María en el ministerio de Cristo

20 Febrero 2006
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María en el ministerio de Cristo
María solamente puede ser comprendida en su relación con Cristo y sólo desde esta relación puede hablarse rectamente de su grandeza excepcional y única. Tan personalmente unida está a Cristo, que comparte por Él y por Él el misterio de la salvación.
Jesús en su vida pública, realza a María en su comunión salvadora con Él, y lo hace en una proclamación irónica y paradójica, realmente sorprendente, pero en un momento especialmente oportuno y significativo. La admiración popular causada por Jesús se traduce, mediante la voz anónima de una mujer, en el elogio bienaventurado de su madre: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”. Y Jesús responde, haciéndose eco de este elogio y confirmándolo en su verdad plena: “Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,27-28). Lo que a primera vista parece y ha sido interpretado como despectiva respuesta de fría ironía. En su contexto evangélico es la rúbrica solemne con que Cristo confirma la elogiosa intuición de la grandeza maternal de María. Ella es bienaventurada madre de Jesús porque escuchó la palabra de Dios y correspondió a ella con su obediente entrega generosa de fe. La bienaventuranza que Jesús hace refiriéndose, con indirecta claridad, a su madre, está a tono con la bienaventuranza con que la saluda Isabel en su visitación: “Dichosa tú que has creído lo que te ha dicho el Señor” (Lc1,45); La misma bienaventuranza que, exultante de gozo, sintiéndose agraciada, proclamará con profunda humildad María en su canto del Magníficat: “dichosa me llamarán todas las generaciones (Lc 1,48).
Es necesario tener presente la escena de la Anunciación para comprender adecuadamente y en su verdadero y pleno sentido mariano-maternal la bienaventuranza proclamada por Jesús. A través del menaje angélico, María ha escuchado meditando la palabra de Dios y la ha aceptado comprometiéndose en alma y cuerpo con ella. María ha creído en la palabra de Dios, y la palabra de Dios se ha cumplido encarnándose en ella. La fe ha suscitado en María una total disponibilidad humilde y generosa a la voluntad salvadora de Dios: “He aquí la esclava del Señor ; hágase en mí según tu palabra(Lc 1,38). Porque ha creído, la Palabra de Dios se encarnó en ella, y la salvación se ha realizado: “sacrificio y oblación no quisiste; pero me has dado un cuerpo He aquí que vengo para hacer tu voluntad” (Heb 10,5-9)
Zacarías, anciano y sacerdote, reaccionó con dudas ante el anuncio del ángel Gabriel. María la virgen,, la sencilla joven de Nazaret, cree en el ángel.
María se abandona a la gracia de Dios: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Aquí María se siente la representante del pueblo de Israel.
En esta palabra, Lucas nos muestra cuánto aprecia a María en cuanto a mujer.. Ella se entrega a la Palabra de Dios de un modo muy distinto a como lo hace Zacarías y confía plenamente en ella. Una mujer se hace la representante del pueblo de Israel. Al entregarse a la Palabra de Dios, le toca en suerte la salvación del pueblo. La actuación es por iniciativa de Dios, pero depende también de la decisión de los hombres, como si Dios tuviera que concederse permiso para actuar. María otorga un lugar a la actuación de Dios en su vida personal y eso tiene consecuencias para toda la humanidad.
 
