Hola a todos:
Bien, quisiera plantear aquí el tema sobre los últimos años de la vida terrenal de Pablo de Tarso, el “Apóstol de los gentiles”. Este tema me interesó mucho desde el momento en que me enteré que no se había determinado el año preciso de la muerte del apóstol.
Como todos saben, el Libro de los Hechos de los Apóstoles refiere muchos sucesos del apóstol como su conversión, sus primeros contactos con los apóstoles y sus viajes misioneros por el mundo gentil, pero sólo llega hasta el viaje a Roma, viaje que realizó en la primavera del año 61, a raíz de su apelación al emperador para que lo juzgara por los delitos que le acusaban los judíos. Allí estuvo, durante unos dos años, bajo arresto domiciliario, y aun bajo esa situación continuó su labor ministerial. El relato del libro de Hechos termina allí. El resto de la vida de Pablo, que va desde el año 62/63 hasta su martirio, poco después durante la persecución de Nerón, tiene que armarse sobre la base de otras fuentes. Dichas fuentes son, entre otras, la tradición, los libros apócrifos, y las llamadas EPÍSTOLAS PASTORALES del Nuevo Testamento, es decir, las cartas que se cree que el apóstol dirigió en este tiempo a personas encargadas de la labor pastoral en algunas comunidades, y que son: las dos epístolas a TIMOTEO, y la dirigida a TITO. Aunque si bien tradicionalmente la Iglesia atribuye la autoría de estas cartas pastorales a Pablo, en la actualidad, está generalizada la opinión que las atribuye a un único autor anónimo de finales del siglo I, que las atribuyó seudónimamente al apóstol. Se ha querido también incluir dentro de este período de la vida de Pablo a la Epístola personal a FILEMON, pero no existe la menor certeza sobre desde dónde y cuando fue escrita esta carta.
Primer arresto domiciliario de Pablo
La controversia radica en si su muerte se produjo inmediatamente después de su prisión en Roma, hacia el año 64, o si quizás fue liberado entonces y se dedicó a su ministerio por unos años más, hasta que tuvo un segundo y definitivo arresto, hacia el año 67, que culminó en su martirio en Roma, al lado del apóstol Pedro (según cuenta la tradición).
Siguiendo esta última teoría, que es la más probable, se puede conjeturar que el apóstol, no bien terminó su arresto en Roma en el año 63, reanudó sus viajes misioneros por Asia y Grecia, y posiblemente llegó hasta el extremo occidente (España, islas Británicas o la Galia, según diversas interpretaciones). Conocimiento el temperamento de Pablo, es indudable que se halla dedicado a predicar el evangelio con tesón durante estos cuatro años, más o menos, que duró su libertad, antes de su segundo y definitivo arresto en Roma. Sobre esta posibilidad desarrollaré enseguida más detalladamente.
FINALIZADA SU PRIMERA PRISIÓN EN ROMA, PABLO REANUDA LOS VIAJES MISIONEROS
Las Epístolas Pastorales nos parecen indicar que, tras finalizar su primer arresto en Roma (año 62/63), Pablo reanudó sus viajes misioneros por Grecia y Asia. Dichas Epístolas vendrían pues a darnos algunas pistas de viajes posteriores a los relatados en el libro de Hechos. Empecemos primero con dos de ellas, la Epístola a Tito, y la 1° Epístola a Timoteo. Como las características literarias y el contenido de ambas son similares se supone que fueran escritas simultáneamente, tal vez desde Macedonia.
Por ejemplo, en la 1° Epístola a Timoteo 1.3 vemos que Pablo alude haber estado poco antes en las proximidades de Éfeso (Asia Menor), donde había dejado a Timoteo para que cumpliese una misión específica, especialmente de tipo administrativo; en dicho versículo hace referencia también a su estadía en Macedonia, desde donde posiblemente dirigiera la carta, como ya quedó aludido.
La Epístola a Tito, dirigida a un cristiano griego, y estrecho colaborador suyo, proporciona datos históricos adicionales, pues sobre la base de 1.5, podemos inferir que Pablo había visitado la isla de Creta recientemente, ocasión en la cual debió haber tenido oportunidad de determinar la condición de la iglesia y darle instrucciones específicas a Tito para rectificar cualquier deficiencia.
