<BLOCKQUOTE><font size="1" face="Helvetica, Verdana, Arial">Comentario:</font><HR>Originalmente enviado por Maripaz:
Isaías:
Gracias por tu aportación; a pesar de ser temprano aquí en España; me has hecho acudir a mi diccionario griego y tienes razón, sólo que me queda una duda:
"theos" declinado, no tiene ninguna forma que se parezca a "Dios"; sin embargo el genitivo de "Zeous" es "Dios". Mi diccionario dice que "theos" en el N.T. se traduce, efectivamente por "Dios".
Creo, definitivamente, que necesitamos un verdadero experto.
¿Jetonius, o alguien podría aclarar sobre el asunto, en forma más erudita?
Gracias
Maripaz[/quote]
Querida Maripaz:
Gracias por lo de "verdadero experto", aunque sea una verdadera exageración
Los vocablos que el NT emplea son theos (Dios), theiotes, theotes (Deidad, Divinidad), y theios (divino).
El origen del término y su etimología son inciertos, pero parece haber sido originalmente un título, no un nombre propio como Zeus.
En la antigua traducción Septuaginta theos se emplea habitualmente para traducir´'el, 'eloah y 'elohim (excepcionalmente emplea kyrios, Señor).
En el NT también se emplean estos términos griegos, además de pater, como correctamente indica Juan Manuel.
En lo personal no veo absolutamente nada reprochable en llamar a Dios como los autores inspirados del NT lo hicieron.
Ya que estamos, te envío un estudio sobre el AT, sobre el mismo tema.
Bendiciones en Cristo y feliz y fructífero viaje para la gloria de Dios,
Jetonius
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EL VERDADERO NOMBRE DE DIOS
El nombre de Dios en el Antiguo Testamento
Para los antiguos semitas, el nombre era mucho más que la forma de referirse a una cosa o a un ser. Se relacionaba estrechamente con aquello que lo nombrado era en sí mismo. En la creación, Adán dio un nombre a cada criatura, y por este acto mostró su señorío sobre lo creado (Génesis 2:19s). En cambio, el nombre de Dios sólo ha podido ser conocido por el hombre porque el Señor quiso revelarlo, por pura gracia.
En el Antiguo Testamento, Dios es llamado de diversas formas. Entre ellas, son comunes los vocablos el, eloah y, sobre todo, elohim.
La palabra el es un término semita muy antiguo, que fue empleado por otros pueblos aparte de Israel. Etimológicamente significaría «poder», «señorío» o «temor». Scott subraya que, en la Biblia, «desde el comienzo se usó para distinguir al verdadero Dios de todos los otros» [1].
Esta palabra integra con frecuencia nombres bíblicos como IsraEL y ELizabeth. Es frecuente que “el” se combine con adjetivos que destacan determinado atributo del ser divino. De entre más de cuarenta de estas combinaciones, se destacan El roi (Dios que me ve, Génesis 16:13), El nose (Dios perdonador, Salmo 99:8), El elim (Dios de dioses, Daniel 11:36), El elyon (Dios altísimo, Salmo 78:35), El gibbor (Dios fuerte, Isaías 10:21), El olam (Dios eterno, o de eternidad, Génesis 21:33) y El shaddai (Génesis 17:1) que puede traducirse «Dios todopoderoso» o, como en el Talmud, «Dios todo suficiente» (para las necesidades humanas [2].
El término eloah es poco frecuente, pero no ocurre otro tanto con elohim, que en el Antiguo Testamento se emplea más de 2500 veces para designar al verdadero Dios. Como “el”, el sustantivo elohim también se combina con adjetivos (por ejemplo, en 1 Samuel 17:45 e Isaías 45:18). Siendo elohim una forma plural que se conjuga normalmente con verbos en singular, se ha intentado explicar tal uso extraño como un «plural de intensidad» o de majestad, análogo al empleado por otros pueblos acerca de sus dioses y reyes.
