpos mayores que llevan el nombre “Luterano” están corruptos en mayor o menor medida. Con pena vemos como estos “Luteranos” marchan junto a otros y Roma por un camino que llamamos unionismo, disfrazado por la palabra “ecumenismo”, que es una falsedad, porque Dios no quiere una unidad meramente externa, un “acuerdo en el desacuerdo”, sino que la Palabra habla de unidad cuando existe total acuerdo en doctrina y práctica.
Finalmente, gloso que, asimismo, según la Sagrada Escritura, la Iglesia, en el sentido “visible” es toda Congregación de los santos, que llama a un Pastor u Obispo o Presbítero (son sinónimos) para ejercer en nombre de esta iglesia, a quien Cristo ha dado las Llaves del Reino de los Cielos, para ejercer en nombre de todos estas Llaves (las que Cristo, el dueño del Ministerio de la Palabra, ha dado a la Iglesia), el perdón de pecados, la Palabra, y los Sacramentos. Estas Congregaciones pueden (o no) unirse con otras de la misma fe y práctica y formar Sínodos, Federaciones, “Diócesis” o distritos; pero estos cuerpos federativos son coordinadores y consultivos, y no autoritativos en el sentido de coerción. La Iglesia Local es soberana, por medio de la Asamblea de los creyentes que en ella se congrega, presidida espiritualmente por el Pastor u Obispo, que actuará siempre en, con y desde la Palabra de Dios; la Palabra de Dios, Dios mismo en Su Palabra, es el único Señor de esta casa y Él la gobierna con esta Palabra y por medio de ella, de modo que todos los habitantes de esa casa saben que están bien gobernados y que todo lo que hacen es lo que Dios desea que hagan.
Enrique Ivaldi
Trinidad 2002
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