Al término de la Epístola a Tito (3.12), el apóstol insta a Tito reunirse con él en Nicópolis, donde pasaría el invierno. Resulta bastante factible suponer que se trataba de la capital del Epiro, situada en una península en el golfo de Ambracia, aquella “ciudad de la victoria” edificada por Augusto para celebrar su victoria naval en Actium (Accio). Aunque hay otros ciudades con ese nombre en Tracia y en Cilicia, la de Epiro (costa occidental de Grecia, a orillas del Mar Jónico) era la única de suficiente importancia para que Pablo pasara un invierno entero en ella (época en que no se podía viajar por mar) y su posición geográfica la haría adecuada para encontrarse con Tito. Es posible que también Pablo haya pensado utilizarla como base para evangelizar el Epiro. Sin duda y conforme con lo acordado, Tito fue a Nicópolis para encontrarse con Pablo, y desde allí fue enviado tal vez a realizar una tarea evangelística en Dalmacia (Este del Adriático), tarea a la cual estaba abocado cuando Pablo escribió la 2° Epístola a Timoteo, ya bajo su segundo y definitivo arresto en Roma (2° Tim. 4:10).
RUINAS DEL ODEÓN DE NICÓPOLIS (ÉPOCA ROMANA). Nicópolis, la “ciudad de la victoria” fue edificada como capital de Epiro por Augusto en una península del golfo de Ambracia, donde había acampado antes de su victoria en Accio en el año 31 a. de C.
Debemos resaltar que todos estos viajes que se mencionan en las dos Epístolas Pastorales aludidas: a Macedonia (tras dejar a Timoteo en Éfeso), a Creta (donde dejó a Tito), a Nicópolis en Epiro (donde pasó el invierno y donde debió reunírsele Tito), no figuran en el itinerario de los viajes misioneros de Pablo narrados en el Libro de los Hechos, lo cual es una prueba más de que son posteriores a su primera llegada a Roma. El apóstol no cesaba pues en recorrer el mundo predicando el Evangelio.
¿VIAJÓ PABLO AL EXTREMO OCCIDENTE?
En la Epístola a los Romanos (15.24 y 28 ), escrita por el año 56 ó 57, el apóstol Pablo informó a los cristianos radicados en Roma su deseo de visitarlos en el transcurso de un proyectado viaje a España, es decir, el extremo oeste del mundo conocido, proyecto para lo cual, evidentemente esperaba la colaboración de aquellos creyentes. Tal empresa era, evidentemente muy trascendental para la difusión del Evangelio. Aún cuando el primer objetivo del apóstol fueran las ciudades helenizadas, este proyecto marcaría el comienzo de una etapa nueva; más allá de Roma se encontraba la Galia y la Hispania; hasta podemos incluir a Germania y las Islas británicas. Pablo pasaba así de la parte griega del mundo civilizado a la parte netamente latina.
Si bien es cierto que Pablo llegó a concretar el viaje a Roma, no sabemos con certeza sí continuó más al Occidente. Las epístolas pastorales no aluden esta posibilidad, lo que podría indicar tal vez un cambio de planes, aunque no es del todo improbable que lo realizara. Si realizó un viaje a España, como algunas fuentes extrabíblicas lo aseguran, debió ser en la primavera siguiente al invierno que pasó en Nicópolis (Epístola a Tito 3.12).
Las afirmaciones de este presunto viaje a la península ibérica provienen pues de documentos extrabíblicos. Uno de los Padres Apostólicos, Clemente de Roma, en su famosa Epístola a los corintios (5-7) que data del año 95 ó 96, dice que Pablo llegó “al extremo límite del oeste” lo cual se interpreta naturalmente como las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar), aunque otros interpretaciones podían dar entender las Galias o las islas británicas. Los “Hechos de Pedro” (1.3) que es un libro apócrifo del siglo II, y el “Canon Muratorio” de aproximadamente el año 170, explícitamente mencionan el viaje de Pablo a España, pero podían solo reflejar el deseo expresado por Pablo en la Epístola a los Romanos, dándolo como realizado. Siglos más tarde, San Jerónimo añadió que Pablo vino por mar y desembarcó en Tarragona, una tradición que ha arraigado desde entonces. Idéntica creencia existe en Barcelona, pues en ambas ciudades existen sendas iglesias que conmemoran estos sucesos.
Ruinas romanas del teatro de Tarraco o Tarragona
No se puede descartar del todo que Pablo haya estado en España, pero así y todo, no sería el primer evangelizador de la península. Le habría precedido Santiago el Mayor, el apóstol guerrero, quien llegó a España y al parecer estuvo solo por un corto período de tiempo, regresando hacia el año 44 a Jerusalén, donde sufrió el martirio a manos de Herodes Agripa. Sus restos fueron arrojados al despoblado para que fueran devorados por las aves, pero sus discípulos lograron rescatarlo y traerlo a Galicia, en España, donde fue sepultado en la localidad de Iria; dicho sepulcro sería descubierto siglos después y allí se edificó la catedral de Santiago de Compostela, que se convirtió en un importante centro de peregrinación durante la edad media. Dicha tradición de la llegada de Santiago a España, es sin embargo menos probable que la estancia de Pablo en la península. Las fuentes escritas que lo mencionan (no tan confiables por cierto) no bajan del siglo VII. La Primera Crónica general del rey Alfonso X el Sabio (siglo XIII), que recoge fuentes antiguas, da por verídica la venida de Pablo a España e ignora en cambio la de Santiago.