Sin embargo, el término elohim para designar a Dios es, a diferencia de “el”, exclusivo del pueblo hebreo. Esto indica que elohim es «un término que denota la unidad del único Dios, pero permitiendo una pluralidad de personas» [3]. Por tanto, este uso anticiparía la posterior revelación de la santa Trinidad.
El tetragrama (YHWH)
Debe destacarse, por otra parte, que ninguno de los tres sustantivos mencionados se emplea en forma exclusiva para nombrar al Dios verdadero. El nombre con el cual Dios escogió revelarse a Su pueblo elegido es Yahveh. En escritura hebrea antigua, que carece de símbolos para las vocales, tal nombre consta de cuatro letras, YHWH (hod, he, waw, he). Por ello se lo conoce como «las cuatro letras», o el tetragrama. YHWH es la denominación más frecuente de Dios en el Antiguo Testamento, donde el tetragrama aparece completo cerca de 5300 veces, y abreviado 1500 veces [4].
Acerca del tetragrama y de su forma abreviada YH –que posiblemente se pronunciaba Yah, Yahe, Yaho o Yahu - Walter Eichrodt indica que «ambas formas nominales pertenecen a época primitiva y han sido utilizadas la una junto a la otra» [5]. La forma breve integra además palabras y nombres propios, como EliYAHU (Elías): “Dios es Yahu”, YAHOshapat (Josafat), “Yaho ha juzgado”, JilkiYAHU (Hilcías, 2 Reyes 22:4), “Mi porción es Yahu” y Yonatan (Jonatán), “Yah ha dado.”
La autorrevelación de Dios
En Génesis 4:26 leemos: «También a Set le nació un hijo, al que puso por nombre Enosh. Este fue el primero en invocar el nombre de Yahveh». Otros textos de Génesis (12:7s; 15:6-8; 22:14; 26:28) nos muestran que Abraham también conocía este nombre. Sin embargo, en Éxodo 6:3 dice Dios: «Yo soy Yahveh. Me aparecí a Abraham, a Isaac y Jacob como El Shadday; pero mi nombre Yahveh no se los dí a conocer».
La explicación de esta aparente contradicción radica en el significado del verbo «conocer» en el pensamiento hebreo. Aunque el nombre en sí era invocado desde tiempos remotos, no es sino hasta su encuentro con Moisés ante la zarza ardiente que Dios mismo explica la profunda significación que encierra el tetragrama (Éxodo 3:10-15). Antes de tal acontecimiento, Dios no había «dado a conocer» su nombre y, por consiguiente, no había dado explicación alguna acerca de su propio ser (cf. el episodio de Penuel, Génesis 32: 23-33).
Otro dato importante a favor de la explicación propuesta es que los nombres propios que incluyen el nombre divino son de una época posterior a la revelación recibida por Moisés. La única excepción posible es el nombre de la madre de Moisés, YKBD (Joquebed, Éxodo 6:20) que podría significar Yokabod, «Yah [es] gloria», pero también Yakbid, es decir «Que Él [Dios] glorifique» [6]. Podemos aceptar, pues, que el nombre del tetragrama no cobró su especialísima significación sino hasta su revelación a Moisés.
¿Qué significa YHWH?
Existen variadas hipótesis sobre el significado original del Tetragrama y sus formas breves. Unos piensan que en el principio fue un grito extático (¡Yah!), una onomatopeya del trueno, o una exclamación de alabanza. Otros lo han vinculado con el verbo «amar» en árabe, con un dios egipcio, y hasta con el nombre de Dios de los pueblos indoeuropeos: Yah = Dzau = Zeus. Ninguna de estas propuestas ha logrado aceptación general [7].
Para el estudioso cristiano, parece mucho más sensato aceptar lisa y llanamente la explicación que Dios mismo da en Génesis 3:14s:
«Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy.” Y añadió: “Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación”.»
