En entrevista concedida a «Radio Vaticano», Chiara Lubich, explica los motivos que le han llevado a convocar el Congreso Mariano Internacional «Contemplar a Cristo con los ojos de María» promovido por el Movimiento de los Focolares en el Año del Rosario, el cual se está celebrando desde ayer lunes hasta mañana miércoles en Castelgandolfo, cerca de Roma.
--¿Podría ilustrar el significado del título del Congreso: «Contemplar a Cristo con los ojos de María»?
--Chiara Lubich: Ninguna criatura ha conocido nunca y nunca conocerá a Jesús como María porque es inmaculada, porque es su Madre, porque es Evangelio vivido y, por lo tanto, otro Jesús. Para verlo, conocerlo y contemplarlo a Él, a través de los ojos de Ella, será necesario tratar --en la medida de lo posible-- de imitarla en su continuo «sí» a la voluntad de Dios, y con ello, en cierto modo, hacerla revivir en nosotros.
Dice ahora vuestro hermano Ricardo:
El anterior aporte no pretende más que añadir otra prueba más de la escalada de la maquinaria papal promoviendo a María, siempre en desmedro de Jesús por más que se diga lo contrario.
Juan el Bautista dijo de Jesús: “Es necesario que él crezca, y que yo disminuya” Jn.3:30.
Pero el marianismo no se contenta con que en las catedrales la imagen de María sea la mayor con el niño Jesús en sus brazos, y cuando Él aparece en lugar destacado siempre es en el crucifijo,
coronado de espinas, mientras María luce como Reina coronada con todo esplendor y gloria.
Desde el punto de vista meramente humano, podrá convenirse que nadie conoce a su hijo mejor que su propia madre, y de ahí el mayor conocimiento que María podía tener de Jesús; pero respecto a ese conocimiento natural Pablo dice que “aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así” (2Co.5:16).
Pretender “Contemplar a Cristo con los ojos de María” no garantiza mayor claridad de la visión espiritual, sino más seguramente enturbiarla a semejanza del velo puesto sobre el corazón de los judíos toda vez que se lee a Moisés. Nosotros miramos con el rostro descubierto y nuestra contemplación de Cristo es una percepción espiritual por la acción del Espíritu Santo (2Co.3:14-18. La faz de Jesucristo se nos muestra al resplandor divino que ilumina el corazón de los que reciben el evangelio de la gloria de Cristo (2Co.4:3-6).
No hay “otro Jesús”, aunque Él mismo profetizó que vendrían falsos cristos diciendo: “Yo soy el Cristo” (Mt.24:4,23,24). La obra del Espíritu Santo en nosotros es transformarnos a la misma imagen del Señor Jesús, por lo que todo cristiano genuino como fiel discípulo del Señor Jesús en alguna manera es una reproducción de Él. Pero ver a María como “otro Jesús” ya es el colmo.
Ricardo.
--¿Podría ilustrar el significado del título del Congreso: «Contemplar a Cristo con los ojos de María»?
--Chiara Lubich: Ninguna criatura ha conocido nunca y nunca conocerá a Jesús como María porque es inmaculada, porque es su Madre, porque es Evangelio vivido y, por lo tanto, otro Jesús. Para verlo, conocerlo y contemplarlo a Él, a través de los ojos de Ella, será necesario tratar --en la medida de lo posible-- de imitarla en su continuo «sí» a la voluntad de Dios, y con ello, en cierto modo, hacerla revivir en nosotros.
Dice ahora vuestro hermano Ricardo:
El anterior aporte no pretende más que añadir otra prueba más de la escalada de la maquinaria papal promoviendo a María, siempre en desmedro de Jesús por más que se diga lo contrario.
Juan el Bautista dijo de Jesús: “Es necesario que él crezca, y que yo disminuya” Jn.3:30.
Pero el marianismo no se contenta con que en las catedrales la imagen de María sea la mayor con el niño Jesús en sus brazos, y cuando Él aparece en lugar destacado siempre es en el crucifijo,
coronado de espinas, mientras María luce como Reina coronada con todo esplendor y gloria.
Desde el punto de vista meramente humano, podrá convenirse que nadie conoce a su hijo mejor que su propia madre, y de ahí el mayor conocimiento que María podía tener de Jesús; pero respecto a ese conocimiento natural Pablo dice que “aun si a Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así” (2Co.5:16).
Pretender “Contemplar a Cristo con los ojos de María” no garantiza mayor claridad de la visión espiritual, sino más seguramente enturbiarla a semejanza del velo puesto sobre el corazón de los judíos toda vez que se lee a Moisés. Nosotros miramos con el rostro descubierto y nuestra contemplación de Cristo es una percepción espiritual por la acción del Espíritu Santo (2Co.3:14-18. La faz de Jesucristo se nos muestra al resplandor divino que ilumina el corazón de los que reciben el evangelio de la gloria de Cristo (2Co.4:3-6).
No hay “otro Jesús”, aunque Él mismo profetizó que vendrían falsos cristos diciendo: “Yo soy el Cristo” (Mt.24:4,23,24). La obra del Espíritu Santo en nosotros es transformarnos a la misma imagen del Señor Jesús, por lo que todo cristiano genuino como fiel discípulo del Señor Jesús en alguna manera es una reproducción de Él. Pero ver a María como “otro Jesús” ya es el colmo.
Ricardo.