Imagen de Santiago el Mayor. Basìlica de San Juan de Letràn
Otro tercer suceso que relata la tradición con respecto a la evangelización de España lo constituye el envío por parte del apóstol Pedro de siete varones apostólicos u obispos (Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio), para que evangelizaran la zona mediterránea (Andalucía). Sobre la suerte final de los Siete Varones Apostólicos la misma tradición es muy escasa de noticias. Es muy común la creencia de que todos ellos murieron mártires. El primer documento en afirmar la presencia de estos varones apostólicos en España data del siglo VIII, por lo tanto es muy tardío y a la vez de dudosa credibilidad.
LOS SIETE VARONES APOSTOLICOS
EL ÚLTIMO ARRESTO Y PRISIÓN DE PABLO
Se desconocen las circunstancias del segundo arresto del apóstol que le llevaron a su última prisión en Roma. Algunas breves alusiones nos da al respecto la Segunda Epístola a Timoteo, redactada por Pablo precisamente durante ese último encierro en Roma, poco antes de su muerte, hacia el año 67. Timoteo, a quien dirige la carta, era entonces el líder de la iglesia en Éfeso, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Según se menciona en dicho documento, Pablo estuvo poco antes de su arresto en Corinto (Grecia), donde dejó a Erasto, colaborador suyo, y luego pasó a Mileto (Asia Menor), donde dejó enfermo a Trófimo (4.20). De ahí pasó a Tróade o Troas (4.13), puerto situado en el noroeste del Asia Menor, donde dejó, en casa de Carpo, su capote, sus libros y pergaminos; no sabemos si se trataban de las Sagradas Escrituras Hebreas, o libros de otra índole o incluso material en blanco para escribir. Posiblemente el arresto se produjo en Tróade, pues el hecho de no haberse llevado sus efectos personales nos indicaría una apresurada partida de dicho puerto bajo arresto. Existe un interesante paralelo con Ignacio, obispo de Antioquía (muerto hacia el año 107), el cual, después de enviar tres epístolas desde Troáde, tuvo que embarcarse con premura para Neápolis, como prisionero con destino a Roma (Epístola a Policarpo 8 ), cuando se le permitieron las circunstancias climáticas.
Troas o Tróade, fue fundada por los sucesores de Alejandro Magno con el nombre de Alexandría Troas, a unos 20 km. al suroeste donde se alzaba la antigua Troya o Ilión. Era el principal puerto de esa zona del Asia Menor. El sitio de Troas en Daylan está desierto en la actualidad, pero hay restos del puerto, los baños, el estadio y otros edificios, y puede constatarse todavía la existencia de varios kilómetros de muros.
Cabe también la posibilidad de que el último arresto de Pablo haya ocurrido en la misma Roma, entonces escenario de la persecución neroniana contra los cristianos, acusados del incendio de la ciudad (año 64). Algunos exegetas han supuesto también que pudo haber sido el apóstol denunciado por un enemigo suyo llamado Alejandro el herrero o calderero, sobre el cual Pablo previene a Timoteo con estas palabras: “Alejandro, el herrero se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará conforme a lo que ha hecho. Cuídate tu también de él, porque se ha puesto muy en contra de nuestro mensaje” (4. 14-15). Este Alejandro posiblemente es el mismo mencionado en la Primera Epístola a Timoteo 1:20, donde es descrito como un maestro de moral pervertida, a quien, junto con un tal Himeneo, el apóstol había “entregado a Satanás” para que aprendieran a no decir cosas ofensivas contra Dios. En realidad, Alejandro era un nombre muy común en la antigüedad, de modo que no hay certeza segura en tal identificación.
Se han tejido pues las más intrincadas hipótesis sobre las circunstancias que rodearon el último arresto de Pablo basándose en la 2° Epístola de Timoteo. Sea cual fueran estas circunstancias, lo cierto era que Pablo iba a comparecer de nuevo ante el tribunal de Roma. Posibles motivos:
- Nuevo recurso de apelación del apóstol ante el César;
- Inculpación por pretendidos crímenes cometidos en Italia (quizá de complicidad en el incendio de Roma);
- Deseo de las autoridades provinciales de recoger prestigio a los ojos del emperador Nerón al enviarle un preso importante.