Llamativamente, este texto es la única explicación del nombre de Dios que existe en todo el Antiguo Testamento. Según ella, Yahveh deriva del verbo hawa: ser, estar, existir, suceder [8]. La frase traducida «Yo soy el que soy» corresponde al hebreo ehyeh asher ehyeh. Aquí ehyeh es la primera persona singular de un imperfecto en indicativo (forma kal). Expresa una acción continua, inacabada, permanente. El término asher es un pronombre relativo, «el que». El pronombre personal (yo) queda tácito por excepción.
Con respecto a la expresión en sí, W.F. Albright la entendía en sentido causativo: «Yo soy el que [hace] ser». Empero, esta forma del verbo (hifil) no se emplea nunca con este sentido en el Antiguo Testamento. Existen otros verbos para expresar la acción creadora. Además, esta interpretación no es apoyada por el contexto (v. 12,15) [9].
Los sabios judíos que siglos antes del nacimiento de Jesucristo tradujeron la Biblia hebrea al griego (la traducción llamada Septuaginta) vertieron ehyeh asher ehyeh como egö eimi ho ön, donde el participio ön le da a la declaración una connotación de existencia inmutable y trascendente.
Esta verdadera interpretación que la Septuaginta hace del texto hebreo de Génesis 3:14, como si fuese una declaración acerca del ser esencial de Dios según concepciones filosóficas griegas, fue luego retomada y desarrollada por Santo Tomás de Aquino (Summa Theol. I, 13,11). Sin embargo, hoy es casi unánimemente rechazada por los eruditos bíblicos, por considerársela una noción ajena a la teología antiguotestamentaria [10].
¿Cómo debe, pues, entenderse la revelación que Dios hace de Su propio nombre? Ante todo, notemos que ehyeh puede, en principio, traducirse indistintamente como pasado, presente o futuro: «era», «soy», «seré», «estaba», «estoy», «estaré», etc. En vista del contexto, puede decirse que en Éxodo 3:13s la idea de existencia se entrelaza indisolublemente con la de presencia.
Se trata, pues, de una existencia dinámica, manifiesta en obras poderosas. Es la presencia viva y eficaz de un Dios dispuesto a intervenir a favor de los suyos. Yahveh es el Dios que es reconocido por sus acciones; de allí la frecuencia de expresiones como «En esto conocerás que yo soy Yahveh», que se vinculan con actos concretos de Dios. Yahveh es el Dios siempre presente, acompañante poderoso de Su pueblo.
Es casi imposible conservar en las traducciones la fuerza de la frase hebrea ehyeh asher ehyeh. Libremente, podría vertirse como «Yo soy el que estoy, o estaré [con vosotros]». Debe preferirse el tiempo presente, pero con connotación de futuro: Yahveh ya es y está, pero además seguirá siendo y estando siempre. La traducción en el sentido de la «presencia» divina está firmemente apoyada en el contexto de Éxodo 3 [11]. Así, en el v. 12, ehyeh es normalmente traducido «Yo estaré». Por otra parte, en el v. 15 se establece explícitamente la conexión del Nombre con el verbo: «Así dirás ... yahaweh, el Dios de vuestros padres...». Aquí yahaweh, que tiene las mismas consonantes que el Tetragrama, corresponde a la tercera persona del singular: «Él está» o «estará». Por tanto, Dios dice de Sí mismo ehyeh, «Yo estoy», pero es llamado Yahveh, «Él está». La explicación que Dios da de sí mismo es simultáneamente una promesa, un compromiso libremente asumido de su presencia, a la vez protectora y avasallante, amorosa y temible.
Hay quien malentiende la declaración de Éxodo 3:14s como una evasiva, como si Dios se negase a contestarle a Moisés. Pero no es así; lo que ocurre es que la explicación que Dios da no es una definición. Definir significa «fijar con claridad, exactitud y precisión la naturaleza de una cosa». Obviamente, Dios no puede ser sujeto a una definición. Su nombre lo revela sólo en parte; Él es inabarcable por el limitado lenguaje humano. Ni siquiera el maravilloso «Dios es amor» de nuestro Nuevo Testamento pasa de ser una nueva explicación.