Re: María en el ministerio de Cristo

jose gallego dijo:
María en el ministerio de Cristo
María solamente puede ser comprendida en su relación con Cristo y sólo desde esta relación puede hablarse rectamente de su grandeza excepcional y única. Tan personalmente unida está a Cristo, que comparte por Él y por Él el misterio de la salvación.
Jesús en su vida pública, realza a María en su comunión salvadora con Él, y lo hace en una proclamación irónica y paradójica, realmente sorprendente, pero en un momento especialmente oportuno y significativo. La admiración popular causada por Jesús se traduce, mediante la voz anónima de una mujer, en el elogio bienaventurado de su madre: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te amamantaron”. Y Jesús responde, haciéndose eco de este elogio y confirmándolo en su verdad plena: “Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,27-28). Lo que a primera vista parece y ha sido interpretado como despectiva respuesta de fría ironía. En su contexto evangélico es la rúbrica solemne con que Cristo confirma la elogiosa intuición de la grandeza maternal de María. Ella es bienaventurada madre de Jesús porque escuchó la palabra de Dios y correspondió a ella con su obediente entrega generosa de fe. La bienaventuranza que Jesús hace refiriéndose, con indirecta claridad, a su madre, está a tono con la bienaventuranza con que la saluda Isabel en su visitación: “Dichosa tú que has creído lo que te ha dicho el Señor” (Lc1,45); La misma bienaventuranza que, exultante de gozo, sintiéndose agraciada, proclamará con profunda humildad María en su canto del Magníficat: “dichosa me llamarán todas las generaciones (Lc 1,48).
Es necesario tener presente la escena de la Anunciación para comprender adecuadamente y en su verdadero y pleno sentido mariano-maternal la bienaventuranza proclamada por Jesús. A través del menaje angélico, María ha escuchado meditando la palabra de Dios y la ha aceptado comprometiéndose en alma y cuerpo con ella. María ha creído en la palabra de Dios, y la palabra de Dios se ha cumplido encarnándose en ella. La fe ha suscitado en María una total disponibilidad humilde y generosa a la voluntad salvadora de Dios: “He aquí la esclava del Señor ; hágase en mí según tu palabra(Lc 1,38). Porque ha creído, la Palabra de Dios se encarnó en ella, y la salvación se ha realizado: “sacrificio y oblación no quisiste; pero me has dado un cuerpo He aquí que vengo para hacer tu voluntad” (Heb 10,5-9)
Zacarías, anciano y sacerdote, reaccionó con dudas ante el anuncio del ángel Gabriel. María la virgen,, la sencilla joven de Nazaret, cree en el ángel.
María se abandona a la gracia de Dios: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38). Aquí María se siente la representante del pueblo de Israel.
En esta palabra, Lucas nos muestra cuánto aprecia a María en cuanto a mujer.. Ella se entrega a la Palabra de Dios de un modo muy distinto a como lo hace Zacarías y confía plenamente en ella. Una mujer se hace la representante del pueblo de Israel. Al entregarse a la Palabra de Dios, le toca en suerte la salvación del pueblo. La actuación es por iniciativa de Dios, pero depende también de la decisión de los hombres, como si Dios tuviera que concederse permiso para actuar. María otorga un lugar a la actuación de Dios en su vida personal y eso tiene consecuencias para toda la humanidad.




Creí que la palabra decía:

El pueblo de Dios:


9 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa,(E) pueblo adquirido por Dios,(F) para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;


Aunque respeto a María la madre de Jesús de Nazaret, no me voy a pasar la vida tan ocupado con ella que nunca tendré tiempo para publicar las virtudes de Jesús.

El llamado es a que publiquemos o hagamos conocidas las virtudes de EL que nos llamó, y no nuestras tradiciones, dogmas y marianada y media.

saludos
 
Re: María en el ministerio de Cristo

"Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre"

(1 Tim 2:5)

"Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos"

(Hechos 4:12)
Las intercesiones que aparecen en la Biblia, siempre son de cristianos (santos) aquí en la tierra, orando por otras personas viviendo en la tierra. Nunca se pide por los muertos, ni se le pide a los muertos.

María, la madre de Jesús, murió y fue sepultada, esperando ahora la resurrección de los muertos. Ella no puede escuchar oraciones ni hacer nada hasta que resucite con todos los demás seres humanos, al regreso de nuestro Señor Jesucristo.
 