INCENDIO DE ROMA. Año 64. Nerón, para desviar las sospechas de haber sido el responsable de este siniestro, culpó a los cristianos
Probablemente, tal como lo asegura la tradición, Pablo fue encerrado en el célebre calabozo Tullianum de la cárcel mamertina, una antigua cisterna etrusca excavada en la roca, un lugar subterráneo, húmedo y oscuro, con sólo un agujero en el techo para dar algo de aire y luz al prisionero. El mismo apóstol cuenta en la 2° carta a Timoteo que se halla preso en la ciudad de Roma (1:8, 16) y “encadenado como un criminal” (2:9). Pero pese a todo, Onesíforo, un cristiano de Éfeso, pudo encontrarle, convirtiéndose en valiosa ayuda para el apóstol (1.16). Lo que contrastaba con la actitud de otros cristianos de Asia como Figelo y Hermógenes, los cuales, estando tal vez en Roma, no atendieron al apóstol preso (1.15).
TULLIANUM
Asimismo, al momento de escribirle a Timoteo desde Roma, Pablo no tenía consigo más que a Lucas, el “médico amado”: “Solamente Lucas está conmigo” (4.11), lo que confirma la estrecha relación que había entre el apóstol y el autor del tercer evangelio y el libro de Hechos de lo apóstoles (al menos según lo cuenta la tradición). Los colaboradores más cercanos de Pablo habían partido para efectuar diversos servicios: “...Demas, que amaba más las cosas de esta vida, me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica. Crescente se ha ido a la región de Galacia, y Tito a la de Dalmacia.” (4.10). También Pablo le pide a Timoteo que le envíe a Marcos “porque puede ser una ayuda para mí en el trabajo” (4.11). Es el mismo Juan Marcos, sobrino de Bernabé, mencionado varias veces en el libro de Hechos y en algunas epístolas paulinas y en la primera de Pedro, y a quien la tradición atribuyó posteriormente la paternidad del segundo Evangelio.
Pablo también refiere a Timoteo su primera defensa ante las autoridades romanas: “En mi primera defensa ante las autoridades nadie me ayudó; todos me abandonaron. Espero que Dios no se lo tome en cuenta. Pero el Señor si me ayudó y me dio fuerzas de modo que pude llevar a cabo la predicación del mensaje de salvación y hacer que la oyeran todos los paganos. Así el Señor me libró de la boca del león y me librará de todo mal, y me salvará llevándome a su reino celestial. ¡Gloria a Él para siempre! Amén”. (4.16-18 ).
Esta primera defensa sería solo una vista preliminar de su causa ante el tribunal, después de la cual habría un proceso definitivo, de acuerdo a las normas romanas. Por eso debió permanecer encarcelado hasta el fallo final. Lo de librarse de la “boca del león” se debe entender solo como una frase figurada y no literal; como ciudadano romano, Pablo no podía ser condenado a ser devorado por los leones. Es posible que el apóstol pudiera probar su inocencia de los delitos que supuestamente se le imputaban, pero su condición de cristiano era suficiente para ser condenado a muerte, según la política establecida por Nerón. En efecto, según Tertuliano, apologista cristiano del siglo II, este emperador estableció una ley que proscribía oficialmente al cristianismo en todo el imperio, la llamada institutum Neronianum; es decir, bastaba solo la condición de ser cristiano para ser considerado punible o fuera de la ley; según Tertuliano, fue la única acta de Nerón que no se rescindió tras la muerte de este emperador y sirvió para dar una base legal a las posteriores persecuciones contra los cristianos en todo el ámbito del imperio. Otros entendidos niegan sin embargo la existencia de esta ley, pues siendo el cristianismo una secta más de las que pululaban en Roma, no sería tan importante entonces para justificar una ley de tal naturaleza, y consideran asimismo que la persecución neroniana se limitó solo a Roma y sus alrededores.
De todos modos, ante tales circunstancias adversas, para Pablo la muerte aparecía como algo inevitable y lo aceptaba gustoso. Conmueven sus palabras al respecto: “Yo ya estoy para ser ofrecido en sacrificio; ya se acerca la hora de mi muerte. He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el juez justo, me dará en aquel día. Y no me lo dará solamente a mí, sino también a todos los que con amor esperan su venida gloriosa” (4:6-8 ).
Hasta aquí llega la información que nos ha legado el Nuevo Testamento sobre los últimos años de San Pablo. Sobre su muerte en el martirio se deben recurrir necesariamente a otras fuentes.
Fuentes usadas mayormente para redactar esta nota:
“Nuevo Diccionario Bíblico” Ediciones Certeza
“Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado – Vila Escuain” Editorial Clie 1985,
“Historia Eclesiástica” (2 tomos) de Eusebio de Cesarea, traducción directa del griego por George Grayling, Editorial Clie, 1988
Todas las citas de versículos entre paréntesis son de la 2° Epístola a Timoteo (La Biblia. Dios Habla Hoy. Versión Popular - Tercera Edición-1994).
Saludos
Álvaro S. Chiara G.
Bien, quisiera plantear aquí el tema sobre los últimos años de la vida terrenal de Pablo de Tarso, el “Apóstol de los gentiles”. Este tema me interesó mucho desde el momento en que me enteré que no se había determinado el año preciso de la muerte del apóstol.