Por lo antedicho, queda claro que Dios no se define, sino que se revela. Siempre conserva su soberanía. Si bien Éxodo 3:14s no es una evasiva, queda en pie el hecho de que aún después de esta revelación “Yahveh sigue siendo «el Libre», el que sólo puede ser comprendido en la libertad de su propia representación” [12].
Gerhard von Rad subraya dos aspectos singulares del nombre del Dios de Israel. En primer lugar, a diferencia de los dioses paganos, que tenían muchos nombres (por ejemplo, Marduk tenía cincuenta), a El Shadday le basta con un nombre. En segundo lugar, mientras que en las religiones paganas del tiempo del Antiguo Testamento, los nombres de los dioses eran solamente conocidos por los sacerdotes, que los ocultaban celosamente, el nombre de Yahveh fue dado a conocer a todos los israelitas.
¿Es «Jehová» el nombre de Dios?
Los Testigos insisten incansablemente en la necesidad de conocer el auténtico nombre de Dios ; “Dios, dicen, es un título, no un nombre. El verdadero nombre de Dios, recalcan, es Jehová. Con su machacona perseverancia ocultan hábilmente el hecho de que, según el modo de expresarse de la Biblia, "conocer el nombre de Dios" no es simplemente saber cómo se llama, sino gozar de una relación personal de comunión con Dios, en obediencia a Su santa voluntad. “Conocer el nombre de Dios” es así conocer a Dios mismo, vivir en su amor y seguir por sus caminos.
Por lo demás, el nombre “Jehová” es una invención moderna que proviene de un error de interpretación. El nombre personal de Dios, cuyo profundo significado se le reveló a Moisés (Exo 3: 14), se escribe en hebreo YHWH (yod, he, waw, he), y se le llama a veces el Tetragrama, o las Cuatro Letras. Aunque algunas letras hebreas podían en ciertos casos servir como vocales, el hebreo bíblico carecía de símbolos para las vocales. Además, desde el siglo III a.C. los judíos dejaron de pronunciar el nombre YHWH debido a un supersticioso temor de quebrantar el mandamiento de que prohibía “tomar en vano” el nombre de Dios (Exo 20: 7). Para evitar pecar inadvertidamente, comenzaron a referirse a Dios como “Adonai”, Señor (equivalente al griego kyrios). La más completa obra judía de referencia explica la evolución posterior de este uso, y la confusión que originó el nombre “Jehová”:
"En la temprana Edad Media, cuando el texto consonántico de la Biblia [el Antiguo Testamento, claro] fue provisto de puntos vocálicos para facilitar su correcta lectura tradicional, se emplearon para YHWH los puntos vocálicos de 'Adonai con una variante -una shew con la primera yod de YHWH, en lugar del hataf- patah bajo el aleph de 'Adonai- produciendo as¡ la forma YeHoWaH. Cuando los eruditos cristianos de Europa primeramente comenzaron a estudiar hebreo, no entendieron lo que esto realmente significaba e introdujeron el nombre híbrido `Jehovah'." [13]
Expliquemos un poco más. Debido a la costumbre de no pronunciar el nombre de Dios, al incluirse signos vocálicos en los manuscritos hebreos no se indicaron las vocales de YHWH, sino las de 'Adonai, pues éste era el nombre que se leía en voz alta. Pero la puntuación de vocales empleadas es un caso excepcional; la semivocal que normalmente hubiese correspondido era una hataf-patah (-
, pero se la reemplazó por la shewa (
que aquí se pronunciaba “a”, pero que normalmente indicaba una “e” breve. Luego, los traductores cristianos de las primeras versiones modernas transliteraron erróneamente el nombre al latín como Iehovah (donde la letra inicial se pronunciaba como “ye”). En los idiomas vernáculos, la “I” pasó a “J” y de esta extraña alquimia filológica nació el nombre tan querido por los atalayistas: Jehovah o, en español, Jehová [14].