María la madre de Jesús

María la madre de Jesús

- MARIA, LA MADRE DE JESUS

1. ¿Cómo aparece María en los evangelios? En el evangelio de San Juan la madre de Jesús, sin decir su nombre, aparece al principio y al final: en la boda de Caná (Jn 2,5) y al pie de la cruz (19,25). En los demás, fuera del evangelio de la infancia, María aparece poco y, cuando aparece, se dice que lo que importa no es la relación familiar, sino la escucha de la palabra de Dios. Una vez, estando hablando Jesús a la gente, alzó la voz una mujer y dijo: Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron. Pero repuso Jesús: Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan (Lc 11,27-28).
2. Ciertamente, una etapa crucial en la vida de la mujer es la maternidad. Es la primera relación que establece de forma única y exclusiva con otro ser y que está dentro de ella. Pues bien, dice Jesús, no es la relación familiar, la relación biológica, la maternidad, sino la relación con Dios, la escucha de su Palabra, lo que verdaderamente importa. Pero ¿no es eso lo que ha hecho María? Eso es lo que dice el evangelio de San Lucas, que la pone como modelo de discípulo: He aquí la esclava del Señor (Lc 1,38). Si no hubiera escuchado la Palabra, tampoco hubiera sido la madre de Jesús. Por supuesto, María fue tejiendo en Nazaret el lenguaje humano de Jesús, como cualquier mujer enseña a hablar a su hijo.
3. Cuando Jesús, a los doce años, se desmarca de sus padres para aparecer al cabo de tres días sentado en medio de los doctores, su madre le dice: ¿Por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando (Lc 2,48). Es el despertar de su vocación (2,49), pero también el proceso del muchacho que se despega de las faldas de su madre, según la psicología del desarrollo: "Con el paso del tiempo, la formación de la personalidad del niño y de la niña discurre por caminos distintos: la identidad femenina surge de un proceso de identificación con la madre. Los niños, por el contrario, al definirse como varones, separan a las madres de sí mismos. La intimidad y la proximidad de la madre se vive como una especie de retroceso que resulta amenazante" (Carol Gilligan).
4. ¿Tuvo Jesús más hermanos? Otras confesiones cristianas dicen que sí. La tradición de la Iglesia llama a María la "siempre Virgen" (LG 52). "A esto se objeta a veces, dice el Catecismo de la Iglesia Católica, que la Escritura menciona unos hermanos y hermanas de Jesús (cf Mc 3,31-55;6,3;1 Co 9,5;Ga 1,19). La Iglesia siempre ha entendido estos pasajes como no referidos a otros hijos de la Virgen María; en efecto, Santiago y José 'hermanos de Jesús' (Mt 13,55) son los hijos de una María discípula de Cristo (cf Mt 27,56) que se designa de una manera significativa como 'la otra María' (Mt 28,1). Se trata de parientes próximos de Jesús, según una expresión conocida del Antiguo Testamento (cf Gn 13,8;14,16;29,15)" (n.500). En cualquier caso, no hubiera sido ninguna deshonra sino bendición de Dios (Sal 128) ver a Jesús rodeado de "hermanos, que maduran en el centro de un influjo mutuo" (X.Pikaza). El evangelio nos dice que Jesús fue el primogénito (Lc 2,7) y sugiere una relación matrimonial normal de María y José, después del nacimiento de Jesús: Y no la conocía hasta que ella dio a luz un hijo (Mt 1,25).
5. Jesús pone la nueva familia de los que escuchan la Palabra por encima de las relaciones familiares. Esto repercute en su relación con María y con otros parientes. En cierta ocasión, le dicen: Oye, tu madre y tus hermanos están fuera y te buscan. Responde Jesús: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice: Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre (Mc 3,33-35).