Como todos saben, el Libro de los Hechos de los Apóstoles refiere muchos sucesos del apóstol como su conversión, sus primeros contactos con los apóstoles y sus viajes misioneros por el mundo gentil, pero sólo llega hasta el viaje a Roma, viaje que realizó en la primavera del año 61, a raíz de su apelación al emperador para que lo juzgara por los delitos que le acusaban los judíos. Allí estuvo, durante unos dos años, bajo arresto domiciliario, y aun bajo esa situación continuó su labor ministerial. El relato del libro de Hechos termina allí. El resto de la vida de Pablo, que va desde el año 62/63 hasta su martirio, poco después durante la persecución de Nerón, tiene que armarse sobre la base de otras fuentes. Dichas fuentes son, entre otras, la tradición, los libros apócrifos, y las llamadas EPÍSTOLAS PASTORALES del Nuevo Testamento, es decir, las cartas que se cree que el apóstol dirigió en este tiempo a personas encargadas de la labor pastoral en algunas comunidades, y que son: las dos epístolas a TIMOTEO, y la dirigida a TITO. Aunque si bien tradicionalmente la Iglesia atribuye la autoría de estas cartas pastorales a Pablo, en la actualidad, está generalizada la opinión que las atribuye a un único autor anónimo de finales del siglo I, que las atribuyó seudónimamente al apóstol. Se ha querido también incluir dentro de este período de la vida de Pablo a la Epístola personal a FILEMON, pero no existe la menor certeza sobre desde dónde y cuando fue escrita esta carta.

Primer arresto domiciliario de Pablo
La controversia radica en si su muerte se produjo inmediatamente después de su prisión en Roma, hacia el año 64, o si quizás fue liberado entonces y se dedicó a su ministerio por unos años más, hasta que tuvo un segundo y definitivo arresto, hacia el año 67, que culminó en su martirio en Roma, al lado del apóstol Pedro (según cuenta la tradición).
Siguiendo esta última teoría, que es la más probable, se puede conjeturar que el apóstol, no bien terminó su arresto en Roma en el año 63, reanudó sus viajes misioneros por Asia y Grecia, y posiblemente llegó hasta el extremo occidente (España, islas Británicas o la Galia, según diversas interpretaciones). Conocimiento el temperamento de Pablo, es indudable que se halla dedicado a predicar el evangelio con tesón durante estos cuatro años, más o menos, que duró su libertad, antes de su segundo y definitivo arresto en Roma. Sobre esta posibilidad desarrollaré enseguida más detalladamente.
FINALIZADA SU PRIMERA PRISIÓN EN ROMA, PABLO REANUDA LOS VIAJES MISIONEROS
Las Epístolas Pastorales nos parecen indicar que, tras finalizar su primer arresto en Roma (año 62/63), Pablo reanudó sus viajes misioneros por Grecia y Asia. Dichas Epístolas vendrían pues a darnos algunas pistas de viajes posteriores a los relatados en el libro de Hechos. Empecemos primero con dos de ellas, la Epístola a Tito, y la 1° Epístola a Timoteo. Como las características literarias y el contenido de ambas son similares se supone que fueran escritas simultáneamente, tal vez desde Macedonia.
Por ejemplo, en la 1° Epístola a Timoteo 1.3 vemos que Pablo alude haber estado poco antes en las proximidades de Éfeso (Asia Menor), donde había dejado a Timoteo para que cumpliese una misión específica, especialmente de tipo administrativo; en dicho versículo hace referencia también a su estadía en Macedonia, desde donde posiblemente dirigiera la carta, como ya quedó aludido.
La Epístola a Tito, dirigida a un cristiano griego, y estrecho colaborador suyo, proporciona datos históricos adicionales, pues sobre la base de 1.5, podemos inferir que Pablo había visitado la isla de Creta recientemente, ocasión en la cual debió haber tenido oportunidad de determinar la condición de la iglesia y darle instrucciones específicas a Tito para rectificar cualquier deficiencia.
Al término de la Epístola a Tito (3.12), el apóstol insta a Tito reunirse con él en Nicópolis, donde pasaría el invierno. Resulta bastante factible suponer que se trataba de la capital del Epiro, situada en una península en el golfo de Ambracia, aquella “ciudad de la victoria” edificada por Augusto para celebrar su victoria naval en Actium (Accio). Aunque hay otros ciudades con ese nombre en Tracia y en Cilicia, la de Epiro (costa occidental de Grecia, a orillas del Mar Jónico) era la única de suficiente importancia para que Pablo pasara un invierno entero en ella (época en que no se podía viajar por mar) y su posición geográfica la haría adecuada para encontrarse con Tito. Es posible que también Pablo haya pensado utilizarla como base para evangelizar el Epiro. Sin duda y conforme con lo acordado, Tito fue a Nicópolis para encontrarse con Pablo, y desde allí fue enviado tal vez a realizar una tarea evangelística en Dalmacia (Este del Adriático), tarea a la cual estaba abocado cuando Pablo escribió la 2° Epístola a Timoteo, ya bajo su segundo y definitivo arresto en Roma (2° Tim. 4:10).