Entonces, ¿cuál es la pronunciación correcta del nombre de Dios? Parece seguro que las vocales de la pronunciación original del nombre del Pacto eran “a” y “e”, para dar Yahweh, pronunciado “Yavé”. La Encyclopedia Judaica afirma que "la verdadera pronunciación del nombre YHWH nunca se perdió". Hoy podemos conocerla y certificarla, en parte por la relación entre el Tetragrama y el verbo hawa (ser, existir, estar, permanecer) y en parte por los testimonios de antiguos escritores cristianos.
Obstinación de los Testigos
Frente a estos claros hechos de la lengua y la historia, los Testigos replican que lo importante no es la pronunciación original, sino que -castellanizado o no- pronunciemos el nombre de Dios. Adem s, dicen, los cristianos emplean el nombre castellanizado Jesús en lugar de la forma hebrea Yehoshua.
Pasemos por alto la incoherencia de tomar como ejemplo a los cristianos, que según los Testigos son todos apóstatas. En lugar de esto, contestemos que ellos, y no nosotros, son quienes han insistido hasta las n useas en la absoluta necesidad de conocer pronunciar, proclamar , engrandecer y alabar literalmente el nombre de Dios. Pues bien, durante los primeros cien años de su existencia, la Sociedad Atalaya no ha nombrado correctamente a Dios [15]. ¿Cuándo comenzar a hacerlo? ¿Por qué no reconocen oficial y públicamente su error y pasan a llamarse “Testigos de Yahveh”?
Notas
1. Jack B. Scott, en Richard L. Harris y otros (Dir.), Theological Wordbook of the Old Testament (Moody Press, Chicago, 1980, 1:41).
2. Derek Kidner, Genesis (Tyndale OT Comm., Vol. 1; InterVarsity Press, Leicester, 1967, p. 129).
3. Scott, lugar citado.
4. J. Barton Payne, en Harris y otros, o.c., 1:210; Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 4ª Ed. (Sígueme, Salamanca, 1969, 1:242).
5. Walter Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento (Cristiandad, Madrid, 1975, 1:207, nota 47). Véanse 1:163-200; 2:48-53.
6. Jack B. Scott, en Richard L. Harris y otros (Dir.), Theological Wordbook of the Old Testament (Moody Press, Chicago, 1980, 1:41).
7. Derek Kidner, Genesis (Tyndale OT Comm., Vol. 1; InterVarsity Press, Leicester, 1967, p. 129).
8. Scott, lugar citado.
9. J. Barton Payne, en Harris y otros, o.c., 1:210; Gerhard von Rad, Teología del Antiguo Testamento, 4ª Ed. (Sígueme, Salamanca, 1969, 1:242).
10. Walter Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento (Cristiandad, Madrid, 1975, 1:207, nota 47). Véanse 1:163-200; 2:48-53.
11. R.A. Cole, Exodus (Tyndale OT Comm., Vol. 2; InterVarsity Press, Leicester, 1973, p. 84-87).
12. Walther Zimmerli, Manual de teología del Antiguo Testamento (Cristiandad, Madrid, 1980, p. 18); Maximiliano García Cordero, Biblia y legado del antiguo Oriente (BAC, Madrid, 1977, p. 239s).
13. Art. God en Cecil Roth (Dir.), Encyclopedia Judaica (Keter Publishing House, Jerusalem, 1972; 7:680).
14. Es una pena que versiones modernas de excelente calidad insistan con el vocablo híbrido «Jehovah».
15. Se hallará una defensa detallada de la posición atalayista en el extenso folleto «El Nombre divino que durará para siempre» (Watchtower Bible and Tract Society, Brooklyn, 1984). También puede verse el Apéndice 1 de la edición con referencias de la «Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras» (1987). Para la refutación de dicha posición, ver mi folleto «El nombre de Dios» (Iglesia Cristiana Evangélica, Mendoza, 1989); también los libros de Antonio Sagau, «Objeciones a los Testigos de Jehová» (CLIE, Terrassa, 1987) y de Antolín Diestre Gil, «Manual de controversia sobre la historia, doctrinas y prácticas de los Testigos de Jehová» (CLIE, Terrassa, 1993, p. 383-414).