6. Se ha dicho bellamente: "María supo guardar la Palabra (Lc 2,51) y aceptar silenciosamente situaciones que no comprendía (Lc 2,50). Supo retirarse sin decir nada, abriéndose a la novedad de que Jesús consideraba 'madre y hermanos' a todos los que escuchasen su palabra (Lc 8,21) y supo permanecer silenciosa junto a la cruz, porque allí la palabra definitiva era la del amor fiel llevado hasta el fin (Jn 19,25). Pero supo también discernir cuándo era tiempo de preguntar (Lc 1,34;2,48) y cuándo era tiempo de intervenir y persuadir: No tienen vino...Haced lo que él os diga (Jn 2,4-5). Ella, que estuvo más tiempo que nadie cerca de Jesús, asistió en silencio contemplativo al cuajar de su personalidad y a los primeros pasos de aquella vida extrañamente libre. Ella supo perder el miedo a desaparecer y a gastarse, como la sal y como la luz (Mt 5,13-16)" (Dolores Aleixandre).
7. En la misión de Jesús, María desaparece o, al menos, queda en segundo plano. San Mateo y San Lucas suavizan un poco las tensiones entre madre e hijo y, también, con la familia y los parientes. Al fin y al cabo, perciben que María ha acogido la Palabra desde el principio. Pero San Marcos es más crítico. Y dice también que los parientes le andan buscando porque piensan que está "fuera de sí" (Mc 3,21). O sea, se perciben problemas de relación con la familia, con los parientes. La familia no entiende la misión de Jesús. Su posición está cerca de la posición de los escribas. Los escribas tienen peor intención, por supuesto. Dicen que “está endemoniado” (3,22). La familia lleva su guerra contra la misión de Jesús, aunque sea distinta de la guerra de los escribas. Se dice en el evangelio de San Juan: Ni siquiera sus hermanos creían en él (Jn 7,5).
8. ¿Y en la cruz qué pasa? Dicen los sinópticos que en la cruz, quizá para dar cumplimiento al salmo, los familiares (de forma global) a distancia se quedan (Lc 23,49;ver Sal 38,12;Mt 27,55;Mc 15,46). San Juan, sin embargo, presenta a María con el discípulo amado al pie de la cruz. Después, no aparece María en ninguna experiencia de resurrección. Es posible que el dolor de la muerte de Jesús le haya dificultado ver las señales de la resurrección, según el dicho: "Y si lloras por haber perdido el sol, las lágrimas te pueden ocultar la luz de las estrellas" (Tagore). Lo cierto es que aparece María, por ser madre, al pie de la cruz y, por tanto, con el dolor de madre, tan único (Lam 1,12), como espada que atraviesa el alma (Lc 2,35). Le dice Jesús: Ahí tienes a tu hijo (Jn 19,26; ver Mc 10,30). Jesús invita a María a ejercer otra maternidad en la comunidad del discípulo amado, se la invita a dar un paso en la fe, a ser madre de otra forma, en una relación nueva, que no es biológica: ahí tienes a un hijo que te nacerá del corazón.
9. Después aparece María al comienzo de los Hechos de los apóstoles, en oración con los discípulos, en comunidad, para pedir el don del espíritu: Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos (Hch 1,14). Y en el seno de la comunidad, en pentecostés, se comparten las maravillas de Dios (Hch 2,11) y la Iglesia naciente canta la grandeza de Dios, en el lenguaje del espíritu, que es el lenguaje de la experiencia. Como María en el magnificat, la Iglesia naciente canta la grandeza de Dios.
10. El dogma de la Inmaculada Concepción fue definido por el papa Pío IX en 1854. María es llena de gracia (Lc 1,28), enemiga del mal (Gn 3,15) desde su concepción. El dogma de la Asunción fue definido por Pío XII en 1950: "Terminado el curso de su vida en la tierra, fue llevada a la gloria del cielo" (LG 59). María está ya resucitada y vive en plenitud. Pero, como María, muchos también. Dice el Señor: Yo soy la resurrección y la vida. El que crea en mí, aunque haya muerto vivirá (Jn 11,25). Ahora bien, María tiene una dignidad especial: Todas las generaciones me llamarán dichosa (Lc 1,48). Su acogida de la Palabra repercutió en la salvación de toda la humanidad. Es la madre de mi Señor (Lc 1,43). El concilio de Efeso (año 431) la llamó madre de Dios. En la Iglesia es invocada como Abogada, Auxiliadora, Ayuda, Mediadora (LG 62). Su mediación "no disminuye ni oscurece la mediación única de Cristo, antes bien muestra su eficacia" (LG 60).