RUINAS DEL ODEÓN DE NICÓPOLIS (ÉPOCA ROMANA). Nicópolis, la “ciudad de la victoria” fue edificada como capital de Epiro por Augusto en una península del golfo de Ambracia, donde había acampado antes de su victoria en Accio en el año 31 a. de C.
Debemos resaltar que todos estos viajes que se mencionan en las dos Epístolas Pastorales aludidas: a Macedonia (tras dejar a Timoteo en Éfeso), a Creta (donde dejó a Tito), a Nicópolis en Epiro (donde pasó el invierno y donde debió reunírsele Tito), no figuran en el itinerario de los viajes misioneros de Pablo narrados en el Libro de los Hechos, lo cual es una prueba más de que son posteriores a su primera llegada a Roma. El apóstol no cesaba pues en recorrer el mundo predicando el Evangelio.
¿VIAJÓ PABLO AL EXTREMO OCCIDENTE?
En la Epístola a los Romanos (15.24 y 28 ), escrita por el año 56 ó 57, el apóstol Pablo informó a los cristianos radicados en Roma su deseo de visitarlos en el transcurso de un proyectado viaje a España, es decir, el extremo oeste del mundo conocido, proyecto para lo cual, evidentemente esperaba la colaboración de aquellos creyentes. Tal empresa era, evidentemente muy trascendental para la difusión del Evangelio. Aún cuando el primer objetivo del apóstol fueran las ciudades helenizadas, este proyecto marcaría el comienzo de una etapa nueva; más allá de Roma se encontraba la Galia y la Hispania; hasta podemos incluir a Germania y las Islas británicas. Pablo pasaba así de la parte griega del mundo civilizado a la parte netamente latina.
Si bien es cierto que Pablo llegó a concretar el viaje a Roma, no sabemos con certeza sí continuó más al Occidente. Las epístolas pastorales no aluden esta posibilidad, lo que podría indicar tal vez un cambio de planes, aunque no es del todo improbable que lo realizara. Si realizó un viaje a España, como algunas fuentes extrabíblicas lo aseguran, debió ser en la primavera siguiente al invierno que pasó en Nicópolis (Epístola a Tito 3.12).
Las afirmaciones de este presunto viaje a la península ibérica provienen pues de documentos extrabíblicos. Uno de los Padres Apostólicos, Clemente de Roma, en su famosa Epístola a los corintios (5-7) que data del año 95 ó 96, dice que Pablo llegó “al extremo límite del oeste” lo cual se interpreta naturalmente como las Columnas de Hércules (estrecho de Gibraltar), aunque otros interpretaciones podían dar entender las Galias o las islas británicas. Los “Hechos de Pedro” (1.3) que es un libro apócrifo del siglo II, y el “Canon Muratorio” de aproximadamente el año 170, explícitamente mencionan el viaje de Pablo a España, pero podían solo reflejar el deseo expresado por Pablo en la Epístola a los Romanos, dándolo como realizado. Siglos más tarde, San Jerónimo añadió que Pablo vino por mar y desembarcó en Tarragona, una tradición que ha arraigado desde entonces. Idéntica creencia existe en Barcelona, pues en ambas ciudades existen sendas iglesias que conmemoran estos sucesos.

Ruinas romanas del teatro de Tarraco o Tarragona
No se puede descartar del todo que Pablo haya estado en España, pero así y todo, no sería el primer evangelizador de la península. Le habría precedido Santiago el Mayor, el apóstol guerrero, quien llegó a España y al parecer estuvo solo por un corto período de tiempo, regresando hacia el año 44 a Jerusalén, donde sufrió el martirio a manos de Herodes Agripa. Sus restos fueron arrojados al despoblado para que fueran devorados por las aves, pero sus discípulos lograron rescatarlo y traerlo a Galicia, en España, donde fue sepultado en la localidad de Iria; dicho sepulcro sería descubierto siglos después y allí se edificó la catedral de Santiago de Compostela, que se convirtió en un importante centro de peregrinación durante la edad media. Dicha tradición de la llegada de Santiago a España, es sin embargo menos probable que la estancia de Pablo en la península. Las fuentes escritas que lo mencionan (no tan confiables por cierto) no bajan del siglo VII. La Primera Crónica general del rey Alfonso X el Sabio (siglo XIII), que recoge fuentes antiguas, da por verídica la venida de Pablo a España e ignora en cambio la de Santiago.

