Es interesante como para los lectores de la Biblia en las revisiones castellanas de Reina-Valera haya pasado desapercibido el cambio del texto del epígrafe en la Revisión del 1960, mantenido en la 1995.
Casiodoro tradujo allí “Potestad” (con P mayúscula), forma que mantuvo Cipriano, significando sin duda la Primera, Principal y Suprema, o sea, la de Dios mismo.
En la Revisión del 1862 no sólo se abandona la mayúscula sino que se vierte en plural “las potestades”, lo que da pie a lo que se puede inferir y que de hecho se ha inferido: la jerarquía eclesiástica, como autoridades delegadas de Dios. La RVR1909 tiene
“desprecian la potestad” (con minúscula), lo que algunos pastores pragmáticos han aprovechado para afirmar su autoridad de mando sobre la congregación, incluyéndose así entre “las potestades superiores” del final del versículo.
Es interesante que el Nuevo Testamento Griego-Español de Juan José de la Torre (Imprimatur 1909), pese a ser una obra casi centenaria, ya vertía ahí la frase como: “vilipendian el señorío”, usando un verbo más fuerte pero manteniendo lo de “señorío”, que es lo que más interesa, por tratarse del vocablo que más literalmente traduce del griego “kyriotetos”.
Es fácil advertir como este término proviene de KYRIOS – Señor, y de ahí, señorío, aplicado indudablemente al del Señor Jesucristo, y jamás a los ancianos (presbíteros o pastores), como el propio Pedro se adelanta a prevenirlo en su primera carta (5) 3no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
Queda claro, entonces, que nuestro texto no trata de insubordinación contra autoridades humanas - eclesiásticas o civiles -, sino contra el mismo Señor a quien confesamos amar y servir.
Hoy día abundan los edificios religiosos con tremendos letreros que proclaman:
JESUCRISTO ES EL SEÑOR. Dentro, la congregación se desgañita cantando: “Jesucristo es el Señor”. El pastor pide un fuerte aplauso para Jesús, que termina por recibirlo él, ya que Jesús parece que ni se da por enterado. El equipo de amplificación tiembla con la música tropical que termina por espantar a los demonios que resistieron los exorcismos. Gritos de victoria, saltos y danzas que sugieren un aquelarre sin parangón alguno con la festichola que se mandó Aarón y el pueblo de Israel ante el becerro de oro, y desplaza al último puesto al show de los profetas de Baal invocando a su dios dormido.
El Señor Jesucristo es el gran ausente de las “iglesias”. Es que lo han corrido de las iglesias. Es que no podía haber dos cabezas. Él insistía a través de su Palabra revelada, qué únicamente Él era la Cabeza de esa expresión local de su cuerpo que es la iglesia.
Pero la congregación había elegido y apoyaba a su pastor, y a este le parecía justo que Jesús siguiera como Cabeza gobernante en el Cielo, que aquí en la tierra él podría arreglárselas muy bien como “cabeza visible” y “autoridad delegada”. Como fue una decisión unilateral en la que al único Señor, Cabeza y Líder “no le dieron vela en ese entierro”, en algunos casos el mismo Señor se retiró de allí, llevándose el candelabro.
En otros lo expulsaron, en las personas de los pocos fieles que todavía clamaban por el arrepentimiento y conversión, terminando tan afuera como en la distante Laodicea.
Sí, es verdad: desprecian el señorío. “No queremos que este reine sobre nosotros” es la consigna (Lc. 19:14).
- ¡No es para tanto! – protestan los pastores – No es tan así, y ¡no generalice!
- ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46).
Ricardo.
Casiodoro tradujo allí “Potestad” (con P mayúscula), forma que mantuvo Cipriano, significando sin duda la Primera, Principal y Suprema, o sea, la de Dios mismo.
En la Revisión del 1862 no sólo se abandona la mayúscula sino que se vierte en plural “las potestades”, lo que da pie a lo que se puede inferir y que de hecho se ha inferido: la jerarquía eclesiástica, como autoridades delegadas de Dios. La RVR1909 tiene
“desprecian la potestad” (con minúscula), lo que algunos pastores pragmáticos han aprovechado para afirmar su autoridad de mando sobre la congregación, incluyéndose así entre “las potestades superiores” del final del versículo.
Es interesante que el Nuevo Testamento Griego-Español de Juan José de la Torre (Imprimatur 1909), pese a ser una obra casi centenaria, ya vertía ahí la frase como: “vilipendian el señorío”, usando un verbo más fuerte pero manteniendo lo de “señorío”, que es lo que más interesa, por tratarse del vocablo que más literalmente traduce del griego “kyriotetos”.
Es fácil advertir como este término proviene de KYRIOS – Señor, y de ahí, señorío, aplicado indudablemente al del Señor Jesucristo, y jamás a los ancianos (presbíteros o pastores), como el propio Pedro se adelanta a prevenirlo en su primera carta (5) 3no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey.
Queda claro, entonces, que nuestro texto no trata de insubordinación contra autoridades humanas - eclesiásticas o civiles -, sino contra el mismo Señor a quien confesamos amar y servir.
Hoy día abundan los edificios religiosos con tremendos letreros que proclaman:
JESUCRISTO ES EL SEÑOR. Dentro, la congregación se desgañita cantando: “Jesucristo es el Señor”. El pastor pide un fuerte aplauso para Jesús, que termina por recibirlo él, ya que Jesús parece que ni se da por enterado. El equipo de amplificación tiembla con la música tropical que termina por espantar a los demonios que resistieron los exorcismos. Gritos de victoria, saltos y danzas que sugieren un aquelarre sin parangón alguno con la festichola que se mandó Aarón y el pueblo de Israel ante el becerro de oro, y desplaza al último puesto al show de los profetas de Baal invocando a su dios dormido.
El Señor Jesucristo es el gran ausente de las “iglesias”. Es que lo han corrido de las iglesias. Es que no podía haber dos cabezas. Él insistía a través de su Palabra revelada, qué únicamente Él era la Cabeza de esa expresión local de su cuerpo que es la iglesia.
Pero la congregación había elegido y apoyaba a su pastor, y a este le parecía justo que Jesús siguiera como Cabeza gobernante en el Cielo, que aquí en la tierra él podría arreglárselas muy bien como “cabeza visible” y “autoridad delegada”. Como fue una decisión unilateral en la que al único Señor, Cabeza y Líder “no le dieron vela en ese entierro”, en algunos casos el mismo Señor se retiró de allí, llevándose el candelabro.
En otros lo expulsaron, en las personas de los pocos fieles que todavía clamaban por el arrepentimiento y conversión, terminando tan afuera como en la distante Laodicea.
Sí, es verdad: desprecian el señorío. “No queremos que este reine sobre nosotros” es la consigna (Lc. 19:14).
- ¡No es para tanto! – protestan los pastores – No es tan así, y ¡no generalice!
- ¿Por qué me llamáis “Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lc. 6:46).
Ricardo.