Imagen de Santiago el Mayor. Basìlica de San Juan de Letràn
Otro tercer suceso que relata la tradición con respecto a la evangelización de España lo constituye el envío por parte del apóstol Pedro de siete varones apostólicos u obispos (Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio), para que evangelizaran la zona mediterránea (Andalucía). Sobre la suerte final de los Siete Varones Apostólicos la misma tradición es muy escasa de noticias. Es muy común la creencia de que todos ellos murieron mártires. El primer documento en afirmar la presencia de estos varones apostólicos en España data del siglo VIII, por lo tanto es muy tardío y a la vez de dudosa credibilidad.

LOS SIETE VARONES APOSTOLICOS
EL ÚLTIMO ARRESTO Y PRISIÓN DE PABLO
Se desconocen las circunstancias del segundo arresto del apóstol que le llevaron a su última prisión en Roma. Algunas breves alusiones nos da al respecto la Segunda Epístola a Timoteo, redactada por Pablo precisamente durante ese último encierro en Roma, poco antes de su muerte, hacia el año 67. Timoteo, a quien dirige la carta, era entonces el líder de la iglesia en Éfeso, en la costa occidental del Asia Menor (actual Turquía). Según se menciona en dicho documento, Pablo estuvo poco antes de su arresto en Corinto (Grecia), donde dejó a Erasto, colaborador suyo, y luego pasó a Mileto (Asia Menor), donde dejó enfermo a Trófimo (4.20). De ahí pasó a Tróade o Troas (4.13), puerto situado en el noroeste del Asia Menor, donde dejó, en casa de Carpo, su capote, sus libros y pergaminos; no sabemos si se trataban de las Sagradas Escrituras Hebreas, o libros de otra índole o incluso material en blanco para escribir. Posiblemente el arresto se produjo en Tróade, pues el hecho de no haberse llevado sus efectos personales nos indicaría una apresurada partida de dicho puerto bajo arresto. Existe un interesante paralelo con Ignacio, obispo de Antioquía (muerto hacia el año 107), el cual, después de enviar tres epístolas desde Troáde, tuvo que embarcarse con premura para Neápolis, como prisionero con destino a Roma (Epístola a Policarpo 8 ), cuando se le permitieron las circunstancias climáticas.

Troas o Tróade, fue fundada por los sucesores de Alejandro Magno con el nombre de Alexandría Troas, a unos 20 km. al suroeste donde se alzaba la antigua Troya o Ilión. Era el principal puerto de esa zona del Asia Menor. El sitio de Troas en Daylan está desierto en la actualidad, pero hay restos del puerto, los baños, el estadio y otros edificios, y puede constatarse todavía la existencia de varios kilómetros de muros.
Cabe también la posibilidad de que el último arresto de Pablo haya ocurrido en la misma Roma, entonces escenario de la persecución neroniana contra los cristianos, acusados del incendio de la ciudad (año 64). Algunos exegetas han supuesto también que pudo haber sido el apóstol denunciado por un enemigo suyo llamado Alejandro el herrero o calderero, sobre el cual Pablo previene a Timoteo con estas palabras: “Alejandro, el herrero se ha portado muy mal conmigo; el Señor le pagará conforme a lo que ha hecho. Cuídate tu también de él, porque se ha puesto muy en contra de nuestro mensaje” (4. 14-15). Este Alejandro posiblemente es el mismo mencionado en la Primera Epístola a Timoteo 1:20, donde es descrito como un maestro de moral pervertida, a quien, junto con un tal Himeneo, el apóstol había “entregado a Satanás” para que aprendieran a no decir cosas ofensivas contra Dios. En realidad, Alejandro era un nombre muy común en la antigüedad, de modo que no hay certeza segura en tal identificación.

Se han tejido pues las más intrincadas hipótesis sobre las circunstancias que rodearon el último arresto de Pablo basándose en la 2° Epístola de Timoteo. Sea cual fueran estas circunstancias, lo cierto era que Pablo iba a comparecer de nuevo ante el tribunal de Roma. Posibles motivos:
- Nuevo recurso de apelación del apóstol ante el César;
- Inculpación por pretendidos crímenes cometidos en Italia (quizá de complicidad en el incendio de Roma);
- Deseo de las autoridades provinciales de recoger prestigio a los ojos del emperador Nerón al enviarle un preso importante.

INCENDIO DE ROMA. Año 64. Nerón, para desviar las sospechas de haber sido el responsable de este siniestro, culpó a los cristianos
Probablemente, tal como lo asegura la tradición, Pablo fue encerrado en el célebre calabozo Tullianum de la cárcel mamertina, una antigua cisterna etrusca excavada en la roca, un lugar subterráneo, húmedo y oscuro, con sólo un agujero en el techo para dar algo de aire y luz al prisionero. El mismo apóstol cuenta en la 2° carta a Timoteo que se halla preso en la ciudad de Roma (1:8, 16) y “encadenado como un criminal” (2:9). Pero pese a todo, Onesíforo, un cristiano de Éfeso, pudo encontrarle, convirtiéndose en valiosa ayuda para el apóstol (1.16). Lo que contrastaba con la actitud de otros cristianos de Asia como Figelo y Hermógenes, los cuales, estando tal vez en Roma, no atendieron al apóstol preso (1.15).
TULLIANUM
Asimismo, al momento de escribirle a Timoteo desde Roma, Pablo no tenía consigo más que a Lucas, el “médico amado”: “Solamente Lucas está conmigo” (4.11), lo que confirma la estrecha relación que había entre el apóstol y el autor del tercer evangelio y el libro de Hechos de lo apóstoles (al menos según lo cuenta la tradición). Los colaboradores más cercanos de Pablo habían partido para efectuar diversos servicios: “...Demas, que amaba más las cosas de esta vida, me ha abandonado y se ha ido a Tesalónica. Crescente se ha ido a la región de Galacia, y Tito a la de Dalmacia.” (4.10). También Pablo le pide a Timoteo que le envíe a Marcos “porque puede ser una ayuda para mí en el trabajo” (4.11). Es el mismo Juan Marcos, sobrino de Bernabé, mencionado varias veces en el libro de Hechos y en algunas epístolas paulinas y en la primera de Pedro, y a quien la tradición atribuyó posteriormente la paternidad del segundo Evangelio.
Pablo también refiere a Timoteo su primera defensa ante las autoridades romanas: “En mi primera defensa ante las autoridades nadie me ayudó; todos me abandonaron. Espero que Dios no se lo tome en cuenta. Pero el Señor si me ayudó y me dio fuerzas de modo que pude llevar a cabo la predicación del mensaje de salvación y hacer que la oyeran todos los paganos. Así el Señor me libró de la boca del león y me librará de todo mal, y me salvará llevándome a su reino celestial. ¡Gloria a Él para siempre! Amén”. (4.16-18 ).
Esta primera defensa sería solo una vista preliminar de su causa ante el tribunal, después de la cual habría un proceso definitivo, de acuerdo a las normas romanas. Por eso debió permanecer encarcelado hasta el fallo final. Lo de librarse de la “boca del león” se debe entender solo como una frase figurada y no literal; como ciudadano romano, Pablo no podía ser condenado a ser devorado por los leones. Es posible que el apóstol pudiera probar su inocencia de los delitos que supuestamente se le imputaban, pero su condición de cristiano era suficiente para ser condenado a muerte, según la política establecida por Nerón. En efecto, según Tertuliano, apologista cristiano del siglo II, este emperador estableció una ley que proscribía oficialmente al cristianismo en todo el imperio, la llamada institutum Neronianum; es decir, bastaba solo la condición de ser cristiano para ser considerado punible o fuera de la ley; según Tertuliano, fue la única acta de Nerón que no se rescindió tras la muerte de este emperador y sirvió para dar una base legal a las posteriores persecuciones contra los cristianos en todo el ámbito del imperio. Otros entendidos niegan sin embargo la existencia de esta ley, pues siendo el cristianismo una secta más de las que pululaban en Roma, no sería tan importante entonces para justificar una ley de tal naturaleza, y consideran asimismo que la persecución neroniana se limitó solo a Roma y sus alrededores.

De todos modos, ante tales circunstancias adversas, para Pablo la muerte aparecía como algo inevitable y lo aceptaba gustoso. Conmueven sus palabras al respecto: “Yo ya estoy para ser ofrecido en sacrificio; ya se acerca la hora de mi muerte. He peleado la buena batalla, he llegado al término de la carrera, me he mantenido fiel. Ahora me espera la corona merecida que el Señor, el juez justo, me dará en aquel día. Y no me lo dará solamente a mí, sino también a todos los que con amor esperan su venida gloriosa” (4:6-8 ).
Hasta aquí llega la información que nos ha legado el Nuevo Testamento sobre los últimos años de San Pablo. Sobre su muerte en el martirio se deben recurrir necesariamente a otras fuentes.
Fuentes usadas mayormente para redactar esta nota:
“Nuevo Diccionario Bíblico” Ediciones Certeza
“Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado – Vila Escuain” Editorial Clie 1985,
“Historia Eclesiástica” (2 tomos) de Eusebio de Cesarea, traducción directa del griego por George Grayling, Editorial Clie, 1988
Todas las citas de versículos entre paréntesis son de la 2° Epístola a Timoteo (La Biblia. Dios Habla Hoy. Versión Popular - Tercera Edición-1994).
Saludos
Álvaro S. Chiara G.